• Por Sergio Caniuqueo

Aborigen

Relatos fundacionales de la Creación

Una pregunta esencial –¿De dónde venimos?– ha sido respondida en la cultura mapuche a través de distintos relatos, los que reflejan la construcción de un imaginario donde se entrelazan la naturaleza, el conocimiento y el paisaje.

Historias y personajes mitológicos se entrelazan en la cultura mapuche para responder a la pregunta: ¿De dónde venimos?

No son leyendas cronológicas, pero sí observamos una linealidad en los ciclos. Cada uno muestra un periodo histórico de aprendizaje. Una primera relación con la naturaleza, de conocimiento y paisaje.

El historiador Carlos Mamani Condori escribió, en 1992, un pequeño pero muy estimulante relato para entender una nueva periodicidad histórica desde los pueblos originarios: Los aymaras frente a la historia: Dos ensayos metodológicos. Este artículo es un referente para pensar en la historia propia; tiene un apartado para entender una nueva periodificación a partir de los relatos orales que, por lo general, se utilizan para comprender la cosmovisión. Este texto reflexiona en torno a esta temática desde el “gran pasado” de la cultura mapuche, es decir, desde el futra kuifi, aquello que no puede medirse en años y solo queda en relatos imposibles de medir cronológicamente.

Existen tres relatos que permitirían entender en
qué momento se construiría el conocimiento tem-
poro-espacial. Dos se refieren a la existencia del origen. Una historia ha sido recogida desde el Alto Biobío y trata sobre la leyenda de Wangelen (que significa estrella). Este señala que en un momento existían distintos pu am (espíritus) que se encontraban en la dimensión de wenumapu (un espacio que se encontraría en el universo).

Estos espíritus eran luminosos. Ngenechen era quien regía este espacio, y quien tenía el poder para ordenar la convivencia. Pero llegó el momento en que otros espíritus se rebelaron, porque querían su propio orden y tomaron la decisión de enfrentarse a él. Al escupirles Ngenechen, los transformaba en rocas y, en muchos casos, estas guardaban fuego en su interior.

Luego, los mismos espíritus comenzaron a convertirse en una roca cada vez más grande, hasta que cayeron al Nag mapu (la tierra que habitamos).

Los espíritus que quedaron atrapados intentaban salir de estas montañas rocosas, y así nacieron los volcanes a los que se llamó pillan, por el gran calor que acumularon.

Otros seres se ubicaron en otros espacios, apro-piándose de distintos lugares, tanto en el Nag mapu como al interior de la tierra, en el miche mapu. Todos estos cobraron diferentes formas y poderes. Aun así, Ngenechen vio que lo que se había formado podía crear una nueva vida y envió a una pequeña estrella para que poblara este nuevo lugar. Al llegar a la tierra, Wangelen se convirtió en una mujer que al caminar producía vida, pero con el paso del tiempo se sintió sola. El Milla (sol) y la Kuyen (luna) le enviaron a su hijo, pero este al caer al Nag mapu quedó inconsciente, así que Wangelen lo cuidó y una vez recuperado formaron una familia. De allí provienen los mapuche.

Sin duda, el relato habla de conflictos a diversas escalas. En el Wenumapu, la tierra se observa como una espacie de prisión de fuerzas que le dan una dinámica, mientras que en el Michemapu viven fuerzas sobrenaturales. En el Nag mapu la vida se fue poblando con aquello que podemos ver a simple vista. Y está la conexión entre los espacios. La idea de un solo molfun, una sola sangre o procedencia se establece en esta memoria del largo plazo.

Los ciclos de la creación

Hay otro relato de cómo surge la humanidad. Se dice que en un momento la vida respiró y en eso surgieron un hombre y una mujer. Ellos fueron aprendiendo de la naturaleza y sus propiedades: el habla, la relación con los espacios, el poder o ngen que existe en cada lugar. La naturaleza les enseñó a advertir y el mapuzungun nace de esta relación.

Si bien son dos versiones que parecieran opuestas, establecen los mismos principios, de dónde viene el mapuche y cómo se construye a partir de la naturaleza. Podríamos decir que estos son relatos fundacionales del origen y corresponden al primer ciclo de la construcción de lo mapuche. También hay que considerar que cada relato se crea desde su nicho ecológico y se reproduce en él, pero también sufre modificaciones a medida que es contado en otros espacios. El relato siempre es situado, no es monolítico, sino abierto a ser intervenido.

Además, en un mismo pueblo pueden surgir historias distintas. Eso no implica quiebres, sino que los grupos humanos se van conformando y construyen conocimiento a medida que logran estrechar sus vínculos y asegurar aquellos relatos que les permitan dar estructura a su mundo.

Pero, sin duda, la historia más reconocida es la de Trengtreng filu (serpiente mitológica) y Kaikai filu (reptil marino prehistórico). Este es el relato que encontraron y registraron los primeros hispanos, pues era una suerte de explicación de la sociedad mapuche.

