El hombre que hablaba de Cuba
El escritor Leonardo Padura se volvió celebridad el año 2009, con la novela El hombre que amaba a los perros. Sin embargo, como periodista y escritor desde joven, ya era conocido por sus novelas policiales descriptivas de Cuba y del régimen cubano, las que se tradujeron con éxito en numerosos países. Hasta en Netflix, donde escribió el guion de una serie, es una voz clave de su país.
Aunque tiene abiertas las puertas del mundo, el escritor cubano Leonardo Padura (1955) va y vuelve a su barrio natal de La Habana –Mantilla–, escenario de muchos de sus cuentos y novelas. Con una libertad que se le admira y envidia, su talento literario lo transformó en ciudadano del mundo, en especial desde que sus novelas comenzaran a traducirse. Con obras más biográficas que autobiográficas, es un hombre afable que necesita de la conversación para vivir. Y de su esposa, Lucía López Coll, coguionista con él de la serie Cuatro estaciones en La Habana, ahora en Netflix, quien lo espera de vuelta en la casa de siempre para ver y comentar películas cuando cae la noche y llega el silencio a La Habana.
Nos recibe aquí, en un hotel de Providencia, al venir a Chile invitado por el programa La Ciudad y las Palabras, creado por el Doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos de la UC, el que ha traído a grandes figuras de la literatura contemporánea.
—Eusebio Leal, con su proyecto de turismo cultural que recuperó lugares de La Habana Vieja durante el siglo pasado, ofreció una apertura de frontera al turismo y parecía que ahí comenzaba una nueva Cuba. ¿Cómo visualiza lo que fue el devenir de ese proyecto?
—Desde que comenzó a trabajar como historiador, y después cuando se convirtió en el historiador de la ciudad, Eusebio tuvo el propósito de rescatar lo que era La Habana colonial, entonces la más grande del Caribe, más que Cartagena, que el casco antiguo de Panamá, que el viejo San Juan, que lo colonial de Santo Domingo. La Habana del siglo XVII y el XVIII fue una ciudad que creció mucho, por su ubicación geográfica, porque era el punto donde se reunían las flotas. No daba ni músicos ni escritores, solo algunos pintores, algunos grabadores, porque su cultura era militar y marinera, constructora de fortalezas y barcos. Entonces llega, ya amurallada y con fortalezas y muy pocas iglesias, a un siglo XIX con un gran crecimiento urbano, que tiene mucho que ver con el boom azucarero de Cuba. Y es entonces cuando se construye la ciudad neoclásica, donde ya hay palacetes, teatros y grandes paseos como el de la Reina y el de Carlos III.
Padura ha estudiado y llevado a la literatura su ciudad y su país, por lo que se entusiasma a la hora de referirse a su peculiar historia: “Luego llegamos a principios del siglo XX, con la intervención norteamericana. Se produce entonces otro gran auge, porque se necesitaba una infraestructura moderna para las inversiones industriales y comerciales. Pero lo que quería Eusebio era rescatar La Habana colonial, tal vez un 5,8% de la ciudad, lo anterior a la Independencia. De La Habana de hoy, el 80% se construyó en el período republicano, de 1902 a 1958, y un 5% en el período revolucionario. Es decir que, prácticamente, no se ha construido en la ciudad. Los barrios emergentes son unas construcciones funcionales, muy feas, algunas con un nivel de deterioro casi inmediato”, cuenta.
Mientras repasa la historia de su ciudad hay melancolía en sus ojos, pero no desencanto: “Lo de rescatar La Habana Vieja para convertirla en un atractivo turístico comenzó a funcionar en la década de los 90, cuando había una gran crisis económica, mucha necesidad de buscar recursos. Se crearon hostales, algunos hoteles, a un paso muy lento, no con la velocidad ni con el impulso que tenía Eusebio, quien se muere tras cumplirse los 500 años de la ciudad. Después se han hecho algunas inversiones en hoteles, una industria turística con administración extranjera, capitales sobre todo españoles, pero también holandeses, alemanes, de varios países”.
El escritor añora lo que fue La Habana y juzga lo que ha venido siendo: “El resto de la ciudad se siguió deteriorando. De ese 80% del que le hablo, hay cerca de un 40% que se encuentra en un estado de deterioro lamentable, en algunos casos imposible ya de rescatar. La falta de recursos ha provocado eso, pero también se suma al abandono que sufrió en los 30 años anteriores. La Habana es una ciudad que hoy está en un proceso de deconstrucción, más que de construcción. El turismo no aumentó como se pensaba”, afirma.
