Millennials: la batalla de una generación por los “hermanos animales”
Ser conscientes del daño que la actividad humana está causando al planeta y promover cambios para evitarlo es uno de los rasgos sobresalientes de los jóvenes millennials. Esto involucra desde una nueva forma de relacionarse con el mundo animal hasta la adopción de drásticos vuelcos en los estilos de vida, con el veganismo convertido en una tendencia en ascenso. Más ahora, cuando el covid-19 muestra que destruir la naturaleza se convirtió en un boomerang de mortífero poder lanzado por el hombre, y que hoy vuelve hacia él.
Crecieron viendo programas sobre la vida de otras especies en alejados rincones del mundo, aprendiendo sobre hábitats, riesgo de extinción, deforestación y otros efectos que provoca el quehacer humano cuando desbarata los equilibrios de la naturaleza.
Hoy, convertidos en jóvenes adultos, han aumentado el consumo de información sobre cómo los daños causados al medioambiente, y en especial a la fauna del planeta, están pasando la cuenta. La era digital ha puesto a disposición informes científicos, campañas de ONG, documentales y contenidos en redes sociales, con blogueros transformados en referentes.
Así se enteran, por ejemplo, de los detalles del funcionamiento de los mercados húmedos, como el de Wuhan, en China. Estos lugares se llaman así, en parte, por el derretimiento de los hielos que se usan para conservar los productos y también por los fluidos de animales que empapan el suelo cuando se les quita la vida. Algunos son elegidos mientras están vivos, por clientes que buscan comer carne de ejemplares recién sacrificados.
En Chile, la ONG Animal Libre apoya la prohibición global de estos mercados húmedos y del tráfico de animales salvajes, una iniciativa que también promueve la ONG Igualdad Animal.
A muchos de quienes tienen hoy entre 20 y 40 años les impacta conocer el sufrimiento que se inflige a distintas especies en los mercados húmedos, y les preocupa que estos lugares sean un caldo de cultivo para la propagación de enfermedades zoonóticas, aquellas que se transmiten de animales silvestres a humanos. Razones no les faltan. Se considera probable que el covid-19 se desarrollara en un murciélago y que luego llegara a los humanos a través de otra especie.
Antes del covid-19 surgieron otros casos de enfermedades que saltaron de los animales al hombre convertidos en coronavirus. Ocurrió con el SARS en 2002, y con el MERS en 2012. “Sabemos que un 60% de las patologías infecciosas conocidas en humanos y un 75% de todas las enfermedades infecciosas emergentes son zoonóticas”, afirma el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, en su informe “Prevenir la próxima pandemia: Zoonosis y cómo romper la cadena de transmisión”, del año 2020.
LOS EXPLOTADOS
Un estudio del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de agosto de 2019 detalla que la agricultura, la silvicultura y otros usos humanos de la tierra representan actualmente el 23% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero producidas por el hombre. Respaldada en este y otros reportes, la idea de que la industria alimentaria es responsable de parte sustantiva de la contaminación a nivel global se ha instalado en los millennials. Apuntan con disgusto a la producción ganadera por la cantidad de residuos que genera, la degradación de suelos que provoca y por la cantidad de agua que utiliza. Subrayan que la expansión de las extensiones de tierra dedicada a la cría de ganado y de cultivos para su alimentación provoca la ruptura de biodiversidades y equilibrios naturales.
La fuerza que han cobrado estas críticas entre los sub-40 está impulsando cambios en grandes compañías del rubro. Así es como la segunda mayor cadena de hamburguesas a nivel mundial ha elaborado productos preparados con carne vegetal y también desarrolló un forraje que reduce las emisiones de metano que generan las vacas.
Los jóvenes también critican los sistemas de producción de la industria alimentaria sobre la base de animales, por la crueldad que conllevan. Por ejemplo, el hacinamiento de ejemplares en granjas, como gallinas en pequeñas jaulas en las que viven amontonadas por años, produciendo huevos; o el de cerdos cuyas existencias también transcurren confinadas en exiguos espacios.
