Diversas fotografías de funcionarios de la salud durante la pandemia
  • Revista Nº 159
  • Por Paulina Valenzuela Gerlach
  • Fotografías Karina Fuenzalida
  • Producción Magdalena Cobo

Dossier

Antes del último respiro: crónicas médicas de una pandemia

Cuando las cifras de contagios y fallecidos por coronavirus no parecen ceder, los hombres y mujeres que asisten a estos pacientes, en distintos hospitales y centros de la Red de Salud UC-Christus, siguen trabajando incansablemente. Están muy cerca de la muerte y la enfermedad, pero se aferran a la idea de salvar a quienes enfrentan las peores secuelas de este virus desconocido, que tiene de cabeza al planeta. En estas páginas vuelcan sus sentimientos de cansancio, tristeza, incertidumbre y también de esperanza. Están viviendo días que los marcarán por siempre, aunque recalcan: “No somos héroes”.


“He visto la discriminación que han sufrido los pacientes”, Carlos Wilson (37), Médico del Policlínico del Centro Médico San Joaquín, de la Red de Salud UC-Christus

“Atender personas contagiadas con covid-19 es un deber y un desafío tremendo. Esta misión me obliga a superar el temor de infectarme y de contagiar a mi familia. Soy hipertenso, lo que implica que tengo mayor riesgo de muerte. Enfrentar ese miedo reforzó mi vocación, porque al ver la fragilidad de los pacientes, me conmoví y me di cuenta de que por algo estudié esta carrera y que pondría todo mi esfuerzo por ayudarlos a recuperarse. Me ha tocado atender a mucha gente con covid-19.

También participo en un estudio, que cuenta con el apoyo de la Facultad de Medicina de la UC, de validación de un test rápido. Este se realiza sobre la base de dos gotas de sangre y en 10 minutos mide la presencia de anticuerpos contra la enfermedad. Esta iniciativa demuestra que no solo estamos tratando a estos enfermos, sino que además queremos aportar con nuevo conocimiento.

Esta pandemia es un hecho histórico. Su trascendencia da energía para seguir atendiendo y practicar el autocuidado, pese a todo lo complejo que puede ser.

Después de vivir esta experiencia, creo que todos vamos a cambiar. Habrá una nueva forma de relacionarnos. Mantener la distancia física ha sido complejo y probablemente va a generar problemas de salud mental profundos.

El coronavirus ha sacado lo más bueno y también lo más malo de nosotros como sociedad. En visitas domiciliarias he visto la discriminación que han sufrido pacientes con covid-19 y es tremendo. Uno de los casos fue el de una familia completa en la que todos se infectaron y el papá estuvo grave. Ellos, que bajo ninguna circunstancia tienen la culpa, estaban muy enfermos y pasándolo mal, y los vecinos los insultaban y les tiraban piedras. La mezcla entre miedo e ignorancia lleva a la gente a reaccionar mal. La ignorancia es culpa de nosotros como sociedad de no tener mecanismos de educación, de enseñar a la población de mejor forma. Tenemos que hacernos cargo de eso”.

Fotografía de Carlos Wilson


“La clave del control de esta pandemia es el diagnóstico” Patricia García (59), Profesora Titular de la Facultad de Medicina UC y Jefa del Laboratorio de Microbiología, de la Red de Salud UC-Christus

“En estos tubos nos llegan las muestras. Los agitamos para que, si hay coronavirus, este se libere y quede en suspensión en el líquido. Para detectarlo usamos el test de Reacción de la Polimerasa en Cadena (PCR, por sus siglas en inglés). Primero realizamos un proceso para, si hay virus, romper su envoltura exterior y liberar el material genético del interior.

Luego amplificamos el material genético, lo copiamos muchas veces y agregamos una marca fluorescente que, de haber virus, revela su existencia. Aproximadamente en cuatro de cada diez muestras la marca fluorescente aparece, evidenciando que la persona está contagiada.

Recibimos exámenes de personas hospitalizadas, pacientes graves a los que se les aplica el test para confirmar si tienen coronavirus, de servicios de urgencia y de lugares de atención ambulatoria. Funcionamos 24 horas al día, los siete días de la semana, en tres turnos. Una semana trabajamos y otra estamos en la casa. Este sistema de alternancia implica rendir el doble la semana en que venimos al laboratorio. Usamos delantales, guantes, respirador particulado y escudo facial, y nos ubicamos en gabinetes de bioseguridad, que tienen un sistema de filtración de aire.

