• Revista Nº 173
  • Por Sofía Beuchat

Dossier

Stephan Huber “Que los niños y niñas vean que tienen un futuro”

Con una mirada tan crítica como constructiva, el director del Instituto de Gestión y Economía de la Educación de la University of Teacher Education, en Suiza, reflexiona aquí sobre las herramientas que la enseñanza pospandemia requiere para lograr una mayor equidad en el aprendizaje. “La educación solo cambia, a nivel del individuo, si se trabaja con los profesores”, advierte.

Cooperación. Si hubiera que definir lo que el renombrado investigador Stephan Huber propone para abordar el escenario educativo pospandemia en una sola palabra, sería esa. Cooperación entre estudiantes, profesores y apoderados; entre los docentes y directivos; entre instituciones. Cooperación para innovar más, para aprender mejor, para crecer en conjunto. Cooperación, también, para llevar la enseñanza hacia un horizonte de mayor equidad, incluso en los contextos más difíciles. Huber habló de ello, de manera remota, en el Summit Internacional de Educación UC 2023: ¿Cómo aprovechar los aprendizajes adquiridos en la pandemia?, que se desarrolló en enero pasado (ver recuadro).

Es alemán de nacimiento, pero vive y trabaja entre Suiza y Austria. Su nombre figura en los comités editoriales de algunas de las revistas científicas más prestigiosas del rubro y la lista de actividades de gran relevancia para la educación a nivel internacional en las que está involucrado no cabría en este artículo. Como muestra, algunos ejemplos: es director del Instituto de Gestión y Economía de la Educación (IBB) de la University of Teacher Education, Suiza; es Senior Research Fellow del Centro del Asia-Pacífico para el Liderazgo y el Cambio en The Education University of Hong Kong; es miembro honorario de la Escuela de Educación de la Universidad de Manchester (Inglaterra) y profesor adjunto en el Griffith Institute for Educational Research, de la Universidad de Brisbane (Australia). “Quise hablar en mi conferencia sobre cooperación porque, especialmente luego del drástico aumento de la inequidad que se produjo por efecto de la pandemia, se necesita una colaboración interdisciplinaria intensiva, en todos los niveles del sistema. Debemos entender la pandemia como un evento crítico que ofrece oportunidades, pese a los altos niveles de estrés que ha generado en todos los actores del sistema, dice en esta entrevista que se desarrolló en parte por e-mail y en parte por videoconferencia. “La colaboración intensa que creció durante la crisis en muchos colegios y entre las instituciones, las autoridades escolares y las familias debe continuar y desarrollarse aún más. La crisis sanitaria, además, obligó a mucha gente a encontrar soluciones innovadoras para desafíos que surgieron súbitamente, y este enfoque flexible y creativo debiera instalarse de manera sostenida en los procesos de desarrollo de los colegios”.


Desde Austria para Chile

Stephan Huber participó, de manera remota, en el Summit Internacional de Educación UC 2023: “¿Cómo aprovechar los aprendizajes adquiridos en la pandemia?”, que se desarrolló en enero pasado y tuvo como director académico al profesor Paulo Volante. Durante su conferencia, llamada “Educación y escolarización poscrisis de Covid 19: Evaluación y rendición de cuentas para reaccionar rápidamente con políticas, prácticas e investigación educativa”, Huber se enfocó en lo que llama “liderazgo estratégico y responsable”, que a su juicio implica “enfocarse en lo correcto y abordarlo de la manera correcta”. Su charla fue presentada en el campus Oriente por Alejandro Carrasco, decano de la Facultad de Educación UC e investigador en políticas educativas y cambio educacional.

—¿De qué maneras pueden innovar los colegios, considerando el complejo contexto de los sistemas públicos latinoamericanos?

—Simplemente mirando lo que otros están haciendo y aprender de ello. Innovar es hacer algo nuevo e instruirse sobre buenas prácticas. Muchas de estas no son costosas, incluso pueden significar un ahorro de recursos. En esto la cooperación, otra vez, es importante; observar y entregar feedback y que alguien te observe y te entregue una respuesta. Eso demora, pero es una buena inversión porque finalmente te hace ahorrar tiempo y también recursos. Tener conocimientos e inspirarte en otros, para generar una reflexión profesional crítica, puede mejorar tu propio trabajo y el tuyo como parte de un equipo y así impulsar una mayor calidad de la educación.

—¿Cómo cree usted que puede/debe medirse esta calidad? ¿Qué parámetros la definen?

—Puedes medir mucho, pero no todo lo que es importante. Queremos cuantificar las diferencias en el aprendizaje cognitivo en pruebas de rendimiento, pero también debiéramos considerar los aspectos motivacionales, lo social y lo emocional, porque son muy importantes para lo cognitivo. Esto es como un sistema donde al centro está el estudiante y a su alrededor lo demás: los equipos, la organización, las redes. Todo está relacionado con la calidad. A veces tienes cosas en este modelo que están lejos del aprendizaje propiamente tal del individuo, pero son importantes para que ese aprendizaje ocurra. No es inteligente modificar solo un aspecto; todo tiene que ser ajustado y alineado.

—¿Cómo se aplica esto al hablar ya no de los colegios, sino del sistema educativo?

—El problema con la mayoría de los sistemas educativos es que piensan que lo están haciendo bien, pero en los hechos lo único que consiguen es mantenerse vivos. Porque puedes hacer muchas acciones, pero gran parte de estos esfuerzos tienen cero, cero efecto a nivel del staff o de los estudiantes.

—¿Por qué cree que ocurre eso?

