• Revista Nº 177
  • Por Mónica Retamal

Argumento

 Inteligencia Artificial: la gran disrupción del mercado laboral 

Para que las personas formen parte de la fuerza laboral digital los países deben instalar modelos de formación que permitan hacer un upgrade continuo de las capacidades de su población, de manera transversal y permanente. Y es que la única forma de lograr la masificación de las oportunidades es la acción coordinada y decidida de empleadores, individuos y gobiernos.

La humanidad recibe la disrupción de la Inteligencia Artificial (IA) en medio de múltiples crisis: el cambio climático, migraciones masivas, la transición verde y complejas condiciones macroeconómicas reforzadas por una mirada más bien apocalíptica asociada a cómo robots y la IA podrían hacer nuestro trabajo. Mientras, el miedo al “reemplazo” afecta al 75% de los trabajadores (Forbes, 2024). Lo anterior es muy distinto al relato que veía en la tecnología la gran posibilidad de resolver la complejidad de problemas sociales y ambientales que nos aquejan.

Hoy la pregunta es más bien si el factor digital es el causante de muchas de las crisis actuales, como la crisis de salud mental en niños y adolescentes o la polarización y su consecuencia en las democracias. Jonathan Haidt publicó recientemente La generación ansiosa, primera evidencia científica sistematizada que muestra el impacto de los celulares y las redes sociales en la salud mental de los menores de edad, lo que para muchos era la información que faltaba para prohibir o restringir su uso, algo que ya está ocurriendo en múltiples comunidades educativas del planeta.

Tampoco ayuda a mejorar la percepción sobre el factor digital la existencia de una industria tecnológica cada vez más rica y concentrada, cuyo norte está más en generar superhumanos que en hacerse cargo de problemas complejos. Daron Acemoglu, catedrático del MIT y uno de los economistas más influyentes del mundo, afirma que, si bien la relación entre tecnología y economía siempre había sido beneficiosa, “la IA no ha generado automatización de alta productividad y no ha sido usada para crear nuevas tareas que reinstalen trabajos”. Para él, estamos lidiando con algo más pernicioso que provoca grandes desbalances de los poderes de la sociedad “empoderando a las compañías contra los consumidores y a Estados contra sus ciudadanos”.

De hecho, ya resuena en Silicon Valley el concepto de “degradación humana” que dio origen al Centro para la Tecnología Humana, cuya misión es realinear la tecnología para que “respete nuestra atención, mejore nuestro bienestar y fortalezca a las comunidades”. Y aparecen las primeras legislaciones robustas –como la de la Unión Europea (UE)– que se espera actúen como contrapeso a las múltiples distorsiones que provoca la digitalización a gran escala.

Si bien suena interesante lograr un upgrade de nuestras dimensiones intelectuales, cognitivas y físicas al delegar espacios de creación y de decisión en los algoritmos, existe consenso que al hacerlo estamos corriendo un tremendo riesgo. En efecto, ya hay muestras de desplazamiento laboral en las industrias creativas en donde textos, producción musical y audiovisual, diseños arquitectónicos, pinturas, código informático y, en general, labores creativas y de inventiva humana buscan formas de sobrevivir frente a la aparición de la IA generativa.

Pese a esto y, contraintuitivamente, los países más robotizados tienen menos desempleo y una fuerza laboral más especializada. El World Economic Forum (WEF) calcula que mientras 77 millones de empleos serán eliminados, otros 130 millones se crearán en los próximos años (75% de ellos relacionados con las carreras STEM al 2050).

La rapidez del cambio y la urgencia de capital humano capacitado hoy hacen que el reskilling y upskilling sea “la mejor opción” para lograr desarrollar y atraer nuevas habilidades. Las estimaciones sugieren que el 42% de las tareas empresariales estarán automatizadas para 2027, lo que traería consigo que seis de cada diez trabajadores necesiten capacitación en los próximos cuatro años (WEF, 2023).

MADUREZ DIGITAL

En los últimos tres años, la diferencia de madurez digital entre líderes aumentó en un 60% y la brecha entre empresas con y sin conocimientos digitales podría volverse irremontable: el 67% del decil inferior de madurez digital no tiene más de dos personas con conocimientos digitales en roles de liderazgo, mientras que el 47% de las empresas del decil superior tienen siete o más (McKinsey Digital, 2024).

Aun así, no vemos en las empresas un foco decidido en lograr trabajadores más innovadores y exponencialmente más productivos, sino que los esfuerzos de la digitalización están puestos en automatizar todo lo posible para disminuir personal, aunque en la práctica, seis de cada diez empresas sienten frenada su transformación por las competencias de las personas (Davos, 2024).

Al contrario, el aumento del interés por capacitaciones en Inteligencia Artificial ha desafiado varios paradigmas, porque los empleados la han comenzado a utilizar por su cuenta sin esperar la directriz estratégica de sus empresas. Según Coursera, el consumo de cursos relacionados aumentó 65% en 2023 y la información publicada por Microsoft y LinkedIn (2024), reafirma esta tendencia, indicando que el 90% de los usuarios están de acuerdo en que los ayuda a ahorrar tiempo, centrarse en lo más importante (85%), ser más creativos (84%) y disfrutar más de su trabajo (83%).

