Nuevos públicos, ¿nuevos ciudadanos?
Somos nosotros, los llamados ciudadanos de a pie, los que debemos procurar informarnos usando canales y medios adecuados y confiables, y mostrar interés por los asuntos públicos.
Los medios de comunicación convencionales como la prensa, la radio y la televisión se enfrentan
a una crisis: las nuevas generaciones han dejado de consumirlos porque, entre otros factores, prefieren la comodidad y la ubicuidad del celular que es 24/7. Además, este aparato selecciona y ofrece a su dueño lo que ya sabe que le gusta.
Esta realidad se manifiesta con claridad en la Encuesta Nacional de Televisión 2024, del CNTV. Ante la pregunta: “Cuando desea informarse, ¿a cuáles de estos medios o programas recurre?”, 70% responde redes sociales y 68% indica los noticieros de TV abierta de cobertura nacional.
Se produce un empate técnico, pero hay una clara diferencia por edad: entre los menores de 24 años el 83,9% dice que recurre a redes sociales y el 39,6% a los noticieros de TV. Entre los mayores de 60 la figura es la inversa. Algo parecido pasa con la comunicación política. Tradicionalmente, los ciudadanos se informaban de los asuntos públicos a través de los medios de comunicación. Y si bien la política no interesaba a todos, al estar expuestos a la misma hora a las mismas noticias, en los pocos noticieros de TV existentes, todos recibían una “cuota” de información, de forma voluntaria o
involuntaria. Sin embargo, ahora cada uno se expone a los temas que quiere y, si lo desea, puede
saltarse la política.
Sobre la base de una encuesta del CEP de 2021, podemos estimar que en Chile solo a un 15%
de los ciudadanos les interesa informarse sobre política. En el lado opuesto, los que nunca se interesan por ella son el 33%. En el medio queda la gran mayoría, aquella que se denomina la “ciudadanía sutil” (Barber, 1984), que es un ciudadano de bajo compromiso cognoscitivo con la
política, pero informado y comprometido cuando hace falta.
El punto es que hoy en día esos ciudadanos se informan en las redes sociales, lo que no significa
que no se expongan a noticias generadas por los medios convencionales, todo depende de su algoritmo. Otro punto de unión con la política está dado por sus contactos sociales. Por ejemplo, los grupos de WhatsApp que siguen, por allí es donde los políticos debieran llegar a ellos.
En estas circunstancias vuelven a cobrar importancia la exposición y la percepción selectivas: la gente se expone a información que es congruente con su manera de entender el mundo y, si recibe información disonante con ellos, la interpreta de manera que reafirma sus convicciones. Así, en la comunicación vía redes sociales abundan las cámaras de eco y las burbujas informativas, pues los algoritmos rápidamente aprenden los gustos de sus dueños. Esto favorece fenómenos como la polarización, pues la gente no intenta comprender lo que dicen los “otros” y, por ejemplo, los terraplanistas solo reciben información que refuerza sus creencias. Es por eso que en este medio abunda la desinformación o las llamadas fake news, pues mucha gente las quiere creer.
Todo esto muestra que ahora la calidad de la democracia pasa por el comportamiento comunicativo de cada uno de los ciudadanos. Somos nosotros, los llamados ciudadanos de a pie, los que debemos procurar informarnos usando canales y medios adecuados y confiables, y mostrar interés por los asuntos públicos.