• Revista Nº 173
  • Por Nicolás Lazo Jerez

Dossier

Enseñar para el siglo XXI

A lo largo de Chile, numerosos colegios están implementando nuevas metodologías de enseñanza para enfrentar los desafíos actuales y futuros de la sociedad. Aquí, cuatro historias que revelan ese esfuerzo de adaptación y creatividad docentes.

Caminatas diarias en medio de la espesura del bosque. Tutorías de matemáticas impartidas por adolescentes a estudiantes universitarios. Expediciones a una oficina salitrera que aún conserva los rastros del Chile de hace un siglo.

A lo largo del país, numerosos colegios están diseñando e implementando metodologías de aprendizaje innovadoras. Enfrentan un desafío doble: por un lado, asumen la tarea tradicional de guiar la adquisición de conocimientos y el desarrollo integral de los estudiantes; por otro, intentan cubrir las necesidades emergentes que la pandemia reveló.

Algunas de esas estrategias fueron importadas y luego adaptadas a la realidad nacional. También están las que surgieron a partir de inquietudes y oportunidades locales. Todas persiguen el mismo propósito: mejorar la calidad de un sistema educativo cuya crisis se ha diagnosticado una y otra vez durante las últimas décadas. —La cuarta revolución industrial y la revolución digital están aquí, y la pandemia vino a recordarnos su urgencia, sobre todo en términos de enseñar competencias y no solo contenidos a través de formatos y métodos innovadores –dice Vanessa Orrego, psicóloga de la Universidad Diego Portales e investigadora en educación–. Tampoco se trata de partir de cero. El currículo nacional promueve una educación integral, pero también deben impulsarla las escuelas a través de las prácticas docentes. El panorama, coinciden profesores y directivos, no es fácil. Al escenario prepandémico, marcado por la falta de recursos y los problemas de infraestructura, se suman nuevas dificultades, como la brecha tecnológica, el rezago en el aprendizaje y la salud mental.

—Son dos temas: uno técnico y otro reflexivo –agrega Orrego–. El técnico es lo concreto: qué plataforma usar, cómo administrar los recursos, cómo formar digitalmente a docentes y estudiantes. Lo reflexivo es pensar cómo cambia la educación a partir de estos tres años de aprendizaje a distancia para que los niños no se queden atrás. ¿Cómo seguir impulsando cambios en la escuela para llevarla al siglo XXI?

De la respuesta a esta pregunta, advierte, depende lo que viene.

—Habrá comunidades que avancen hacia el siglo XXI, pero otras tratarán de volver a la “vieja” normalidad. Se producirá otra brecha educativa: una entre las escuelas que forman y las que no forman para las complejidades de la sociedad que vivimos.

CLASES SIGNIFICATIVAS

La revinculación escolar es uno de los desafíos que más convocan a Francisca Elgueta (33), profesora de Historia en el colegio Betania de La Granja y colaboradora en la Fundación Súmate. Por el momento, tiene buenos motivos para persistir en ese empeño. Según datos del Ministerio de Educación, solo el año pasado más de cincuenta mil jóvenes abandonaron el sistema escolar.

Su inclinación pedagógica, cuenta, nació mientras estudiaba Licenciatura en Historia en la Universidad Católica. En esa época dictó clases como voluntaria en un colegio del barrio La Chimba, en Recoleta, a adultos que no habían completado la enseñanza básica y media. Fue entonces cuando experimentó una vocación que el año pasado la hizo ganar la versión chilena del Global Teacher Prize, “el Nobel de la educación”. Más tarde, cursó Pedagogía.

Francisca practica el método Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP), un sistema en que los alumnos ofrecen soluciones o responden preguntas mientras desarrollan un producto concreto a largo plazo. El año pasado, sus estudiantes se sumergieron durante cuatro meses en el Holocausto para aprender sobre flagelos actuales como la xenofobia y los discursos de odio. De allí salieron desde pinturas y poemas hasta entrevistas imaginarias a Ana Frank, pasando por propuestas en distintas escalas de promoción del respeto.

