• Revista Nº 172
  • Por Joseph Gómez Villar

Dossier

Un nuevo paradigma: de visitar monumentos a postear en las redes

Hasta hace poco, el patrimonio solía ser el rostro trascendente de cada sociedad. En cambio, “ahora todo es patrimonio”, critican ciertos sectores. Pero en realidad no se trata de anomia sociocultural, sino que la manera en que las personas se asocian y se representan se transformó. Y lo hacen por aquellas vías de comunicación que hoy les son comunes.

Recuerdo que cuando estudiaba museología, recién declarada La Habana Vieja como Patrimonio Mundial (1982), el concepto de patrimonio sonaba a fortalezas de piedra frente al mar, casas señoriales, patios andaluces, techos de alfarje y guardavecinos de rejas con volutas. Por esa época, el patrimonio se practicaba recorriendo calles con adoquines de madera, observando yacimientos de cerámica de Puebla, caminando salones con muebles de caoba, museos con panoplias, esculturas de mármol, pinturas sobre gestas heroicas y paisajes vernáculos.

Lo que entendíamos por patrimonio era un cúmulo de cosas físicas idiosincrásicas que olían a maderas preciosas, cocina colonial y evocaban un paisaje de corsarios que amenazaban puertos con barcos cargados con tabaco y granos de café. El juego patrimonial consistía en entrar a un mundo pasado, pero a la vez presente.

Asimismo, estudiarlo en esos años exigía un enfoque multidisciplinar: mezclábamos la arqueología, la historia del arte y la arquitectura con los principios científicos de conservación de bienes culturales. El conocimiento era estrictamente técnico: aprendíamos a registrar colecciones, a generar condiciones de conservación para cada material y nos enseñaban a diseñar montajes para exhibiciones, cuidando la iluminación, el clima y la seguridad de los objetos y las edificaciones. Jamás nos hicimos durante aquellos días de la adolescencia ninguna pregunta política o social acerca del patrimonio. Trabajar en él consistía simplemente en gestionar “paisajes” antiguos que mantenían a los visitantes atraídos y curiosos como niños metidos en una máquina del tiempo.

"Laberinto antirracista"

Instalación realizada por Negrocentricxs el Día de los Patrimonios 2022, en el campus Oriente de la UC.

SOSPECHAS HISTÓRICAS Y ABUSOS POLÍTICOS

Actualmente, el patrimonio entendido como acervo de antigüedades atractivas, curiosidades de la naturaleza o creaciones humanas excepcionales es solo una entre las experiencias posibles. Patrimonios con otros sustentos han cobrado importancia en los últimos 40 años. Los patrimonios sobre la base del derecho (Price, J.; 2005 y Price, W. R.; 2017) o basados en conflictos han adquirido presencia (Macdonald, S.; 2008). A ello se suma la creciente conciencia crítica sobre los roles del patrimonio en la vida de las personas (Harrison, R.; 2013).

En parte, todo esto comenzó a mediados de los años 80, en el Reino Unido de Thatcher, cuando el patrimonio fue puesto bajo estricta sospecha. Algunos investigadores demostraron que era un campo cultural dominado por intereses corporativos y políticos que distorsionaban el conocimiento histórico y antropológico (Wright, P.; 1985; Lowenthal D.; 1985; Hewison, R.; 1987; Vergo P.; 1989). Posteriormente, surgieron estudios que abordaban el modo en que las prácticas instituidas del patrimonio generaban pérdidas de diversidad cultural, al mismo tiempo que transgredían los derechos de las comunidades sin poder (Smith, L.; 2006). La perspectiva poscolonial y el activismo decolonial fueron ganando relevancia en países con pueblos indígenas y afrodescendientes. En el caso de Chile, los procesos de emergencia étnica de las últimas décadas posicionaron patrimonios de base étnico-comunitaria (Campos, L.; 2017; Bazan C. y De la Maza, F.; 2019; De la Maza, F. y Campos L.; 2021). Asimismo, la agenda liberal propició patrimonios de base microterritorial caracterizados por activismos contra las inmobiliarias, las grandes empresas extractivas u otros peligros medioambientales. (Gómez, J. y Canessa, F.; 2019).

