• Revista Nº 171
  • Por Miguel Ortiz y Paula Witt
  • Fotografías Karina Fuenzalida

Dossier

Golpe al bolsillo: un retrato a la crisis profunda

Vivir en tiempos de vacas flacas no es tarea fácil. Cuatro hogares, muy diferentes unos de otros, nos abrieron sus puertas para conocer una realidad que las cifras oficiales no reflejan. ¿Cómo se elabora un presupuesto familiar cuando el dinero, simplemente, no alcanza?

En plena pandemia, equipada de mascarilla, alcohol gel y guantes quirúrgicos,  Luz Martínez (55) se dirige a la feria de las pulgas para vender algunas prendas del fondo de su closet. Más tarde irá a unas casas a depilar a unas clientas con cera con una máquina que compró cuando retiró el 10% de sus fondos de pensiones: “Tuve que acostumbrarme a no tener plata, ¿de dónde iba a sacar?”, cuenta mientras come cazuela en una de las casas en las que le toca hacer aseo los jueves.

Su situación, lamentablemente, está muy lejos de ser un caso aislado. Son miles las familias chilenas que han sentido con fuerza el “golpe al bolsillo” que ha significado la actual crisis económica: según los expertos, el 2022 terminará con una inflación alta, un crecimiento bajo y un desempleo preocupante; todo debido a los coletazos de la pandemia del Covid-19 y a la invasión rusa a Ucrania, entre otros motivos.

Luz vive en Talagante junto a su esposo, dos hijos y una nieta de 12 años, pero de lunes a viernes viaja a Santiago: como muchas mujeres, su sueldo es indispensable para el sustento de su hogar. Su esposo es guardia de seguridad en una ferretería y, en un período normal, la familia cuenta con un ingreso de $800.000, pero estos se redujeron a la mitad durante las cuarentenas impuestas por la autoridad santaria.

“Estuve entre seis y ocho meses sin trabajar. Solo una de mis jefas me siguió depositando todas las semanas, aunque yo no pudiera ir”, dice. El problema se agravó cuando empezaron a llamar desde las casas comerciales y del instituto donde hacía unas semanas había empezado a estudiar podología, para cobrar las deudas pendientes.

“Hablé con mi jefe de carrera y le dije que iba a congelar, que me iba a retirar porque no tenía para pagar las 120 lucas del instituto”, cuenta. Finalmente, el instituto le permitió pagar las mensualidades que debía el año siguiente, mientras que las casas comerciales le ofrecieron repactar sus deudas por cuatro años.

“Antes de la pandemia comprábamos de las hamburguesas más caras y después empezamos a pagar cinco por luca, de esas que las fríes y quedan del porte de una moneda de 50 pesos”, se ríe. Ella agradece que en su casa nunca les faltó para comer, y si no siempre había harina para hacer pan, y que cuando ese pan sobraba, cocinaba unos ricos colegiales con capas de  mermelada y manjar.

Como experto en educación financiera, el ingeniero comercial Alejandro Guzmán asegura que la crisis ha tenido “varias consecuencias para nuestros bolsillos: un impacto en el trabajo, cambios en los ingresos por nuevas modalidades de trabajo, empresas empleadoras que ya no funcionan de la misma manera o que simplemente bajaron la cortina, aumento de trabajos independientes o informales, etcétera”. Sin embargo, plantea Guzmán, “lo más dañino ha sido el recrudecimiento de la inflación, algo que no veíamos desde los años 90 y para lo cual las familias no estaban preparadas”.

Frenazo económico

Frenazo económico

“Estuve entre seis y ocho meses sin trabajar. Solo una de mis jefas me siguió depositando todas las semanas, aunque yo no pudiera ir”, cuenta Luz sobre los problemas económicos que provocó la cuarentena.

ESTRUJANDO UNA PENSIÓN

“Así ha sido mi vida, llena de soledad. Mi mayor miedo es morirme y que no me encuentren”, dice Nelson Osses (78) en el comedor de su pequeño departamento en Estación Central. Está feliz de tener su casa propia, porque de lo contrario no le alcanzaría para vivir con los $235.000 que recibe como pensión: “No es mucho, pero al menos tengo dónde echar mis huesitos y dormir calientito”. Nelson se desplaza con dificultad y a pasos cortos: es diabético, hipertenso y hace un par de meses se operó de una hernia inguinal, cirugía que lo dejó con mucho dolor.

Calculadora en mano, cuenta que debe ser muy metódico con la administración de su dinero. Entre sus gastos fijos está la cuenta de la luz ($8.000), el agua ($5.000) y los gastos comunes del edificio ($40.000). A esto hay que sumarle otros $20.000 más para comprar algunos de los medicamentos que el consultorio no le entrega. Y a pesar de que intenta no salir a la calle para no contagiarse, todos los días va a comprar el pan a la vuelta de la esquina: “Antes me salía $130 cada pan. Yo me compro cinco panes al día. Ahora todo está subiendo y me sale más de $1.000”.

Nelson dice que está cansado. Se ha planteado varias veces si debiera empezar a trabajar de nuevo para solventar otro tipo de gastos, como cambiar su antiguo refrigerador, que ya casi no enfría nada. En tres días más le toca ir a retirar su pensión… y hasta ese momento tiene que estirar los $6.000 que le quedan.

Según Guzmán, “la pérdida o reducción de los ingresos ha llevado a una parte de la clase media al tramo que se conoce como vulnerable. Esto explica el aumento explosivo de familias no pobres que han tenido que buscar en los campamentos una solución parche frente a un arriendo que ya no pueden solventar”. Y en ese sentido, apunta, el aumento del sueldo mínimo a $400.000 no basta: “En términos prácticos, el reajuste del sueldo mínimo viene a cubrir la inflación. En cuanto a la capacidad de compra, las personas quedan en una situación similar al sueldo mínimo anterior ($380.000). Por eso, una familia necesita de al menos dos generadores de ingresos o buscar complementos”, explica.

