Cultura(s), un concepto sin borde
La pandemia, el encierro y el desencuentro con el otro han causado un daño enorme a la difusión de las artes, las culturas y el patrimonio y, por ende, a su financiamiento. Justamente, por la incertidumbre y la angustia ante el futuro muchos individuos han valorizado la música, el cine, las visitas virtuales a museos, más que nunca. Llevada al límite, incluso fuera de los márgenes convencionales, el contexto obliga a dialogar en torno a su definición. Estamos en un tiempo que nos lleva a preguntarnos, como sociedad, qué nos importa de ella y por qué. Destacados representantes de diversos ámbitos ayudan a encauzar esta reflexión.
Volcarse a los orígenes, Miryam Singer
“Lo que no puede dejar de considerarse es que las culturas de los pueblos originarios hicieron su ingreso al establishment cultural europeo a fines del siglo XIX, y se instalaron definitivamente con los primeros movimientos vanguardistas del siglo XX. Los artistas abandonaron sus raíces culturales grecolatinas cuando estas probaron ser insuficientes para la expresión de la subjetividad. Gauguin se estableció en Tahiti, en 1895; Picasso se inspiró en el arte africano cuando presentó a sus señoritas de Avignon, en 1907; Stravinski evocó la Rusia precristiana en su consagración de 1913; los ejemplos son innumerables porque para entonces, la contracultura había logrado el status de establishment. Hoy, las personas reconocen que la civilización europea representa solo a un segmento reducido de la población, y se vuelcan hacia sus propios orígenes en busca de respuestas para la autoafirmación de los pueblos. Los artistas desatan representaciones largamente silenciadas por la elasticidad y adaptabilidad que caracteriza la cultura de raíz europea y que le permitió instalarse hegemónicamente en el mundo entero, para encontrar nuevos lenguajes y objetivos de lucha”.
Alimento interior y espiritual, Matías Cardone
“La cultura es el mundo creado por los seres humanos, tan necesaria y es el alimento interior y espiritual de la gente en Chile. Para mí es una práctica: es el acto de habitar un espacio, un museo, una obra, una exposición, una película, una obra de teatro, una pieza de música, disfrutar una serie de TV, que hace que la gente tenga una experiencia sensorial y logre sentirse viva. En Chile, tenemos buenos artistas, quienes logran iluminar y dar sus puntos de vista. Existen los espacios de cultura, pero creo que el gran desafío es el apoyo al contenido, la falta de canales de acercamiento a la gente, difusión para que se visite los centros culturales y aumente el consumo de calidad. La ausencia de cultura provoca que las personas pierdan un crecimiento interior y espiritual”.
Todo lo que el ser humano cultiva lo constituye como persona, Fredy Parra
“La cultura es integral e incluye todo lo que el ser humano cultiva con el fin de desarrollar las dimensiones interrelacionadas que lo constituyen como persona. A saber: la tecno-científica-económica (conocer y transformar la naturaleza mediante el trabajo y el consiguiente sistema de producción, distribución y consumo de los bienes para vivir); la sociopolítica (organización y campo de decisión en el ámbito de lo social, de transferir y limitar autoridad y poder, buscando el bien común); la axiológica (horizonte de los valores que se manifiesta en las prioridades que se establecen éticamente a nivel tecnoeconómico y sociopolítico, jurídico, personal y familiar, etcétera); la estética (cultivo de la belleza y sensibilidad). Y la que subyace al conjunto: la re-ligación fundamental (religiones y cosmovisiones que dan sentido y orientación a todas las anteriores). Cada cultura humana contiene las dimensiones señaladas y las realiza histórica y pluralmente de modos diversos”.
Una constante búsqueda, María José Navia
“Cuando pienso en alguien culto o culta, supongo que por deformación profesional y afinidades, me imagino una persona que lee mucho y cosas muy distintas. Alguien con una gran curiosidad y atención a las diversas voces que existen sobre todos los temas. Alguien que sabe, además, que siempre queda tanto más por saber y conocer y lo reconoce con humildad. Alguien en constante búsqueda y también generoso o generosa con sus saberes. Alguien que escucha con los oídos bien atentos”.
Es fuente de identidad, pero también de posible exclusión, Olof Page
“La palabra cultura es multívoca. Cuando nos referimos a un pueblo como teniendo tal o cual cultura la entendemos como un conjunto de tradiciones, creencias, símbolos, lenguajes, modos de conocimiento y de expresión. Justamente por esto es que la cultura nos define pero también nos diferencia de quienes no pertenecen a la nuestra, es decir, es fuente de identidad pero también de posible exclusión. Fuente de riqueza humana pero también de posible opresión para quienes, siendo parte de ella, pueden sentir incomodidad vital con los códigos que la definen. Es un espacio que nos precede, porque no lo escogemos al momento de nacer. Es también sujeto de disputa en cuanto a las reivindicaciones de pureza monolítica o de hibridez que, dependiendo del intérprete, se quieran hacer. En un espacio geográfico sujeto al poder soberano de un Estado democrático, en el que coexisten (con todas sus posibles dificultades) diferentes culturas así entendidas, el mayor desafío es que las diferencias que las hacen posibles no terminen por debilitar los espacios de hospitalidad y encuentro, sin los cuales no puede existir una comunidad política con sentido”.