 

PATRIMONIOS EN RED

Antes de internet, los patrimonios solían ser demostraciones de las herencias sobresalientes del territorio y la comunidad. Este funcionaba como lugar de historias compartidas, abiertas, y su práctica fundamental era visitar un museo, un casco histórico, presenciar una fiesta religiosa, alojarse en una ruca para experimentar la vivienda mapuche. Espacio, memoria y visita eran cosas concretas que unos grupos ofrecían a otros, o a sí mismos, para dar a conocer aquello que mejor los representaba. El patrimonio se suponía debía ser el rostro trascendente de cada sociedad, de modo que para tener el poder de patrimonializar elementos de la herencia cultural-natural los gestores debían someterse a cribaje. Las sociedades científicas, el Estado, las autoridades comunitarias, los comités de expertos, las universidades, las élites transnacionales… seleccionaban qué era patrimonial y qué uso darle. Sin embargo, esos poderes tradicionales de la patrimonialización son tomados cada vez menos en cuenta (Ferrada-Aguilar, M.; 2021). “Ahora todo es patrimonio”, suelen repetir algunas personas. Otras comentan: “Actualmente cualquiera puede impugnar el patrimonio”. Pero en realidad no se trata de anomia sociocultural, sino de un cambio de la manera en que las personas se asocian y se representan. El patrimonio como parte del “pegamento” asociativo de las ciudadanías adquiere la configuración que estas necesitan para representar la herencia común. Y lo hacen por aquellas vías de comunicación que les son también comunes.

 

“SOYALMADENEGRA” Las valoraciones y usos del cabello afro poseen un alto contenido emancipador para las mujeres con corporalidades negras. En la imagen, una red social que promueve los turbantes como elemento identitario.

RECONSTRUIR EL SENTIDO DE PERTENENCIA

Voy a tomar como ejemplo nuestra investigación actual sobre “Patrimonio-Negritud-Migración-Mujer”, que aborda la problemática de las mujeres inmigrantes con corporalidades negras que llegan a Chile desde Colombia, Haití, República Dominicana, Venezuela, Cuba y algunas naciones africanas. Una vez acá, en el proceso de reconstruir sus sentidos de pertenencia, se enfrentan a múltiples formas de discriminación. El desarraigo es apremiante: no tienen territorios propios, ni redes de apoyo, ni tampoco lenguajes, tradiciones e historias compartidas con chilenos y chilenas. Experimentan una especie de hostilización, real o imaginada, y una soledad cultural que rápidamente activa las alarmas de necesidad de acompañamiento identitario, es decir de resignificación y reconstrucción de sus propios patrimonios. Este tipo de construcción de patrimonio nada tiene que ver con monumentos y sitios y ni siquiera aplica al denominado “patrimonio inmaterial”. Es un fenómeno mucho más rico y complejo porque implica la reconstrucción urgente de un etnos económico, cultural, social, político, afectivo, estético y educativo en un contexto de vulnerabilidad legal y de potencial desestimación por “raza”, género, estatus, apariencia y capacitación.

La primera herramienta que tienen para la reconstrucción del etnos patrimonial en el contexto migratorio son las TIC y las redes sociales. Y el primer elemento de unidad y de percepción de pertenencia son sus cuerpos negros: “La cuerpa negra” centraliza la acción patrimonial porque son estos rasgos distintivos los que encienden la alerta de riesgo de sufrir discriminaciones, pero también porque son precisamente estos los que generan la certidumbre fraterna de una ancestría africana común, una historia afrodiaspórica común y un destino común hacia la emancipación y el empoderamiento de la negritud.

Es preciso aclarar que acá la corporalidad negra no se reduce a la noción del cuerpo como un artefacto patrimonial o museal en el sentido cosificador acostumbrado, sino todo lo contrario.

A través de eventos presenciales y la permanente interacción en las redes sociales, colectivas y proyectos tales como Kilombo Negrocentricxs o Bemba Colorá, por solo citar dos ejemplos, han hecho saber el modo en que las corporalidades negras encarnan, por un lado, la resistencia contra los crímenes de la era colonial y neocolonial y, por otro, son las gestoras, contenedoras y preservadoras de múltiples saberes y tradiciones que han modelado las identidades del continente. La acción patrimonial toma aquí la forma de redes donde se postea constantemente el estado de las corporalidades negras en Chile y el mundo: se analizan denuncias, abusos, problemas políticos, debates lingüísticos y, al mismo tiempo, se difunden conocimientos ancestrales, estéticas propias, convocatorias artísticas, eventos educativos antirracistas y emprendimientos basados en economías resilientes que tributan en las propias comunidades.

Cuando se celebró en la UC el Día de los Patrimonios 2022 mediante el evento denominado “El Cuerpo De La Mujer Negra Como Patrimonio”, las colectivas afro pusieron de manifiesto que las corporalidades negras y sus cabelleras son lugares de enunciación y banderas de reclamación identitaria fundamentales. Estas han sido sometidas históricamente a negaciones, manipulaciones y restricciones abusivas, con graves consecuencias para la salud física y mental de adultas y niñas (Mbilishaka, A. et al., 2020).

