
Alfredo Moreno en la zona de dolor
Las confianzas se han debilitado, el Estado de Chile pierde presencia y muchos chilenos, indígenas y no indígenas de las regiones de La Araucanía, Los Lagos, Biobío y Los Ríos, miran el panorama con pesimismo. Creen que el camino de los acuerdos está medio cerrado. Creado en 2023, el organismo quedó con la misión de modificar ese escenario. Ahora, el plazo llegó a su término.
Nos recibe sin límite de tiempo en su oficina de la Editorial Santiago, uno de tantos emprendimientos que ha creado en su larga trayectoria. La fundó en 2017 para “difundir la cultura cristiana occidental y recuperar la tradición chilena”.
El tema del conflicto chileno-mapuche es lo que ahora copa su agenda. La compleja situación, que se extiende a cuatro regiones del país, llevó a la creación en 2023 de una instancia transversal –“Más que nunca”, dirá– para tratar de incluir todas las voces en el proceso.
Actores de todo el espectro político, representantes de las cuatro regiones relacionadas –Biobío, La Araucanía, Los Ríos y Los Lagos–, distintos grupos mapuche, dirigentes de agricultores y de las forestales, han desfilado para reunirse. Más de cinco mil personas, con inquietudes y demandas variadas, que deben abordar las siguientes temáticas: tierras y territorios, justicia y reconocimiento, reparación integral a todas las víctimas, desarrollo territorial e institucionalidad.
Tantas voces y temas hicieron más difícil el diálogo, pero, ante tantas frustraciones de las décadas pasadas, se quiso dar un salto. La Comisión quedó presidida por dos reconocidas figuras relacionadas, el senador Francisco Huenchumilla, quien fuera intendente de la Araucanía, y Alfredo Moreno Charme, exministro de Desarrollo Social. Ambos con experiencia en la zona y en negociaciones, convencidos de que el conflicto, de no comenzar a resolverse, no dejará de aumentar. Se encerraron a trabajar sin hacer mayores declaraciones públicas hasta poder entregar una solución que, sin ser perfecta, seguros de que no existe tal cosa–, permitiera avanzar por un camino consensuado.
No ha sido fácil, debieron alargar el plazo original, que vencía en noviembre pasado.
El problema de las tierras fue el desafío inicial de Australia. Pero aquí ha sido distinto, explica.
-El trabajo de la comisión no puede evitar ese tema histórico, que es transversal, y en buena parte comenzamos por ahí. Hay varias leyes que han otorgado tierras en Chile, lo que incorporamos, junto con el cuidado de la información, algo fundamental, porque el registro de tierras indígenas es débil. Hay algunas que nunca fueron registradas. Hay archivos indígenas que no se han digitalizado. Están los datos en carpetas guardadas en las bodegas de la CONADI, en riesgo. Pero esperamos que nuestro trabajo actualice la información lo mejor posible.
Sin embargo, a su juicio, para la mayoría de los mapuche que emigraron a las ciudades, la tierra es algo lejano: “Más cercana es, por ejemplo, la discriminación en los colegios, el bullying, las mofas de los apellidos. Hay que pensar que hace pocos años todavía había gente diciendo que el subdesarrollo de Chile se explicaba por la raza inferior. Nosotros tenemos que cambiar eso, como en Nueva Zelanda, donde ahora todos se identifican con su origen y con orgullo. Aquí debiera ser más fácil, porque casi todos somos mestizos”.
“Hay que pensar que hace pocos años todavía había gente diciendo que el subdesarrollo de Chile se explicaba por la raza inferior. Nosotros tenemos que cambiar eso, como en Nueva Zelanda, donde ahora todos se identifican con su origen y con orgullo. Aquí debiera ser más fácil, porque casi todos somos mestizos”.
—La agricultura extensiva y las forestales han arrinconado o expulsado a los pequeños agricultores en todo el sur. ¿Es distinto eso en las provincias más indígenas?
—Desde la Revolución Industrial, por el desarrollo de las tecnologías, los campos son el lugar de los viejos, y cada vez más es así. Los jóvenes se van afuera, a educarse y trabajar, y eso en Chile es similar. El 90% vivimos ahora en ciudades, mientras en el mundo rural permanecen los de más edad, con menos recursos y menos educación.
Como exministro de Desarrollo Social, Moreno conoció la particularidad indígena: “Hay algo diferente, y es que por proteger a los indígenas sus tierras tienen restricciones. Pertenecen a una comunidad, requieren casi unanimidad en la toma de decisiones, y así es difícil que lleguen a un acuerdo con terceros. No las pueden entregar en usufructo. Es de mucha dificultad usarlas de garantía para conseguir financiamiento. Todo se hizo con las mejores intenciones, para que las conservaran y no las enajenaran, pero el resultado es que su productividad es muy baja y ahora están entre los más pobres de Chile”.
Para el exministro, la idea de avanzar en algo inspirado en el Estatuto Autonómico de los vascos es propio de una realidad muy diferente: “Algunos lo intentaron en el primer proyecto constitucional, pero aquí no viven en zonas separadas: comparten los mismos problemas de los no indígenas, y cuando se hacen en cuestas sus opiniones no son diferentes, por una convivencia donde todos enfrentan los mismos problemas.
