• Revista Nº 173
  • Por Neva Milicic y Teresita Marchant
  • Ilustraciones MILLO

Dossier

Las cicatrices emocionales de la pandemia en el aula

Para enfrentar los desafíos en educación es importante ver las oportunidades que la pandemia generó en nuestros entornos escolares para, de esta forma, construir desde el conocimiento de la realidad actual y de los aprendizajes que nos dejó.

El transitar por la pandemia y pospandemia ha sido una experiencia difícil, cargada de temores, incertidumbres y experiencias muy dolorosas: pérdidas, duelos y situaciones límite. El efecto en la salud mental y en diferentes ámbitos ha sido enorme para todos, pero muy especialmente para los niños, niñas y adolescentes. Coincidimos con el neurólogo colombiano Jorge Eslava, quien plantea: “La arquitectura afectivo-emocional no es un accidente lateral en la construcción de un niño y en sus realidades cotidianas. Al final del día es esa arquitectura la determinante fundamental de su desempeño, de su éxito o fracaso y de su felicidad. Y si ello siempre fue evidente o debió serlo, esa realidad se torna absoluta y contundentemente inocultable hoy, en los tiempos de pandemia. Nuestros niños han sufrido lo indecible.

¡Regresan a las aulas con todas esas cicatrices emocionales y llevarán con ellos profundos impactos de estas en sus comportamientos, relacionamiento y felicidad!

¡Y el aula debe estar preparada para recibirlos!” (Milicic, N.; Marchant, T. y López de Lérida, S.; 2022, p. 27).

Las emociones ya no pueden ser comprendidas como un adicional o un complemento de la educación, sino que son ingredientes inherentes a toda interacción y proceso pedagógico. La formación emocional y ética está ocupando un espacio significativo en los entornos educativos. “La historia nos muestra que las emociones son poderosas; que han forjado el mundo en la misma medida que haya podido hacerlo cualquier tecnología, movimiento político o intelectual. Fueron ellas las que sentaron las bases de las religiones, las indagaciones filosóficas y la búsqueda del conocimiento y de la riqueza. Sin embargo, también pueden ser una fuerza oscura capaz de destruir mundos a través de la guerra, la codicia y la desconfianza” (Firth-Godbehere, R.; 2022, p. 17).

Si queremos que se inicie un nuevo desarrollo pospandemia, es necesario que haya personas e instituciones que operen como tutores de resiliencia. Los entornos escolares pueden ser uno de ellos. Un gran desafío que se les plantea es la búsqueda del bienestar emocional de los alumnos y profesores, y su retención dentro del sistema. Creemos que los vínculos de los alumnos con los profesores y con su grupo de pares, y de los profesores con sus alumnos y entorno son un factor central de reparación. Las crisis pueden sobrellevarse mejor gracias a los vínculos e incluso es posible aprender y crecer a partir de ellas. Toda crisis puede ser una oportunidad. En el Congreso Futuro 2023 Anna Forés señaló los vínculos como uno de los pilares del aprendizaje: “Abandono cuando no me siento parte”.

 

 

LA REPARACIÓN

Para remediar las problemáticas que enfrentamos hoy, tanto en lo emocional como lo académico, nos parece importante visualizar las oportunidades que la pandemia generó en nuestros entornos educativos. Construir desde el conocimiento de la realidad actual y de los aprendizajes que nos dejó.

En primer lugar, nos hizo tomar mayor conciencia de que somos seres sociales. En la escucha y participación activa los niños y adolescentes construyen lazos y comunicación, tanto con los adultos como entre ellos, y desarrollan un cerebro más activo y conectado.

Padres y docentes son fundamentales para hacer sentir a los alumnos aceptados o rechazados, competentes o incompetentes, y ofrecerles oportunidades educativas. Los vínculos son fundamentales para el desarrollo personal y la convivencia. Un buen vínculo consigo mismo ayuda al desarrollo de personalidades resilientes que se conocen a sí mismas, que confían en sus capacidades para alcanzar sus sueños y aportar a una sociedad más justa y armónica. Un buen vínculo con los otros permite formar personas que saben convivir, empatizar, autorregularse, colaborar y abordar conflictos. Un buen vínculo con el entorno permite desarrollar alumnos líderes, con comportamiento prosocial y ético, que asumen responsabilidades considerando los derechos de los otros y que saben comunicarse.