 

 

Otras plataformas y proyectos, como Trenzología y Soyalmadenegra en Chile, trabajan el trenzado y los turbantes como elementos constitutivos de la identidad afrodiaspórica. Generan productos y servicios con valor estético y educativo agregados, al mismo tiempo que realizan investigaciones para profundizar en aspectos cosméticos y psicológicos vinculados con el cabello afro. Angie Mercado, lideresa inmigrante de origen afrocolombiano, directora de Soyalmadenegra, participa además como investigadora en el CIIR en la UC y desarrolla labores de mediación intercultural en el proyecto “El Cabello Afro como Patrimonio y Memoria”. Emilia Eneyda Valencia, profesora y lideresa afrocolombiana fundadora de AMAFROCOL (Asociación de mujeres afrocolombianas) y del proyecto “Tejiendo Esperanzas”, está promoviendo la declaratoria del trenzado afrocolombiano como patrimonio de la humanidad.

Los breves ejemplos anteriores nos hablan acerca de que el patrimonio no suele manifestarse en la actualidad de la manera que generalmente solíamos percibirlo. Ya no es únicamente una cosa física o un elemento cultural intangible, sino un movimiento popular que se origina y organiza en espacios virtuales, produciendo efectos concretos en la vida real. No es algo estático que podemos ir a ver a un sitial fijo, tampoco se parece a un ritual. Estos nuevos patrimonios se entienden mejor si se piensan como un flujo de interacciones comunicativas participativas, donde se resignifica el lugar político y cultural de los diferentes grupos, atendiendo a sus problemas coyunturales y estructurales. El patrimonio ha pasado a ser una corriente continua de demandas encarnadas. Emerge como resignificaciones corporeizadas cuya presencia está orientada a posicionar las identidades en la vida cotidiana. Y dado que es un “movimiento” y no una “cosa”, se basa en la circulación de información descentralizada y desjerarquizada, pero con derechos. Este último punto es relevante, no se trata de datos patrimoniales sin sentido, posteados recreativamente en el ciberespacio, se trata de la construcción ética colectiva de límites precisos y de respetuosidades que aspiran conscientemente a normar las conductas del diario vivir. No se trata solo de una forma diferente de participar en lo patrimonial, sino también de activismo diferente que utiliza el patrimonio para impactar en la regulación de la convivencia sociocultural.

PARA LEER MÁS

  • Bazan, C. O. y De la Maza, F. (2019). “Turismo, pueblos indígenas y patrimonio cultural en México y Chile”. Revista Pasos 17 (1): pp. 53-64.
  • Campos, L. (2017). “Los negros no cuentan. Acerca de las demandas de reconocimiento de los afrodescendientes en Chile y la exclusión pigmentocrática”. Revista Antropologías del Sur, 4 (8): pp. 15-31.
  • Cruz-Gutiérrez, C. (2019). “Hair politics in the blogosphere: Safe spaces and the politics of self-representation in Chimamanda Adichie’s Americanah”. Journal of Postcolonial Writing 55 (1): pp. 66-79.
  • De la Maza, F. y Campos, L. (2021). “The irruption of Afro-descendants in diversity politics: the case of Arica in northern Chile”. Identities 28 (4): 436-53.
  • Ferrada-Aguilar, M. (2021). “Estallido social en Chile y procesos de patrimonialización: Un paradigma de resignificación de las memorias”. Revista Arquitecturas del sur 39 (59): pp. 44-67.
  • Gómez, J. y Canessa Vicencio, F. (2019). “Social emotions, heritage and recognition. The Struggle of Colina Stonemasons in Santiago, Chile”. International Journal of Heritage Studies 25 (12): 1263-78.
  • Hewison, R. (1987). Heritage industry: Britain in a climate of decline. London: Methuen.
  • Lowenthal, D. (1985). The Past is a Foreign Country. Cambridge: Cambridge University Press.
  • Macdonald, S. (2008). Difficult heritage: Negotiating the nazi past in Nuremberg and Beyond. London: Routledge.
  • Mbilishaka, A., Moriah R., Hall, J. y Wilson, IP. (2020). “‘No toques mi pelo’ (don’t touch my hair): decoding Afro-Cuban identity politics through hair”. African and Black Diaspora: An International Journal 13 (1): 114-26.
  • Price, J. (2005). “Orphan heritage: Issues in managing the heritage of the great war in northern France and Belgium”. Journal of Conflict Archaeology 1 (1): 181-96.
  • Price, W.R. (2017). “Overcoming the myth of extinction: The path toward heritage rights for the tasmanian aboriginals”. Heritage & Society 10 (1): 68-90.
  • Smith, L. (2006). The Uses of Heritage. London: Routledge.
  • Vergo, P. ed. (1989). The New Museology. London: Reaktion Book.
  • Wright, P. (1985). On living in an old country: The national past in contemporary britain. London: Verso.