• Por Macarena Ponce de León

Acervo

¿Cabe Chile en un museo?

En los años recientes, la historia exhibida en el Museo Histórico Nacional fue cuestionada por una gran cantidad de sus visitantes que no se reconocían en su relato. Esto motivó un cambio en su plan museológico: dejar de imponer una lectura heroica y abrirse a un relato social y cultural, incorporando voces, conflictos y continuidades antes ausentes. La clave inicial fue una decisión curatorial y metodológica: representar la historia como preguntas, no como certezas.

EL DESAFÍO INICIAL

¿Cómo representar el pasado de Chile en un museo nacional sin repetir un relato institucional y heroico que excluya a la mayoría? ¿Cómo construir un museo que no solo eduque sino que también conmueva, interrogue y despierte preguntas en sus visitantes?

Ese fue el gran desafío del Museo Histórico Nacional, ubicado en el Palacio de la Real Audiencia en la Plaza de Armas de Santiago. El punto de partida fue claro: entre 2010 y 2018, diagnósticos ciudadanos y expertos coincidieron en que el relato del museo era político, elitista, triunfalista y desconectado de la diversidad social. Pocos visitantes se reconocían en esa historia, lo que llevó a cambiar su plan museológico: dejar de imponer una lectura heroica y abrirse a la historia social y cultural, incorporando voces, conflictos y continuidades antes ausentes.
La clave inicial fue una decisión curatorial y metodológica: representar la historia como preguntas, no como certezas.

EL PROCESO TIENE SU PROPIA HISTORIA

Las colecciones nacieron antes que el museo. Fundado en 1911, congregó objetos donados por intelectuales y políticos en un relato que unió memoria nacional y Estado. En el siglo XX, su guion buscó confirmar que Chile era un Estado moderno, organizado en grandes periodos lleno de gestas heroicas y símbolos patrios. Con el traslado al Palacio de la Real Audiencia en 1982, se profesionalizó la gestión, se organizaron las colecciones y se incorporaron criterios museológicos modernos. Tras la apertura democrática de 1990 se amplió la cronología y comenzaron a incluirse procesos del siglo XX, reconociendo tensiones sociales y sujetos colectivos.

En 2019, el desafío fue modernizar integralmente la institución, ampliar la infraestructura en más de 3.000 m², contar con depósitos y laboratorios especializados para la investigación, y elaborar un nuevo guion curatorial que renovara la interpretación histórica y museográfica de sus objetos.

El nuevo plan se construyó con la convicción de que el museo debía abrirse a nuevas voces y sensibilidades. Buscamos conmover más que enseñar unilateralmente… Construir una historia colectiva, no una historia oficial.

DEFINICIONES CURATORIALES

El nuevo plan se construyó con la convicción de que el Museo debía abrirse a nuevas voces y sensibilidades. Buscamos conmover más que enseñar unilateralmente, provocar preguntas más que entregar respuestas. Construir una historia colectiva, no una historia oficial. Así surgió un plan maestro que organiza el recorrido en torno a las personas y a nuestra experiencia del pasado como parte de la comprensión que hacemos del presente y de nuestro compromiso con el futuro. En base a este punto de arranque, tomamos definiciones ancla.

La primera se relaciona con la narración de experiencias vitales y particulares, exhibidas de manera cronológica y temática a la vez, mediante la reconstrucción de ocho grandes preguntas que hemos enfrentado en el pasado, desde los primeros vestigios humanos, alrededor de 14.000-12.500 a.C. hasta 2010. El recorrido principal quedó articulado a partir de la idea de “horizonte”. La arqueología inspiró este concepto no como una cronología rígida, sino como una manera de presentar redes, intercambios y desplazamientos dentro de una unidad espacio-temporal y cultural. La noción de horizonte abre la posibilidad de proponer un trazado organizado en amplios problemas históricos que caracterizaron los desafíos y las formas de ser de distintos grupos humanos en contextos específicos.

Otra decisión tomada es la existencia de “ritmos interpretativos” que alternan acontecimientos y procesos de largo plazo, integrando cambios y continuidades, privilegiando el carácter conflictivo del devenir y fomentando la empatía histórica.

Además, se definió abrir la narración a las personas comunes y a las minorías, por medio de recorridos secundarios a los que llamamos “claves de lectura”, porque siguen en el recorrido principal la trayectoria de sujetos que han sido invisibles para la Historia: las mujeres, la infancia, los pueblos originarios, los migrantes y los campesinos. Sabíamos que un museo está lejos de ser una narración lineal, creímos en el valor de los objetos y sus lecturas pedagógicamente formativas, en su anclaje a la sociedad en la que fueron elaborados pero, al mismo tiempo, en el valor presente de sus formas, materiales y texturas. Junto con lo anterior, integramos las “cédulas vivas”, puentes entre pasado y presente que integran patrimonio inmaterial, como la Fiesta de Cuasimodo o los Bailes Chinos, para fortalecer la empatía histórica. Finalmente, se privilegia un lenguaje expositivo claro para dejar hablar a los objetos y ajustar materialidad, color y luz según cada pieza.