Solo introducimos las manos detrás de la cortina de aire protectora. Para el trabajo del PCR en el laboratorio, este virus está catalogado en un nivel intermedio, con calificación dos. El del ébola, por ejemplo, está en el nivel cuatro de bioseguridad. Estamos en la primera línea, pero en un lugar poco visible, un poco olvidado, porque no estamos al lado de los pacientes.

La relación con el temor a contagiarnos la vivimos por etapas. Al principio no lo pensamos, simplemente hacemos lo que tenemos que hacer. Después, aparece la preocupación. En algún minuto, todos sentimos que nos hubiera gustado teletrabajar y quedarnos en casa, pero luego evaluamos racionalmente el riesgo, sabiendo que aplicamos medidas de seguridad muy estrictas. Y en la tercera etapa vuelve la sensación del deber, la fuerza de la vocación, porque la clave del control de esta pandemia es el diagnóstico”.

Fotografía Patricia García


“Lo que vivimos aquí no se nota afuera” Gabriel Castro (34), Enfermero Clínico de la Unidad de Paciente Crítico, del Hospital Clínico de la Red de Salud UC-Christus

Me impacta ver tanto enfermo grave junto, muchos jóvenes, que no tienen ninguna afección de base. Y siento un poco de temor de contagiarme también. Ha sido dura la parte emocional, porque todos estamos bastante solos para no infectar a la familia. Todos mis colegas se han alejado de sus hijos y seres queridos para protegerlos. Hay gente que se quiebra durante esta labor.

De repente encontramos a las personas en un rincón llorando, porque están muy cansadas.

He acompañado a pacientes mientras agonizan y también me ha tocado asumir un poco el papel de sus familiares. Una señora había pedido un sacerdote y como no es posible por el riesgo de infección, entonces rezamos juntos un Padre Nuestro. Fue una experiencia fuerte, porque asumí el rol de un hijo que está acompañando a su mamá. Es una situación muy diferente a lo que estábamos acostumbrados, porque los enfermos están solos y eso conmueve mucho.

Nunca he sentido discriminación por trabajar en el área de salud. Al contrario, mis vecinos me cuidan mucho, me preguntan constantemente cómo estoy y si necesito algo.

Creo que es porque me ven llegar cansado, a veces a rastras. Tengo mucha rabia y frustración por la gente que no respeta la cuarentena, que circula por las calles como si no pasara nada, o que se va a la playa el fin de semana.

Me encantaría decirles: ‘¡Oigan!, ¿quieren venir a hacer un tour a la UCI antes de salir?’”.

Fotografía Gabriel Castro


“Tenemos la obligación moral de expandir el conocimiento” Magdalena Vera (42), Académica de la Facultad de Medicina de la UC, Médico Intensivista del Hospital Clínico de la Red de Salud UC-Christus

“Pertenecemos a una universidad y por eso tenemos la obligación moral de expandir el conocimiento, y entregarlo al resto de la comunidad médica. No basta con hacerlo bien en un hospital. Por nuestro rol de formadores debemos apoyar al resto de los colegas para que la actividad se haga de la mejor forma posible, en cualquier lugar. Que todos los pacientes tengan la misma posibilidad de recibir una buena atención.

Durante los meses previos a esta pandemia, nos preparamos y participamos en los programas de capacitación y formación que se hicieron a nivel nacional. La idea era mostrar los aspectos más importantes en el manejo de enfermos graves infectados con covid-19.

Es aquí donde sale a flote la vocación tantas veces ninguneada. Este virus es algo totalmente nuevo, desconocido e inesperado también. Ninguno de nosotros imaginó que iba a haber una situación como esta. Y hemos ido aprendiendo en el camino. Los intensivistas estamos entrenados para dar atención a pacientes graves, pero nunca para algo como esto.

También es complejo lo que vive el personal nuevo, que viene de otras áreas o servicios y que deben atender a personas que enfrentan la muerte. Ellos no están acostumbrados y claramente les afecta, porque es una capacidad que se adquiere con el tiempo.

El temor a contagiarse o de llevar la enfermedad a los cercanos afecta. En mi caso, tengo dos guaguas (de uno y tres años), y no me puedo desaparecer para aislarme o llegar a la casa y no abrazarlos y darles un beso. Eso es imposible”.