La pandemia mostró lo fundamental que es lo socioemocional para el aprendizaje. Los alumnos, sin un clima social adecuado, ya sea en el hogar o en las escuelas, no pueden aprender de forma correcta. Nos debemos preguntar si el clima social escolar donde estamos educando es un espacio tóxico o uno nutritivo que permite una educación de calidad.

Esto nos recuerda que los educadores tenemos que aumentar nuestros repertorios emocionales, ya que muchas veces han resultado ser insuficientes para promover nuestro propio bienestar y acompañar el de nuestros estudiantes y comunidades educativas. Como educadores potenciamos nuestra influencia si aprendemos más de cómo desarrollar climas nutritivos, la importancia de los microclimas, de las experiencias cristalizadoras, de apego seguro y de cómo las crisis afectan el clima escolar y a nosotros los docentes. Las experiencias que vive un alumno en la vida familiar y escolar dejan huellas en su memoria autobiográfica que serán fundamentales en la valoración que haga de sí mismo, de sus proyectos de vida y los sueños que construya.

Una vía para encontrarnos, para comprender que las relaciones interpersonales son recíprocas, para promover los aprendizajes y desarrollar resiliencia es la lectura, y se requiere un capítulo especial para destacar su relevancia en la educación. Cabe aquí aplaudir las nuevas iniciativas que surgen ante el desastroso escenario en las competencias lectoras pospandemia. Por ejemplo, la campaña “Por un Chile que lee”, que incorpora el apoyo y compromiso de la ciudadanía, que fortalece la imagen de un entorno que se une y responde ante la adversidad.

PERMITIR EL DESARROLLO DE TRAYECTORIAS DIFERENTES

La pandemia nos recordó la importancia de escuchar y de conocer a nuestros hijos y alumnos. Recoger, saber cómo están y desde ahí enseñarles. Padres y profesores juegan un rol clave en el desarrollo de la empatía y de la preocupación por el otro. La empatía es un aspecto esencial en la educación, ya que nos ayuda a ver el mundo a través de los ojos del otro, a percibir lo que siente, comprender sus experiencias, notar su sufrimiento y querer remediarlo, así como también deleitarnos con su felicidad, sus logros y bienestar (Siegel, D. y Payne, T., 2020).

Al escuchar más, se hizo más evidente el tema de respetar y valorar la diversidad y la importancia de dar más autonomía a hijos y alumnos para alcanzar sus metas. Quizás uno de los temas centrales para la educación emocional sea crear espacios en que los estudiantes puedan visualizar quiénes son y quiénes quieren ser, favoreciendo la diversidad más que la uniformidad, permitiendo mayor libertad académica y diseñando un currículum que permita el desarrollo de trayectorias diferentes. Si cada cual tiene un sentido de propósito se le abrirán ventanas, tendrá más energía para alcanzar sus metas y fortalecerá su autoestima, que será protectora de problemas emocionales y contribuirá a una mejor salud mental.

La pandemia permitió tomar conciencia de la necesidad de un mayor y mejor vínculo escuela-familia. Hizo que nos conociéramos más y que valoráramos el aporte de cada uno. Que como padres valoráramos más a los profesores y lo que la escuela entrega, la reconociéramos como un espacio protector que provee de múltiples experiencias para el desarrollo integral, donde hay profesores que muchas veces son modelos de apego secundario para nuestros hijos y donde ellos conviven con pares que son parte fundamental de su desarrollo personal y social. La escuela como espacio donde los alumnos aprenden, desarrollan habilidades básicas como la lectura, el razonamiento lógico-matemático y el razonamiento científico, y desarrollan talentos. Como comunidades educativas nos abrimos a conocer la realidad de las familias y a establecer puentes de comunicación. Es importante hacer esfuerzos para mantener estos nexos.

