• Por Santiago Elordi

Arte fresco

Siete días en China

Escritor chileno radicado en España, el autor –invitado a China para conocer la vigencia de la milenaria poesía de ese país– comparte esa experiencia en un registro literario donde se entrecruzan libros, personajes y ambientes contemporáneos de la potencia oriental.

Pertenecemos al siglo XXI, a un mundo donde no queda nada por descubrir (solamente el océano), pero sí mucho por observar. Y la observación depende del propio estado interno; aparecerán sombras si cargamos sombras. Esta crónica cuenta una estadía de una semana en China, buscando de manera analógica y digital la presencia de la milenaria poesía de ese país en la actualidad. Aquí un fragmento de esta travesía.

20 de Junio de 2023

Llegué anoche tarde. Es la primera vez que estoy en China. La larga cuarentena del covid se ha levantado hace apenas un par de semanas. He venido por invitación del profesor de la Universidad de Lengua y Cultura de Beijing, y amigo, Sun Xintang1, quien ha preparado un nutrido programa de actividades. Me alojo en un hotel del Segundo Anillo, distrito de Sanlitun, piso 40. Amanece. Abro las cortinas, el día está despejado, abajo aparece Beijing gris e inabarcable, atravesado por ríos de autos. En el ventanal dos moscas inmóviles toman sol. ¿Son más grandes o más chicas que en España? Vuelvo a la cama. Estoy leyendo una biografía del poeta Su Tung Po2, El genio alegre, escrita por Lin Yutang. Su Tung Po, el poeta alquimista y taoísta, su tema fue la fugacidad de la belleza, vivió durante la dinastía Song cuando se inventó la pólvora y la imprenta móvil. Las moscas siguen inmóviles en el ventanal, a gusto toman el sol.

Es mediodía. Sigo leyendo la biografía de Su Tung Po. Mientras el poeta sufre un destierro a una apartada aldea al norte de China, me llama el profesor Sun Xitang, para planificar las actividades que comenzarán mañana. Con el día libre decido levantarme y salir a dar una vuelta por el barrio. Es un paisaje fascinante y contradictorio, donde conviven rituales ancestrales entre rascacielos: ancianos hacen taichí en una plaza, hay puestos de comida callejera, cámaras vigilantes. ¿Hay poesía en esto? En este palimpsesto urbano sorprende un perro callejero que camina muy campante entre los peatones. ¿Cómo interpretar esta señal? Insólito. Hace poco leí que la persecución de perros vagos en Beijing comenzó hace un año, cuando un rottweiler atacó a una niña de dos años, arrancándole a mordiscos gran parte de la pierna.

Durante la tarde permanezco en el hotel, en la habitación, lavo una camisa, sigo leyendo la biografía del gran poeta Su Tung Po: ha sido desterrado por el emperador, ha vuelto a su pueblo, es un anciano sabio y feliz. Cuando está a punto de morir en su casa, en su cama, con una sonrisa, recibo un nuevo llamado. Es del poeta Guillermo García, que ha llegado al hotel. Nos juntamos en el bar. García viene de un largo viaje por Japón, Corea, Filipinas; escritor viajero, ha estado muchas veces antes en China. Conversamos unos buenos tragos hasta tarde. García me regala su nuevo libro: El Buda dorado de mi padre, que ha sido recientemente publicado en España, y cuenta la búsqueda de extraños objetos por distintos países. García es una rara avis entre los escritores nacionales. Junto a Beltrán Mena, cuenta cosas que suceden más allá de las fronteras de Chile. A medianoche subimos con García a nuestras respectivas habitaciones. Antes de dormir saco un pie de la cama. Hace poco decidí dormir en el suelo. Se mantiene bien alineada la columna vertebral mientras duermes, y lo más importante, se sueña mejor.