Culturas y movimientos sociales, Manuel García
“Aunque la cultura, entendida en su amplia extensión, es parte de los fenómenos sociales, económicos e históricos inherentes a la condición del ser humano, no todos los procesos –especialmente los económicos y políticos– son capaces de asimilar e incorporar a su esencia las infinitas expresiones humanas con las que la definimos como tal. Elegiremos su acepción como fuerza amorosa de transformación, piedra angular del origen del homo sapiens. Hecha esta salvedad solo abordaré en estas líneas el tema de la cultura y movimientos sociales desde aquellos fenómenos que ponen de manifiesto su profunda relación.
Desde este prisma constatamos que los movimientos sociales y la cultura son parte de una misma sangre. Tienen su génesis en el sentido ético de la justicia, la libertad y una fuerza tendiente al cambio y la transformación de la realidad. Ambos fenómenos se trenzan en una espiral eterna en la que se influyen y afectan constantemente. La cultura, el arte específicamente, tiene el don de detectar, de reflejar, denunciar y poner en acción en el plano de la belleza tanto lo mejor de la sociedad como aquellos conflictos y crisis en los que la humanidad pierde el sentido creador y amoroso de su despertar, para transformarse en opresión mercantilista y política de los poderosos sobre los más desvalidos.
Los movimientos sociales se fraguan, en gran parte, enriquecidos por aquellos espacios de cultura en los que las ideas, la información y los altos valores humanos circulan con libertad, con sentido crítico y altruismo. Las reflexiones estéticas han sido punto de partida para muchos filósofos contemporáneos que consideraban que la acción política podría partir de sus presupuestos. El arte tiene la capacidad de sintetizar de manera simbólica, y a veces con lenguaje directo, la pulsación de nuestra vida como seres sociales.
En otra vuelta de esta espiral, es en los movimientos sociales donde el arte encuentra una fuente inagotable de riqueza estética y fuerza creadora, pues es en el interior de estos movimientos, tal como su nombre insinúa, donde fulgura el maravilloso diamante filosófico que es la Cultura Popular. Cuando el pueblo sale a las calles no lo hace solo para reivindicar sus derechos y establecer demandas sociales, sino que también restablece el sentido de la poesía que le otorga al ser humano aquel brillo distinto en los ojos, que desde tiempos remotos lo convierte en un animal de acción creadora. En los movimientos sociales el pueblo recrea sus propios mitos, reinterpreta sus luchas; construye con versos, leyendas y con ingenio inagotable una simbología llena de significados basados en su propia experiencia de la lucha cotidiana, de sus frustraciones y del dolor de la opresión, pero siempre con un afán de construir y generar cambios con altruismo, conciencia y alegría”.
Derechos culturales = derechos humanos, Nona Fernández
“Es el ejercicio del ser de una comunidad. Por lo mismo, es diversa y está en construcción y metamorfosis permanente. Así como la identidad de un individuo se transforma día a día y es imposible de limitar, así la cultura se desarrolla y crece y muta manifestando la identidad de un colectivo. Todas las personas y comunidades que habitamos un territorio somos sujetos culturales, tenemos derechos culturales y participamos del desarrollo cultural de nuestra comunidad. Privarnos de nuestros derechos culturales, que son derechos humanos, es despojarnos del goce de ser realmente las personas que queremos ser. Es clausurar nuestra identidad comunitaria”.
La plenitud humana, Jaime Antúnez
“La falta de confianza en la propia humanidad que sufre el hombre de hoy, subyugado por múltiples “imperativos aparentes”, es epicentro de una crisis de la cultura. ¿Qué es cultura? Lo oímos a un grande del siglo XX, el Papa Juan Pablo II, en el patio central de la UC –que hoy lleva su nombre–, en abril de 1987: un modo particular como los hombres cultivan su relación con la naturaleza, entre sí mismos y con Dios, permitiéndose alcanzar un nivel plenamente humano.
Aunque una cultura esté condicionada por factores materiales, recibe su forma de un elemento espiritual que trasciende límites raciales y geográficos. La clave de bóveda de las grandes culturas históricas la hallamos en su vínculo con Dios: religión o irreligión determinaron órdenes familiares, económicos, políticos o artísticos. De Junípero Serra al norte, pasando por Pedro Claver, Anchieta, Rosa, llegando al sur con Ceferino, Laura, Teresa y Alberto, hubo miles de hombres en nuestra América que se permitieron la opción libre, pacífica y radical de ‘venderlo todo para adquirir la perla preciosa’, según el consejo evangélico. Ellos orientaron la escala de valores de esta civilización nuestra. Su sacrificio no fue en vano; su legado está presente”.
El máximo común divisor, Rafael Benguria
“En la antigüedad, la palabra “cultura” se refería exclusivamente a cultivos agrícolas. Desde hace unos cuatro o cinco siglos se empezó a usar, por extensión, para describir otras ideas, relacionadas con el cultivo de las artes, de la literatura, de las ciencias, del folklore, etcétera. El significado llegó a ser mucho más general, un tanto vago y confuso.
Además de su significado original puede referirse a la ‘cultura de una región’, ‘cultura de un país’, ‘cultura de una organización’, etcétera. En estos contextos extendidos, se puede entender, parafraseando una idea matemática, como el máximo común divisor del conocimiento, de los usos y costumbres de una región, de un país o de una organización”.