El recorrido principal quedó articulado a partir de la idea de “horizonte”. La arqueología inspiró este concepto no como una cronología rígida, sino como una manera de presentar redes, intercambios y desplazamientos dentro de una unidad espaciotemporal y cultural

PREGUNTAS MÁS QUE CERTEZAS

Las ocho preguntas que estructuran el recorrido son: el primer horizonte, “Pueblos en movimiento”, concentra piezas arqueológicas de pequeño formato –piedra, cerámica, textil, platería, hueso– que muestran cómo los pueblos originarios, cada uno con sus propios modos de vida, interactuaron en una lógica de circulación y contacto. ¿Qué prácticas de las comunidades trashumantes permitieron su asentamiento en el actual territorio de Chile? Aquí se visibilizan redes, intercambios, desplazamientos y formas diversas de habitar el territorio.

El segundo gran problema surgió cuando el desarrollo tecnológico europeo permitió dejar las costas atrás y cruzar los océanos. Constatar que el mundo era uno solo, aunque diverso, abrió nuevas preguntas. Las respuestas se trazaron por tierras y mares: los territorios del Viejo y del Nuevo Mundo se unieron a través de la cartografía y de una tecnología concentrada en embarcaciones de múltiples formas. ¿Cómo se configuró un mundo interconectado desde la llegada europea a tierras americanas, con sus transformaciones, mezclas, contactos y violencias? ¿Cómo cambió América el mundo y cómo el mundo cambió América? Desde entonces, ingresan nuevas materialidades a la experiencia cotidiana de las personas que nos dan pistas para delinear respuestas: el mobiliario, las pinturas, los armamentos, las estampas, textiles, numismática, esculturas, documentos y libros.

El siguiente desafío aborda las fronteras como espacios de encuentro y conflicto: fronteras territoriales, como la del río Biobío entre españoles y mapuches; sociales, como las que separaban a hacendados e inquilinos; y privadas, presentes en las casas coloniales, en lo doméstico y en el mestizaje bajo el régimen colonial. Desde aquí, el recorrido museográfico comienza a complejizarse en formatos.

La independencia de la metrópoli nos conduce al proyecto republicano, con sus promesas y exclusiones. El desafío de construir “un país nuevo” estuvo marcado por el entusiasmo de fundar una nación libre y moderna, pero también por la persistencia de desigualdades para la mayoría de la población. La interpretación propone un contraste entre ideas y realidades, expectativas y experiencias, inclusión y exclusión social. La diversidad de formatos expositivos se amplía y se incorporan las primeras fotografías.

En los albores del siglo XX, la crisis de los contrastes culminó en una cruenta guerra civil que abrió paso al conflicto social. ¿Cuánto nos cambió constatar que las promesas de la sociedad moderna, basadas en la libertad y la autonomía del individuo eran solo para unos pocos frente a las exclusiones de muchos? La violencia y las influencias externas enmarcaron los desafíos de una sociedad en conflicto, caracterizada por el surgimiento de nuevos sujetos históricos: mujeres, obreros, estudiantes y sectores medios que, impulsados por opciones de vida inéditas, demandaron derechos y servicios al Estado.

El cambio de escala de la sociedad a partir de 1920, expresado en el crecimiento demográfico, la expansión urbana, el desarrollo industrial, la expansión económica, la democracia social, la educación y la cultura urbana, dio origen a nuevos proyectos que buscaban levantar un país más equitativo. Estos procesos alimentaron una revolución de expectativas, demandas sociales y proyectos políticos que, en un contexto universal de polarización y crisis constante, terminaron por quebrarse con una violencia inédita en nuestro país en 1973.

Vivimos en dictadura hasta 1990. ¿Qué ocurre con el ser humano cuando se pierde la empatía por el otro? ¿Cómo es nuestra convivencia cuando se quiebra el sentido profundo de la democracia, que reconoce la libertad y el disenso como principios fundamentales de la vida en común? En este horizonte, el guion busca retratar las diversas experiencias vitales ocurridas en dictadura, mediante un relato que integre manifestaciones culturales y perspectivas desde el exilio. Hacia adelante, las preguntas son inevitables: ¿cuáles fueron los principales desafíos de Chile al recuperar la democracia? ¿Cuál ha sido el itinerario de nuestra reconciliación? ¿Qué significó para cada uno de nosotros volver a participar del espacio público con libertad? ¿Somos los mismos de antes?

Sabíamos que un museo está lejos de ser una narración lineal, creímos en el valor de los objetos y sus lecturas pedagógicamente formativas, en su anclaje a la sociedad en la que fueron elaborados pero, al mismo tiempo, en el valor presente de sus formas, materiales y texturas.

UN PROYECTO EN MARCHA

Diseñar un nuevo museo ha sido un viaje colectivo. En 2021, la consultora Gaggero Works concretó la traducción gráfica de este cambio de paradigma hacia un museo abierto, crítico y conectado con el presente con el lanzamiento de un nuevo lenguaje visual. En marzo de 2024, de la mano de SUMO, se finalizaron los proyectos de diseño museográfico de los cuatro primeros horizontes, y en 2026 se espera concretar la construcción de la nueva infraestructura y concluir el trabajo curatorial.

Actualmente, el museo recibe más de 350.000 visitantes al año, muchos entran por casualidad y salen maravillados. El desafío es fidelizarlos y consolidar al Museo Histórico Nacional como referente por la calidad de sus colecciones, la excelencia de su equipo y su pasión por la historia. Está todo por hacerse.