21 de Junio

A las nueve de la mañana Sun Xitang nos pasa a buscar al hotel. Nos lleva a conocer la editorial Motie; cinco pisos en un rascacielo en el Primer Anillo. Algo bastante insólito en Occidente, su propietario es un poeta, Shen Haobo, figura de la poesía contemporánea china y fundador del movimiento “Las Partes Bajas”. Shen Haobo lleva chaqueta de cuero y zapatillas. Después de recorrer los distintos departamentos de su imperio editorial, nos invita a un almuerzo de comida casi confuciana, o sea, cuanto más delicada, mejor. Entre platillos de camarones de esmeralda, nido de salangana, pasteles de luna y mucha cerveza se da la conversación. Shen Haobo es cordial, tiene un humor mordaz, nos enteramos que escribe por las noches, y que mañana se operará de un cálculo renal. La asistente de Shen Haobo, una joven poeta con chapes y calcetines rosados, al final del almuerzo nos obsequia una antología bilingüe de la poesía Shen Haobo, y otra de nuestro Nicanor Parra; es una bella edición que pronto será lanzada en Beijing. Guillermo García se ofrece a llevar algunos ejemplares a Chile.
Algunos poemas de Shen Haobo:

Pueblo en calma

Un joven anda por un desierto/pueblo hermoso/apenas alguien ondulando en el camino/como un alma perdida/Una cabra montesa/imaginándose jirafa/estira el cuello/y alcanza un caqui/Un viejo incontinente/en el camino rebosante de maleza/viola a otro viejo.

21/07/2007

Ventisca

Ventisca/rayo de sol/sófora/primavera/hojas nuevas/verde/coche/polvo/una moto volcada/al torcer la esquina/sangre/alguien/ventisca/rayo de sol/sófora/primavera/hojas nuevas/verde/un alma/alza el vuelo.

11/05/2015

Desesperación

Por la noche, al círculo de amigos/envía un poema desesperado./Uno tras otro nosotros los elogiamos/alabamos la profundidad con la que ha plasmado la desesperación./Y él se pasa toda la noche vigilando la pantalla del móvil/para ver desesperado si nosotros lo elogiamos.

10|08|2015

Traducción de Tyra Díez

22 de Junio

Visitamos otra editorial, esta vez gubernamental. Se llama Shidau Huaven. Su director nos recibe en una gran oficina con su equipo de editores. Nos hacen una larga presentación en power point de las publicaciones más llamativas de la editorial: son libros educativos para niños, las páginas se despliegan como acordeones y aparecen juegos de mitologías e historias en 3D, full tecnología impresa. Bostezo. Luego recorremos los talleres de la editorial. No hay un papel en el suelo. Las prensas son rotativas multifuncionales que hacen la cadena completa: laminado, troquelado, plegado, corte y secado de los libros. En una sala contigua, tipo museo, se exhibe una vieja rotativa oxidada, me asomo a ver el dinosaurio mecánico. Un gato duerme sobre uno de los rodillos. Pasamos luego a otra sala donde se exhiben todos los impresos de la editorial: libros de ciencia, historia, literatura, hasta libros de deporte y de cocina: Me llama la atención una antología de poetas románticos ingleses, y un libro de pintura y caligrafía china. Es un libro con finas láminas, los medios tonos son precisos, el papel sedoso, de gramaje mediano, estucado brillante. Por su cuidado parece un libro hecho a mano con papel bambú, pero es un logro de la impresión. Pienso que por algo la imprenta se inventó en China 500 años antes que Gutenberg. También en China se inventó el papel. El director nota mi interés por este libro de poetas pintores, y me hace una reverencia para que me quede con él. Es mi día de suerte. En una esquina de la sala hay un busto de Marx y en la otra esquina uno de Mao. Nos tomamos una foto con García y Sun Xintang.

De vuelta al hotel me conecto a Internet. Según estudios de la Academia China de Prensa y Publicaciones, solamente en Beijing existen más de 250 editoriales gubernamentales. La industria editorial china publica 500.000 libros al año, es el mayor mercado de venta de libros en el mundo. En medio del fuerte desarrollo económico, el país no ha abandonado el hábito de la lectura, incluso se incrementa año a año. Sobre hábitos de lectura (incluidas la literatura), el promedio es de ocho horas a la semana por persona. Entre libros de papel y electrónicos se lee una media de 11 libros por persona al año. En Chile estamos en deuda: apenas 2 libros por año. ¿Qué autores son los más leídos en China hoy? Como es de esperar, en las encuestas aparecen de preferencia narradores: el Premio Nobel Mo Yan, el hongkonés Jin Yong, un joven novelista Han Han. Pero ¡Oh sorpresa!, los grandes clásicos como Sueño en el pabellón rojo, Viaje al oeste: Las aventuras del Rey Mono, también ocupan puestos destacados en el ranking. Y el gran Li Bai, poeta viajero y borracho, el que murió ahogado en el río por intentar abrazar el reflejo de la luna, sigue teniendo millones de lectores. Conclusión: en China los poetas milenarios gozan de buena salud.

