• Por Nicolás Lazo Jerez
  • Fotografías: Karina Fuenzalida

Letras

Javier Cercas: “Mi oficio consiste en comprender”

El escritor español publicó en abril El loco de Dios en el fin del mundo, una indagación profunda en los claroscuros del pontificado de Francisco y de la fe cristiana. En esta entrevista, describe la literatura como una herramienta contra la angustia del sinsentido, se define como un autor de novelas policiales y reivindica el humor a todo evento: “Por desgracia, asociamos la religión a las caras de funeral”.

Javier Cercas entra a una oficina de la sede en Chile de la editorial Penguin Random House, se sienta frente a una ventana con vista al río Mapocho y, cuando se le informa que esta entrevista durará alrededor de 45 minutos, formula una solicitud que, más bien, parece una súplica:

–¿Puedo ir a mojarme la cara antes de empezar?

El escritor español, autor de 13 novelas y media docena de libros ensayísticos, lleva un par de meses sumergido en un bucle interminable de declaraciones a medios de todas las latitudes. El motivo es El loco de Dios en el fin del mundo, su obra más reciente, donde hilvana tres hebras: la crónica de un viaje a Mongolia en 2023 junto a la comitiva papal, un perfil sobre Jorge Mario Bergoglio y un ensayo autobiográfico a partir del diálogo entre el ateísmo del narrador y la fe cristiana.

–Nunca había tenido un libro que fuera el más leído en España y en Italia al mismo tiempo –admite–. Ahora, la atención se ha multiplicado.

Lo dice porque El loco de Dios… se publicó el 1 de abril de este año, apenas tres semanas antes de la muerte del Papa Francisco. Si la recepción del libro ya había sido favorable, afirma, la coyuntura lo condujo a una vitrina todavía más amplia. Aunque la gira de promoción, agrega, iba a ser casi igual de intensa.

–Pero me han convertido en una suerte de especialista, cosa que no soy. Me decían: “Va a ser la visión final del papado”. Puede ser. Prefiero que sea la mía a que sea la de otro.

Javier Cercas junto al Papa Francisco. Créditos: Penguin Random House

Al día siguiente de esta conversación, el 7 de mayo, Javier Cercas comparecerá ante un público que lo escuchará con fervor. El lugar será el auditorio de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Estudios Urbanos UC. La ocasión: el programa “La ciudad y las palabras”, que organiza el doctorado en Arquitectura de la Universidad Católica. Mientras, en la víspera de aquel instante estelar, habla sobre lo humano y lo divino.

–Ha dicho que, con este libro, quiso “restituir la complejidad del Papa”. ¿Qué hacía complejo a Bergoglio?

–Todos los seres humanos somos complejos. Flaubert decía: “Basta mirar con atención una cosa para que se vuelta interesante”. Con los seres humanos pasa eso. Desde luego, Bergoglio no era la persona unidimensional que muestran los noticiarios o los documentales. Era una persona con claridades y oscuridades. He intentado restituir la complejidad al papa, al catolicismo y al cristianismo. Como escritores, es nuestra obligación resistirnos con uñas y dientes a la simplificación.

Lo anterior implicó un desafío personal para el autor, quien, al momento de ser convocado por la Santa Sede, tuvo que dejar atrás los prejuicios.

–Lo más difícil fue llegar a un lugar como el Vaticano con una mirada limpia para ver lo que realmente ocurre allí y no lo que imagino: cómo son las personas que rodeaban a Bergoglio y cómo era el propio Bergoglio. Mi oficio no consiste en juzgar. Si un lector quiere hacerlo, cosa suya. Mi oficio consiste en comprender.

Gracias a que se le concedió acceso libre al Vaticano, Cercas se reunió con funcionarios como Andrea Tornielli, director editorial del Dicasterio para la Comunicación, y Paolo Ruffini, periodista y prefecto del mismo dicasterio, entre muchos otros. El escritor preguntó cuanto quiso: desde las características personales de Francisco y la relación de Roma con China hasta el papel del catolicismo en la actualidad, pasando por la crisis de credibilidad de la Santa Sede como consecuencia de los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. Solo hubo una pregunta que nunca se atrevió a formular: ¿por qué lo eligieron a él para tamaño privilegio?

–Simple –dice Tornielli, conciso, a Revista Universitaria–: porque es un gran novelista.

El enigma

Javier Cercas, de 63 años, cultiva lo que denomina la “novela sin ficción”, a través de la cual aborda hechos reales con las armas de la literatura. Formado como filólogo en Barcelona, su primera publicación fue El móvil (1987), un conjunto de relatos que, al reeditarse en 2003, únicamente conservó la nouvelle del mismo título.

Luego vinieron novelas, volúmenes de ensayos y traducciones, hasta que, en 2001, Soldados de Salamina lo condujo a la fama en España y el mundo. La historia, centrada en un ideólogo franquista que escapó de su propio fusilamiento, incluso dio origen a una película bajo la dirección de David Trueba. En tanto, El loco de Dios en el fin del mundo también se inscribe en aquel registro que combina lo novelesco con lo testimonial.

“Lo más difícil fue llegar a un lugar como el Vaticano con una mirada limpia para ver lo que realmente ocurre allí y no lo que imagino: cómo son las personas que rodeaban a Bergoglio y cómo era el propio Bergoglio”.

–Es una novela, porque la novela tiene la capacidad extraordinaria, desde Cervantes para acá, de integrar todos los demás géneros y de trascenderlos.

María Teresa Cárdenas, editora cultural del diario El Mercurio y encargada de presentar a Cercas en “La ciudad y las palabras”, coincide con esta aproximación.

