Viviendas ubicadas en las faldas de un cerro
  • Revista Nº 165
  • Por Sebastián Bowen
  • Fotografía Jorge Nazer

Dossier

Crisis habitacional: un techo para crecer y un piso firme para soñar

Chile cuenta con las capacidades, las ideas y también los recursos para enfrentar la crisis habitacional. Una emergencia nacional que, según la última Encuesta Casen, afecta a más de 500.000 familias. Este es el desafío impuesto por el grupo de organizaciones que impulsan el plan “Déficit cero”, que busca que el año 2030 todos los chilenos puedan acceder a una vivienda digna.

Era la última casa en un campamento que se emplaza en los cerros de Lampa. Una de las más de 34.000 viviendas que se han instalado de esta forma a lo largo del país en los últimos dos años. Allí vive Freddy Mamani, el presidente de la junta de vecinos. Se arma un espacio para conversar con un poco de sombra y nos ofrece el bien más preciado que se puede entregar en ese lugar: un vaso de agua potable. El trayecto para llegar implicaba una caminata de 30 minutos cuesta arriba por el cerro. En este recorrido se percibían las distintas etapas de expansión del campamento.

Por el camino flamean desde los hogares autoconstruidos las banderas chilenas y también las de otros países. Ni la rápida expansión del campamento, ni la buena organización de las familias, ni la disposición a trabajar por una solución me sorprendieron mayormente, pues son realidades que nos ha tocado conocer en más de un campamento de nuestro país. Pero fue la casa de Freddy la que captó mi mayor atención. A diferencia de todas, esta era completamente de piedra. De diseño circular y de unos 20 metros cuadrados en total, se adosaba a una roca gigante que se encontraba en el lugar y que hacía de pared. Freddy –constructor de oficio y proveniente de las montañas del Perú– hizo una obra de arquitectura con sus manos. Piedra sobre piedra. Precaria y sencilla. De una belleza y dignidad inconmensurables.

“¿Por qué hiciste tu casa de piedra si todas las otras son de madera?” –pregunté con curiosidad–. Su respuesta no precisaba explicaciones. Con sus manos mostró el cerro que continuaba cuesta arriba y dijo con un tono evidente: “Es que mire usted. En el paisaje desértico de este cerro escaseaban los árboles, pero abundaban las piedras. Para qué hacerla de madera?”. Yo fui incapaz de ver en la piedra abundante una ventaja. Jamás se me habría ocurrido usar una roca como pared y siempre habría pensado que si todos construyen con madera, es porque es la mejor forma de hacerlo. Pero, en esta historia hay un simbolismo especial que nos ayudará a descubrir lo que hoy necesitamos. Este vecino no se contentó con lo que el resto hace, aprovechó los recursos abundantes en el entorno y puso al servicio el máximo de su capacidad constructiva.

 

la casa de piedra de Freddy Mamani

EL FENÓMENO DEL ICEBERG

Chile cuenta con las capacidades, las ideas y también los recursos para enfrentar la escasez habitacional, una emergencia nacional que hoy afecta a más de 500.000 familias, según la última Encuesta Casen. Este es el reto que nos hemos impuesto un grupo de organizaciones que impulsamos el plan “Déficit cero”, que busca que el año 2030 todos los chilenos puedan acceder a una vivienda digna. El último Catastro Nacional de Campamentos 2020-21, publicado por TECHO-Chile y Fundación Vivienda, da cuenta de una situación alarmante: 81.643 familias viven en 969 campamentos en nuestro país. Hablamos del mayor aumento que ha habido en las últimas cuatro décadas, una “explosión” al comparar con las 47.000 familias de 2019 (MINVU, 2019) y que se encuentra precedida por más de 10 años de aumento sostenido de la población en asentamientos informales. Esto nos hace tener hoy más de tres veces los números de 2011 (MINVU, 2011).

Los campamentos son el síntoma de una enfermedad más profunda: el difícil acceso a una casa, especialmente para la población más vulnerable.