 

Si plata para el pan. “Antes me salía $130 cada pan. Yo me ¡ compro cinco panes al día. Ahora todo está subiendo y me sale más de $1.000”, cuenta angustiado Nelson Osses.

 

“ESTE ERA UN PAÍS DONDE UNO PODÍA SURGIR”

Rennie Parra (31) y Paola Urdaneta (27) forman una pareja de venezolanos que llegó a Chile en julio de 2017 escapando de la situación política y financiera de su país. “Nuestros amigos que vivían en Santiago nos contaban que con un empleo vendiendo ropa, por ejemplo, podías independizarte y pagar un arriendo”, dice él. “Este era un país donde uno podía surgir”, agrega Paola. Al poco tiempo de llegar, sin embargo, se dieron cuenta de que el panorama era mucho más complicado: durante algunos meses debieron vivir como allegados, compartiendo con otras siete personas un departamento de apenas dos habitaciones.

“Al estrés psicológico de tener a tu familia lejos y querer ayudarla, debes sumar lo complicado que resulta juntar el dinero para salir adelante, mes a mes. Me vine con plata prestada que no había terminado de pagar. Me costó mucho conseguir un trabajo”, cuenta Rennie. En ese contexto, la noticia de que iban a ser padres los sorprendió: “Estábamos muy felices, Natalia vino a llenarnos de felicidad, pero también pensábamos en cómo lo íbamos a hacer con los gastos que significa un nuevo integrante de la familia”.

Afortunadamente, ambos consiguieron trabajo en una importante cadena de cafeterías y hoy se desempeñan como supervisores de local. Cada uno gana

$600.000, más las propinas que dejan los clientes. ¿En qué se les va el dinero? Es Paola quien lleva las cuentas domésticas: “Pagamos $347.020 de arriendo por un departamento de 36 metros cuadrados, frente al Parque de los Reyes, en Santiago centro. Mensualmente son $80.000 de gastos comunes, más $7.000 en agua,

$24.000 en internet, $40.000 en luz, $24.000 en pañales para Natalia, $153.000 en el jardín infantil (más una matrícula de $250.000), $200.000 en el supermercado… y los gastos hormiga se comen el resto”. En transporte casi no gastan porque prefieren ahorrar y moverse en bicicleta. En sus días libres Rennie trabaja como repartidor de comida y Paola vende cintillos para niñas a través de Instagram (@peccas.cl).

Los bonos que entregó el Gobierno durante los meses de confinamiento les ayudaron a comprar algunas cosas para montar la casa propia, lo mismo con la plata de los tres retiros del 10% de sus fondos de pensiones. “Es cansadora la sensación de que uno siempre se está gastando el dinero que recién entró a tu cuenta. Entra y desaparece. Hoy tenemos algunas deudas con las tarjetas de crédito”, cuenta él.

El ingeniero Guzmán asegura que en tiempos de vacas flacas es fundamental confeccionar un presupuesto familiar, tal y como lo hacen Rennie y Paola: “Tiene que ser sincero y realista. Y si los ingresos no cubren los gastos fijos, se deben evaluar algunas decisiones que permitan reducir al máximo el déficit”. En esa misma línea, plantea que para endeudarse “se deben conocer los costos reales del préstamo, la carga anual equivalente (CAE), el costo total del crédito (CTC) y evitar las deudas que tengan intereses muy elevados”.

 

Desde Venezuela. En la fotografía, Rennie Parra y Paola Urdaneta junto a su hija Natalia.

EDUCACIÓN FINANCIERA Y AUTOCONTROL

Otra chilena en crisis es Fernanda Valdebenito (27), diseñadora de la UC. Vivió toda la pandemia en casa de su familia, en Los Ángeles, pero la emoción de su egreso la motivó a regresar a Santiago, junto a su mejor amigo del colegio, para encontrar una buena pega. Después de meses de búsqueda, sin embargo, debió aceptar un trabajo como practicante en donde le pagan $100.000: “Lo acepté porque me quedaba cerca, me puedo ir caminando, y así no gasto en transporte”. Mes a mes destina $50.000 para colaborar con el alquiler del departamento que comparte en Providencia. Con la otra mitad debe hacer malabares: “En lo que más dejé de gastar fue en mi imagen. No puedo comprarme ropa interior, por ejemplo. Hace poco me compré calcetines y fui muy feliz”, cuenta. También empezó a usar una marca de jabón más barata, además de un café que no es tan rico como el que tomaba antes.

Este mes, por ejemplo, a Fernanda la invitaron a un matrimonio. Inmediatamente se puso en campaña para poder acceder a un vestido y accesorios: “Empecé a deshacerme de ropa que ya no ocupo: Vendí un abrigo y una cartera por 14 lucas, con eso me puedo comprar maquillaje. Lo más difícil ha sido tener que depender de mis papás o de mi roomie y la sensación de sentirme un parásito”, remata.

Finalmente, explica Guzmán, existe otro factor que puede ser clave en el éxito de un presupuesto familiar, sobre todo en un momento de crisis: “Una mejor educación financiera es condición necesaria, pero no suficiente, para sortear la crisis. Se requiere también desarrollar disciplina y nuevos hábitos. Todo dependerá, en gran medida, de nuestra voluntad y capacidad de autocontrol”.

Pérdida de libertad

Pérdida de libertad

“Lo más difícil ha sido tener que depender de mis papás o de mi roomie y la sensación de sentirme un parásito”, cuenta Fernanda Valdebenito sobre su presente económico.