El transitar de un modelo educativo presencial a uno a distancia, atravesado por la emergencia y por las precariedades tecnológicas, agudizó la necesidad de educación mediática. Las cuarentenas evidenciaron las precariedades tecnológicas y la gran disparidad de su acceso y uso en distintas realidades socioeconómicas, en lo urbano y lo rural. Pero fue también un período de gran avance en la formación “obligada” de directivos, docentes y padres en tecnología. Hubo que conocerla y utilizarla como herramienta de vínculo y comunicación con los alumnos, con otros docentes y las familias; como herramienta educativa, de formación y recreativa. En sectores desaventajados socioeconómicamente, los padres se abrieron a nuevas formas de comunicación: mails, Whatsapp, recepción de material educativo y uso de plataformas educativas.

Gracias a la pandemia las escuelas se abrieron a la educación online, al aprendizaje híbrido, al uso de instancias presenciales combinadas con el empleo de herramientas tecnológicas para desarrollar el aprendizaje. Hoy existe mayor apertura a incorporar otros lenguajes: charlas magistrales, videos cortos, películas, audiocuentos. El uso de la tecnología también incrementó la comunicación con otros establecimientos educativos, el acceso a instancias de formación nacional e internacional. Es preciso avanzar en el buen uso de las tecnologías y una mirada ética y crítica de estas, sus ventajas y sus dificultades.

El buen uso de la tecnología y de sus recursos educativos ha brindado a los alumnos más espacios de autonomía y de trabajo por niveles. La clase frontal dejó de ser casi la única metodología de enseñanza y hoy existe más trabajo grupal que permite que los alumnos aprendan no solo del profesor, sino de sus pares y se puede profundizar en cómo cooperar y enfrentar conflictos.

El crecimiento logrado en la educación a partir de la pandemia ha permitido constatar que las interacciones y las oportunidades, tanto presentes como ausentes, impactan el desarrollo de nuestros alumnos. Al educar no solo estamos entregando conocimientos y formación, sino que estamos construyendo cerebro. Como hemos sostenido en trabajos anteriores, “en la docencia no solo es importante la destreza que se tenga con respecto del área de especialización; también son igualmente relevantes las competencias para comprender y vincularse con los alumnos que requieren aprender estos conocimientos. El centro ya no está en el conocimiento, sino en el desarrollo integral de los niños y jóvenes, el cual tiene que comenzar desde la preparación docente” (Milicic et al.; 2022, p. 57).

Si bien aún no sabemos la magnitud del daño de la pandemia, sí se tiene conocimiento de desarrollo socioemocional y de cómo contener y sobreponerse a la adversidad. Creemos que tomando conciencia de lo fundamental que es el desarrollo socioemocional para el aprendizaje, que somos seres sociales, y que todos los miembros de la comunidad educativa necesitan sentirse aceptados y valorados, y si trabajamos en los vínculos, la empatía, la escucha activa, la autonomía; si incentivamos la lectura, el respeto a la diversidad, la formación en el buen uso de la tecnología, el cuidado de la relación familia/escuela, estaremos apoyando tanto a alumnos, directivos y profesores, como a las familias en el proceso educativo pospandemia.

 

Para leer más

  • Arón, A. y Milicic, N. (2017). Clima social escolar: ¿un espacio tóxico o nutritivo?. Ediciones SM-Somos Maestros.
  • Cyrulnik, B. (2008). Los patitos feos. La resiliencia: una infancia infeliz no determina la vida. Editorial Gedisa.
  • Forés, A. (2023). Congreso Futuro 2023. Santiago, Chile.
  • Firth-Godbehere, R. (2022). HomoEmoticus. La historia de la humanidad contada a través de las emociones. Penguin Random House.
  • Goleman, D. (2017). Empatía: Rasgos alterados. Penguin Random House LLC.
  • Milicic, N.; Marchant, T. y López de Lérida, S. (2022). Formación emocional en entornos educativos. SM.
  • Siegel, D. y Payne, T. (2020). The power of showing up. Griffin Press, Scribe Publications.