—Implica visualizar una ruta desde el principio. Cuando la armas, cada clase se vuelve significativa. Los niños y niñas construyen conocimiento. Hay un sinfín de formas de plantearlo, pero tiene que ver con pensar los procesos de aprendizaje como un recorrido amplio que haga que los estudiantes se involucren y tengan un rol protagónico en la sala.

Convencida de que hace falta más intercambio de herramientas entre profesores, busca crear una plataforma virtual con recursos pedagógicos abiertos a la comunidad docente. “Ser buen profe no tiene que ver con que te cayó un don divino. Esto es una profesión. Hay estrategias que pueden ayudarte a mejorar”, afirma.

Para ella, eso sí, un aspecto clave es motivar la autoestima de los estudiantes.

—Cuando les preguntaron a los alumnos qué se sentía tener de profesora a la ganadora del Global Teacher Prize, dijeron que siempre lo supieron. No porque yo fuera la mejor, sino porque ellos eran merecedores de tener a la mejor. Al final, eso transforma todo.

Revinculación

Revinculación

Francisca Elgueta trabaja para disminuir los índices de abandono escolar. Archivo Francisca Elgueta.

JUGAR EN EL BOSQUE

A casi 900 kilómetros de Santiago, en Valdivia, Claudia Contreras (46) lidera un proyecto educativo que apuesta por el contacto con la naturaleza. Junto a su socia Carola Puschel, en abril de 2021 abrió las puertas del Club del Bosque Valdiviano, un jardín infantil en la Isla Teja basado en el aprendizaje puertas afuera, el juego libre y el pensamiento científico.

Se inspiraron en el modelo forest school, una filosofía de origen europeo según la cual el juego no estructurado en un entorno natural contribuye a la salud física y emocional, el desarrollo cognitivo y social y la conciencia sobre el medio ambiente.

—Cuando los niños están afuera, están todo el tiempo aprendiendo –explica Claudia, profesora general básica certificada en la metodología–. Además, desarrollan una autonomía que no solo se ve en las cosas cotidianas, sino también en la gestión del riesgo.

Para los expertos, las actividades al aire libre favorecen la capacidad de asombro y los hábitos de observación de la realidad en los niños.

—Las funciones ejecutivas emergen de manera más natural en un contexto lúdico y con problemas situados –dice Fernando González, doctor en Educación y director del Centro de Desarrollo Cognitivo de la Universidad Diego Portales–. Al mismo tiempo, la formación en estos hábitos y disposiciones cognitivas genera la base necesaria para desarrollar el pensamiento científico y establece un desarrollo moral adecuado respecto al cuidado y respeto de la naturaleza.

Cada jornada, los niños juegan libremente durante las primeras dos horas, para luego emprender una caminata guiada por alguno de los bosques y parques de la zona. La profesora aclara que este sistema de enseñanza no excluye a quienes viven en la ciudad.

—Una vez a la semana se pueden realizar talleres donde haya naturaleza. No necesariamente en un bosque: puede ser en una plaza o en una huerta en el patio. Lo importante es tener experiencias sistemáticas. Se habla de tres horas por 12 semanas. Eso ya podría producir un efecto positivo.

La metodología ha despertado el interés de la comunidad. En dos años, la matrícula pasó de 15 a 70 niños. En 2024, el proyecto se convertirá en un colegio. Paralelamente, se constituyó en una fundación que asesora a otras instituciones sobre el modelo forest school. “Aquí, la naturaleza se vive en todas partes. Integrarla a la educación era muy necesario”, resume Claudia.

Sin estructuras

Sin estructuras

El modelo forest school estimula la autonomía y la independencia en el juego. Fotografía César Scotti.

APRENDIZAJE HORIZONTAL

Más al sur, en el centro de Coyhaique, está el Liceo Polivalente Josefina Aguirre. Ahí se aplica la metodología Tutorías entre Pares, un sistema donde, mediante preguntas desafiantes en torno a un tema, cada persona encuentra las respuestas que busca y reflexiona sobre su propio proceso de aprendizaje. Tanto el tutor como el tutorado puede ser cualquier integrante de la comunidad escolar, desde un alumno hasta un apoderado.