En otra cara del debate, hay quienes aseguran que la hiperaceleración digital dará paso a una industria 5.0, marcada por una colaboración profunda entre el ser humano y la máquina, con producciones personalizadas, robots colaborativos (cobots) y sostenibilidad. Esta mirada ha sido acogida por quienes plantean que la irrupción de la Inteligencia Artificial puede revolucionar las metodologías de enseñanza y ampliar el alcance de la educación a grupos a los que el sistema actual nunca ha logrado llegar.

“El riesgo no es que la gente sea reemplazada por la Inteligencia Artificial. El riesgo es ser reemplazado por una persona que sabe cómo usar la IA”, resaltó Hadi Partovi, fundador y director ejecutivo de la ONG Code.org en Davos 2024. Si esto es así, las predicciones señalan que serán los países ricos los que concentrarán los beneficios, anticipando un desplazamiento laboral en los más pobres. El envejecimiento de la población plantea en estos últimos una ventana de oportunidad para masificar una educación de calidad, porque en 20 años tendrán un 50% más de población en edad laboral, pero la desigualdad estructural prevé que la mitad del grupo de 18 a 24 años quedará excluido de las oportunidades laborales y de formación al 2030 (Forbes, 2024).

LA DIGITALIZACIÓN COMO UN EJE DE DESARROLLO

Países como Finlandia, Singapur, Dinamarca, Irlanda y Suiza han apostado hace décadas por la digitalización como un eje de desarrollo, habilitando el tránsito de las empresas, sectores productivos y personas hacia la economía digital. Esta inversión, hecha desde los ámbitos público y privado, les ha permitido destacar a nivel mundial en el alza de productividad y crecimiento económico. Una medida específica en esta línea es la Estrategia Nacional de IA 2.0 de Singapur, política pública que contempla un plan a cinco años para la creación de empresas que transformen la economía y, en términos de necesidades de formación de la población, considera un subsidio para los gastos académicos universitarios de personas sobre 40 años. En el ámbito escolar, un buen ejemplo es Uruguay, que ya inició una transición hacia un currículo escolar con un enfoque basado en competencias.

Sin duda, la geopolítica digital será un factor a considerar porque la guerra de las patentes de IA entre China y Estados Unidos hace evidente que quien domine y cree estas herramientas ostentará mayor poder. Incluso algunos han llamado a esto “la guerra fría tecnológica”, apuntando a que el poder sin límite que tendrán compañías como Alphabet, Meta, Apple, Amazon, Nvidia, Tesla y Microsoft –que ya están en el top 20 de capitalización en el mercado y son más ricas que muchos países– representa una amenaza más real y tangible para el bienestar planetario que la hipotética idea de la extinción por efecto de la IA.

Aunque en este escenario no es fácil vislumbrar cómo será el futuro de la fuerza laboral, queda claro que para su prosperidad y la masificación de las oportunidades se necesita más que nunca de la acción coordinada y decidida de empleadores, individuos y gobiernos.

A nivel de empresas, el informe “From disruption to opportunity: Strategies for rewiring global value chains 2024” (WEF) plantea tendencias claves para avanzar en cadenas de valor global: pasar de “hacer” a “ser” digital en todas las operaciones de extremo a extremo, transitar de economías de escala a economías de habilidad, de cumplimiento normativo a sostenibilidad innovadora y de ser impulsado por costos a estar centrado en el valor para el cliente.

Para que las personas formen parte de la fuerza laboral digital los países no solo deben asegurar la infraestructura específica en este ámbito, sino que deben instalar modelos de formación que permitan hacer un upgrade continuo de las capacidades de su población de manera transversal y permanente. El llamado lifelong learning (estudiar durante toda la vida para mantenerse actualizado y vigente laboralmente) necesita un ecosistema basado en instituciones con experticia en nuevas formas de aprendizaje, donde el incentivo sea lograr competencias y habilidades instaladas en el menor tiempo posible. El caso de la UE es interesante, ya que las empresas han apostado por más pertinencia y menores costos que los programas de grado tradicional incentivando “las microcredenciales”, construyendo rutas y paquetes formativos prácticos y específicos junto a las industrias.

UNA ESCUELA INTELIGENTE

Respecto del sistema escolar y, dadas las continuas crisis que lo impactan, va en aumento la desconfianza de las familias del mundo sobre su utilidad real. En Chile, un 44% no cree que ir a la escuela hará que sus hijos tengan una mejor vida (Fundación Presente, 2022). Urge repensar cómo la tecnología puede ser una aliada en el desarrollo integral de las futuras generaciones, resintonizando la educación con los nuevos desafíos y ayudando a recuperar la motivación de los estudiantes, que va a la baja en todo el planeta y que afecta directamente al proceso de aprendizaje.

Debido a las nuevas demandas laborales, es probable que tarde o temprano todos los sistemas educativos busquen que los estudiantes adquieran conocimientos en Inteligencia Artificial y en otras áreas de las Ciencias de la Computación, como ya vemos en 47 países del mundo (Unesco, 2023). También es clave priorizar aquellos desarrollos que se enfoquen en liberar a los profesores de su carga administrativa y en hacer más eficientes los múltiples procesos que ejecutan las escuelas, utilizando aplicativos de IA. Pero, sin duda, lo realmente revolucionario es hacerse cargo de la crisis global de aprendizajes que ha alejado a la escuela de su mandato original. Porque, más allá de la posibilidad de dictar una clase mejor que cualquier ser humano, la Inteligencia Artificial podría ayudar a mejorar el rendimiento académico de cada estudiante, generando experiencias de aprendizaje personalizadas y adaptadas a las necesidades, preferencias y estilos individuales, incluso de aquellos con capacidades diferentes.