En uno de sus artículos sobre la crueldad animal, el diario español El País (27 de octubre de 2019) informa que, según datos del Ministerio de Agricultura de España, en esa nación hay más de 38 millones de gallinas que viven hacinadas en jaulas, en el espacio equivalente a una hoja de papel, sin ver la luz solar, con los picos cortados (para evitar que se agredan unas a otras) y en un estrés permanente.
También la cadena alemana de televisión Deutsche Welle ha realizado reportajes en la misma línea. Uno de ellos es “Transporte animal, una infinita crueldad”.
Conocer estas realidades, a través de las múltiples plataformas de información digital disponibles, es el punto de partida para muchos jóvenes que optaron por convertirse en veganos.
VEGANISMO: MÁS QUE UNA DIETA
Camila Campos tiene 32 años, es nutricionista, voluntaria de organizaciones de protección animal, fue vegetariana por largo tiempo y desde hace 5 años es vegana. “Me di cuenta de que no podía seguir comiéndome a unos y salvando a otros. Eso no es coherente. Es especismo. Desde que miré a los ojos a uno de mis perros recién rescatado, vi el miedo y el dolor que había sufrido, y después miré mi plato con un pedazo de un cuerpo de un animal, dije nunca más voy a ser parte del sufrimiento y crueldad que deben soportar millones de seres vivos cada día”.
El veganismo va mucho más allá de ser simplemente un tipo de dieta, asegura esta profesional. “Es un principio ético y moral que se fundamenta en que todos los seres sintientes deben ser respetados y valorados como fines en sí mismos, nunca como objetos o medios”. Según Camila Campos, el veganismo es una transformación de vida, que quizás empieza con la alimentación al dejar de consumir productos de origen animal, pero luego trasciende a otros niveles.
Por su parte, Catalina Inzunza, diseñadora industrial de 27 años y vegana, relata que su estilo de vida ha cambiado por completo luego que comenzó a investigar, a través de ONG, redes sociales e influencers, en qué consistía el concepto de cruelty free.
“Aprendí que algunos productos que yo compraba eran de origen animal, y que casi todos todas las marcas de cosméticos y cuidado personal que usaba, como shampoo, cremas, desodorante y pasta de dientes, realizaban testeos en animales. Eso me chocó brutalmente. Empecé a ver videos de cómo se hacían esas pruebas, y las atrocidades que incluían. Dejé de comprar esas marcas e investigué las opciones cruelty free”.
La transformación de vida de esta joven, que vive con tres perros adoptados, se extendió a otros ámbitos. “No compro vestimentas de cuero. Elijo productos que sean orgánicos y a empresas capaces de demostrar que realizan acciones para producir de manera sustentable. También intento consumir artículos de segunda mano que cuenten con certificación vegana, y solo compro lo que realmente necesito para no caer en el consumismo. Me esfuerzo por vivir de forma minimalista”.
Catalina Inzunza se informa sobre lo que ocurre en el mundo en materia de protección de los animales, de las iniciativas que se promueven, para así firmar peticiones y compartir información con amigos y seguidores, y concientizar a la gente. Está convencida de que parte importante de su generación ha tomado mayor conciencia. “Queremos dejar atrás el egocentrismo y mirar al del lado, ya sea este una persona, un animal o la naturaleza”.
LAZOS EMOCIONALES
Daniella Leal, 38 años, académica del Instituto de Sociología de la UC, asevera que la preocupación por los otros habitantes del planeta se ha venido gestando desde hace décadas, con acciones como denunciar el maltrato animal, cuestionar la exhibición en circos y debatir sobre la existencia de zoológicos, y que la generación de políticas públicas es un ejemplo de cómo se ha instalado el tema en la sociedad. “Vemos que hay una necesidad de responsabilizarse por otros seres vivos y de crear lazos emocionales con ellos”, señala la socióloga. Y agrega que es posible que los jóvenes busquen replantear su relación con la naturaleza y el mundo animal como una forma de realizar un aporte al mundo del futuro.
