Francisco Olea, ilustrador: fusión de humor e ironía
Se lo conoce por sus viñetas, que salen periódicamente en El Mercurio, y por sus retratos de escritores y artistas, que incluyen una Gabriela Mistral a escala de grises y un Nano Stern alargado y de cara azul. También está, por supuesto, su obra más característica: los Oleísmos, dibujos que capturan la actualidad, la cotidianeidad y los momentos más personales del diseñador UC Francisco Javier Olea.
Francisco Javier Olea trabaja desde su casa y hace todo de manera digital porque, cuenta, así es más rápido. Con 55 mil seguidores en Instagram, perfectamente podría ser una de las personalidades de sus historietas o una de las estrellas que retrata.
En su hogar se unen sus estilos: hay cuadros pintados por él que, mezclados con sus otras creaciones, adornan las paredes. Los rasgos exagerados hacen que sus obras se muevan en el límite entre lo caricaturesco y lo real.
También juega con la mezcla de colores: mientras algunas láminas son de pigmentos intensos, otras otorgan el carácter a quien retratan a través de tonos sutiles. El característico “rojo Olea”, a menudo presente en sus trazos, da un toque de calidez a las viñetas en blanco y negro, las cuales acompaña con un toque de humor ingenioso que a ratos se entiende y otras veces… no tanto.
Él mismo califica su estilo de “ecléctico, pero se ha ido asentando”. La diversidad de técnicas en sus obras es reconocible en diarios, revistas, redes sociales, libros y registros varios, incluyendo la hojita que acostumbra a llevar consigo a todos lados para tirar líneas. “Hay algo que se te mete en la cabeza: un concepto, una idea, una palabra, una frase que escuchaste, alguna noticia que viste, que se te quedó dando vueltas. Si se te quedó, es por algo.
Es porque te interesa, te conmueve, te complica, te da rabia, te da pena, o alguna emoción te genera. Y ahí viene el proceso de cómo decantar eso en algo creativo. En mi caso, es la gráfica”. Fue como editor de arte en la revista Sábado, de El Mercurio, que llegó a la ilustración: —La portada era sobre Shakira y resultó que la foto era más cara. De las 20 lucas que habíamos pensado, eran 200. Entonces dije: “¿Y si hago una
ilustración?”. Ahí agarré e intervine una foto: dejé de ser diseñador y comencé a ser ilustrador.
Si bien siempre había dibujado, a partir de ese momento comenzó un viaje distinto de creación. El proceso creativo de Francisco Olea es cambiante; la inspiración le llega de distintas formas.
—La creación es sacarse las cosas que te tienen obsesionado. Pero es un ejercicio. Es como un gimnasio.
Así es como llegó a los Oleísmos, un personaje que le habla al mundo y “que es la expresión de mis emociones, mis miedos, mis problemáticas”. A través de ese interminable ensayo y error, dice Olea, “es natural que uno vaya mejorando y encontrando ciertas cosas que van quedando: un tipo de nariz, un tipo de mano, un color. Fue un proceso largo.
Es fundamental estar haciendo. Da lo mismo si lo vas a mostrar a alguien o si va a ser solo para ti”. Dentro de sus dibujos, el oso polar es su alter ego porque, explica, “es fácil de hacer”. Su libro más reciente, 100 mujeres mirando al frente (Reservoir Books, 2023), es una colección de retratos de figuras femeninas con las cuales le gustaría sentarse a hablar. De los demás libros que ha publicado, comenta con un dejo de nostalgia, su favorito es Pasado, presente y ausente (Sexto Piso, 2017).
Actualmente, el ganador del Premio Altazor 2012 trabaja en varios proyectos, aunque no sabe para dónde van. Reúne material sobre varios artistas para crear viñetas con esa mezcla entre lo evidente y lo abstracto que tanto lo entretiene. También quiere hacer la segunda parte del cortometraje Y usted, ¿quién es?
—Lo subimos a YouTube y la cuestión de repente tuvo 10 millones de visitas. Increíble.
Además, volvió a hacer talleres presenciales luego de detenerlos durante 12 años. Su amigo y colega Alberto Montt, con quien los comenzó a impartir, se fue al extranjero. Después vinieron el estallido y la pandemia, y el formato online le da “mucha lata, porque me gusta ver lo que (los participantes) hacen; tomarlos, corregirlos, rayarlos. Entonces, online perdía toda la magia”.
Le entusiasma hablar sobre “Ilustra tu vida”, las cuatro clases que imparte durante un mes y que tratan sobre la niñez, la juventud, la adultez y la muerte. Los asistentes recortan, pegan, usan timbres y solo en la última clase dibujan.
—Me cuesta mucho enseñar a dibujar, porque siento que es muy personal. Prefiero enseñar a contar historias.