Martina Caroca (50), profesora de Educación Física, forma parte del núcleo impulsor junto a un grupo de docentes de otras asignaturas. De las tutorías destaca el incentivo a las habilidades sociales, dado que los tutores deben persuadir al resto de la idoneidad del tema y luego exponer los resultados públicamente. También subraya los efectos psicológicos del modelo. “La autoestima de ellos muestra una mejoría increíble. Ha habido chicos problemáticos o de bajo perfil que luego son los mejores tutores”, cuenta.

Las Tutorías entre Pares, nacidas en México hace dos décadas bajo el nombre Redes de Tutoría, fueron traídas a Chile en 2015 por la Fundación Educación 2020. Desde entonces, esa institución las ha implementado con más de tres mil estudiantes en todo Chile.

—Hemos observado que con esta estrategia existe una mejora importante en los aprendizajes curriculares de Lenguaje y Matemáticas –dice Consuelo Iturrieta, coordinadora de Incidencia Pública de la fundación–. Disminuyen las tasas de exclusión educativa y hay un impacto positivo en indicadores de motivación y de convivencia escolar.

Martina Caroca cuenta que, hace un tiempo, alumnos de séptimo y octavo básico impartieron tutorías sobre botánica y matemáticas, entre otras, a estudiantes de Pedagogía de la Universidad Austral. La experiencia resultó enriquecedora para ambas partes.

—Es una metodología de aprendizaje horizontal donde un estudiante puede enseñarle a otra persona, sea un compañero o un profesor o un alcalde, un tema. A través de preguntas, los tutores hacen que el otro aprenda. Pero nunca dan la respuesta. Quienes participan se comportan de igual a igual.

Pensar el aprendizaje

Pensar el aprendizaje

En las Tutorías entre Pares, los participantes reflexionan sobre el proceso educativo. Fotografía Paulina Soussi.

EXPERIENCIAS QUE DEJAN HUELLA

Al otro extremo del país, en Iquique, el Liceo Bicentenario Colegio Diocesano Obispo Labbé se volcó al rescate del patrimonio local. Bajo la guía de un equipo docente transdisciplinario, basado a su vez en la teoría del aprendizaje experiencial, los estudiantes llevan a cabo actividades fuera del aula –como visitas a la salitrera Humberstone–, reflexionan a partir de las vivencias, investigan en terreno y luego aplican lo aprendido creando, por ejemplo, sus propios podcasts temáticos.

En paralelo, proponen iniciativas para intervenir positivamente el barrio El Colorado, donde se ubica el colegio. El año pasado, organizaron una jornada de limpieza para recuperar una plaza deteriorada. ¿La meta? Constatar que aprender tiene un sentido.

—Articulamos el proyecto entre las disciplinas con una columna vertebral común centrada en el desarrollo de competencias globales o las “6C”: creatividad, colaboración, comunicación, ciudadanía, carácter y pensamiento crítico –dice Aileen Flores, profesora y coordinadora de innovación del establecimiento.

Todo empezó en 2016, cuando un grupo de docentes de Historia y Lenguaje planificó la primera salida a Humberstone con alumnos de sexto básico. A partir de entonces, se dedicaron a afinar el proyecto, al que bautizaron “Go jump: expediciones que dejan huella”. En 2020, “Go jump” recibió el premio Elige Innovar, patrocinado por la ONG Elige Educar, la plataforma de crowdfunding Dale Profe y la Fundación Huneeus.

El impacto favorable de esta estrategia es visible, sostienen en el establecimiento. Entre otras cosas, enumeran, permite generar una cultura de aprendizaje constante, repensar los roles dentro de la sala e incentivar el perfeccionamiento y la colaboración entre profesores.

Nuestro objetivo es consolidar el modelo metodológico e implementarlo de manera flexible en la articulación de otros proyectos en distintos niveles y asignaturas, desde educación parvularia hasta el área técnico profesional –dice Mauricio López, rector del colegio–. Otro desafío es imaginar futuros deseables. Los avances en tecnología, como la inteligencia artificial, lo están cambiando todo. Los entornos de aprendizaje no quedarán exentos de esas transformaciones. “Go jump” tiene todos los atributos para ser un piloto que se implemente 100% digital. Creemos que es posible y tenemos pruebas de ello.

 

Rescate patrimonial. El proyecto “Go jump” se adentra en la historia material e inmaterial iquiqueña.