• Por Carolina Rojas
  • Geógrafa y doctora en Sistemas de Información Geográfica

Especial

Humedales urbanos: un aliado contra el cambio climático

La toma de conciencia sobre los humedales urbanos no se logra solo con cifras o leyes, aunque ambas son necesarias. Se logra cuando las personas se reencuentran con la naturaleza y cuando comprenden que lo que está en juego no es solo la conservación de un ecosistema, sino el hogar de muchas especies. Y también nuestra propia salud física, emocional y espiritual.

Durante siglos, el agua ha sido símbolo de vida, de emoción y de renovación. De vínculo entre el mundo humano y lo sagrado. Sin embargo, en la vida urbana moderna muchas veces hemos dejado de verla como un elemento vivo y espiritual para reducirla a una mera infraestructura o desecho: cañerías, canales, tuberías, diques. En este proceso, hemos invisibilizado uno de los ecosistemas más valiosos para la vida y el bienestar en las ciudades: los humedales.

Los humedales urbanos, esas zonas donde el agua se encuentra con la tierra –o zonas de transición, esteros, vegas y lagunas–, son mucho más que espacios residuales, pantanos o vacíos urbanos. Son verdaderos riñones de la naturaleza, hogares de biodiversidad y reguladores del clima y del riesgo de inundaciones, además de lugares donde aún es posible experimentar una relación íntima, valiosa y respetuosa con la naturaleza.

Un ecosistema en peligro

En América Latina, más del 59% de los humedales ha desaparecido en las últimas décadas. Las causas son diversas, pero tienen en común una lógica que antepone la expansión urbana, el negocio inmobiliario indiscriminado y la falta de planificación urbana al resguardo de la vida. En ciudades latinoamericanas como Lima (Perú), Barranquilla (Colombia) o Concón (Chile) se han rellenado o contaminado humedales para construir viviendas, caminos e, incluso, canchas de golf, sin reparar en las consecuencias ecológicas y humanas.

Estas pérdidas no son solo cifras. Representan la desaparición de refugios para aves, en particular aves migratorias, anfibios y plantas; la pérdida de servicios ecosistémicos, como la regulación del clima o la purificación del agua; y la desconexión de las personas con espacios de contemplación y aprendizaje.

Por ejemplo, el libro Urban Wetlands in Latin America (Humedales urbanos en Latinoamérica, Rojas, C.; Springer, 2024) relata cómo el humedal de la Ciénaga de Mallorquín, en Colombia, pese a estar dentro de un sitio Ramsar de importancia internacional (lugar designado para la conservación de la biodiversidad y el sustento humano, según la Convención de Ramsar), ha perdido más de 100 hectáreas debido a la erosión costera y el crecimiento urbano. En Lima, los Pantanos de Villa están prácticamente cercados por condominios de lujo y asentamientos informales. En Chile, el humedal del Aconcagua en Concón ha visto disminuir su superficie por el avance de pastizales, suelos desnudos y expansión urbana.

Estas pérdidas no son solo cifras. Representan la desaparición de refugios para aves, en particular aves migratorias, anfibios y plantas; la pérdida de servicios ecosistémicos, como la regulación del clima o la purificación del agua; y la desconexión de las personas con espacios de contemplación y aprendizaje.

Naturaleza en la ciudad: una necesidad urgente

En un mundo cada vez más urbanizado y contaminado, los humedales son una pieza clave para construir ciudades sostenibles. El Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de la ONU propone hacer de nuestras ciudades lugares más inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Para lograrlo, no basta con construir más viviendas y edificios o ampliar calles: necesitamos incorporar la naturaleza como un actor central del diseño urbano.

Esto implica reconocer a los humedales no como obstáculos al desarrollo –como a veces se los ha llamado–, sino como aliados. Son espacios que absorben las lluvias, reducen la velocidad del agua, ayudan a enfrentar olas de calor, secuestran carbono y mejoran la calidad del aire. Los llamado servicios ecosistémicos son fundamentales para enfrentar el cambio climático. Pero también son lugares que nos ofrecen una experiencia espiritual de apego, una pausa en medio del ruido y la congestión, una oportunidad para recordar que somos parte de un ecosistema más amplio.

El Objetivo de Desarrollo Sostenible 11 de la ONU propone hacer de nuestras ciudades lugares más inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles. Para lograrlo, no basta con construir más viviendas y edificios o ampliar calles: necesitamos incorporar la naturaleza como un actor central del diseño urbano.

