• Por Umberto Bonomo

Acervo

Iglesias y capillas del sur de Chile: Tesoros del fin del mundo

Trazos de identidad. El patrimonio no solo se hereda del pasado, sino que también, y sobre todo, se construye a diario. Es con las decisiones que tomamos cada día que lo salvamos, lo protegemos, lo cuidamos o lo condenamos con el olvido. Y es con nuestras actuaciones y procesos valorativos que el acervo se vuelve patrimonio.

La palabra “acervo” en latín antiguo significaba la simple acumulación de cosas. Dicho de otra manera, el acervo era “un montón de algo”. Este concepto en clave patrimonial asume, en cambio, una dimensión valórica y significativa importante, ya que no es un montón cualquiera, sino algo que nos representa como cultura o sociedad.

Los procesos de puesta en valor tienen como resultado final transformar el acervo de los bienes culturales que heredamos en el presente en objetos patrimoniales. El patrimonio no solo se hereda del pasado, sino que también, y sobre todo, se construye a diario. Es con las decisiones que tomamos cada día que salvamos, protegemos, cuidamos o condenamos con el olvido nuestro acervo. Y es con nuestras actuaciones y procesos valorativos que el acervo se vuelve patrimonio.

Este es el caso de las iglesias y capillas construidas en el sur de Chile. En las regiones de La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos se pueden encontrar un gran número de estas edificaciones construidas por franciscanos, jesuitas y capuchinos. Un estudio de 2019 de la Subsecretaría de Patrimonio del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio indica que, solo en la Región de Los Lagos, se han fichado más de 150 iglesias pertenecientes a la escuela chilota de tradición jesuita y franciscana, de las cuales 16 han sido reconocidas y declaradas como Sitio del Patrimonio Mundial de la UNESCO.

En las regiones de La Araucanía y Los Ríos, por otro lado, la contribución de los hermanos capuchinos que llegaron a finales del siglo XIX en el territorio se manifiesta en una gran cantidad de obras que tienen alto valor simbólico para las comunidades locales. Estas obras están vinculadas al legado de la Orden Capuchina, que actuó bajo la figura de la Prefectura Apostólica de la Araucanía, entre 1848 y 1928 y, posteriormente, por el Vicariato Apostólico de la Araucanía, entre 1929 y 2002.

Este es el ejemplo de la Iglesia del Tránsito en Metrenco, ubicada en las afueras de Temuco, conocida también como Santuario de la Virgen del Tránsito, en Padre Las Casas, una de las comunas con más presencia de comunidades mapuches a nivel nacional. A un costado de la Ruta 5 se construyó, entre 1973 y 1978, esta pequeña iglesia en hormigón que fue declarada Monumento Histórico Nacional en 2022. El proceso de declaratoria, así como la administración del lugar, estuvo liderado por las comunidades mapuches locales. En sus 50 años de historia, este lugar se ha transformado en un sitio de culto y veneración de la Virgen y todos los 15 de agosto, al celebrarse la fiesta de la Asunción, se realiza en la iglesia una gran ceremonia a la cual acuden los vecinos y los transportistas para bendecir a sus vehículos.

El autor de esta pequeña iglesia fue el padre Bernabé Gutknecht, hermano capuchino que llegó a Chile en 1937, a quien se le atribuyen en la zona más de 36 escuelas, además de la Iglesia de San Sebastián en Panguipulli, la de Máfil y la de Villa García, lugar en el cual construyó también una capilla, una serie de casas, una escuela y un consultorio. Estas edificaciones han aportado al desarrollo local tanto con su misión pastoral como con la educación y la provisión de servicios básicos a las comunidades.

La arquitectura de estas iglesias tiene reminiscencias bávaras, techos empinados, campanarios muy agudos que exploran la verticalidad en un país altamente sísmico como Chile. Lo que destaca de estas experiencias constructivas es la relación que los volúmenes construidos establecen con los lugares en los que se emplazan. Las iglesias, las capillas y las casas parroquiales conforman conjuntos urbanos conectados por pequeñas plazas que reciben a los feligreses que acuden a ellas. Se dice que el padre Bernabé se inspiró en la capilla de Nuestra Señora de Altötting, en Baviera, Alemania, pero lo que es específico de los casos chilenos es que todas estas construcciones fueron desarrolladas con los aportes de las comunidades locales. Donaciones económicas y de materiales, así  como trabajos colaborativos sostienen el proyecto religioso y cultural de los capuchinos y, en estos casos, las iglesias –entendidas como comunidades de creyentes– empezaron a existir mucho antes de que se completaran los edificios.

Fragmentos de historia e identidad

Otro gran protagonista capuchino de la zona fue el padre Francisco Valdés Subercaseaux (1908-1982). El padre Pancho construyó una serie de capillas, pintó y talló una gran cantidad de figuras religiosas que han llegado a configurar una ruta patrimonial religiosa en la Araucanía conectando la zona de Freire con el paso fronterizo hacia Argentina.

Esta gran riqueza para el territorio de la Araucanía y Los Ríos no está exenta de peligros y, como sociedad, tenemos la responsabilidad de iniciar acciones para su conservación y sostenibilidad en el largo plazo.

Un dato particularmente complejo se refiere a la distribución de los eventos violentos que se han concentrado preferentemente en las comunas de Ercilla, Collipulli y Padre Las Casas, en las cuales entre 2019 y 2023 se quemaron más de 15 iglesias y 29 escuelas. Estos hechos delictuosos, que destruyen el patrimonio, rompen los lazos históricos y culturales que las comunidades tienen con su territorio. Además de estos actos terroristas catastróficos para el patrimonio local, estas iglesias están expuestas a la intemperie, los agentes climáticos, la falta de mantención, la escasez de recursos para emprender obras de conservación preventiva, y las pocas herramientas de gestión que tienen los municipios en temas de patrimonio. Todos estos factores agravan el riesgo que afecta a este importante acervo cultural.

Cuando se destruye una iglesia o una escuela no solo se pierde un edificio, sino que también se pierden los recuerdos y los pedazos de historia e identidad de una comunidad. Se rompe el hilo de continuidad entre una generación y la otra; abuelos, padres e hijos que estudiaron en una misma escuela o que celebraron bautizos, matrimonios o confirmaciones en la misma capilla.

El patrimonio cultural tiene una función aglutinante en términos sociales y comunitarios, y contribuye a construir lugares cargados de sentido y representativos de la historia de un grupo social. Es nuestra responsabilidad cuidar el patrimonio, sensibilizar a la sociedad para que aumente el nivel de conciencia sobre el rol que los bienes culturales que rodean nuestras vidas, y en los cuales nos desenvolvemos, tienen para nuestro bienestar emocional y nuestro crecimiento cultural.