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  • Revista Nº 158
  • Por Paula Brown

Especial

Batallas anónimas contra la desigualdad social

Durante años han luchado por impulsar una sociedad más justa, desde la otra primera línea, y desde la precariedad de los territorios que defienden. Estos líderes anónimos dan la pelea con las únicas armas que saben usar: trabajo, empatía, afecto y sentido común.


“Me convertí en un puente”. Constanza Cortés (37), médica familiar. Se desempeña en el hospital Padre Hurtado en la comuna de San Ramón y en el Cesfam El Roble, de La Pintana.

“Al terminar mi beca de medicina, el sistema me reclutó en el hospital Padre Hurtado, donde poco o nada tengo que hacer como especialista en salud primaria. Tanto luché para que me transfirieran a un consultorio, que mi jefa me incentivó a iniciar una relación directa y paralela con los equipos del Cesfam, en La Pintana.

Sin buscarlo me convertí en un puente, mejorando la comunicación y generando importantes sinergias para atender de manera más eficiente a los pacientes que van y vienen entre ambas instituciones. Porque aunque parezca extraño, en pleno siglo XXI no existe un sistema que centralice el historial médico de la gente, y muchas veces los tratamientos y decisiones se toman a ciegas.

Este rol, que parece tan evidente y que no existe en el sistema de salud chileno, ha permitido agilizar la atención en el hospital de los casos más urgentes, que muchas veces pasan inadvertidos. También devuelve al consultorio los casos que no corresponden, haciendo más eficientes las listas de espera. Está totalmente centrado en el paciente, en la gestión y en el trabajo en equipo y en red. Todo este esfuerzo, más una labor mancomunada que estamos realizando al interior del centro asistencial, ha logrado reducir a la mitad la lista de espera para consultas médicas en el Padre Hurtado, en un año y medio.

En esta línea, el Ministerio de Salud le pidió en 2019 al Laboratorio de Innovación Pública UC (LIP) desarrollar un modelo de acompañamiento para estos pacientes. Para hacerlo, comenzaron a levantar información sobre el proceso en los Cesfam de San Ramón y La Pintana. Y surgió mi nombre. Trabajamos juntos y la iniciativa ya está lista para probarse como piloto en la comuna de Puente Alto”.

 

Constanza Cortés


El poder del cambio. Roberto Celedón (48), es sicólogo y cofundador de Crea Equidad.

“En casi 30 años de trayectoria me ha tocado acompañar a más de mil familias en varias comunas vulnerables como La Pincoya, Huechuraba, Quinta Normal, Cerro Navia, La Granja y Lo Prado. En todo este tiempo participé en distintos frentes de intervención directa, reinserción familiar de niños, desarrollo de talleres para hombres y, en paralelo, en una línea de investigación sobre género.

Me siento contento y agradecido con mi trabajo. Si me he mantenido en este tema todos estos años es porque veo cambios a todo nivel… Yo mismo me he ido transformando a través del vínculo. Es gratificante que antiguos pacientes me llamen para contarme, por ejemplo, que les está yendo bien en el trabajo o que sus hijos entraron a la universidad. Me anima comprobar que cuando invitas a las personas a pensarse de manera distinta, desde sus sueños y proyectos, y no solo desde sus dolencias, el cambio en sus vidas sí es posible.

De esta experiencia nació, en 2014, Crea Equidad (de la que soy su director ejecutivo), que formé con un grupo multidisciplinario de profesionales, fundación que actualmente ejecuta 24 programas de intervención especializada para el Sename en la línea de la protección, con apoyo ambulatorio en la Región Metropolitana y en la Región de Magallanes. Trabajamos mayoritariamente con niños, niñas, preadolescentes y adolescentes que presentan situaciones de transgresión de la norma, rezago escolar, maltrato y conflictos familiares, entre otros. También gestionamos un programa de justicia juvenil, de apoyo socioeducativo a jóvenes con sanción penal, que hay que apoyar para la reinserción familiar y escolar”.

 

Roberto Celedón


“Escucharon tarde”. Gladys Fernández (72), dueña de casa y vocera de “la marcha de los bastones”.

“Siempre me ha gustado ayudar. A esta edad, con los hijos grandes, tuve la oportunidad de participar en el Centro del Adulto Mayor Santa Isabel, de la Municipalidad de Providencia, donde fui conociendo la realidad de muchas personas que llegan a esta etapa de la vida teniendo que cambiar sus hábitos, porque las pensiones no les alcanzan.