Ciertas rutinas en los viajes son indispensables, a veces se convierten en ritos. De la editorial Shidau Huaven he vuelto con un tesoro de regalo. Me tiendo en la cama a hojear el bello libro de poetas pintores. Descubro a Guan Daosheng, una pintora, calígrafa y poetisa de la dinastía Yuan. Sus pinturas son de trazos delicados y elegantes, utiliza pintura de bambú y de ciruela. El emperador Ren fue un gran coleccionista de sus pergaminos. Descubro a Mi Fei, otro pintor, poeta y funcionario público de la dinastía Song. Sus paisajes son neblinosos, con manchas de tinta como humedecidas por la neblina. Algo así. Se cuenta que fue pintor de la corte, su madre fue camarera de la emperatriz, pero eso ya es otra historia.

23 de Junio

Durante la mañana permanezco en el hotel, debo preparar una charla sobre literatura latinoamericana. El día está nublado en Beijing. No hay moscas en la ventana. ¿Adónde se habrán ido? Durante el mediodía con el poeta García decidimos dejar el hotel y caminar, sin rumbo fijo ni tiempo. La mejor forma de conocer las ciudades es a pie. Caminar es masajear la tierra. Caminamos más de veinte kilómetros por el Segundo Anillo, recto, por la avenida Chang’an hasta llegar a las cercanías de la plaza Tiananmen. Durante el recorrido comenzamos un juego: enfocar distintas cosas y con tiempos determinados. Partimos del hotel buscando perros vagos, no encontramos ninguno. Pasamos por alto los autos y los peatones. La próxima hora nos concentramos en la arquitectura: los edificios monumentales de gobierno, custodiados por guardias uniformados de verde, parecen robots de carne. Las fachadas son imponentes con escalinatas de mármol, dragones y leones de yeso en los portales. ¿Hay poesía aquí? Edificios como burbujas, torres con inclinaciones de diez grados. Diseños futuristas con la forma de la doble hélice de ADN, líneas suaves que se expanden sobre la metrópolis. Por instantes el paisaje parece de ciencia ficción. Atardece. Caminamos sin rumbo fijo y sorteando los hitos emblemáticos. Nos encontramos de pronto en un mercado callejero atiborrado. Wangfujing es el nombre de la calle. Observar es discriminar como en todas las cosas. Se puede observar en barrido solamente por breves instantes. Volvemos al juego de enfocar: esta vez son los productos del mercado. En los puestos de comida hay larvas, bichos de todo tipo y estrellas de mar. ¿Se comen? Los escorpiones se mantienen vivos clavados en una estaca, para comprobar que están frescos, y los fríen vuelta y vuelta. Snacks al paso, ¿vamos por uno? Mmm… Es sorprendente la destreza de un carnicero que troza unos pollos. ¡Tras!, a ritmo perfecto, habilidad suprema, separa las patas del cuerpo de los pollos. García me explica que en China lo más apreciado son las patas de pollo. Si tuviera la destreza de ese carnicero, me digo, para separar lo que sirve de lo que no sirve de mi vida. Me viene en mente El libro de Chuang Tzu (tan querido por Nicanor Parra). En el capítulo “El secreto de cuidar la vida”, se dice que un buen cocinero cambia de cuchillo una vez al año. Un cocinero mediocre cambia su cuchillo una vez al mes. En cambio un gran cocinero hace 20 años tiene el mismo cuchillo porque corta sin hacer fuerza ni resistencia.

