Acoso callejero: “Violentada, desprotegida y perpleja”
Hablar de acoso callejero es algo que comparten y que sufren principalmente las mujeres. Desde comentarios lascivos, agresiones físicas hasta grabaciones con celulares sin autorización. Esta recopilación de testimonios y vivencias da cuenta de una experiencia transversal donde la vulnerabilidad y la sensación de culpa se funden con la rabia. Son emociones presentes en el cotidiano de escolares, jóvenes y adultas.
- “Caminar por las calles, sobre todo en tramos donde no se ve mucha gente, me provoca una sensación de miedo e inseguridad. Camino siempre dándome vueltas para ver quién viene atrás mío”. L., 32 años.
- No recuerdo ningún minuto de mi vida en que no haya sufrido acoso callejero. La primera experiencia fue a los 12 años y ni siquiera la comprendí inmediatamente, la más agresiva fue a los 28 tras contestarle a un acosador en la calle. Se acercó violentamente en cuanto lo enfrenté, y se contuvo de hacer algo solo cuando vio más gente alrededor. En ambos momentos me di cuenta de que mi cuerpo era considerado un campo de batalla, donde todos podían opinar sin que yo tuviera la posibilidad de decir nada para defenderme. Por suerte, cada vez más personas hemos decidido hacer frente a estos momentos, como también apoyar a quienes vemos pasar por algo similar. D., 34 años.
- “Viví un episodio tan desagradable con un tipo grande que me dijo cosas ofensivas y obscenas en la calle, que me llené de rabia y solo atiné a darme vuelta y golpearlo con la cartera”. S., 54 años.“
- “Violentada, desprotegida y perpleja, sin saber qué hacer. Así me sentí esa vez cuando vi que un hombre que venía detrás de mí me estaba grabando con el celular mientras yo, con falda, subía las escaleras del metro”. P., 19 años.
- “Durante toda mi vida he sentido que uno, como mujer, es muy vulnerable al andar por la calle. Ahora, le agrego una nueva preocupación, porque le tengo que enseñar a mi hija a cuidarse y prevenir. Me da mucha rabia escucharme a mí misma diciéndole a ella que desconfíe de su entorno”. V., 43 años.
- “Siendo una escolar experimenté sensaciones que hasta ese momento no conocía. En una micro llena de gente y de vuelta a mi casa, un hombre me acosó, se sobajeó en mí, a pesar de que yo intentaba moverme. No supe qué más hacer, estaba shockeada realmente. Llegué a mi casa y en la parte de atrás del jumper tenía una mancha blanca. Me sentí sucia y con mucha vergüenza de contarlo”. A., 38 años.
- “No pude más que llorar en ese momento incómodo en el metro, donde no entendía qué había sucedido y por qué un hombre se creía con el derecho a manosearme”. J., 27 años.
- “El taxista me miraba insistentemente por el espejo retrovisor. Comenzó a decirme que era linda, que si tenía pololo, que por qué era tan linda. Desvió el camino hacia donde le había pedido que me llevara y me aterré. Aproveché un semáforo para bajarme mucho antes de mi destino final, muerta de miedo”. M., 44 años.
- “Me toquetearon en el metro y quedé en shock. Sentí asco por la situación y cada vez que la recuerdo, siento repulsión”. T., 36 años.
- “Era verano y yo andaba con una polera con pabilos. Nunca olvidaré esa mano que me agarró violentamente cuando iba sentada en una micro. Nunca más me volví a vestir de esa manera”. M.A., 30 años
- “Estando en el metro tomando helado me sentí como un objeto para la entretención del resto, degradada solo por el hecho de ser mujer y estar sola, privada de realizar actividades tan simples y cotidianas como comer porque puedo volver a pasar un mal rato”. R., 24 años.
- “Eso te pasa por andar sola, me dijeron. Y yo no tenía la culpa de que un par de hombres me hubieran acosado. Caminar por la calle sin compañía no debería nunca hacernos sentir culpables”. C., 26 años.