En Chile, en Llanquihue, por ejemplo, se ha demostrado cómo los humedales urbanos pueden integrarse en el diseño de ciudades sensibles al agua, promoviendo soluciones basadas en la naturaleza. En Valdivia, el parque Humedal Catrico y el proyecto de restauración del Bosque Londres proponen reintegrar los sistemas naturales al paisaje urbano a través de una arquitectura del cuidado. Y en el humedal Rocuant Andalién, en Concepción, un equipo multidisciplinario, por medio del proyecto GEF Humedales Costeros, ha impulsado una propuesta de restauración que articula saberes científicos, comunitarios y ecológicos.

La dimensión espiritual del agua

Más allá de su valor ecológico o funcional, los humedales nos conectan con lo profundo. En muchas culturas originarias, los humedales son espacios sagrados, lugares de encuentro con los espíritus del agua, de los ciclos, de la fertilidad. En la tradición cristiana, el agua es símbolo de bautismo, de renacimiento, de limpieza interior.

¿No es significativo que, incluso sin una educación ecológica formal, las personas busquen espontáneamente estos lugares para caminar, contemplar, reflexionar, estar en silencio? Los humedales ofrecen lo que pocas infraestructuras urbanas pueden dar: un respiro, una forma de estar presentes en el mundo, de observar con humildad la belleza de un ave que anida, el rumor del viento entre los juncos, el reflejo de la luz en la superficie del agua.

En el libro Urban Wetlands in Latin America se destaca cómo los habitantes de Puerto Varas han trabajado junto al parque Quebrada para restaurar social y ecológicamente el entorno del humedal, reconociendo en él un espacio de encuentro comunitario y espiritual.

Esto implica reconocer a los humedales no como obstáculos al desarrollo –como a veces se les ha llamado-, sino como aliados. Son espacios que absorben las lluvias, reducen la velocidad del agua, ayudan a enfrentar olas de calor, secuestran carbono y mejoran la calidad del aire. Los llamado servicios ecosistémicos son fundamentales para enfrentar el cambio climático.

Otro ejemplo son los resultados de la “Primera Encuesta de Humedales Urbanos de Concepción”, los cuales revelan un patrón esperanzador: muchas personas llegan caminando a estos espacios. El caminar, en este contexto, no es solo un modo de acceso, sino parte de la experiencia restaurativa que los humedales ofrecen. O sea, la presencia de la naturaleza te motiva a caminar en la ciudad. Aquellos que pueden caminar fácilmente hasta el humedal, y lo hacen con frecuencia, muestran una percepción más positiva de los servicios que estos ecosistemas entregan, especialmente en lo relativo a la regulación de desastres, el valor estético y el alivio del estrés. En cambio, quienes no los visitan o deben recorrer grandes distancias para llegar a ellos, tienden a valorar menos sus beneficios e incluso no reconocerlos. Esto nos habla de que valoras lo que conoces y, si no tienes una experiencia cotidiana con la naturaleza, probablemente no te importa.

Así, la importancia de asegurar una buena accesibilidad peatonal a estos espacios y una buena señalética es clave, pues su cercanía y posibilidad de uso cotidiano fortalecen no solo la percepción positiva de la naturaleza urbana, sino también el apego emocional, la reducción del estrés y la conciencia ecológica de quienes viven en sus alrededores.

Recuperar el vínculo, transformar la ciudad

La toma de conciencia sobre los humedales no se logra solo con cifras o leyes, aunque ambas son necesarias. Se logra cuando las personas se reencuentran con la naturaleza, cuando comprenden que lo que está en juego no es solo la conservación de un ecosistema, sino el hogar de muchas especies y también nuestra propia salud física, emocional y espiritual.

Hoy, la protección de los humedales urbanos es una tarea urgente. Pero también es una oportunidad. Una oportunidad para cambiar nuestra forma de habitar la ciudad, para imaginar un desarrollo que no destruya sino que restaure, que no margine sino que integre, que no separe al ser humano de la naturaleza, sino que lo devuelva a ella. Así lo ha demostrado Valdivia, una de las primeras ciudades latinoamericanas, junto a Trelew (Argentina), declaradas como “ciudad humedal” por la convención internacional de Ramsar de los humedales.

En un tiempo marcado por la crisis climática, el estrés urbano y la desconexión espiritual, los humedales pueden ser faros. Faros de agua, de vida, de esperanza.

Para leer más

Rojas, C. (2024). Urban Wetlands in Latin America. Springer, 2024.

“Proyecto GEF Conservación de Humedales Costeros de la zona Centro sur de Chile, hotspot de biodiversidad”, recuperado desde <gefhumedales.mma.gob.cl>.

Rojas, C.; Rojas, O.; Villagra, P. (2023). “Primera Encuesta de Humedales Urbanos de Concepción”, recuperado desde el sitio de Radio Universidad de Concepción.