• Por Miguel Laborde Duronea

Canon Personal

Juan Carlos Castilla: “Yo necesitaba medir la presión de ese ser humano, el gran depredador”

Al biólogo marino Juan Carlos Castilla, Vicepresidente de la Academia Chilena de Ciencias, miembro de la de Estados Unidos y Premio Nacional de Ciencias Aplicadas 2010, se le reconoce por sus aportes a la ciencia –conocimiento en el que se sustenta parte de la legislación chilena de pesca–, a la sustentabilidad de los bordes costeros, y a la economía de docenas de miles de familias chilenas que viven de esos recursos.

Los reconocimientos y las invitaciones a universidades extranjeras lo tienen alejado del mar. Como ha formado a más cien profesionales especialistas, hoy repartidos por el mundo, y es miembro del consejo editorial de numerosas revistas, está lejos de esos largos veranos de tres meses en los que, con otros cultores de la Ecología y la Biología Marina, recorría lentamente las cálidas costas del norte chileno, de caleta en caleta.

Jamás soñó obtener tantos logros a lo largo de su carrera. Ahora mismo viene llegando de Nueva York donde, en pleno Central Park, la Wildlife Conservation Society lo premió por su estrategia de manejo del borde costero de Karukinka, reserva que ocupa un tercio de la Tierra del Fuego chilena. Así, mientras la problemática de los océanos sigue creciendo en la agenda mundial –energía, minerales, alimentación–, los créditos del chileno Juan Carlos Castilla, el biólogo marino latinoamericano más citado, siguen subiendo; al Premio Nacional de Ciencias Aplicadas 2010 se suman el Premio a la Biodiversidad Marina BBVA y el Ramón Margalef en Ecología, entre muchos otros reconocimientos.

Tras egresar del Liceo 6 de San Miguel – “el mismo de Los Prisioneros”– ingresó a la UC a estudiar Pedagogía en Química y Ciencias Naturales. Pero, luego de ser “descubierto” por su profesor de ecología y biología marina, Patricio Sánchez, sus horizontes se comenzaron a expandir. Y lo siguen haciendo… Hombre fiel y perseverante, nunca deja de recordar a su querido liceo, a la Universidad que le abrió el mundo y a ese maestro que creyó en él.

En tierra adentro

—¿Cuándo y cómo descubre el mar, los océanos?

—Mi familia no tenía recursos, creo que apenas fui una vez de vacaciones a Constitución y ahí vi el mar, tampoco durante mi adolescencia. Yo llegué por la Universidad. En mi caso se cumple lo de la importancia de tener un maestro, como lo fue para mí Patricio Sánchez Reyes. Él había estado unos años en Harvard, con la misión UC de estudiar cómo desarrollar mejor la Anatomía en Chile, pero allá, con su enorme inteligencia y variedad de intereses, se abrió a la evolución, la Ecología y, especialmente por influencia de un sabio en el área, Ernest Myar, a la Biología Marina. A mí me interesaba más la Geología, pero con su entusiasmo nos convenció a varios, al menos ocho, para dedicarnos a los organismos marinos; mucho del desarrollo de la Biología Marina en Chile comienza con él.

—Parece que no ha sido bien reconocido…

—Debiera serlo mucho más. Era uno de esos profesores que te cambian la vida, en el buen sentido; en las tesis de doctorado es muy común que el alumno trate de seguir la huella del maestro, sus mismos temas, mientras que él era tremendamente riguroso en que uno debe buscar respuestas a sus propias preguntas. Por lo demás, es el gran privilegio del doctorado; la posibilidad, por una vez en la vida, de explorar lo que a uno le sale de adentro, sea útil o no. Él era fiel a esa tradición, que he tratado de seguir, de querer que el discípulo supere a su mentor. Tenía casa en Isla Negra, había recorrido los mares de medio mundo, pero transmitía su entusiasmo con esa actitud, respetuosa. También fue muy relevante durante la Reforma Universitaria con el rector Fernando Castillo Velasco, luego con la llegada del rector Jorge Swett, también con el rector Juan de Dios Vial que lo admiraba muchísimo, pensando siempre en cómo avanzar en la institucionalización de una nueva UC. Por desgracia, siendo un gran investigador no publicó casi nada, era demasiado perfeccionista.