Muchas de las familias que llegan a habitar a campamentos previamente vivían de allegados, en situación de hacinamiento o bajo condiciones de arriendo precarias o abusivas. Los datos de distintos estudios (MINVU, 2019; TECHO-Chile, 2017) nos muestran que el campamento muchas veces asoma como una “solución” ante algún evento externo (aumento en el precio del arriendo, pérdida del empleo, incremento de hacinamiento en la vivienda, entre otros) o frente al apremio que vivían las familias en dicha situación previa.

El fenómeno se puede representar como un iceberg: los campamentos –las 81.000 familias– son la punta visible, pero bajo el agua se esconde la mayor parte del mismo, que representa el campamento oculto o invisible de la exclusión habitacional, y que hoy puede estar cuantificado en lo que se denomina déficit habitacional. Una realidad que se torna insostenible y que debe ser enfrentada con urgencia y determinación en el menor plazo posible.

Es relevante comprender que esta escasez es consecuencia de la relación entre una alta demanda, una oferta excluyente y una política pública que no ha podido mediar entre ambas, ni tampoco actualizarse y adaptarse ante los cambios de las últimas décadas en la población. La demanda habitacional ha aumentado considerablemente en magnitud y complejidad, principalmente por el cambio demográfico, el flujo migratorio y una mayor presión de la población por vivir en sectores urbanos y consolidados. A estos elementos, debemos agregar un creciente flujo de inversiones del rubro inmobiliario, aumentando fuertemente esta demanda sobre las viviendas y el suelo.

En consecuencia, el precio de los terrenos ha aumentado de forma abrupta a más del doble en los últimos 15 años, situándose muy por sobre lo que se han incrementado los salarios de la gente. Este escenario ha generado que crecientemente sean más las familias excluidas del acceso a una casa, ya sea en arriendo o propiedad.

Por su parte, la política habitacional sigue estando definida principalmente por subsidios a la demanda, con políticas de suelo casi inexistentes y con un recurso dominante como respuesta, que es una casa nueva como propiedad. Al ritmo de soluciones habitacionales que estamos entregando anualmente para la población más vulnerable, mediante subsidios, el déficit no será superado antes del 2050. Sabemos muy bien que Chile no puede esperar 30 años más.

Recuadro que muestra la evolución histórica de los campamentos en Chile

Fuente: Catastro Nacional de Campamentos 2020-2021, TECHO Chile y Fundación Vivienda.

¿CÓMO ALCANZAR LA META?

En este plano, será necesario descentralizar las soluciones, escalando la diversidad de propuestas, involucrando nuevos actores más locales en la gestión y adaptándolas a las necesidades de los distintos territorios. Tendremos que incrementar por cinco o seis veces los recursos anualmente disponibles para soluciones habitacionales de la población más vulnerable, una inversión muy relevante en tiempos de reactivación económica.

Todo esto deberá ser acompañado por todos los mecanismos públicos y regulatorios para disponer y factibilizar suelo orientado a viviendas sociales en nuestras principales ciudades, de tal forma que los mayores recursos financieros no sean absorbidos por aumentos de precio en el terreno, como ha sucedido con políticas pasadas.

También debemos enfrentar, al mismo tiempo, el déficit urbano, de tal forma que las soluciones habitacionales signifiquen no solo un derecho al techo, sino también a la ciudad y a las oportunidades y servicios que de ella emanan. Por último, y buscando la calidad y la sostenibilidad de las soluciones, debemos comprender que las políticas habitacionales son políticas sociales y que mediante la participación activa de las familias podremos generar mayores niveles de apropiación, cuidado y pertenencia sobre los barrios.

El derecho efectivo a la vivienda, que proponemos desde esta ruta para el déficit cero, será un beneficio social en múltiples dimensiones, pues tiene un impacto en materia educacional, en salud, en el autoestima, en el aspecto económico y en la cohesión social.

Freddy, el vecino de Lampa, puso piedra sobre piedra, pero en la base estaba su familia, su ingenio y su capacidad. Que los tiempos que corren en nuestro país nos sirvan para poner en la base la dignidad y nuestro sentido de comunidad y, desde esos cimientos, construir ciudades justas que brinden energía, que cada quien tenga un lugar para vivir, un techo para crecer y un piso firme para soñar.