Según el copresidente de la comisión, esto también se relaciona con una legislación paternalista: “El Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales habla de autogobernanza porque ha pasado lo mismo en otras partes. Hay que partir por dejar que tomen sus propias decisiones. Ni siquiera pueden decidir dónde poner la casa en el campo que se les entrega. Tienen que llevar una propuesta a la CONADI y esperar meses a que llegue la respuesta. Como dice el Convenio 169, lo que necesitan es más autogobernanza”.

La entrega final
La Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento, creada en 2023, solicitó alargar el plazo original, que vencía en noviembre pasado, para dar el informe final al Presidente Boric. Así, la ceremonia oficial se efectuó a fines de abril. Crédito: Ministerio de Desarrollo Social y Familia
—El año 2017, diversos autores, editados por Aninat, Figueroa y González, publicaron El pueblo mapuche en el siglo XXI. Propuestas para un nuevo entendimiento entre culturas en Chile. Según ese estudio, la realidad urbana de la mayoría de los mapuches los lleva a priorizar lo que proteja su lengua, su cultura. ¿Está usted de acuerdo?
—La lengua es muy importante. Es una forma de ver el mundo que te une a otros, y eso se ha ido perdiendo en el mundo mapuche. La misma experiencia internacional reconoce que colaborar con una cultura, con su lengua –estuve en Nueva Zelanda viendo el apoyo a los maoríes– es fundamental para ellos mismos, pero también darla a conocer a los demás. Uno ve a los deportistas neozelandeses hacienda el grito tribal y de ellos, pocos son maoríes. Pero se han comprometido con su cultura.
El exministro insiste en la importancia de este factor: “Es necesario esto para un diálogo y entendimiento. Conocer al otro: cómo se para ante el mundo, desde dónde lo piensa, cómo piensa… Aquí no nos conocemos. El mapuche conoce lo de afuera. Convive con otros que no lo son. Pero los demás hemos vivido de espaldas a su cultura. Sabemos más de griegos y romanos que de ellos”.
“Son décadas de rechazo y discriminación que han dejado una herida profunda. No hay respeto ni aprecio. Hay algunos momentos a lo largo de esos 200 años, pero son breves, como cuando jóvenes santiaguinos llevaban en su bicicleta la bandera mapuche de los años 80. Sin embargo, el resultado es una sociedad fracturada”.
Ha sido testigo de los efectos de esa indiferencia: “Son décadas de rechazo y discriminación que han dejado una herida profunda. No hay respeto ni aprecio. Hay algunos momentos a lo largo de esos 200 años, pero son breves, como cuando jóvenes santiaguinos llevaban en su bicicleta la bandera mapuche de los años 80. Sin embargo, el resultado es una sociedad fracturada”.
A su juicio, “se perdió una gran oportunidad con los dos procesos constitucionales. Se enfrió ese momento. Hubo que partir de nuevo”.
Un cambio cultural
Al margen de sus cargos, Alfredo Moreno tiene un peso propio por su trayectoria, desde que fuera mejor alumno de su promoción de ingenieros de la Universidad Católica, y luego en la de Chicago. Con esa base, pudo entrar en lo empresarial, lo financiero, las comunicaciones, el comercio en línea y, además, en la agricultura y la crianza de caballos. Con tiempo para lo gremial, también ha presidido Icare, la Fundación Teletón en dos periodos y la CPC. Le faltaba expresar su interés en lo público, y de ello pudo dar testimonio como ministro de Relaciones Exteriores, ministro de Desarrollo Social y ministro de Obras Públicas. Un recorrido de múltiples caras, reconocido con el rol actual de copresidente de esta compleja comisión.
—¿Cree que los 200 años del Tratado de Tapihue, que se cumplen este año, influyen en las dificultades de esta etapa?
—Muchos dirigentes lo mencionan, pero no hay análisis de su validez. Está marcado por su incumplimiento, porque en Tapihue se comprometieron a no unirse a los españoles a partir de 1825, y eso no lo cumplieron. Una gran parte de ellos se unió a los españoles. Los dirigentes fundan ahí su imaginario legal. Les parece importante, por lo que también ha sido examinado.
—¿Se reconoce una “deuda” con la población mapuche por parte del Estado de Chile, por la ocupación del territorio?
—Hay una larga historia de discriminación, de tratos injustos, y esto lo tenemos muy presente en la comisión. Todo proceso de paz nace de reconocer los problemas originales del conflicto, aunque el tiempo no se puede volver atrás. Los dolores para unos –y ahora último, para otros– no se pueden reparar ni por las vidas perdidas ni por las tierras. Por eso hay que tener presente lo que pasó. En ese sentido, nuestro Estado lo reconoce y se compromete a que no se repetirá. Así son los entendimientos entre amigos, socios, parejas, en todo… ¿Cómo no vamos a poder trabajar juntos en adelante, cuando compartimos sangre, historia y un futuro común?
