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  • Revista Nº 156
  • Por Martín Tironi

Especial

Diseños sustentables: aprender a “Habitar” el mundo

En este escenario de crisis, los modos de existencia humana se transforman en una amenaza para la perdurabilidad de los múltiples seres que pueblan el mundo. Urge identificar las narrativas y acciones capaces de hacernos proyectar y materializar futuros para la coexistencia. El presente artículo muestra cómo el ámbito del diseño puede constituir un importante catalizador de intervenciones que contribuyan a cocrear relaciones y espacios más sostenibles.

La representación moderna de una naturaleza externa y reversible, que se encuentra allí afuera independiente e indiferente a las actividades humanas, ha empezado a desvanecerse con el advenimiento de la noción de Antropoceno (Bonneuil, C. & Fressoz, J.B., 2013).  Actualmente es imposible concebir el metabolismo  de  la  tierra  sin  tomar  en consideración  las trasformaciones e intervenciones producidas por el hombre sobre la vida del planeta, asociadas a un modelo civilizatorio y fuerzas geopolíticas, a modos de producción y estilos de vida determinados.

El filósofo Bruno Latour se ha referido a esto como la irrupción de una era “posnatural”, donde la idea de naturaleza salvaje, prístina y universal se vuelve indefendible, ante la constatación de la inexorable interpenetración de los sistemas humanos y los naturales, derrumbando con esto la dicotomía entre naturaleza y cultura (Latour, B., 2017).

Si bien la influencia de la humanidad sobre el medioambiente y su entrelazamiento con este han existido siempre –y hay acalorados debates entre los científicos respecto de la periodización de estos procesos antropogénicos– son muchos los que apuntan a la modernidad capitalista como un acelerador de esta dinámica de transformación y destrucción de los ecosistemas. Debido a lo anterior, en estricto sentido correspondería hablar del capitaloceno (Haraway, D.J., 2016).

Como sea, todo indica que el frágil ecosistema en el que vivimos se encuentra en un punto crítico de insostenibilidad. Esto nos interpela a interrogar críticamente la cosmovisión antropocéntrica y productivista que ha sustentado nuestros modos de relacionarnos con las otras entidades que habitan la tierra, basados en la idea de crecimiento ilimitado, la compulsión por lo nuevo y la explotación de los recursos naturales.

En este escenario de crisis, de consecuencias imprevisibles para la tierra, por primera vez los modos de vida humanos se transforman literalmente en una amenaza para la perdurabilidad de los múltiples seres que pueblan el mundo. Urge, entonces, identificar las narrativas y acciones capaces de hacernos proyectar y materializar futuros para la coexistencia. no se trata de volver a estilos de vida anteriores, ni restaurar una visión esencialista de la naturaleza, donde las huellas humanas desaparecen. más bien, se hace necesario reflexionar sobre cómo podemos imaginar mundos más sustentables y, por lo mismo, éticos.

Esta tarea no puede ser delegada únicamente a la ciencia ni menos al solucionismo tecnológico imperante. Ella debe ser abordada de manera transdisciplinaria, incorporando sensibilidades de diferentes dominios y procedencias. Dicho más directamente, la crisis actual demanda mucho más que un cambio en el mercado de las ideas o en las innovaciones tecnológicas. Como varios autores están abogando, requiere un giro sociocultural, una actualización de los saberes y prácticas que nos permitan “futurizar” alternativas en los modos de habitar y de hacer mundos (Escobar, A., 2018; Fry, T., 2015; Haraway, D.J., 2016; Latour, B., 2017).

En lo que sigue, intentaré mostrar cómo el ámbito del diseño –entendido como proyecto sociocultural y modo de prototipar mundos  (Tironi, M.,  2017)–  puede  constituir  un  importante catalizador de intervenciones que contribuyan a codiseñar relaciones, espacios y mundos más sostenibles. Con tal fin desarrollaré ciertas dimensiones que van más allá de la concepción habitual del diseño, como disciplina enfocada únicamente a la generación de bienes o productos de consumo, para discutir cómo puede constituir un articulador de nuevos mundos, prácticas y colaboraciones.

Un mundo compartido.

Un mundo compartido.