Oscurece en Beijing. Decidimos ahora enfocar la mirada en las mujeres, ¡cómo no! El impacto de la globalización es evidente: las chicas caminan con jeans, sudaderas, minifaldas. Miran a Occidente. A la entrada de un hotel se baja de un taxi una mujer con joyas, bien maquillada, tacos altos, unas botas de cocodrilo. Ni idea la marca. ¡Qué hubiese pensado Confucio! Hace 2.500 años propugnaba el vestir discreto; o Mao durante la revolución cultural, cuando las mujeres iban con traje mao, reflejando la ideología de una sociedad sin clases. En esa época usar atuendos “burgueses” estaba prohibido. Eran artículos considerados decadentes. Vemos mujeres con el clásico qipao, con faldas cortas y medias de red, saliendo del trabajo. Entramos a un supermercado por agua, en la fila hay una chica con un vestido largo “de noche” y pantuflas. Otra con soquetes hasta la rodilla de Hello Kitty y lentes de sol oscuros, para rematar la faena. Nadie las mira ni les dice nada. A nadie parece importarle. Si les gusta, se lo ponen. Parece no haber prejuicios con la edad, los colores, los estilos. Pasa una chica en patineta con zapatillas Converse y pantimedias. Muchas chicas visten unas túnicas decoradas con elaborados diseños y bordados. Son parte del movimiento Hanfu, una subcultura de millennials que busca revalorizar las tradiciones y estilo que fueron condenados durante la Revolución Cultural.

Con estas imágenes vivas regresamos al hotel. Es noche, me conecto a Internet. No soy de catalogar la poesía en géneros; tal como lo expresó Coleridge, y reiteró Virginia Woolf: “una gran mente debe ser andrógina”. Pero como no sé nada sobre las actuales poetas chinas, los cruces fortuitos de la navegación me llevan a una antología publicada en una revista electrónica de México: Círculo de Poesía. Me entero de que en China el feminismo occidental no ha prendido; se manifiesta de modos múltiples y en convivencia con la sociedad. Son poemas físicos y metafísicos. Descubro a Yu Xiuhua, que tiene un poema sobre un cuervo volando dentro de su cuerpo. Jike Bu y Li Suo escriben acerca de mujeres mitológicas. Yang Biwei sobre su experiencia en Yunnan, un área remota en el suroeste de China de minorías étnicas. Entre estas poetas me impresiona Xi Ye, por la lograda amalgama entre tradición y modernidad. Aquí un poema:

Tren

Algunos van de viaje, mientras que otros/Se quedan atrás por la distancia del viaje/Los viajeros caminan rápido en la pista/Galopan en su propio destino/A algunos se los tragan/Mientras que a otros los escupen/El tren sigue adelante, el tren de los años/Se mueve sacudiendo los cajones secretos/Chu chu, chu chu/Algunos no pueden ir lejos/Algunos no pueden regresar.  

24 de Junio

Parte de la hospitalidad del profesor Sun Xintang incluye una invitación al sur de China. Con su dulce esposa, Li, traductora, y su pequeña hija, Lucía, una adorable niña de siete años, partimos en un viaje a la provincia de Guangxi. De Beijing volamos dos mil kilómetros al sur, a la bella ciudad de Guilin, de los “bosques de los olivos dulces”, originalmente habitada por la tribus bárbaras Bayhue, y que pasó a formar parte de China durante la dinastía Qin (214 a.C). En el sur de China la poesía se presenta definitivamente fuera de los libros. Aparece en eso que los griegos llamaron poiesis (poesía en la acción y la vida cotidiana), tal vez la forma suprema a la que aspira toda poesía.

Llegamos a mediodía a Guilin. Alojamos en un hotel de 40 pisos que se construyó en una semana, según cuenta el recepcionista. En mi habitación me concentro en una mosca sobre la cama, intento atraparla con un vaso para examinarla bien, pero se escapa. Almorzamos en el hotel. El comedor es monumental como para congresos o convenciones. En el bufé libre no veo rollos de primavera, ni cerdo agridulce con salsa naranja. La mayoría de los platos son salteados, braseados y hervidos al vapor. Comparto una mesa con Sun Xintang y su hospitalaria familia. En medio de una conversación que no entiendo, me parece que la pequeña Lucía recita un poema. Li, su madre, con paciencia me explica que el poema es de Jia Dao3, un poeta de la dinastía Tang, y trata de un ermitaño que busca hierbas medicinas en la montaña. Aplaudo, en Occidente ya nadie aprende poemas de memoria. Li, sin chovinismo, me cuenta que los niños chinos aprenden a leer a los tres años, y a los seis comienzan a escribir. Al llegar al quinto grado deben dominar diez mil caracteres, una tarea que requiere gran esfuerzo, ya que los caracteres deben ser aprendidos de memoria. Durante el almuerzo pruebo una especie de tamal mexicano, muy sabroso. Li me explica que el tamal se llama Zong Zi, en honor a otro poeta, Qu Yuan4. La leyenda cuenta que durante el periodo de los reinos combatientes, Qu Yuan fue un poeta muy querido, pero un día su reino fue invadido y se suicidó ahogándose en el río; la gente arrojó muchos de estos tamales Zong Zi para alimentar a los peces, para que no devoraran el cuerpo Qu Yuan.