—¿Y cómo se materializa esa voluntad, en el contexto de la comisión?
—Tenemos apoyo de todos los organismos del Estado para avanzar, asesores de las más diversas disciplinas y experiencias, organismos gremiales diversos que han ido a la comisión, muchos con experiencias internacionales que abren el tema y permiten ver cómo se hizo en otros países. El origen es casi siempre el mismo: que las potencias europeas se extendieron por el mundo. Hay conflictos mejores y otros peores que el nuestro, pero coinciden en que, al formarse los Estados-nación, quedaron indígenas en territorios muy pequeños. Pero luego vienen las diferencias. En Estados Unidos, los ingleses no se mezclaron mucho. Canadá ha tenido grandes problemas, heridas recién reconocidas. Chile ha tenido una búsqueda por más tiempo.
—En el caso nuestro, el tema mapuche ha sido transfronterizo. ¿Hay intentos por coordinar acciones con el Estado argentino?
—No, el caso de Argentina también es muy distinto. La población indígena es muy pequeña, porque la Campaña del Desierto fue muy dura y violenta, y tampoco han habido esfuerzos de reparación como acá. Los contactos han sido con otros países, de interés para nosotros en algunos aspectos, como Colombia, Australia, Estados Unidos o Nueva Zelanda.
“Espero que el mundo político chileno tenga la altura de miras necesaria, porque los dolores en la zona son terribles, para mapuches y no mapuches, comenzando por una pobreza sin expectativas. Uno se acostumbra, pero es totalmente anormal. El desarrollo en las áreas rurales es un 40% menor al que había antes de estallar el conflicto”.
—El museo mapuche de Cañete –el Juan Cayupi– y el Regional de la Araucanía, en Temuco, son buenos ejemplos. ¿No está en los planes crear un gran museo en Santiago, donde viven cerca de 700 mil personas que se identifican como mapuches, concentradas en ciertas comunas como Quilicura y Cerro Navia? ¿Cree usted que debiera haber mayor “reconocimiento cultural”?
—Se han recibido varias sugerencias al respecto, en relación con la lengua, la memoria, monumentos públicos. Hay mucho interés y centenas de personas se han comunicado con la comisión en esta línea. Es un aspecto fundamental de sus propuestas.
—Son muchos los países donde el turismo cultural refuerza la vitalidad de los patrimonios indígenas. ¿Está el turismo dentro de la agenda mapuche?
—En una perspectiva amplia, es importante que puedan realizar las actividades que quieran en función de su desarrollo, y que el Estado colabore en poner en valor sus culturas, y comunicarlas adecuadamente a los demás. El turismo está entre la cultura y el desarrollo, que son dos pilares importantes. Se pueden hacer millones de cosas, como, por ejemplo, la obra que se instaló en el aeropuerto de docenas de tejedores y tejedoras mapuches, que también está en nuestro pabellón en Japón. Lo que hace único a un país es lo rural, lo que sucede en los
campos, fuera de las ciudades. Los turistas lejanos vienen a ver Atacama, Rapa Nui, lugares únicos, y en eso tenemos mucho que explotar y hacer crecer. Yo mismo, que estoy en un tema de espectáculos con caballos, ahora los hacemos bailar con ritmos de pueblos originarios y eso es muy apreciado. En lo que es propio de Chile, tenemos mucho que mostrar.
—En este contexto final de la comisión, ¿está satisfecho con lo realizado? Porque en la prensa han aparecido algunas voces disconformes.
—Tenemos muchas esperanzas por lo realizado, y que podamos hacer un cambio sustantivo que se inició con la legislación de 1993 del gobierno de Aylwin, que es muy importante, un pilar básico del diálogo. Pero quedó chica. Se requiere algo más poderoso y, además, están los otros pueblos indígenas no mapuches, que requieren otras consideraciones. Lo cierto es que falta mucho. Es una tarea muy difícil la que asumimos, incluso más allá de lo que nos pidieron. Al comenzar, concordamos en que se requería un acuerdo nacional, que para ello íbamos a buscar una solución por unanimidad. Esto lo establecimos nosotros y es más difícil, por supuesto. Pero pensamos que es indispensable. Hay que superar diferencias en historias, en intereses, en trayectorias. Es lo que se requiere para que el resultado sea valioso.
Aunque no se logró la unanimidad con el informe, hubo un gran consenso en que, al menos, es un avance. En un pensamiento final, resume su perspectiva hacia el futuro: “Espero que el mundo político chileno tenga la altura de miras necesaria, porque los dolores en la zona son terribles, para mapuches y no mapuches, comenzando por una pobreza sin expectativas. Uno se acostumbra, pero es totalmente anormal. El desarrollo en las áreas rurales es un 40% menor al que había antes de estallar el conflicto. En esto inciden otras causas, porque donde retrocede el Estado, es el narcotráfico el que lo reemplaza, ofreciendo dinero y armas a los jóvenes. Esto causa un daño enorme a la causa mapuche. Como hemos visto en la comisión, se necesitan la ley y el orden, pero los problemas de fondo, al final, son culturales”.