Daniella Leal puntualiza que, aunque existe interés en hacerlo, hasta ahora no se ha estimado cuánto crecerá la opción de vida vegana y de otras formas de expresión de una cultura que valoriza altamente a los animales. “Podemos afirmar que crecientemente se ven jóvenes que compran productos cruelty free y personas que son veganas, pero debemos considerar la restricción económica asociada. Hay gente que dice ‘me encantaría ser vegano, pero no tengo los recursos’”. Un indicador certero del dinamismo de esta forma de vida, asegura Daniella Leal, es el crecimiento del mercado que lo abastece.
Otra tendencia que también ha impulsado fuertemente al mercado es la de considerar a las mascotas como un miembro más de la familia.
Junto con un descenso en la natalidad, se ha producido un cambio de estatus de las mascotas, señala Daniella Leal. “Tener hijos ya no es una meta obligada. Antes de esta generación se veía con cierta culpa o sanción social. Ahora existen nuevas formas de familias que son tan válidas como las tradicionales”. Algo que en su propio caso se cumple totalmente, con su pembroke corgi. “Con mi pareja es nuestro arreglo familiar. Es como nuestro pequeño hijo”.
Esta visión, compartida por muchos millennials, explica el aumento de ofertas de productos y servicios para mascotas, incluyendo peluquerías, salones de belleza, ropa, juguetes, hoteles, isapres, cementerios, fiestas de cumpleaños, con tortas especiales y hasta joyas.
Daniella Leal ha constatado que existen distintos paradigmas sobre el cuidado de las mascotas. “Si deben estar entrenadas para ser obedientes o, por el contrario, deben ser libres. Si tienen que dormir fuera de la casa o adentro, incluso en la cama de sus dueños”.
Respecto a la excesiva humanización de las mascotas que realizan algunos pet lovers, Daniella Leal sostiene: “A mí me genera cierta disonancia porque, en mi opinión, no se está respetando su individualidad. Se le puede querer y consentir y darle el mejor tratamiento, pero ir más allá es negarle su propia identidad”, asevera la socióloga.
Paula Léniz, de 31 años, mamá de una niña, bloguera y veterinaria, coincide con este enfoque. Por eso, Juni, su perrita recogida de 12 años y a la que presenta como uno de más de su familia, no usa ropa. “No es humana”, explica esta profesional vegana, que trabaja en un refugio para perros y es activista por el cuidado y empatía hacia todos los animales no humanos. La principal batalla de Paula Léniz es que las personas dejemos de mirar a los animales desde una visión antropocentrista. “Son parte de este mundo, seres sintientes y conscientes, igual que nosotros”.
Para Diego Bello, estudiante de Pedagogía Básica en el campus Villarrica de la UC, los animales aportan cariño, compañía y sorprenden por su sabiduría. Su visión sobre las otras especies está influenciada por la cultura mapuche, de la que es parte. “Para nosotros la naturaleza no es una cosa. Va más allá de ser una simple fuente de recursos para el ser humano. La Ñuke Mapu está viva, y cada elemento de ella merece respeto. Ningún ser es más que otro”.
Ruptura de Límites
“Hay miles de enfermedades no presentes en humanos que están en entornos silvestres. Algunas logran llegar a nosotros como la rabia, las gripes aviares, el paludismo o la tuberculosis”, sostiene Aldemar Acevedo, 38 años, magíster en Ecología y alumno de cuarto año del Doctorado en Ciencias Biológicas de la UC.
Acevedo subraya que se ha producido una expansión de la frontera agrícola y ganadera y de otras prácticas que rompen los límites entre las actividades humanas y los ciclos ecológicos. “Cada día vemos la devastación de ecosistemas vitales para nuestro planeta, como el
Amazonas”. Por eso, considera prioritario generar políticas ambientales que protejan los recursos naturales, restrinjan el tráfico y comercio de especies silvestres, y que tengan mayor control en los procesos industriales que involucren el uso y la comercialización de animales.
“La alteración de entornos naturales aumenta la probabilidad de la aparición de nuevas epidemias como la que estamos viviendo hoy en día”, advierte este científico. Consultado sobre qué especie podría desencadenar una nueva enfermedad como el covid-19, el investigador de Biología Evolutiva responde: “Podría ser cualquiera”.