—Por él conoció usted el mar, finalmente.

—Era un buen gestor también. Con el propósito de investigar la distribución geográfica de la fauna y la flora costera de Chile, se consiguió apoyo de la Fundación Rockefeller para comprar dos jeeps, carpas, equipos, y así en grupo recorrimos Chile, literalmente de punta a punta, cinco o seis años, desde diciembre a marzo, comentando bibliografías y resultados. Una gran experiencia en la que nos dividió: Bernabé Santelices se especializó en el estudio de las algas –actualmente es una de las personas que más sabe del tema en el mundo–, a mí me correspondió investigar los poliquetos marinos, de los que hay miles de variedades.

—¿Tras ello se fue a perfeccionar a Gales?

—En parte…. La persona que más sabía de los poliquetos, que son como gusanos del mar, era la Dra. Olga Hartmann de Los Ángeles, en Estados Unidos, pero cuando quise ir reprobé en inglés, así es que ingresé un año al Instituto Chileno Norteamericano para intentarlo en Gales, que tenía la mejor reputación de Europa en todas las ciencias del mar. Y me aprobaron, llegué a Londres, tuve que dar un examen y…. no sabía lo suficiente. Gracias a la lejanía de Chile no me mandaron de vuelta, pero me pusieron en un intensivo de dos meses. Fue duro, yo ya me había casado y tenía un hijo, pero tuve que partir solo en una época de pocas comunicaciones; además la beca era de un año, tiempo insuficiente para sacar un magíster, pero pronto estuve trabajando con Dennis Crisp, uno de los cuatro principales del mundo en la investigación sobre la reproducción de crustáceos, y las cosas empezaron a cambiar. Después llegaría mi esposa a estudiar, y tenemos buenos recuerdos de Gales.

Con Crisp me fue muy bien y muy mal. A los seis meses de llegar me llamó para decirme que mi trabajo era de nivel de doctorado, y me cambió de programa inmediatamente, pero tuvimos unas peleas tremendas porque él quería que yo investigara sus temas y yo ya estaba interesado en la conducta de los invertebrados marinos, especialmente las estrellas de mar; ahí estaba mi corazón. Pero él presionaba mucho; incluso, como vivíamos a media cuadra del laboratorio, golpeaba en el vidrio para preguntar qué había investigado el día anterior… Mi mujer, que estaba sacando su propio magíster, lo odiaba.

—¿Y por qué las estrellas de mar? A usted se le conoce por su especialización en los locos…

—Son depredadoras, importantes en la cadena… Ellas son muy eficientes, unas carnívoras que no tienen a nadie encima, como los leones; no hay especie que las deprede a ellas. Muy desconocidas además, por lo que había muchas preguntas que responder: ¿Por qué comen lo que comen? ¿Se orientan? ¿Si se orientan cómo lo hacen? ¿Reconocen y reaccionan frente a sustancias químicas?… Me planteé unas diez preguntas y dediqué mi doctorado a eso, plantear hipótesis y ponerlas a prueba es lo esencial de un doctorado. Los locos también son como los leones, es un fenómeno parecido.

—¿Cómo fue el regreso a Chile?

—Alameda 340. Calle Marcoleta con Portugal. Uno se pregunta qué hacer, qué hacer con la vida… Mi tema, los depredadores, exigía un laboratorio. Una vez más, Patricio Sánchez movió el ambiente para que fuera posible traer unos mil litros de agua marina cada dos semanas y subirla hasta el tercer piso, algo que casi cuesta creer. Por suerte, antes de volver yo había alcanzado a estar tres meses en Leicester, en un laboratorio marino en el medio de Inglaterra, lejos de la costa, y había visto su operación.

Fue entonces, en uno de esos hitos que uno tiene en la vida, que decidí dedicarme a un depredador que es muy importante en nuestras costas, en nuestra gastronomía, en nuestras tradiciones: el loco. De este invertebrado marino tampoco se sabía nada: ¿Es carnívoro, herbívoro, omnívoro? ¿Hay machos y hembras? ¿Copulan?… Además, solo está en Chile y en la costa sur de Perú, por lo que tenía ese valor, único en el mundo. Es un depredador muy importante, porque no todos lo son. El león lo es porque si desaparece aumentan las cebras y ellas, en gran cantidad, pueden terminar con los pastos y provocar una catástrofe. Con la investigación fuimos confirmando que el loco tiene ese rol en nuestras costas, dominante. Aprendimos que es nocturno, ya que para alimentarse o copular, espera la noche.