En 2013, formamos el primer Club de Tejedoras de Santa Isabel. Más tarde, armamos la Unión Comunal de Clubes de Adultos Mayores de Providencia. En junio de 2014, tras una gestión de la diputada Maya Fernández, nos reunimos con el Seremi de Transportes junto a un grupo de 90 personas del Centro del Adulto Mayor de Santa Isabel. Le pedimos la disminución del precio del pasaje del Transantiago para la tercera edad. Nos respondió que tendríamos que patalear mucho, ya que no contábamos con la convocatoria necesaria para dar la pelea. Ese día nació “la marcha de los bastones”, que se concretó en diciembre del mismo año, con la presencia de más de mil personas.

La organización me designó como vocera y acordamos que existirían tres objetivos: transporte, salud y pensiones. Yo andaba para todos lados con mi bastón, que para los pueblos antiguos significaba experiencia y poder. A la marcha llegaron también algunos políticos, pero habíamos definido inicialmente entre nosotros que ninguno de ellos hablaría. Y así fue. Más tarde, en abril de 2015, se realizó una segunda movilización y luego una tercera versión en marzo de 2016, en Puerto Montt.

Siento que lo que hicimos entonces finalmente llegó a la sociedad, ganamos reconocimiento. La Primera Dama, Cecilia Morel, nos invitó en 2018 a participar en el Consejo Ciudadano de Mayores, integrado por distintas organizaciones. Siempre insistí en la necesidad de bajar el precio del transporte, pero no hubo cambios.

Recién después del 18 de octubre de 2019 –cuando los jóvenes pusieron su cara para hablar de desigualdad y de las malas condiciones de vida de su padres y abuelos, destapando la olla a presión que había en el país– el gobierno anunció una rebaja del 50% en la tarifa del Transantiago para la tercera edad. Creo, lamentablemente, que las autoridades escucharon tarde”.

Gladys Fernández

 


“La soledad de los postrados es tremenda”. Sofía Zárate (74), dirigenta de la organización cristiana “El Llamado de Cristo”, de Valparaíso.

“Acompaño a las personas que no se ven, a los postrados con mala situación económica y que están encerrados en sus casas. Les llevo pañales, mercadería y compañía… Apoderados, alumnos y profesores del colegio Seminario San Rafael me ayudan con esto. También hay un grupo de niños del Opus Dei que sale conmigo y mi esposo, los días sábado, a visitar a los enfermos. Con ellos les hacemos una operación de limpieza para dignificarles su espacio.

Entre diciembre de 2018 y el mismo mes de 2019 murieron 16 de las personas que visito todas las semanas por los cerros de Valparaíso. Ahora me quedan 15, pero ya hay tres casos nuevos que tengo que incorporar en mi listado. A veces, antes de llegar aprovecho de retirar los medicamentos que requieren en el consultorio y se los llevo.

Algunas autoridades han salido a recorrer conmigo y quedan impactados. También han ido políticos, pero ellos nunca hacen nada. Hay tanta necesidad, sería distinto si todos pudiéramos ayudar. Es que la soledad de los postrados y de sus cuidadores es tremenda, muy triste. No llevo ni la cuenta de cuántos he acompañado en estos 30 años. Son listas y listas desde el año 91, cuando empezamos con mi marido a trabajar en esto, que nació de nuestro trabajo parroquial. Solitos nos van llegando los casos porque aquí en Valparaíso somos conocidos.

Además, todos los miércoles entre las 16 y las 18:30 horas nos juntamos en la Iglesia de la Matriz con los autovalentes de más de 80 años. Antes del 18 de octubre iban de la universidad a hacernos ejercicios para la memoria, luego tomábamos tecito y jugábamos lotería, siempre reflexionando sobre la palabra de Dios”.

 

Sofia Zárate


Vivir del mar. Marcela Huenupil (25), emprendedora y representante de la agrupación de mujeres Rayen Lafken del sector de Comillahue, de la comuna de Tirúa, en la región del Bíobío.