En las imágenes, vemos un boceto de una intervención creada por la Escuela de Diseño de la UC (2016) e inspirada en la idea de diseño para la transición, (Hermansen, P., & Tironi, M., 2018) con animales del Zoológico Nacional de Chile. El propósito es repensar el tipo de relación que los humanos entablamos con los animales y crear las condiciones para un codiseño de reciprocidad interespecie. El desafío es lograr una ética del cuidado y la mutua interdependencia, a partir de prototipos especulativos de instrumentos musicales.

La mantención: futuros perdurables

Una de las claves del éxito del modelo capitalista reside en su capacidad para estimular, a partir de estrategias siempre nuevas y creativas, un circuito perfecto de producción y consumo basado en una marcada separación entre consumidor y productor. esto se ve intensificado ante el universo de la obsolescencia programada, donde los ciclos de vida de los productos son cada vez más cortos, haciéndose más económico comprar uno nuevo que repararlo. esto va consolidando lo que se ha denominado throwaway society o sociedad desechable (Dant, T., 2019), donde las cosas se usan para luego ser eliminadas como basura o residuos y los ciudadanos, al mismo tiempo, son relegados a un rol de “usuarios”, en una relación puramente clientelar con los objetos de consumo.

Esto conduce a un culto maniático por la innovación y creación permanente, donde proliferan las estrellas de Silicon Valley, se celebra la figura del “sujeto-emprendedor” y se elaboran sofisticados discursos sobre la “clase creativa” y las innovaciones disruptivas. esta expansión sin límites de los objetos desechables tiene consecuencias gigantescas sobre el planeta.

En tal contexto, la práctica de la mantención, cuidado y reparación no goza de buena tribuna. Se trata de actividades poco reconocidas en nuestros modos de vida. Al contrario de la reputación que tiene la idea de innovación, la mantención es una suerte de mal necesario, una actividad casi denigrante que le quita tiempo a labores más enriquecedoras y elevadas.

Por lo mismo, se trata de tareas que solemos hacer lo más rápido posible, o delegar a otros para poder consagrarse al trabajo “reflexivo”, “creativo”. No es coincidencia que la mayoría de las labores de mantención y cuidado sean ejercidas por personal “doméstico”, que se encuentra, generalmente, en el peldaño más bajo de la jerarquía social (Tironi, M., 2019). Pero este paradigma productivista va más allá de un modelo económico. De hecho, se conecta con formas culturalmente aprendidas de relación con el entorno.

Así lo muestra el antropólogo Philippe Descola (2015) en su estudio sobre el pueblo de los achuares del Amazonas, donde la noción de producción no tiene sentido en el tipo de relación que despliegan con la naturaleza. Los achuares establecen más bien una relación de mutuo cuidado y mantención con ella, donde se dirigen a las plantas que cultivan bajo una ética relacional, de codependencia.

Limpiar, ajustar, ensamblar, ordenar, apretar, regar, sacudir, ajustar y cuidar son todas operaciones que estamos realizando en nuestra relación con los objetos, personas y espacios que habitamos. La vida social se reproduce, en gran medida, en estos gestos y diálogos “reparadores” que constantemente realizamos. No hay mundo habitable sin conservación, sin objetos que  persisten,  sin  una  permanente  reinstauración  de sus propiedades históricas, materiales, estéticas, simbólicas, emocionales.  Ahora bien, las cosas no permanecen naturalmente: si ellas duran y subsisten es porque son cuidadas, transmitidas, atendidas. Por ello, mantener es hacerle espacio al tiempo y a la memoria, lo cual es la posibilidad para toda creación.

Habitar el mundo no es solo innovar y producir, sino también cuidar y mantener. o, pensando con Ingold (2013), habitar es entrar en “correspondencia” con el devenir de las cosas. la vida no está dada, ella se va haciendo en un continuo movimiento de mantenciones.

Un mundo en crisis exige, por ende, un ethos del cuidado, entendido como “un hacer” que entreteje una malla de afectos, prácticas y relaciones que sostienen la vida. La mantención y el cuidado son el reconocimiento de una condición ineludible: somos seres en interdependencia, vulnerables y relacionales (De la Bellacasa, M.P., 2012).