Por la tarde recorremos algunas calles de Guilen, alineadas con árboles centenarios, cruzamos puentes. No hay carros de madera tallada, jardines imperiales, ni mandarines con largas túnicas tomando exámenes imperiales de poesía, pero en las plazas hay estatuas que conmemoran eruditos y poetas. Como la famosa a Wang Zheng Gong, el poeta jefe de la policía y alcalde de Guilin. Recorremos el mercado con ostras a las brasas y jaulas con patos, conejos y perros vivos. Pasan hombres con camisas largas, cubren su cabezas con telas, son de la minoría étnica Zhuang. La poesía es nombrar. Pasamos por un parque que se llama “Las siete estrellas”. Anochece. Al otro lado del lago se iluminan las pagodas del “Sol y de la Luna”. La metáfora es literal: la pagoda del Sol es obviamente dorada y más grande. La pagoda de la Luna es plateada y más pequeña. En las calles músicos hacen shows con códigos QR para las donaciones. Lo que más llama la atención son una veintena de chicas y chicos streamers bajo un puente, con sus teléfonos celulares montados en trípodes, de los que emergen lámparas led que ilumina sus rostros. Bailan, cantan, transmiten con la esperanza de captar la audencia de los usuarios de Douyin, la versión china del popular Tik Tok. ¿Abrá entre ellos un poeta infiltrado?

En una feria callejera tengo un encuentro notable; fortuito como todos los encuentros notables. Reparo en un rústico bloque de madera de castaño, que en una punta tiene tallado el rostro de un hombre. Las facciones del hombre son de un realismo sorprendente, y lleva el gorro guanmao de los fucionarios de la dinastía Tang. “Es el poeta Tu Fu”5, me dice el profesor Sun Xitang…El gran Tu Fu, el amigo de Li Po, el poeta pobre que quiso ser más pobre, que recorrió a China a pie y en mula, como un beatnik pero mil quinientos años antes que los beatnik.

25 de Junio

He comenzado una biografía sobre Matteo Ricci6,“el Palacio de la Memoria”, escrita por Jonathan Spence, importante sinólogo contemporáneo. Cuenta la fascinante vida del misionero jesuita en la corte Ming. Los libros condicionan la mirada. Luego de desayunar en el hotel, emprendemos un crucero por el río Li, entre pescadores y balsas de bambú, se divisan montañas verdes como sacadas de otro mundo. Son los promontorios rocosos, producto de la erosión kárstica. Se divisan extensos arrozales con búfalos arando la tierra. En esta inmersión cultural, fascinado registro y decodifico. Hace apenas dos semanas se ha levantado la larga cuarentena del Covid (duró dos años), creo que ya lo anoté. Casi no se ven turistas occidentales, y en estos bellos paisajes me siento como los primeros occidentales llegando a Catay. En plena globalización, pienso en el asombro que debió sentir el matemático y cartógrafo Matteo Ricci allá por el mil seiscientos en la corte imperial.

Por la tarde visitamos una zona aledaña a Guilin. Por un sendero que bordea una laguna, nos topamos con un monolito de piedra caliza tallada con unos caracteres rojos. Mientras le tomo fotos, el profesor Sun Xitang me traduce los caracteres: este paisaje de montañas y ríos es el más hermoso bajo el cielo. El escrito es Han Yu (7). Muchos turistas venidos de todas partes de China murmuran el poema con veneración. Compruebo que la poesía en China está libre del hechizo de los conceptos. Es la contemplación que permite adentrarse en la realidad más real.