OBAMA, UNA ESPERANZA
El gobierno de Barack Obama implicó una afluencia mayor de turistas a Cuba, se alcanzó un récord en la cantidad de visitantes, pero, reconoce, luego eso no se recuperó. Después de la pandemia y con Trump no volvió el mismo impulso.
Su reciente novela Personas decentes (Editorial Tusquets, 2023), que es para muchos críticos uno de sus mejores libros, está ambientada en el año 2016, que sería el inicio del “deshielo”, cuando Barack Obama visita la isla, se realiza un concierto de los Rolling Stones, se presenta un desfile de modas de Chanel… Iba a quedar atrás y para siempre La Habana que fue la Niza del Caribe, con sus ambientes de juego y prostitución, y también la de la Revolución.
—Cuba era parte esencial de América Latina, ahora el Caribe figura aparte y hasta la OEA se refiere a ellos de forma separada.
—Bueno, hay proyectos de integración caribeños como Caricom (la Comunidad del Caribe), y más recientemente, se creó Alba (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) entre Fidel y Chávez, que reúne a varios países de la región. Cuba está en el centro del Caribe, pero ha sufrido un aislamiento importante por condiciones políticas y económicas, sobre todo desde el año 62 ha padecido un embargo norteamericano que es real, pero Cuba ha tenido siempre una vocación latinoamericanista, algo que el proceso revolucionario también impulsó. Mientras Cuba era separada del resto de América Latina con la expulsión de la OEA, en ella se crea la Casa de las Américas, que alienta esa conexión con América Latina y hay momentos incluso en que se exagera esa conexión. Recuerdo que en los años 70, en la época del gobierno de la Unidad Popular acá en Chile, en Cuba era más fácil oír música andina que rock, aunque no tiene nada que ver con la manera que nosotros tenemos de organizar los sonidos en la música, había incluso sextetos que se vestían con ponchos andinos. Hasta se consideró que la salsa era una invasión, que se aprovechaba del arsenal de la música cubana, y la salsa solamente empezó a entrar en Cuba en los años 80 cuando ya había pasado el momento de esplendor. Ahora voy a estar unos días en Panamá, en un festival que organiza Sergio Ramírez, “Centroamérica cuenta”,
—Alejo Carpentier habla de lo “real maravilloso” como rasgo de esa identidad regional, algo distinto del realismo mágico…
—Para explicar ese fenómeno yo escribí un ensayo de 600 páginas (risas). Tengo un libro que se llama Lo real maravilloso, creación y realidad, y después, en 1994, publiqué ese ensayo que se llama “Un camino de medio siglo, Carpentier y la narrativa de lo real maravilloso”. La diferencia fundamental en esa misma búsqueda de lo propio latinoamericano es que el realismo mágico funciona sobre todo con la identificación entre el creador y un pensamiento prelógico que tienen los personajes. En el caso de lo “real maravilloso”, en cambio, tiene que ver con una comprensión de las singularidades de la historia latinoamericana y sus desfases temporales. El aprendizaje y conocimiento de Carpentier vienen de los años del surrealismo que vivió en Francia, pero eso mismo lo traslada a una comprensión de América que comienza a manifestarse con su primera gran novela que es El reino de este mundo, después de haber conocido a Pierre Mabille en Haití, médico y antropólogo, surrealista, y ahí se le revela la singularidad de los procesos culturales e históricos del continente. Más tarde, Carpentier escribe novelas como Los pasos perdidos, donde hace esa indagación en un tiempo histórico latinoamericano, en el que pueden convivir todas las distintas eras de la evolución de la humanidad después del siglo de las luces, lo que es algo muy especial. Son formas de comprensión y descompresión de la realidad americana que han obtenido, por suerte, cultores tan importantes como Alejo Carpentier, en el caso de lo “real maravilloso”, y Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, en el caso del realismo mágico.
—El autor colombiano Carlos Granés postula que en América Latina hemos sido muy prolíficos en sueños y utopías poéticas y poco dados al trabajo del realismo real (risas), al pragmatismo, incluso a la democracia, por andar detrás de los sueños. Y que, por lo mismo, estaríamos ahora en un pésimo momento como región.