 

Centro de Investigación. En 1982, Juan Carlos Castilla fundó la estación costera de investigaciones Marinas (ECIM) de la UC, la que ha sido inspiración y guía para el establecimiento de otras áreas marinas protegidas en chile y Sudamérica.

El depredador más Eficiente

—¿El loco continúa siendo la especie que usted investiga?

—Pero cambiando siempre las preguntas. Casi sin darme cuenta me fui acercando a la Ecología, como ciencia que estudia la interacción entre los organismos y el medio… Porque fue apareciendo que había otro depredador más eficiente que el loco, ubicado sobre él; el ser humano. Con un cuchillo o un destornillador, un hombre puede extraer varios en un minuto. De ahí surgieron más preguntas que exigían estar más cerca del mar, por lo que con Sánchez nos conseguimos una habitación en la casa de unos fisiólogos, que estaba frente a la Estación Montemar de la Universidad de Chile, e instalamos una bomba para contar con agua marina corriente. Así estuve cuatro años, pero surgieron más preguntas, otras hipótesis que debían ser enfrentadas con la realidad. Se hizo evidente la conveniencia de que la Universidad Católica tuviera su propia estación marina. Las hipótesis se relacionaban con el rol del ser humano en la costa, por lo que ello orientó, en 1981, la selección del lugar.

—¿Así llegan a Las Cruces?

—Ya en los años 70 y 80, viajando con los jeeps de Patricio Sánchez, me había llamado la atención el impacto de los pescadores, de los buzos, en cada caleta; uno avanza cien kilómetros y es todo diferente; me interesó mucho poder entender y evaluar esos impactos. Eso sí, me costó unos dos años que el organismo canadiense que nos apoyaba aceptara que nuestro proyecto fuera de manejo, no de cultivos. Para ellos, el futuro no estaba ahí, en ese medio, pero para mí el gran desafío consistía en poder manejar los recursos con los pescadores artesanales, sin prescindir de ellos, que además son miles en Chile continental; es distinto de Chiloé al sur, en áreas de cultivos marinos, es otra realidad. Yo necesitaba medir la presión de ese ser humano, el gran depredador, finalmente aceptaron y la UC aportó el terreno y las construcciones. Inicialmente iba a ser en Los Molles, lo que falló, y finalmente se ubicó en Las Cruces – lo que tampoco fue fácil porque los dueños del edificio vivían en Francia–, pero ya llevamos 30 años, prácticamente, midiendo impactos en esa Estación Costera de Investigaciones Marinas, ECIM, que se ha ido equipando y hoy es un híbrido entre estación y laboratorio.

—¿Cómo cambió el sector manejado por ustedes?

—Lo nuestro consistía en dejar un área sin intervenir; que nadie entrara a sacar nada; incluso, cerramos el perímetro. Teníamos ciertas ideas, por supuesto, de lo que podía suceder; todo es una cadena, en que los locos aumentan de número y tamaño, al haber más, arrasan con los choritos, al faltar estos, se multiplican las algas, también cambia la biodiversidad con lapas y otros antes escasos… La magnitud de lo que ocurrió fue lo más sorprendente. Donde había cuatro plantas de cochayuyo, unos 20 kilos, ahora hay toneladas. Es algo muy interesante, que ha sido publicado en las mejores revistas del mundo, un fenómeno que crece en relevancia con el tiempo, al haber 30 y más años de seguimiento. Se puede saber cómo evoluciona el medio si se limita la acción humana, un gran tema.


Chile es Mar

Juan Carlos Castilla integra actualmente el programa “Chile es Mar”, del Centro de Conservación Marina UC de la Facultad de Ciencias Biológicas. Este proyecto, dirigido por la directora del ECIM, Miriam Fernández, pretende destacar que más del 70% del territorio chileno está en el mar, por lo tanto nos invita a reflexionar sobre su relevancia estratégica. Esta iniciativa es financiada con aportes del Instituto Científico Milenio, del Ministerio de Economía Fomento y Turismo.