El pueblo de Yangshuo está enclavado entre los ríos Lijiang y Yulong. Es un pueblo de cuento entre arrozales y naranjos. Es la China rural que permanece ajena al viraje vertiginoso capitalista. Aquí el tiempo parece haberse detenido. Los campesinos se ven amables. Nos sentamos con Sun Xitang sobre una roca a conversar sobre poesía popular. Mi amigo menciona la existencia de los chéng yú. Se trata de expresiones sabias con moraleja, parte de la cultura oral y de la leyenda, que se usan cotidianamente, sabiduría popular. Poseen ese halo de los haikus zen japoneses o los koan, con su forma de acertijo. Le pido a Sun Xitang que me diga algunos chéng yú en Chino. Afino el oído, y con la ayuda del traductor simultáneo del iPhone los voy descifrando. Aquí una breve lista chéng yú:

一箭双雕 (yī jiàn shuāng diāo): “Matar dos halcones con la misma flecha”.

Equivalente: “matar dos pájaros de un tiro.”

一鱼目混珠 (yú mù hùn zhū): “Confundir con perlas los ojos de un pez”.

Equivalente: “dar gato por liebre.”
一竭泽而渔(jiézé’éryú): “Vaciar el estanque para coger los peces”.

Equivalente: “matar la gallina de los huevos de oro.”

一塞翁失马(sàiwēngshīmǎ): “El viejo de la frontera perdió el caballo”.

Equivalente: “No hay mal que por bien no venga”.

一(马马虎虎 (mǎmǎhǔhǔ): “Caballo caballo tigre tigre”.

Equivalente: “Ahogarse en un vaso de agua”.

26 de Junio

Dejamos la bella Guilin de noche, en dirección a Nanning, la capital de la región autónoma de Guangxi, frontera con Vietnam. En Nanning debo dar la charla, en la Universidad de Lenguas Extranjeras de Guangxi. Viajamos cuatro horas de noche por una carretera totalmente iluminada. Llegamos a Nanning casi a medianoche, a un hotel pegado a la Universidad. Nos espera el coordinador de Estudios Extranjeros, Lubo Zhang, un tipo risueño y amistoso. Lo acompañan dos estudiantes de literatura, suben mis maletas a mi habitación. Hablan español bastante fluido. Salimos a pasear por los alrededores de la Universidad (privada). Las calles tienen centenarios mangos, hibiscos de flores amarillas, y comemos en puestos nocturnos unos anticuchos picantes.

Al día siguiente, en el departamento de español de la Universidad, hago mi charla sobre la tradición de la literatura latinoamericana, desde las leyendas orales Náhuatl, las cartas de los cronistas de Indias hasta el cine de hoy. Los estudiantes consultan diestros sus móbiles, me llaman “maestro Santiago”. Al término de la charla vienen las preguntas: “¿Cuál es la flor nacional de Latinoamérica? ¿Cuál es el poeta más famoso de Latinoamérica? ¿Cuál es el libro más antiguo de Latinoamérica?”. Les confieso que nunca he entendido por qué mi continente se llama Latinoamérica. Hace quince mil años cruzaron el estrecho de Bering unas tribus mongolas que fueron los primeros habitantes, después llegaron los conquistadores europeos, después los esclavos de Africa, y siguen llegando inmigrantes de todas partes. En fin, en este crisol cultural, poetas, novelistas y guionistas continuán buscando una identidad.

El encuentro en la Universidad se cierra con un almuerzo con académicos, en un restaurante a orillas del río Yongjiang. Siempre comida delicada: sopas de larvas, peces de río y raíces y frutas con nombres legendarios. A la hora del postre, una profesora de lengua española me cuenta la leyenda del fruto Lichi o también llamado “sonrisa de la concubina”. El emperador Xuanzong (685-762) de la dinastía Tang tenía una concubina llamada Yang Yuhuan, su preferida, a quien le encantaba comer lichis. El emperador estableció postas de caballos para que del sur llegaran frescas a su boca. Durante una rebelión en la corte aquella concubina murió. Pero esa es otra historia. Para mi orgullo, durante el almuerzo un académico celebra mi manera de tomar los palillos.“¿Entrañan alguna historia los palillos?, pregunto. Más que una historia, contienen un símbolo me explican: la parte superior de los palillos es cuadrada y representa la tierra, la parte inferior es redonda y representa el cielo; Ying y Yang, sin ir más lejos. En otras palabras el poeta Lao Tse está presente en la comida de todos los días.

