obra de Benjamín Lira
  • Revista Nº 153
  • Por Paulina Valenzuela Gerlach

Dossier

Trastorno mental: sacar la voz sin miedo

Vergüenza, temor, negación. Son solo algunas de las emociones que históricamente deben enfrentar los enfermos mentales en Chile. Cada día cargan con los estigmas y rótulos que los clasifican y marginan. Pero hay quienes sí han logrado mirar de frente a la sociedad, en este caso al lente de una cámara, reconocer su enfermedad y seguir adelante. Ellos representan un ejemplo de que una adecuada política pública y un cambio cultural pueden permitir la verdadera integración de estas personas


“Tengo trastorno por déficit atencional"

MATÍAS DEL RÍO (49), PERIODISTA

Soy un sobreviviente del Ritalín (por mi déficit atencional); soy zurdo, repitente, disléxico, disgráfico, pero tengo una mamá superhéroe. Ella me ayudó con algo fundamental que fue aprender a valorarme, generarme autoestima y a no hundirme. Porque yo no era el tradicional. No era el que todas sus amigas probablemente querían. La gente cree que me conoce, porque me ve. Pero yo me he encargado de tapar mi realidad. Y me ha ido bien.

Me angustio mucho cuando estoy con un grupo de amigos que me cuentan que se han leído un libro. Yo digo: “yo no me he leído ese libro y sé que a mí me va a costar cuatro o cinco veces”; porque a mí me cuesta tres veces más leer una página. Son cosas con las que yo estoy día a día. Entonces soy un sobreviviente de eso, y un ejemplo de que se puede vivir haciendo lo que a uno le gusta y sentir autoestima. Ser feliz y exitoso.

(*Testimonio extraído de la campaña “Un Chile que no quiere ver”, de Fundación Mis Talentos).


“Tengo trastorno límite de personalidad”

JUNISSE CONTRERAS (34), EDUCADORA DE PÁRVULOS

Hace cinco años tuve una crisis que me llevó a tomar 45 pastillas para dormir. Mi intención no era suicidarme, sino calmar una pena y una angustia insoportables y poder dormir. En ese momento me diagnosticaron solo depresión. Ahí empecé un camino para buscar ayuda. En esa crisis el papá de mi hija obtuvo una orden judicial porque supuestamente yo había vulnerado los derechos de mi hija. La justicia pidió un diagnóstico y un tratamiento médico o, de lo contrario, me iban a quitar su custodia. Para que no ocurriera, busqué terapia psicológica en mi universidad y atención psiquiátrica en forma privada. Pero todo era tan caro –yo estudiaba, trabajaba, era mamá, y dueña de casa– y no daba abasto. En 2016 fui al psiquiatra en el Hospital de La Florida y desde entonces estoy esperando que me den hora para el psicólogo.

Aprendí que esto es vivir mirándose a sí mismo como el peor enemigo. Uno piensa que todo lo hace mal y en niveles más profundos, se llega a la autoagresión. Desde la crisis que provocó un terremoto familiar y judicial, empecé a estudiar sobre mi trastorno. He ido entendiendo lo que me pasa, y he empezado también a generar conciencia sobre este problema a través de redes sociales.


“Estoy diagnosticado con esquizofrenia”

CRISTÓBAL SAVER (21)

A los 13 años tuve un desajuste que desesperó   a mi familia. Un psiquiatra me mandó a sacar un montón de exámenes, tipo escáner y resonancia magnética, y junto con eso tuvieron que internarme en una clínica psiquiátrica. En ese momento me diagnosticaron esquizofrenia y Asperger. Terminé el colegio en un establecimiento especial, en un ambiente tranquilo con no más de tres o cuatro alumnos por curso. Cuando egresé de cuarto medio entré a estudiar animación digital. Pero por los medicamentos no pude seguir, y terminé desertando.

He sentido discriminación. En el primer colegio no me podía comunicar correctamente y mis compañeros pensaban que yo me estaba creyendo la guinda de la torta. Cuando uno tiene un problema mental serio, todo el círculo social se aleja. Quizás es porque se sienten incómodos o porque tienen miedo.