—No quiero ser apocalíptico, pero el problema es que el mundo completo no está en un momento feliz. Todas las grandes utopías, fundamentalmente, han surgido en Europa, incluido el socialismo a partir de Marx, Engels, Lenin, el que fracasó como proyecto y ha dejado al mundo sin un proyecto utópico viable.
Creo que si fracasa el proyecto europeo en estos momentos tendría consecuencias muy lamentables para la humanidad, ya que es el único que ha logrado crear una comunidad, la Unión Europea, un poco desvencijada últimamente, un poco criticada por algunos a partir del Brexit. En América Latina hemos tenido todos esos sueños, todas esas utopías, que en algunos casos hemos logrado realizar y en otros no, pero pienso que ahora no es el peor momento, porque ese se vivió en las décadas del 70 y de los 80, con la fuerte represión de las dictaduras militares que proliferaron por toda América: en Chile, Brasil, Argentina y Uruguay. Ahora hay un juego democrático que funciona como puede, no como se quisiera, pero por lo menos existe y en algunos países se hace el intento de que las cosas mejoren. De pronto aparece Bolsonaro en Brasil, después sale algo peor, Milei en Argentina, mientras que los supuestos gobiernos de izquierda pueden llegar a tener actitudes tan lamentables como las de Daniel Ortega en Nicaragua. De un lado y del otro se cuecen habas, aunque estamos viviendo un momento complejo a nivel universal. Si el modelo socioeconómico y político que finalmente triunfa, porque es el más eficiente, es China, pues va a ser la concreción de una sociedad en la que vamos a tener y vamos a vivir con los peores elementos del socialismo y los peores del capitalismo. Sin embargo, puede que sea una sociedad que funcione.
—Pareciera que China está mucho más interesada en nosotros que Estados Unidos o Europa.
—China es un país que está en una enorme tensión. Lo que ocurre aquí en América Latina creo que es pálido con respecto a lo que está ocurriendo en África. Están comprando África, es una extensión silenciosa, sin armas, sin guerra, con inversiones económicas que funcionan porque hay una disciplina que tiene que ver con un pensamiento cultural muy propio de ellos. Nosotros, con nuestras utopías, empezamos una cosa y a las dos horas nos cansamos y decimos: “No, vamos a descansar un ratito”. He visto documentales de cómo trabajan los obreros chinos, en fábricas chinas, y considerando todo lo que leímos de la explotación capitalista en las novelas de Dickens del siglo XIX, los mineros aquellos eran privilegiados con respecto a estos obreros chinos, de un país socialista con economía capitalista.
Comenta, irónico, que le gusta mucho hablar de literatura y que he derivado la conversación hacia la política. Me disculpo, pero su condición de pensador cubano libre, como estudioso de la historia de su país y del Caribe en general, me llevó más allá. Es el precio que debe pagar –y lo sabe– por representar a un pueblo que tiene pocos espacios, poco aire, en comparación a los suyos. Él mismo es poco publicado en su propia patria, a pesar de sus reconocimientos en el resto del mundo.
Por lo demás, es la trayectoria que siguió él mismo, escribiendo cuentos que, de libro en libro, se transformaron en retratos de la realidad política de su querida isla.
Promotor de la cultura cubana
Luego de estudiar Literatura Latinoamericana en la Universidad de La Habana, Leonardo Padura se orientó al periodismo, lo que le dio material para escribir novelas policiales que, se dio cuenta, le permitían hablar de la realidad cotidiana de los cubanos; incluso de hacer crítica social. Se considera parte de un movimiento sesentero que llevó la novela policial a la Literatura con mayúscula.
Amante de la cultura cubana, desde la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de su país, hasta el ron y la salsa, una de sus obras más célebres es La novela de mi vida, la que recorre la historia de Cuba en el siglo XIX.
Celebra a la mujer cubana, para él un personaje central en las décadas recientes, por mantener viva una sociedad como la suya, a pesar de todo.
Entre los reconocimientos que lo distinguen están el Premio Nacional de Literatura 2012, la Orden de las Artes y las Letras de Francia, el Premio Internacional de Novela Histórica (España), el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2015 (España) y el Doctorado Honoris Causa de la Universidad Nacional Autónoma de México.