• Revista Nº 176
  • Por Emilio de la Cerda

Dossier

Centro Cultural La Moneda: De la ciudadanía a los públicos

En el discurso inaugural del Centro Cultural La Moneda (CCLM), realizado el 26 de enero de 2006, el presidente Ricardo Lagos señalaba que este proyecto era “un espacio urbano porque su verdadero dueño es la propia ciudadanía, a la que con este Centro y con la Plaza que lleva su nombre, hemos devuelto una parte importante del centro cívico que le pertenece”.

Profundizando en el alcance que estaba llamado a tener, y coronando de este modo su propia agenda transformadora –inspirada en los grandes proyectos urbanos de François Mitterrand cuando le correspondió ejercer la presidencia de Francia–, el primer mandatario socialista desde el quiebre de la democracia continuaba señalando que en este proyecto se juntan “lo propio y lo ajeno, lo nacional y lo internacional, lo común y lo diverso, este es un proyecto abierto, ambicioso que integra y no compite, que une esfuerzos y no que los disgrega”.

La propuesta de Plaza de la Ciudadanía y el CCLM, adjudicada a la oficina Undurraga Devés por concurso público, constituyó un eslabón más en la apertura del frente sur del palacio de La Moneda. Esta secuencia urbana, iniciada a principios del siglo XX, logró transformar los lotes traseros del proyecto de Joaquín Toesca en una verdadera caja cívica enfrentando la Alameda.

Empalmado en ese espíritu democratizador, la construcción de este proyecto supuso la demolición del ahora poco recordado Altar de la Patria: túmulo escalonado levantado en plena dictadura con el objetivo de resguardar los restos del libertador Bernardo O`Higgins, en una operación de transposición simbólica que buscaba identificar al prócer con la autoconsciencia histórica de la Junta Militar.

El CCLM proponía, en cambio, un espacio inédito en Santiago, al disponer un gran vacío enterrado con iluminación cenital, con una gran rampa que dilataba el recorrido haciendo del acceso al conjunto un evento metropolitano, una gran coreografía ciudadana que era un espectáculo en sí mismo.

La relevancia simbólica que supuso la aparición de esta pieza en la ciudad debía ir acompañada y sostenerse mediante una agenda ambiciosa y de vocación masiva, porque esta gran caja de resonancia venía a representar la idea misma de una democracia recuperada y a sus protagonistas, los ciudadanos.

La idea de congregar a la población en este espacio cultural constituía otro de los aprendizajes del proceso de renovación socialista europeo, en el cual la idea de democracia operaba como “eje aglutinador en torno a programas flexibles y ad hoc, libres de ideología, y por lo tanto, concitadores de mayorías” (Moyano, C.; 2007).

Con esa claridad amplia asociada al proyecto, el primer periodo de Lagos propuso como ejes del CCLM los conceptos de ciudadanía, diversidad e internacionalidad.

El impacto de sus primeras exhibiciones confirmó el objetivo, transformándolas en verdaderos acontecimientos culturales: “México: del Cuerpo al Cosmos” (2006); “Obras Públicas Nicanor Parra” (2006); “La Antigua China y el Ejército de Terracota” (2009-2010): “Matta Centenario 11.11.11” (2011), entre otras.

En sus 18 años de funcionamiento, el espacio ha acogido con rigor y calidad decenas de exhibiciones principales, sin mencionar aquellas desarrolladas en sus demás espacios dedicados a agendas temáticas específicas, tales como la Galería de Diseño, Cineteca Nacional, Galería de Patrimonio, Espacio Violeta Parra, Galería Fotográfica.

Si cotejamos el proyecto político original del CCLM con su agenda reciente llama la atención no tanto la capacidad de levantar muestras relevantes, sino algo acaso más hondo y abierto a debate, cual es el desplazamiento del concepto aglutinador de ciudadanía por nuevos constructos conceptuales tentativos, fragmentarios y provisorios.

Asociando la idea de “espacio cultural inclusivo, participativo y democrático” con la asimilación de las agendas de “instituciones, agrupaciones, colectivos organizados, gremios, etc. – que tienen mucho que decir y aportar en el diseño de una programación de real impacto en los públicos”, el CCLM ha transitado de una vocación aglutinante a una de articulación; de la abstracción conceptual de la ciudadanía, que garantiza la idea misma del Estado, a la singularidad plural de los públicos, en que la institucionalidad resiente su rol oficial para entenderse a sí misma “como parte de un tejido social, que requiere reconstruirse y nutrirse permanentemente” (Memoria Anual Centro Cultural La Moneda, 2022, p. 12).

Se produce de tal modo la aceptación tácita de que los mecanismos originales no supondrían un impacto real, que la misma idea de ciudadanía estaría en crisis como constructo cultural. Por tanto, las prácticas curatoriales tradicionales no solo estarían agotadas sino que tendrían la mácula de la acción jerárquica y unidireccional, siendo impositivas, escasamente participativas e insuficientemente democráticas.

Esta apertura, que se supone buscaría poner un foco especial en la idea de diversidad, y con cuyos enunciados generales resulta difícil no estar de acuerdo, no se traduce empero en una renuncia a representar causas desde una plataforma oficial. Podría decirse que se trata más bien de una nueva hegemonía acompañada, una forma táctica de apuntalar la propia agenda con la inclusión selectiva de ciertas diversidades afines.

Frente a esta posibilidad, podrá argumentarse con razón que sería ingenuo pretender una agenda completamente desacoplada de la mirada de quien ejerce el poder Ejecutivo en un espacio llamado Centro Cultural La Moneda, que funciona físicamente como una extensión del mismo palacio de gobierno y se financia con fondos estatales vía Ley de Presupuestos.

Aceptando esa constatación, resulta indispensable volver entonces sobre el trasfondo profundamente político del proyecto del CCLM y preguntarse, a nivel de discurso curatorial, si la suma de las individualidades reunidas en su singularidad identitaria reemplaza una mirada de la ciudadanía como constructo abstracto y compartido. En palabras de Lagos, si es que une esfuerzos o los disgrega.