27 de Junio

Es el último día en China. Estoy de vuelta en Beijing. Llueve, por una carretera mojada de ocho pistas, en un taxi eléctrico voy hacia el aeropuerto Internacional de Beijing. ¡Uf!, voy atrasado, nada nuevo. Al llegar al terminal 2 la poesía se despide con humor. Para pagar el viaje activo en mi celular el código QR, pero no funciona. Busco duanes en mis bolsillos, pero es probable que el taxista no me los acepte. Nadie paga cash en China. El taxista observa mi nerviosismo, y repite una y otra vez algo que no entiendo. Activo la aplicación del traductor simultáneo, y observo en la pantalla 马马虎虎 (mǎmǎhǔhǔ). Es el chéng yú: “caballo caballo tigre tigre”. Significa: “ahogarse en un vaso de agua”. El taxista me está diciendo entonces: “tranquilo”, que no me haga problemas. Me relajo, el taxista recibe efectivo. Al bajar del taxi él también se baja. Los chéng yú pueden llegar a ser equivalencias idiomáticas afectivas, porque nos despedimos con un abrazo.

Así acaba la semana en China. ¿Poco o suficiente tiempo para conocer un país? No lo sé, el tiempo que necesitamos para conocer, cualquier cosa, nunca es suficiente. Por otra parte, una crónica de viaje es el retrato en un momento, pero su aspiración es que lo transitorio tenga validez de permanencia. Es mi deseo. Como sea, es el último día en China, y finalmente creo haber descubierto que las moscas aquí no son más grandes que en Occidente. Dilucidado este trascedental misterio me subo tranquilo al avión. Recién despegado el Boing, observo por la ventana la megaciudad con sus rascacielos, las avenidas atestadas de autos que se achican como hormigas. Suspendido en el aire me asiste una nueva certeza: la China actual pujante, contradictoria, de megaciudades y pueblos de arrozales en el sur, nos incita a repensar nuestras creencias occidentales. Los logros de un país no solo se miden el crecimiento económico o tecnológico, puede ser, además, la presencia viva de las múltiples formas que adopta la poesía. Entonces una nación, cualquier nación capaz de conservar y vivir día a día las mil formas de la poesía, posee posiblemente uno de las reservas más valiosas. La capacidad para enfrentar los cambios, el futuro siempre incierto, dando cuenta de lo más eterno y nuestro.

Notas al pie de página:
(3) Jia Dao (779-843), poeta y calígrafo de la dinastía Tang. Después de un periodo como monje budista se estableció como poema funcionario. Sus obras fueron desestimadas en su tiempo como ‘delgadas’ y artificiales.
(4) Qu Yuan (340 al 278 a.C.), nacido en una familia noble, contó con la confianza del rey de Chu y ocupó el cargo de ministro. Sin embargo, sus ideas políticas chocaron con las fuerzas conservadoras de la nobleza. Qu Yuan cayó en desgracia del rey y fue desterrado dos veces, donde escribió la mayoría de sus obras. Tras su suicidio, Qu Yuan fue venerado en ocasiones como Dios del agua.
(5) Tu Fu, (712-770), fue un poeta contemporáneo de Li Bai, aunque su poesia tenía un carácter más social y político. Fue un implacable crítico de los abusos de poder del emperador Hinang Tsung. Tomó parte de la fracasada rebelión de An Lushan, que desestabilizó el país y obligó a Tu Fu a huir de la capital Chang´an, viviendo el resto de su vida como un vagabundo sin hogar. Murió mientras viajaba en un bote.
(6) Matteo Ricci fue un matemático, traductor, cartógrafo y misionero jesuita, el primer occidental en ser parte de la corte en la dinastía Ming. Destaca su libro El palacio de la memoria sobre una de sus especialidades, la mnemotecnia, el estudio de la memoria. Las técnicas de este libro anticipan un concepto central de la ciencia de la computación del siglo XX.
(7) Han Yu, (768-824), dinastía Tang. Poeta que promovió el movimiento por la lengua (古文運動). Quiso que la prosa se deshiciera de florituras que habían sobrevivido desde la dinastía Han para regresar a un estilo directo y depurado.
(8) Xi Ye es una poeta y una música nacida en 1979, en Chongqing. Ella solía enseñar música en Chongqing y actualmente vive en Dali, provincia de Yunnan. Ha publicado un libro de poemas titulado Escaleras de papel y una colección de ensayos musicales, Música privada.