• Revista Nº 172
  • Por Mario Santana Quintero

Dossier

Patrimonio: un tesoro vulnerable

El mundo de la conservación mundial atraviesa por grandes retos de carácter ambiental, social y económico. Por ejemplo, la tarea de adaptar el patrimonio al cambio climático no se ha desarrollado del todo y grandes sitios se han visto afectados por modificaciones en el parámetro en precipitaciones o el efecto de la erosión. Otras amenazas surgen en territorios en guerra o en sitios con graves conflictos sociales. Todo lo anterior debe ser supeditado a la relevancia de proteger nuestro legado para las nuevas generaciones.

Conservar el pasado es un instinto humano natural. Atribuir significado a algunos territorios o cosas y querer salvarlos para transmitir ciertas ideas es una parte inherente de la condición humana. Los lugares significativos son nuestros hogares y comunidades: nos recuerdan acontecimientos, personas y familias importantes y nos unen a todos con las generaciones pasadas, presentes y futuras. Estos son ejemplos tangibles de educación, memoria e historia.

En las últimas cinco décadas, la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial, Cultural y Natural ha demostrado ser el instrumento internacional más eficaz que integra los conceptos de conservación de la naturaleza y los bienes culturales en un único documento (UNESCO, 1972). Este organismo ha desplegado millones de dólares y un importante número de recursos humanos para la protección, colaboración, investigación y valorización del patrimonio cultural.

La campaña de los años setenta para salvar los templos de Abu Simbel en Egipto (Martini, K.; 1964); la conservación de los templos de Borobudur, en Indonesia (Soekmono, R. y Vooute, C. 1983); el rescate del valle de Bamiyán, en Afganistán (Han, J.; Bawary, R.B. y Bruno, A.; 2018) y, recientemente, la rehabilitación de Mosul, en Irak (UNESCO, 2022), han sido grandes proyectos que la UNESCO ha impulsado en estos más de cincuenta años de existencia.

En el frente de la sociedad civil, la fundación del Comité Internacional de Monumento y Sitios (ICOMOS, por su sigla en inglés) tras su creación en Varsovia (1965), la redacción de la carta de Venecia (1964), la producción de los principios de Nara sobre autenticidad (1994) y su apoyo a la UNESCO como organización consultiva de la convención de Patrimonio Mundial han permitido a miles de generaciones de profesionales de la conservación contribuir, a través del mundo, a esta importante tarea de proteger nuestro legado del pasado para el presente y el futuro.

Sin embargo, el mundo de la conservación mundial atraviesa por grandes retos de carácter ambiental, social y económico. Por ejemplo, la tarea de adaptar el patrimonio al cambio climático no se ha desarrollado del todo y grandes sitios se han visto afectados por modificaciones en el parámetro en precipitaciones o el efecto de la erosión.

Recientemente, el sitio de Mohenjo-Daro en Pakistán estuvo bajo una precipitación de 1.400 mm de lluvia, que según expertos nunca había sucedido desde su descubrimiento, en 1922 (Hussain, A.; 2022), la que dañó sustancialmente su integridad física. Estas ruinas, ubicadas en la enorme ciudad que lleva el mismo nombre, fue construida enteramente con ladrillos sin cocer en el tercer milenio antes de Cristo, y se encuentran en el valle del Indo. Fue inscrita en la lista de patrimonio mundial por criterios II y III , por su gran importancia como primer indicio de planeamiento urbano a gran escala (UNESCO, 1980).

MOHENJO-DARO

MOHENJO-DARO

Ubicada en Pakistán y con un sistema hidráulico que compite con los estándares modernos, esta fue una de las ciudades más grandes de la Edad del Bronce.

EL PATRIMONIO EN EL CAMPO DE BATALLA

Otro reto en la conservación es el incremento de conflictos militares en Ucrania, Yemen o Siria, donde muchos sitios patrimoniales se han visto dañados parcialmente. Por ejemplo, la situación del centro urbano de Alepo ha sido una catástrofe para toda la humanidad, y muchas organizaciones mundiales han invertido millones de dólares para conservar y mantener esta importante ciudad.

Sin embargo, el campo de la conservación se ha enfrentado a retos aún mayores, con ningún precedente, y que llaman a ideas más innovadoras. Por ejemplo, la pandemia del Covid-19 y su alarmante impacto en la economía de las comunidades y actores del patrimonio mundial ha evidenciado la fragilidad del turismo en la sostenibilidad de estos sitios y la dependencia a sus ingresos. Por otro lado, las explosiones sociales de carácter político, donde áreas del centro histórico de Santiago de Chile y Valparaíso fueron dañadas con grafitis durante las protestas. Solo en Valparaíso, en el año 2020, más de 329 monumentos fueron afectados (Montes, R.; 2020) debido a protestas contra la política económica del gobierno. Recientemente, se ha producido el perjuicio a grandes obras artísticas por parte de ambientalistas, quienes de forma intencional lanzaron puré de papas a una pintura de Monet (Pérez, R.; 2022). Luego, han sucedido otros eventos similares.

Daño patrimonial

Daño patrimonial

En la imagen se observa el deterioro de estas ruinas de Palmira, antes y después del ataque de ISIS.