Se dice que existían dos serpientes que poseían poderes sobrenaturales. Kaikai filu vivía en el Lafken (mar) y observaba cómo la humanidad había abandonado el buen comportamiento. Cansado de esta situación, decidió destruir a las personas. Para ello comenzó a hacer subir el nivel de las aguas, pero Trengtreng filu, que vivía en la tierra, decidió salvarlas y comenzó a elevar un cerro. Las personas trataron de aferrarse a este, pero a medida que Kaikai filu subía las aguas y Trengtreng subía el cerro, muchas caían al agua.

Al caer se iban transformando en todo tipo de criaturas marinas. Finalmente, logran salvarse cuatro personas: una pareja de ancianos y otra de jóvenes. Kaikai filu los perdona y comienzan a bajar las aguas. Las personas realizan un ngillatun: los jóvenes ofrecen sus fuerzas y poblar de nuevo la tierra y los ancianos entregan sus conocimientos y orientaciones para que las futuras generaciones puedan ser mejores. Acordaron hacer este ngillatun para pedir humildemente lo necesario para sobrevivir y agradecer lo que les ha tocado. En este segundo ciclo se establece que la sociedad puede volverse destructiva, por eso necesita buscar un equilibrio y normas de convivencia. En ccambio, en el primer ciclo está clara la relación con la naturaleza.

 

Manquian: el hombre que se convirtió en piedra

Hay un tercer ciclo que es el de la convivencia de seres con poder, como los gen. La historia del abuelito Huenteao es un ejemplo de ello. Él había ido al mar y deseaba poder. Su familia veía con preocupación que él no salía de esos pensamientos, por lo que viajaron tres veces al mar pero su actitud no cambiaba. En ese proceso, él desapareció y su familia, angustiada, comenzó a buscarlo. Recurrieron a una machi pero nada tuvo resultado. Hasta que un día él apareció. Sus parientes quedaron sorprendidos al verlo en una silla de oro y con una mujer de cabello dorado que lo acompañaba. Después de verla, ella desapareció en el mar. Él trató de calmar a sus familiares diciendoles que vivía en el mar. Le preguntaron por esta situación a la machi y ella les explicó que él estaba viviendo en ese poder y que no quería cambiar esta situación, así que la familia lo aceptó y comenzó a visitarlo cada cierto tiempo. Además, le llevaban regalos para mantener la relación con él.

Un cuarto ciclo es el del comportamiento con los gen, los dueños espirituales de los espacios que quedan en el en el Nag mapu, así como de espacios con poder. Aquí los relatos son más particulares y obedecen a los nichos ecológicos de las comunidades mapuche. Por ejemplo, la historia de Manquian.

Existen dos relatos en esta línea. El primero, situado en el sector de Nigue, en la Región de la Araucanía: un hombre ebrio retó al mar y, como burla, lo orinó. El poder del mar lo castigó. Primero, no se pudo mover y luego se comenzó a convertir en piedra, su familia llamó a una machi y comenzaron a hacer un ngillatun. Sin embargo, esto no revertía la situación. La machi notificó a la familia y se despidieron de Manquian, quien murió completamente convertido en piedra, incluyendo su sombrero.

Si bien este relato corresponde al sector lafkenche (costero marítimo), también se encuentra en el valle central, en Pocuno, de donde proviene mi familia. Allí, la historia se cuenta de una manera situada: Manquian va a un saltillo de agua (un trayenco) a burlarse y orinar en este espacio. El ngen (dueño del lugar) lo castiga volviéndolo piedra. Aquí ocurre lo mismo que en el otro relato, la familia pide ayuda a una machi, hacen un ngillatun pero no resulta. La machi le dice a la familia que esto no puede ser revertido y de esa manera se despiden de Manquian, quien muere. Hay una diferencia con el relato del sector costero, donde queda la figura de la persona en la piedra, como la huella del pie de Manquian en la roca.

En estos relatos no hay una cronología, pero sí observamos una linealidad en los ciclos. Cada uno muestra un periodo histórico de aprendizaje, una primera relación con la naturaleza, de conocimiento y paisaje. Un segundo relato aterrizado al ordenamiento social que se mantiene hasta hoy. Un tercer ciclo, de espacios para construir poder, con espacios que se encuentran en la naturaleza como los renü, que son cavernas donde se puede ir a buscar poder.

En el cuarto ciclo se encuentra el aprendizaje y el conocimiento de los entes con poderes, los gen o dueños que cuidan lugares naturales, pero que poseen un poder sobrenatural que sirve a la comunidad.

Las fases antes descritas permiten que las comunidades tengan una historia situada que las ayuda a fortalecerse. Además, en contextos urbanos, facilita la compresión sobre la formación de la sociedad mapuche.

Estas historias muestran lo contradictorios que son los seres humanos: pueden ser sujetos de contemplación y de respeto, y también hay actitudes negativas que necesitan ser sancionadas, darles valor axiológico.

No se trata de darle trascendencia a los relatos sin un sentido. Al contrario, estos sirven para problematizar a la sociedad mapuche, con sus valores, y pensar cómo reconstruirla. También a relacionarnos con estos textos y espacios. Al ser situados, esta mitología permite establecer que cada comunidad posee un conocimiento específico, pues no existe “la cultura” mapuche, sino “culturas” mapuche localizadas, y cada cambio de relato involucra una acción de la comunidad para tratar ciertos conocimientos.