Yo me he dado cuenta de que la psiquiatría en este país es cara y no todos pueden pagarla. Cuánto indigente habrá que, aparte de sus adicciones, tiene alguna enfermedad mental. Y no pueden recurrir a tratamiento porque no lo pueden pagar. Tengo problemas de timidez, pero no es como para ponerme en posición fetal en un rincón. Cuando es necesario, me acerco a la gente. En el futuro mi sueño es trabajar como animador digital de manera independiente.


“Sufro de trastorno de ansiedad y crisis de pánico”

NICOL SEPÚLVEDA (31), KINESIÓLOGA E ILUSTRADORA

Mi problema comenzó en la época de la universidad. Me ponía nerviosa en la micro, no soportaba ir al mall porque me daban ganas de arrancar, no iba a los carretes. Bajé muchísimo de peso. En esa época vivía con mis papás y ellos no le daban importancia. En su generación la depresión o estos trastornos se sanaban con un buen correctivo. No eran vistos como enfermedad. Para un estudiante de una familia sin recursos es súper difícil pagar un tratamiento particular. Yo no lo tuve hasta que pude trabajar y pagarlo. Después de cinco o seis años de haber comenzado con esto, pude ir a una psiquiatra y acceder a medicamentos. En las relaciones de pareja muchas veces me hicieron sentir que yo era un problema, o que estaba “fallada”.

Por ignorancia te etiquetan como loca o como rara. Por eso he publicado lo que me pasa en forma abierta. Y cuando conozco a alguien se lo cuento. No hay que avergonzarse y hay que generar conciencia. Actualmente estoy con terapia y prácticamente llevo una vida normal, aunque todavía hay cosas que me cuesta hacer, como subirme a un avión. Quiero superar los ataques para ser 100% independiente y no necesitar ayuda en determinadas situaciones.


“Soy adicto”

MARCIAL TAGLE (45), ACTOR

Soy adicto al alcohol y a las sustancias, pero no consumo hace 15 años. Digo “soy” porque las adicciones son una latencia constante. Cada día uno decide no consumir. El esfuerzo es permanente. Así se parte en un principio, pero ahora ya es algo que está automatizado.

Cuando salí de cuarto medio me encontré con un mundo mucho más amplio. Un mundo en el que se convivía con las drogas y la vida bohemia. Y entré a un círculo que te va atrapando sin que te des cuenta. Estuve como doce años en un estado que inhabilitaba mis capacidades cognitivas, en que surgían emociones que no estaban dentro de mi espectro. Y empezó a aparecer el desgaste. Hasta que dije “basta”. Hice un internado de un mes, después un trabajo ambulatorio de dos años y luego, estuve cinco años en terapia con mi psiquiatra.

Debiera haber sistemas de cobertura y centros de rehabilitación para enfrentar esta enfermedad, que es bastante más común de lo que se cree. Es algo que cruza transversalmente a la sociedad. La adicción fue una experiencia de la cual aprendí y de la que hasta hoy he salido triunfante. Lo digo con humildad. Me cuido, hago deportes, libero mi tensión y mi ansiedad por otras vías. Tengo otro tipo de vida, me siento orgulloso y la vivo a concho.


“Tengo trastorno bipolar”

ANDRÉS MILANO (26), ABOGADO, VENEZOLANO RADICADO EN CHILE

En un principio me diagnosticaron erróneamente depresión. Recibí un tratamiento que no dio resultado y seguí empeorando. Renuncié al trabajo que tenía entonces y llegué hasta un intento de suicidio. Ahora, ya diagnosticado, estoy en la fase del tratamiento y de aprender a vivir con esto, que es un trastorno para toda la vida. Tomé conciencia de mi enfermedad. Hay muchas personas que están padeciendo esto y que no tienen apoyo. Ellos simplemente se suicidan porque no reciben ayuda oportuna.

En general se sabe poco qué es la bipolaridad, porque se tiene miedo a lo desconocido. Debieran existir programas de educación respecto de todos los trastornos mentales.

Soy bien abierto para hablar del tema, porque me interesa que la gente conozca de qué se trata. De la sociedad espero un cambio para que haya menos estigmatización. Que no te vean como un bicho raro. Hoy estoy muchísimo mejor, con terapia continua. Y estoy trabajando. Esta enfermedad no me define como persona, es simplemente una condición.