Inmigración y crimen: ¿Cómo enfrentar el escenario migratorio que viene?
Según los chilenos, la delincuencia es el problema más importante respecto de la llegada de extranjeros al país. Sin embargo, existen varias investigaciones donde no se ha podido documentar que la migración realmente haya aumentado la actividad criminal en un país. Pero esta falta de evidencia no debe hacernos perder de vista la que quizás sea la pregunta más fundamental para enfrentar este momento: ¿Qué es lo que debemos ofrecer a quienes llegan al país para integrarse a nuestra sociedad? ¿Cómo aprovechar sus potenciales aportes?
El fenómeno migratorio ha sido materia de importante controversia en la discusión pública en los últimos años. Los versos que escribió Chito Faró, en la década de 1940, para describir la cultura nacional como receptiva a los forasteros (“Y verás como quieren en Chile, al amigo cuando es forastero”) difícilmente podrían dar cuenta de lo que vemos a diario en medios de comunicación y encuestas. Este sentimiento de hostilidad creciente hacia los migrantes no es algo único de Chile (Alesina, A., Miano, A., & Stantcheva, S.; 2018); (Fasani, F., et al.; 2019). Por otro lado, considerando la magnitud y rapidez con que ha ocurrido, no debiera ser del todo inesperado. La migración es quizás el cambio sociodemográfico más importante que ha experimentado Chile en los últimos 10 años. Desde su independencia, nuestro país no había recibido un flujo migratorio tan abundante. Si en 2010 menos de un 1,5% de la población era migrante, hoy ese número llega a alrededor del 7% y es mucho más diverso en su composición.
Dentro de este esquema la relación entre migración y delincuencia ocupa un lugar central. Así lo manifiestan diversas encuestas de opinión. La delincuencia ha sido consistentemente el problema más importante que declaran los chilenos respecto de la migración (Espacio Público 2018, 2020). La prensa suele ser espacio de fuerte debate entre detractores y promotores del tránsito entre países. En contraposición, podemos decir que en la literatura empírica, el nivel de discusión es menor, ya que existe una mayor cantidad de investigaciones donde no se ha podido documentar que la migración haya aumentado la actividad criminal. Dentro de estos casos, podemos mencionar a Italia (Bianchi, M. et al.; 2012), Inglaterra (Bell B. et al.; 2013) y Estados Unidos (Butcher, K. F., & Piehl, A. M.; 1998; Chalfin, A.; 2014). Para el caso de Chile, tampoco se ha encontrado una relación sistemática entre inmigración y delincuencia (Leiva, M. et al.; 2020; Ajzenman, N., Domínguez P. y Undurraga R.; 2021).
¿Pero es aquella evidencia acumulada una estrategia suficiente para combatir los sentimientos de hostilidad que ha gatillado la migración entre las personas, y contrarrestar las demandas por restringir el fenómeno migratorio?
Una primera cuestión para tomar en cuenta es que las percepciones de la población no recogen automáticamente esta evidencia. En el campo de la inmigración las percepciones erróneas abundan, ya sea en relación con la magnitud como con las características del fenómeno. Estas no suelen ser inocuas y más bien potencian la idea de que los migrantes serían una “carga” para el Estado, afectando incluso las preferencias por políticas redistributivas (Alesina, A.; Miano, A. y Stancheva, S.; 2018). En el caso chileno, junto a Nicolás Ajzenman (de la U. de São Paulo) y Raimundo Undurraga (de la U. de Chile) hemos documentado nociones erróneas en ámbitos sensibles como el crimen y el desempleo. En ambos casos, pese a que no encontramos evidencia de un efecto negativo, sí hemos detectado que la migración ha aumentado la preocupación de la población en estas temáticas. Por ello, la comprobación del real impacto de la inmigración en un país es un paso necesario para combatir no solo los sentimientos de hostilidad, sino las ideas equivocadas sobre este fenómeno.
Sin embargo, aunque documentar los efectos de la migración es un insumo clave, en estos tiempos puede ser una estrategia insuficiente para los desafíos que enfrentamos.
En primer lugar, porque la evidencia empírica en esta área suele ser contextual. Que no se haya encontrado un efecto sistemático de la migración sobre la actividad criminal no es algo para dar por sentado que seguirá ocurriendo. No sabemos cómo será el proceso de adaptación de los grupos migratorios que arribarán, ni tampoco conocemos sus características.
Por ejemplo, si uno considera, exclusivamente, aquellos resultados empíricos que sí han encontrado una relación estadística entre migración y crimen, notará también que suelen realizarse en contextos de mercado laboral restringido o donde derechamente se impusieron reglas que impedían a los migrantes trabajar. Si se impidiera a los migrantes trabajar formalmente y en ese contexto se encuentra un aumento en algunos crímenes de propiedad, ¿qué debemos hacer?, ¿restringir la llegada de nuevos migrantes o modificar sus oportunidades de inserción en el mercado laboral?
Por otro lado, tenemos que tener en cuenta que la migración es un fenómeno complejo, con impactos en diversas áreas del bienestar y con decisiones de política difíciles de ponderar. La manera en que se interrelacionan estas definiciones de política puede alterar el fenómeno y, así, su potencial impacto. Por ejemplo, la habitual reducción de la política migratoria a políticas de control fronterizo suelte tener repercusiones no esperadas, en especial cuando van desajustadas con las políticas de integración o se omiten sus causas. A su vez, considerando el rol que juegan las redes de apoyo entre semejantes, la situación de los migrantes en un determinado país afecta fuertemente la disposición a migrar de sus conocidos, y así, los flujos migratorios futuros. Ello puede poner incentivos perversos que busquen imponer barreras al bienestar de la población migrante con el fin de disuadir la entrada de migrantes futuros. Así también, políticas que restringen la inserción laboral formal como una forma de desincentivar el arribo de nuevos grupos puede, simplemente, aumentar la proporción de la población irregular e incidir poco en el volumen de migrantes que llegan.