Fotografía de Magdalena Vera


“El dolor ajeno me llega intensamente” Ana Flores Navarro (56), Equipo de Aseo del Hospital Clínico de la Red de Salud UC-Christus

“En estos momentos se percibe más sensibilidad en el aire. Nos saludamos diferente y damos las gracias por estar bien. Somos un equipo y me encanta mi trabajo, a pesar de que hay tanto dolor, que a veces uno se siente impotente de no poder ayudar al que está sufriendo.

Pero a la vez me da orgullo poder aportar un poquito. Yo hago el aseo de pasillos, muros y habitaciones de los pacientes. Al entrar a la pieza voy con una mascarilla quirúrgica, encima otra mascarilla N95, con lentes antiparra, gorro, un protector facial, una pechera y tres pares de guantes. Cuando saco la basura de personas contagiadas, antes de salir de la pieza me saco la pechera y un par de guantes. Luego salgo, desinfecto el protector facial, me saco los otros dos guantes, me lavo las manos y me vuelvo a equipar completa de nuevo, de la misma forma, para entrar a otra habitación. Es agotador, pero hay que hacerlo rigurosamente.

El dolor ajeno me llega intensamente. Escucho los quejidos de las personas y siento mucha compasión por ellos. Ver a los que están intubados, boca abajo, de verdad que es muy fuerte.

Para mí la fe es importantísima y es lo que me da fuerzas. A Dios le agradezco cada día haber pasado otra jornada sin contagiarme y ser útil en medio de esta situación.

Siempre saludo y hablo con los pacientes. He visto muchos momentos que me han impactado. Por ejemplo, una mujer que lloraba desconsolada porque recibió la noticia de que su mamá había fallecido de Covid, en otro hospital. Me dio mucha pena y no la podía tocar. Solamente la escuché, la acompañé y sentí que se tranquilizó un poco. Le dije, ‘su mamá está en otra dimensión y pasa a ser energía, y esa energía ahora¡ está con usted’. Me miró y me agradeció. Y al salir de la pieza dije para mis adentros, ‘que Dios me la cuide’”.

Fotografía de Ana Flores Navarro


“Solo nos tienen a nosotros” Ludwig Von Plessing, (31), Académico Facultad de Medicina UC, Urgenciólogo del Hospital Sótero del Río y de la Clínica San Carlos de Apoquindo, Red de Salud UC-Christus

“Hay pacientes que por sus condiciones de base, porque están postrados o tienen patologías de deterioro neurológico muy avanzadas, llegan con la intención personal o familiar de no progresar en la terapia. Nosotros les ofrecemos una segunda opción, que tiene harto de compasión. Ellos reciben oxígeno, hidratación, y lo más importante, manejo del dolor y el control de esa sensación de falta de aire. Se les da un tratamiento paliativo, pero no van a un ventilador mecánico o no reciben drogas potentes para mantenerlos con vida.

Siempre he luchado por la vida y tengo algún grado de preparación frente a la muerte. Soy bombero de rescate desde hace 17 años. En el terremoto del 2010 participé en la recuperación de víctimas en el edificio Alto Río y también estuve en el incendio de Valparaíso.

Al enfrentar esta pandemia agradezco tener las herramientas para manejar las complicaciones que pueden presentar los enfermos.

El proceso de intubar es altamente complejo y estresante, porque al paciente le suministramos un bloqueador neuromuscular, deja de respirar y pasa a depender completamente del médico y de su capacidad de lograr con éxito el procedimiento. Hay preocupación o miedo, porque si algo nos expone al contagio es este proceso, por los aerosoles que se liberan. Y en la situación actual lo hacemos en condiciones especialmente adversas: usamos un equipo de protección que afecta el movimiento y limita la visión.

En el hospital Sótero del Río antes hacíamos las intubaciones en un espacio abierto, con hartos participantes y operadores listos para ayudar. Ahora nos encerramos en un cubículo pequeño con dos personas más, una enfermera o enfermero y un kinesiólogo.

Entonces la carga es mayor. Desde el punto de vista anímico, ha sido relevante tomar decisiones complejas en conjunto, para que no recaigan solo en una persona. Tenemos un equipo muy rico en términos técnicos y humanos, y eso lo hace todo más fácil.

Además, valoro iniciativas como la de SeguirJuntos, que nació cuando le comenté a uno de mis mejores amigos la soledad que estaban viviendo muchos enfermos. Entonces él se consiguió el apoyo de varias empresas para reunir dispositivos tecnológicos y lograr que las personas se comuniquen por videoconferencia con sus familiares, por ejemplo, antes de ser intubados. En esos momentos, solo nos tienen a nosotros”.

Fotografía de Ludwig Von Plessing