–Tendemos a pensar en la novela como un sinónimo de ficción –planteará al teléfono días más tarde–. Pero, en este caso y en el de sus otras novelas “sin ficción”, él se refiere a la estructura y los recursos narrativos de la novela, que le dan forma y coherencia al texto.

Para Pedro Pablo Guerrero, editor chileno afincado en España, este artefacto literario forma parte de una larga tradición a ambas orillas del Atlántico.

–Antecedió a Cercas el argentino Rodolfo Walsh y su Operación masacre (1957), un libro precursor en todo sentido: por la manera de construir el relato a partir de testimonios, por su conciencia de no ser una ficción y por su señal de advertencia respecto de los extremos de la violencia política, que alcanzaría su clímax con los golpes de Estado de los años setenta –explica–. En los noventa, esta tradición de la novela sin ficción se desplaza a México, con títulos como La tragedia de Colosio (2004), de Héctor Aguilar Camín, que tiene muchos puntos de contacto con Anatomía de un instante (2009), de Javier Cercas. Sus respectivas indagaciones en torno a un asesinato político y un intento de golpe de Estado refuerzan la idea de que las novelas sin ficción, a los dos lados del charco, encuentran en la violencia política su cantera más productiva.

Sin Dios ni fe

Sin Dios ni fe

Javier Cercas advierte que la escritura del libro no le devolvió la fe en Dios, pero sí lo afectó. El texto es de la editorial Penguin Random House.

Si tuviera que agregar un apellido a sus obras narrativas, Cercas diría que se trata de novelas policiales, porque “en todas hay un enigma y alguien que intenta descifrarlo”. En El loco de Dios…, el enigma es, en sus palabras, a la vez íntimo y universal.

–Cuando me hacen esta oferta de entrar al Vaticano, acompañar al Papa, preguntar y escribir lo que a mí me dé la gana, lo primero en lo que pienso es mi madre. Era una persona profundamente católica. Cuando mi padre murió, ella decía que iba a verlo después de la muerte; no porque lo hubiese inventado, sino porque esa es la promesa del cristianismo. Al recordar eso, supe de qué iba a tratar este libro: de cómo un loco sin dios, como yo y como tantos que ya no creen, va a buscar al loco de Dios por antonomasia, que es Francisco. Así que esta es una novela policial. En el corazón está el enigma del cristianismo, central en nuestra civilización: la resurrección de la carne y la vida eterna.

El escritor, quien trató este asunto con el Papa durante el vuelo a Mongolia, advierte que la composición del libro no le devolvió la fe en Dios, pero sí lo afectó:

–El narrador, que no soy yo sino una declinación de mí mismo, a medida que avanza el libro siente una especie de progresiva nostalgia del sentido, es decir, de Dios. Hasta el punto de que, al final, hay una frase que se repite: “¿Y si lo imposible fuera cierto?”. Este libro me ha cambiado por completo. Un libro que no te cambia por completo no puede ser un buen libro. Un libro es una aventura.

–Aunque no llegó a convertirse, como temía su mujer, en un “soldado de Francisco”.

–No. Insisto: el salto de la fe es monstruoso. Es un salto increíble. ¡Bum! Creer en la resurrección de la carne y en la vida eterna: ¿cómo se hace eso? Es una locura.

Su versión del papado

Su versión del papado

En mayo pasado, Javier Cercas se presentó ante un auditorio repleto de lectores en el programa “La ciudad y las palabras”. El interés se acrecentó debido a la publicación de su último libro tres semanas antes de la muerte del Papa Francisco

Miedo al miedo

“Me repito que es imposible, que no puedo haber vivido 61 años para morir despachurrado en un ascensor de un hotel de Ulán Bator durante un viaje papal, que esa fatalidad sería una demostración demasiado zafia de la inexistencia de Dios y que ni siquiera este universo sin Divina Providencia tiene tan mal gusto”, se lee en El loco de Dios en el fin del mundo. El pasaje, donde se relata el encierro temporal del narrador en un elevador mongol, sintetiza dos elementos recurrentes en el libro y en el propio Javier Cercas: la reflexión sobre la trascendencia y el sentido del humor.

–No hay nada más serio que el humor –sostiene–. Es lo primero que nos dijo Cervantes. Solo que, como somos tontos, se nos olvida casi cada día. La ironía es un instrumento de conocimiento y el humor, una bendición. Fui al Vaticano con algunas frases que luego se convierten en leit motivs del libro. Una de ellas es de Cioran: “Toda religión es una cruzada contra el sentido del humor”. Pero me encontré con un papa que hace una reivindicación radical del humor, lo que es sorprendente, porque, por desgracia, asociamos la religión a la solemnidad y a las caras de funeral.

–¿A qué teme Javier Cercas?

–Me temo a mí mismo. Y temo al temor. Walter Benjamin decía: “La felicidad consiste en vivir sin temor”. Si viviésemos sin miedo, seríamos felices. El miedo es el enemigo del hombre. Pero combatirlo no es tan fácil.

–¿No teme a la muerte?

–Supongo que sí, pero no conscientemente. Cuando perdí la fe, nació la angustia. Vivo en la angustia permanente, y la escritura es la forma de combatir la angustia, porque fue la forma de sustituir la fe. Supongo que la angustia es miedo y el miedo es miedo a la muerte. Si dejara de escribir, a lo mejor empezaría a tener miedo en serio.

–Eso quiere decir que queda escritura para rato.

–No sé hacer otra cosa. Por lo menos, escribiré. Publicar, no sé. Podría leer. Pero, para mí, escribir es una forma de leer mejor, de una manera más compleja, más honda, más intensa. Siento que todavía tengo que escribir mis mejores libros.