Considere un ejemplo reciente sobre estatus migratorio y delincuencia. Esto es algo difícil de analizar empíricamente porque generalmente se otorga estatus migratorio oficial a quienes tengan, entre otras cosas, una menor propensión esperada a delinquir. El académico Paolo Pinotti, en 2019 logró separar los factores concurrentes en esta asignación y aislar el efecto exclusivo de regularizar a un grupo de migrantes en Italia. En la práctica, comparó las tasas de delito de migrantes informales que residían en Italia y que obtuvieron un permiso de trabajo, con un grupo equivalente de migrantes que solo difería en el momento exacto de envío de su postulación –y cuya solicitud fue denegada por enviarla solo unos segundos más tarde de que se asignara el último cupo por orden de llegada–. Luego de un año, Pinotti encontró que haber regularizado a la población migrante redujo fuertemente la participación en delitos en el grupo beneficiario.
Por último, existen muchos temas pendientes para evaluar los alcances que ha tenido esta ola migratoria. Una avenida casi inexplorada es la identificación de grupos que más se han favorecido o perjudicado y los factores que han ayudado a que la migración haya impactado del modo en que lo ha hecho. El flujo migratorio ha estado lejos de ser homogéneo a lo largo del territorio. Si bien los migrantes representan un 7% de la población, la mayor parte de ellos se concentra en lugares puntuales.
En las regiones del norte casi el 15% de sus habitantes es extranjero y en algunos lugares de Santiago, como en la comuna de Independencia, la matrícula de estudiantes extranjeros supera el 30%. ¿Cómo han asimilado cambios de tal magnitud los pobladores de esas comunidades? Así y todo, una pregunta que no podemos obviar es analizar qué queremos que ocurra con las futuras olas migratorias. Una clave es superar la habitual reducción de la política migratoria a las preguntas sobre qué volumen de inmigrantes recibir y sus lugares de procedencia. En cambio, analizar: ¿Qué tipo de inserción y oportunidades les queremos ofrecer a quienes llegan? ¿Cómo aprovechar sus potenciales aportes?
Por ejemplo, en Domínguez, P., Grau N. y Vergara D. (2022) encontramos importante evidencia de discriminación a migrantes –en comparación con acusados chilenos– en la asignación de prisiones preventivas.
Señalo todo esto porque se suele presentar la falta de evidencia del impacto de la migración en el crimen como argumento suficiente para contrarrestar su afán por restringirla. ¿Pero qué pasaría si lo hubiese? ¿Cómo reaccionaríamos si una determinada ola migratoria aumenta el crimen en ciertos lugares? ¿Bastaría con ello para cerrar nuestras fronteras a migrantes o a personas que comparten un determinado lugar de origen?
Desde un punto de vista práctico, creo que la clave es digerir la evidencia que vamos acumulando en función del tipo de gestión que hacemos del fenómeno. Dicho de otra forma, la falta de evidencia entre crimen y delincuencia no puede hacernos perder de vista la que quizás sea una pregunta más fundamental: ¿Qué es lo que ofreceremos a quienes arriban para integrarse a nuestra sociedad? ¿Estamos realmente dispuestos a dar refugio a quienes se abren a buscar un nuevo horizonte en nuestro territorio? Como verán, nos queda un largo camino por discutir.
PARA LEER MÁS
- Ajzenman, N., Domínguez P. y Undurraga R. (forthcoming). “Immigration, and Labor Market” (Mis), American Economic Association, Papers and Proceedings.
- Ajzenman, N., Domínguez, P. y Undurraga R.; (2021). “Immigration, Crime and Crime” (Mis), Perceptions. IZA Discussion papers, No 14087.
- Alesina, A., Miano, A., & Stantcheva, S. (2018). Immigration and redistribution (No. w24733). National Bureau of Economic Research.
- Alonso-Borrego, C., Garoupa, N., & Vázquez, P. (2012). Does immigration cause crime? Evidence from Spain. American Law and Economics Review, 14(1), 165-191.
- Bell, B., Fasani, F., & Machin, S. (2013). “Crime and immigration: Evidence from large immigrant waves”. Review of Economics and Statistics, 95(4), 1278-1290.
- Bianchi, M., Buonanno, P., & Pinotti, P. (2012). “Do immigrants cause crime?”. Journal of the European Economic Association, 10(6), 1318-1347.
- Butcher, K. F., & Piehl, A. M. (1998). “Cross-city evidence on the relationship between immigration and crime”. Journal of Policy Analysis and Management: The Journal of the Association for Public Policy Analysis and Management, 17(3), 457-493.
- Chalfin, A. (2014). “What is the contribution of Mexican immigration to US crime rates? Evidence from rainfall shocks in Mexico”. American Law and Economics Review, 16(1), 220-268.
- Domínguez, P., Grau N. y Vergara D. (2022). “Discrimination against Immigrants in the Criminal Justice System: Evidence from Pretrial Detentions”. Working Paper disponible en ARXIV 2202.10685.
- Fasani, F., Mastrobuoni, G., Owens, E. G., & Pinotti, P. (2019). Does Immigration Increase Crime?. Cambridge University Press.
- Leiva, M., Vasquez-Lavín, F., & Oliva, R. D. P. (2020). “Do immigrants increase crime?” Spatial analysis in a middle-income country”. World Development, 126, 104728.
- Pinotti, P. (2017). “Clicking on heaven’s door: The effect of immigrant legalization on crime”. American Economic Review, 107(1), 138-68.