“Cuando salí del liceo, no quise emigrar a la ciudad y comencé a liderar este proyecto relacionado con el sustento histórico de mi familia. Somos diez socias recolectoras de cochayuyo, todas tías, primas y hermanas. Nuestro emprendimiento consiste en procesar este producto dándole un valor agregado, ya que el precio es muy bajo al venderlo a granel. Hacemos mermelada, harina, sazonadores y snacks sobre la base de alga. Además de ser nuestro trabajo, el esfuerzo permite mantener viva nuestra cultura, pasándola de generación en generación.

Como mujeres ha sido difícil. Nos han discriminado, nos han tratado mal. Hemos tenido que recorrer mucho para que crean en nosotras y nos tomen en cuenta. Veo con orgullo los avances en mí, en mis compañeras y en el producto que estamos haciendo.

Vivimos en un lugar aislado, con pocos recursos. Hemos conversado con gente del gobierno para que nos apoyen, aunque todo es muy lento. Sin embargo, nos ganamos un concurso para poder levantar una planta procesadora y este año esperamos que salgan los permisos sanitarios y legales para exportar nuestros productos. También nos vamos a constituir como una cooperativa y cambiaremos de nombre: Monguen Lafken, que significa ‘vivir del mar’.

Hoy somos un referente en Comillahue, por ser mujeres y llevar adelante un proyecto así. Nuestros hombres se han incorporado y nos hacen un aporte fundamental al cargar el cochayuyo, porque acá hay muchos acantilados. Llevo todo esto orgullosamente en el corazón. Soñamos con algo grande, dándole prioridad a los jóvenes y a las mujeres de este territorio. Cochayuyo hay mucho, pero tenemos que saberlo trabajar para que sea una actividad sustentable, que se mantenga de buena forma en el tiempo”.

 

Marcela Huenupil

 


“La prostitución invisibiliza a la persona”

El matrimonio integrado por la sicóloga Pamela Cajales (51) y el abogado Ian Henríquez (51) apoya hace más de 25 años la inserción social de mujeres en situación de prostitución, esfuerzo impulsado por las religiosas de una congregación española, en la comuna de Estación Central. Aquí el relato de Pamela.

“Partimos con este servicio en 1994, como estudiantes, cuidando a los hijos e hijas de mujeres que acudían al espacio de acogida de las religiosas, para que pudieran alcanzar su nivelación escolar. En la medida que avanzamos en nuestras propias carreras, comenzamos a prestarles servicios profesionales. Con el tiempo, nos fuimos haciendo amigos de las monjas y de las destinatarias, amistad que se mantiene hasta estos días con algunas de ellas. Durante varios años nos tocó recorrer calles y burdeles para invitarlas a esta instancia. Hoy participamos con apoyo logístico e impartimos talleres de formación. Este apostolado está arraigado en nuestra familia.

El perfil de las mujeres en situación de prostitución en Chile ha ido cambiando. En los 90 encontrabas personas de un nivel socioeconómico muy bajo y escasa escolaridad. Actualmente, hay muchas extranjeras y también chilenas universitarias o alumnas de centros de formación técnica que ven en esta opción una forma de aumentar sus ingresos, lo que lo hace aún más dramático, porque ya no se trata de sobrevivir.

La prostitución invisibiliza a la persona, pues la cosifica y la denigra, tanto a quien la ejerce como a quien la solicita. Las mujeres en esta situación están completamente marginadas y excluidas. Por ello, nosotros hablamos de insertarlas socialmente en tanto personas, hijas de Dios, lo cual no implica en modo alguno validar la actividad. Cada caso es particular y el trabajo es uno a uno. No hay tiempos asignados, tampoco metas. Vamos al ritmo de ellas.

En el centro realizan cursos de capacitación Sence, aprenden un oficio y se certifican. Ahora bien, la experiencia no es completa si no mencionamos a Cristo. Porque toda esta pedagogía de las religiosas se sustenta en Él. Hemos visto cómo la adoración es finalmente la mejor terapia. Recuerdo a una mujer que trataba de salir adelante y recaía. Un día llegó muy drogada al centro de acogida. Prácticamente no hablaba. Una de las monjas la mandó a lavarse la cara, a peinarse y la llevó a la capilla frente al Santísimo a hacer adoración. La mujer empezó a acudir semanalmente y pedía pasar a la capilla. Era todo lo que ella necesitaba para sentirse dignificada y aspirar a un cambio de vida, lo que se produjo gradualmente, con la gracia de Dios”.

 

Pamela Cajales (51) y el abogado Ian Henríquez (51)