—Porque nuestro relato no está reconociendo el centro del propósito educativo y no está alineado con él. Nunca la educación había sido tan buena como ahora, pero todavía hay mucho por alcanzar.

NIÑOS ABURRIDOS

Huber recalca que hace ya 500 años se escribía sobre buenas prácticas en educación. Y hoy, cuando la investigación en esta área se ha multiplicado y fortalecido con los aportes de la neurociencia y la neuropsicología, los educadores cuentan con un acervo prácticamente infinito de insights para elevar la calidad de su trabajo. Pero esto no necesariamente se ha traducido en un mejor desempeño.

—Hablamos y escribimos sobre lo que es una buena educación, pero nunca estamos a su altura –dice–. Sabemos cómo es la buena enseñanza. Para empezar, es entretenida. Pero aun así los niños se sientan en sus salas de clases y se aburren la mitad del tiempo. ¿Cómo puede esto ser posible, si sabemos que no debieran aburrirse? Tenemos aspiraciones, ideales, conceptos, pero luego vemos la realidad y hay una tremenda brecha ahí. Debiéramos tratar de implementar la mayor cantidad posible de ideas nuevas y dejar de hacer activismo ciego.

—En la región, gobiernos de izquierda y derecha han aumentado la inversión en educación, pero la brecha de inequidad entre la educación pública y la privada persiste. ¿A qué lo atribuye?

—La educación solo cambia a nivel del individuo si se trabaja con los profesores. Y para eso necesitas líderes y equipos de liderazgo en los colegios. De otro modo, si hay logros es por accidente o unos hacen mucho y otros poco. Se necesita un sistema que apoye a los colegios y que esté alineado con este objetivo. Pero lo que hay, por lo general, es un sistema no muy ágil o flexible, sino más bien burocrático. Lo burocrático tiene aspectos positivos, por supuesto, pero debe estar al servicio del propósito central y tener la capacidad de adaptarse a perspectivas de largo plazo.

En Chile, los desafíos son muchos a la hora de llevar a la práctica el foco en el profesorado que propone Huber, partiendo por el hecho de que, luego de haber sido uno de los países que tuvo cerrados los colegios por más tiempo durante la pandemia, los docentes regresaron a enfrentar una realidad bastante dura. Por ejemplo, un estudio de Fundación Chile arrojó que el 84% de los profesores encontró que sus estudiantes tenían menos autonomía que antes de la pandemia y el 56%, que tenían menos motivación. Además, las altas cifras de ausentismo problemático, presentadas por el Mineduc a fines de 2022, han encendido todas las alarmas. Pese a que la valoración del rol de los profesores mejoró con la pandemia, la educación no siempre recibe el mismo trato. Según un estudio de Fundación Presente, en el que participó un centenar de colegios ubicados en contextos vulnerables, muchos padres (44%) y estudiantes (52%) no creen que ir al colegio los hará tener una mejor vida o los ayudará a conquistar sus sueños.

—Pareciera que algunos alumnos piensan que estarán mejor en la economía informal o incluso en el mundo narco, un gran problema en América Latina. ¿Cómo pueden los colegios ayudar a cambiar esta perspectiva?

—No soy un experto en ausentismo, pero sí visito regularmente colegios que, en promedio, sufren de este problema en una mayor medida. Hablo con los directivos, con los profesores y con los estudiantes. A partir de ese feedback, pienso que la colaboración cercana entre el colegio, los padres y apoderados y la comunidad es muy necesaria y debe comenzar tempranamente, para construir un horizonte educacional más promisorio. Las relaciones que se construyen entre estos actores pueden llevar a la formación de modelos de rol positivos. Pero el principal objetivo debe ser que los niños vean que tienen un futuro por el cual vale la pena luchar.

Según Huber, la educación y la participación son mutuamente dependientes y, por eso, es importante ofrecerles a los estudiantes horizontes y redes al mismo tiempo: esto los ayudará a mantenerse autónomamente en línea con su trayectoria educativa. El colegio debería tener un concepto claro para lidiar con esta problemática y operar con psicólogos y trabajadores sociales alineados con los parámetros del colegio, dice Huber, mientras que las clases debieran facilitar la participación de los alumnos, valorar la asistencia y promover un clima seguro y agradable.

“Para muchos estudiantes, aprender contenidos puede no reflejar lo que creen que necesitan en su vida fuera del colegio; es necesario hablar de tópicos que tengan sentido para ellos; abordar problemas de la vida real. El colegio tiene que ser un espacio que les ayude a resolver sus inquietudes cotidianas, en vez de ser un lugar que crea más problemas a través de la presión y el conflicto. Todo ello no tiene que ver necesariamente con inyectar más recursos”.

Stephan Huber realizó un estudio para la OCDE donde se concluyó que todos los colegios con datos de alto rendimiento son aquellos en los que a los estudiantes les gusta ir; se sienten cómodos, experimentan la escuela como un lugar donde tienen autoeficacia, aprenden empatía y participan en actividades culturales. “La promoción de lo cognitivo solo funciona si también promueves otros aspectos de la vida: la autorregulación, por ejemplo. Todo tiene que unirse para suplir aquello que los padres no pueden entregar por falta de recursos, falta de educación, incluso falta de perspectiva. La pregunta, para muchos de los colegios, es: ¿cómo podemos llegar a ser un colegio así? Muchos te dicen que no es posible, que las instituciones que lo han logrado tienen recursos. Pero cuando vas a estudiar los casos de éxito, muchos te dicen que apenas cinco años antes, su realidad era horrible. Hay que saber cuál fue el punto de partida de esas instituciones y qué hicieron para construir lo que tienen”, asegura.