Inteligencia artificial: Un desafío a lo que nos hace humanos
Maniac es un libro apasionante. Benjamín Labatut nuevamente muestra a través de una pluma de estilo periodístico una ficción basada en una investigación seria y profunda, que ha sorprendido hasta a los especialistas en matemáticas y en ciencias de la computación. Plantea un puente oscuro, sólido e inevitable entre los desarrollos de la comprensión de la materia y las armas nucleares, la caja de Pandora del siglo XX: la Inteligencia Artificial (IA). Decide plantear este puente sobre los hombros de un matemático brillante y opaco a la vez, el húngaro John Von Neumann, quien protagonizó los fundamentos teóricos de ambas tecnologías.
¿Le teme un matemático a la Inteligencia Artificial? Sí.
Resulta paradojal que, siendo la Matemática el cuerpo de conocimiento que ha sentado las bases y, por lo tanto, ha posibilitado la existencia de la tecnología asociada al fenómeno de la IA, no estemos necesariamente descorchando botellas. Los matemáticos profesionales, ilustrados fantásticamente en tono de thriller por Labatut en su Maniac, hemos protagonizado en las
sombras muchos de los avances de la historia humana, con especial aceleración durante el siglo XVII y los últimos 70 años. Si bien los cambios son el resultado de la convergencia de disciplinas variadas, personalidades, vanidades y casualidades, una constante fundamental es la necesidad de llevar las posibilidades del pensamiento hacia sus niveles más altos de complejidad, tanto para desentrañar los misterios de la materia real como de los constituyentes de la nueva realidad que emerge en torno y a través de la IA.
Los temores más habituales y documentados han ido variando, partiendo desde los aspectos del mercado del trabajo y las predicciones cataclísmicas acerca del reemplazo de aquellas labores con menor grado de sofisticación hasta las actuales, que parecen apuntar en contra de las profesiones que se sustentan en un amplio manejo de información (como abogados, médicos y periodistas). La literatura fantástica, el cine y las series de TV se encargan de dotarnos de un imaginario casi infinito de posibilidades de pérdida de control sobre las máquinas, de un retorno a lo primitivo con algún asteroide virtual mediante la extinción de la especie, la instauración de transhumanos, la lucha de clases llevada al epítome por la vía de la bifurcación de especies, entre otras alternativas. Ya se anuncian con pavor las amenazas a la privacidad, a la protección de nuestros datos personales, y la consiguiente amenaza a la libertad que de eso se desprende.
En tono más prosaico (o moderno), se establece el desafío de las consideraciones éticas en el uso y en el desarrollo de la IA. Comisiones gubernamentales y del mundo privado se constituyen para establecer marcos regulatorios, muchas veces en una lógica de recetas de cocina o de decreto ley que poco tiene que ver con las escalas de aplicación territorial.
El filósofo francés Eric Sadin, en su Inteligencia Artificial o el desafío del siglo: la anatomía de un antihumanismo radical (2020, Caja Negra Editora), es algo más agresivo con la necesidad de alertarnos acerca de las consecuencias de la IA. Sadin propone que lo que se busca establecer no es el imperio de la búsqueda del bien común y la mejor vida de todos, sino la modificación de la racionalidad imperante, hacia una lógica absolutamente utilitarista y de higienismo social. Afirma que el camino de la regulación ética es inconducente, y que más que ético, estamos frente a un desafío moral.
Así, prefiero decir que la mayor amenaza que la IA le hace a la humanidad es que hace tambalear lo que nos hace ser humanos. No pretendo descartar ninguna de las amenazas citadas en los párrafos anteriores, pues todas son verosímiles y tanto la tecnología como las voluntades parecen sobradamente ser capaces de llevarlas a cabo. Sin embargo, creo que las posibilidades de la IA se alimentan de algo previo. Hemos perdido (si alguna vez hubo uno) partes importantes del pacto social.
Hacemos que la IA haga tambalear la humanidad pues hemos desatendido innumerables intersticios de ella.
¿Le temo a la IA? Se trata de un objeto que concentra la mayor potencia nunca antes vista, de mayor escala que la amenaza nuclear.
Le temo pues hoy se nos presenta como una tecnología o nueva racionalidad, que amalgama los esfuerzos de una humanidad que no necesariamente ha sabido establecer sus objetivos comunes.