ASUMIR UNA RESPONSABILIDAD HISTÓRICA

Las razones para dañar la integridad física del patrimonio mundial pueden provenir de estructuras de poder (religión, economía, política, etc.) y otras de los ciudadanos (protestas, causas sociales, etc.). Sin embargo, todas obedecen a una falta de responsabilidad colectiva, en la cual los actores políticos, sociales, religiosos y otros evaden asumir un daño que es irreparable a recursos que no son renovables. Su pérdida potencial no solo impacta su legado histórico, sino que también evita que nuestros niños y otras generaciones futuras de la humanidad puedan disfrutar de ellos.

En Canadá, por ejemplo, el progreso en las políticas de inclusión de las comunidades indígenas ha tenido un gran impacto en el patrimonio. Actualmente, hablamos de descolonizar edificios construidos durante la colonización del territorio, en los que se ha abierto un diálogo con profesionales patrimoniales indígenas para manifestar su opinión, aunque muchas veces no ha sido del todo efectivo. Sin embargo, este gesto es un paso a una sociedad donde reconocemos los errores del pasado, sin tener que dañar o destruir nuestro ambiente construido o elementos patrimoniales, dispuestos a oír a aquellas comunidades que fueron silenciadas por tanto tiempo.

En 2022, la Universidad de Ryerson, en Toronto, decidió llamarse Universidad Metropolitana de Toronto debido al “rechazo al papel histórico de Egerton Ryerson, personaje que dio nombre a la institución, y quien tuvo vínculo con las escuelas residenciales para niños indígenas en Canadá” (Mitsui, E.; 2022). Estas escuelas han sido condenadas por la sociedad mundial tras conocerse que eran sitios en los que los niños eran apartados de su familia y de su cultura, además de ser abusados física y sexualmente.

Por otro lado, la creación de un centro para conservar la memoria del patrimonio cultural de la minoría Rohingya es un gran avance de la comunidad internacional como parte de los esfuerzos humanitarios. Dicha comunidad, que fue desplazada en Myanmar, es apoyada por la organización internacional para la migración, o como se conoce por sus siglas IOM (Crawford J. y James H.; 2021), un actor totalmente distinto a las organizaciones culturales tradicionales que han reconocido el valor esencial del patrimonio.

Cualquiera que sea la razón por la cual un autor político o social decide atacar la integridad del patrimonio ante riesgos ambientales, por conflictos armados o protestas, es un tema que requiere un diálogo incluyente y participativo. Lo más fácil es reclamar que la culpa está en factores externos y no asumir una responsabilidad compartida y que nuestros actos afectarán la posibilidad de que generaciones futuras puedan disfrutar de este legado. Tomar libremente la decisión de destruir o dañar de forma irreparable parte del patrimonio es tener una gran carencia de criterio y sentido humanitario.

 

En memoria. En la imagen, algunas vistas del Centro de la Memoria Cultural Rohingya, en Bangladesh, que pretende sensibilizar a las futuras generaciones sobre la violencia que sufrió este grupo étnico por parte de las autoridades birmanas.

 

PARA LEER MÁS

  • Crawford, J. y James, H. (2021). “Cultural memory centre seeks to preserve Rohingya heritage”. Swissinfo. Recuperado del sitio de Swiss Broadcasting Corporation (SBC).
  • Han, J.; Bawary, M.R.; y Bruno,A. (2018). “Los Budas de Bamiyán: cuestiones de reconstrucción”. Revista del Patrimonio Mundial, 86, p. 40-45.
  • Hussain, A. (2022). “Record rains in Pakistan damage MohenjoDaro archaeological site”. Recuperado del sitio Al Jazeera.
  • Heinz Martini, K. (1964). “El Rescate de Abu Simbel”. El Correo de la UNESCO: una ventana abierta sobre el mundo, XVII, 12, p. 10-15.
  • Mitsui, E. (10 de noviembre, 2022). “La Universidad Ryerson cambia su nombre por Universidad Metropolitana de Toronto”. Recuperado del sitio Radio Canada Internacional (RCI).
  • Montes, R. (23 de enero, 2020). “Las protestas de Chile cuestionan la historia oficial de las esculturas”. Diario El País, España.
  • Pérez, R. (10 de noviembre 2022). “Activistas por el clima versus obras de arte: esta vez lanzaron puré de papas contra un ‘Monet’”. Recuperado del sitio de France 24 TV.
  • Seth, N. (2018). “Five years of conflict: the state of cultural heritage in the Ancient City of Aleppo; A comprehensive multi-temporal satellite imagery-based damage analysis for the Ancient City of Aleppo”. UNESCO and United Nations Institute for Training and Research, París, Francia.
  • Soekmono, R. y Vooute, C. (1983). “Cómo se salvó Borobudur”. El Correo de la UNESCO: una ventana abierta sobre el mundo, p. 16-23.
  • UNESCO (1980). “Archaeological Ruins at Mohenjo-Daro”. Recuperado del sitio World Heritage Convention de la UNESCO.
  • UNESCO (1972). “Convención sobre la protección del patrimonio mundial, cultural y natural”. Recuperado del sitio World Heritage Convention de la UNESCO.
  • UNESCO (2022). Revive the spirit of Mosul. UNESCO.