“Chile es Mar para los pescadores artesanales, con los que tanto converso. Ellos viven el mar. Para ellos el mar es ‘La Mar’, la madre mar. Los chilenos también deberíamos aprender este sentimiento, para lo cual necesitamos planes y programas de estudio escolares sólidos, creativos y persistentes, que incentiven la formación de nuestros niños en la comprensión, explotación sostenible, conservación, respeto y admiración por ‘la Mar chilena’”, explica el Premio Nacional.

El proyecto se encuentra desarrollando diversas iniciativas, entre las cuales destaca el seguimiento online del recorrido de mamíferos marinos y un entretenido concurso literario. Más informaciones en www.chileesmar.cl.

El broche final

—¿Por qué tenemos en Chile una relación tan distante con el mar?

—No sé si es tan así, aunque hay algo de la Colonia que interrumpió un intercambio de la costa con la tierra adentro que había antes. Hemos encontrado grandes conchales de locos, choros, lapas, a más de 50 kilómetros al interior, de hace miles de años, cuando el consumo, se nota, era muy cotidiano.

—¿Y cómo nos comportamos, en tanto depredadores?

—Hay algo que sucedió en 1988 que se relaciona con eso. Ahí vimos la oportunidad de hacer un aporte al mundo real, luego que el país se abriera a las exportaciones y se produjera una extracción masiva, desastrosa, consecuencia de lo que se llama “la tragedia de los comunes”; ya que nadie cuida lo que es de todos. Frente a eso, hay dos situaciones válidas en teoría; o se estatiza o se privatiza, pero no es tan fácil porque no hay derecho de propiedad en el mar. Para explorar este problema y la crisis de la sobreexplotación, concursamos con un proyecto Fondecyt con el propósito de trabajar junto con pescadores de caleta, escogiendo lugares donde tuvieran liderazgos y organización; Quintay y El Quisco fueron un éxito. Las Cruces en cambio fue un desastre por la falta de líderes justamente, pero había que probar. Todo esto era muy importante porque la hipótesis pasaba –sin estatización ni privatización– por la posibilidad de lograr el manejo adecuado de un Un horizonte para miles de familias chilenas costeras.

Primero, en Quintay, se estableció con los pescadores y buzos, en un sector escogido por ellos, una reserva que ellos no tocarían. Estamos hablando de áreas pequeñas en comparación a las que trabajan, que se comprometían a respetar para que pudiéramos aprender a recuperar los ambientes y luego manejarlos de forma sustentable, sin extinguir los recursos. Fue una gran experiencia, que además permitió que en 1990, cuando se comenzó a discutir la Ley de Pesca, ya estuviéramos listos para plantear el tema. Lo anterior se tradujo en dos aspectos que son muy importantes, por los cuales el Estado puede otorgar a una comunidad de pescadores artesanales organizados un área exclusiva de manejo de recursos bentónicos. Hoy son más de 30 mil pescadores organizados en tres asambleas, que tienen a cargo cerca de 700 reservas. Es algo que nos enorgullece mucho, un fenómeno, que no se repite en Perú, Ecuador ni Colombia. En Perú pusieron lo mismo en su Ley de Pesca pero no funcionó por falta de organizaciones; en Chile hay una tradición de trabajadores sindicalizados, muy valiosa para, por ejemplo, solucionar otras “tragedias de los comunes” por un camino que no sea estatizante ni individualista; permite un modelo en que se sacan los locos que el sistema permite, no más. Sobre ese sustrato social se puede avanzar, complementar, hacer muchas otras cosas. De afuera, y no solo en América Latina, nos admiran un poco por esta cultura; hay que pensar que ese hombre costero es un cazador de fauna marina, que como todo cazador que expone su vida a diario, es individualista y desconfiado. Si hay un problema con una termoeléctrica, por ejemplo, es clave tener al frente una comunidad organizada para poder resolverlo.

 


JUAN CARLOS CASTILLA ZENOBI

Profesor de Estado con mención en Química y Ciencias Naturales UC; doctor del University College of North Wales, en biología marina y doctor en Science, University of Bangor, Wales, UK. Sus estudios de posgrado en Biología Marina los ha realizado en la Marine Bilogical Ass. (UK), University of Leicester, Duke University (EE.UU.), el CIFCA de Murcia (España) y la U. de Southern California (EE.UU.).