punta de una pluma para escribir
  • Revista Nº 173
  • Por Susana Claro

Dossier

La cruzada para relevar la lectura

Desde 1860 la Ley General de Instrucción Primaria estableció que la educación básica o elemental debía cubrir lectura y escritura, aritmética y religión. Un objetivo acotado que, un siglo y medio después, aún no alcanzamos. Antes de la pandemia, más de la mitad de estudiantes terminaban el primer ciclo de educación básica sin habilidades lectoras. Después de casi dos años sin clases presenciales, ¿cómo abordar un desafío que no hemos alcanzado en 163 años?

En este contexto, para enfrentar el aprendizaje de la lectura se requiere una manera colaborativa e innovadora de proceder, constituida por una amplia red de personas, con experiencias y conocimientos diversos, públicos y privados que, articuladas en pos de un desafío común, aceleren el aprendizaje colectivo, probando, evaluando y mejorando muchas soluciones a la vez, y escalando las de mayor impacto.

En efecto, hoy existe una oportunidad única para convocar un esfuerzo colectivo por la lectura. La convicción de que es crucial para la trayectoria de vida de cada estudiante nos llevó, desde la Universidad Católica y a través de un grupo transversal integrado por el Ministerio de Educación, la Universidad de los Andes, el CIAE, la Fundación CMPC y EducaAraucanía a coordinar Por Un Chile Que Lee. Esta es una iniciativa formada por una red público-privada que incluye a más de un centenar de organizaciones (fundaciones, editoriales, emprendimientos, bibliotecas, municipios, sostenedores, docentes y académicos) unidas, por primera vez, bajo el objetivo de que todos los niños y niñas de Chile aprendan a leer.

El espíritu de colaboración de actores tan diversos ha empujado acciones inéditas como la campaña nacional de promoción de la lectura, actividades de apoyo ante la emergencia, el levantamiento de fondos, entre otras.

En marzo pasado se realizó, además, el segundo Encuentro Nacional de trabajo de la red, y se presentaron al Ministerio de Educación propuestas concretas para fortalecer las habilidades lectoras. En este documento se identifican varias áreas donde la academia puede apoyar.

En primer lugar, se declara la necesidad de contar con información sobre el nivel lector en el país para entender la magnitud del problema y focalizar los recursos. Los datos prepandemia identifican 1.202 escuelas con más de la mitad de estudiantes con alto rezago lector, las cuales requieren un apoyo distinto a las demás. Estas se encuentran principalmente en la Región Metropolitana y Valparaíso, donde más de 36.000 estudiantes mostraron alto rezago lector. En contraste, hay regiones con sólo mil estudiantes en esa situación, un desafío acotado que, si no creció durante la pandemia, podría enfrentarse con estrategias individualizadas como tutorías.

Por su parte, el SIMCE permitirá identificar quiénes tienen baja comprensión lectora en 4º básico y II medio, pero esto no es suficiente, pues se debe tener información sobre habilidades como decodificación y fluidez para diseñar estrategias mejor alineadas a las necesidades. Este año, los docentes podrán monitorear de 2° a 4° básico gracias al nuevo instrumento de lectura inicial de la Agencia de Calidad (Diagnóstico para la Reactivación de la lectura). Es importante también atender etapas anteriores (Kinder y primero básico) y, en edades posteriores, asegurar que los vacíos no queden invisibilizados. Luego, monitorear periódicamente para revisar cuán efectivos somos con cada esfuerzo: un paso esencial para acelerar el aprendizaje colectivo del sistema.

Se recomienda, en complemento, implementar métodos de enseñanza de lectura sistemáticos, explícitos y secuenciados, que consideren la diversidad de necesidades del aula y tengan evidencia de su efectividad, junto con formar docentes especialistas en estos métodos. Hoy no tenemos información sobre el¡ impacto de métodos y programas usados en Chile. En el camino hacia un Chile que lee hay aún más acciones y reflexiones listadas por realizar. El trabajo colectivo en red podrá acelerar la identificación, implementación y mejora de estas. Crear ecosistemas con una meta común, conectados y diversos, construyendo soluciones sobre la experiencia y la evidencia, potenciará la inteligencia colectiva indispensable para los desafíos complejos de la reactivación.