No mas cajas negras

Aceptando por un momento que el mantenimiento puede tener más impacto en las ecologías y relaciones que habitamos que muchas de las innovaciones tecnológicas que se lanzan cada día al mercado, ¿qué explica la dificultad para desplegar y valorarla? Como se mencionó antes, uno de los principales obstáculos es cultural, en tanto estamos formados en una cultura que valora la producción por sobre el reparar y cuidar. Pero igualmente tiene que ver con cómo son diseñados los objetos que nos rodean. Solemos vincularnos con los bienes producidos como si fueran verdaderas “cajas negras”: sabemos lo que entregan, pero no cómo los hacen.

Una forma de perpetuar el consumo es hacer que los usuarios se resignen a una posición pasiva de clientes, donde las habilidades necesarias para acceder al funcionamiento del objeto sean cada vez más herméticas, monopolizadas por los expertos (Dant, T., 2019; Tironi, M., 2019). Los objetos se hacen cada día más opacos, impidiendo la posibilidad de reparar, mantener e involucrarnos con ellos de otra manera que no sea el “modo usuario”.

Hoy más que nunca la reparación y mantención aparece como un gesto de responsabilidad frente a la crisis ambiental que estamos experimentando. tal como muchas agrupaciones de la sociedad civil lo están revindicando con el propósito de empujar hacia prácticas más ecológicas, la reparación y mantención son actividades que crean un conjunto de externalidades positivas. Es lo que ocurre con la cultura maker (creador) y do-it-yourself (hazlo tú mismo), los grupos de “repair Café”, el auge de las huertas urbanas y proyectos de economía circular, entre otros. Todas son iniciativas que incitan a una apropiación creativa de parte de las personas, que disminuyen los desechos, que fomentan la colaboración e intercambio de saberes, que rompen la demarcación entre “saber profesional” y el “saber profano”.

Hay que tener en cuenta, por lo demás, que muchas veces la creatividad e innovación más relevante es la que sucede después de lanzados los productos, ya fuera de los laboratorios de I+D; es decir, cuando estos se confrontan a las experiencias, contextos, improvisaciones y problemas que surgen desde la apropiación que hacen las personas. de ahí entonces que, cuando reparamos o mantenemos lo que hacemos dejamos de concebir los artefactos o entornos como un simple matter of fact (cuestión de hecho), hermético e invisible al debate público y pasan a ser concebidos como lugares de experimentación, involucramiento y aprendizaje, de reinvención de nuevas habilidades.

Aprender a involucrarnos con los objetos con los que vivimos y adquirir habilidades para cuidarlos parece un movimiento necesario para la transición hacia un mundo más sustentable. Constituye un proceso de toma de conciencia respecto de las relaciones que entablamos con nuestro entorno (Dant, T., 2018). No solamente estamos contribuyendo a que existan menos residuos en el planeta, sino también estamos involucrándonos en un plano ético, activando afectos, cuidados e interdependencias constitutivos de los procesos ambientales.

Diseño para las transiciones: construcción de escenarios y coexistencia

Para el filósofo Tony Fry (2015), una de las principales propiedades del diseño es su capacidad de pensar proyectualmente el tipo de vínculo que establecemos con el mundo. Su reto es crear futuros abiertos a múltiples posibilidades y devenires; es decir, crear las condiciones para la “futurización”. Sostiene, en este sentido, que el diseño debe ser pensando como una acción ontológica (Escobar, A., 2018; Fry, T., 2015), como una actividad que tiene el potencial de crear modos de hacer y ser en el mundo, lo cual implica que puede contribuir al desarrollo de una sensibilidad ecológica.

Actualmente, sin embargo, estaríamos experimentando una “desfuturización”: una derrota de nuestras herramientas especulativas para desapegarnos del statu quo, producto de un omnipresente imaginario productivista que restringe los futuros y la capacidad de proyectar escenarios alternativos. En esta dirección, Fry hace un llamado a los profesionales del diseño a producir “futuros que tengan futuros”, a detener el proceso de “desfuturización” que tiene al planeta en una situación crítica. Es una interpelación para tomarse en serio el trabajo de formulación de narraciones y fabulaciones que permitan transitar hacia otros mundos posibles.

Bajo términos como “diseño para la transición” (Irwin, T., 2015), “diseño para la innovación social” (Manzini, E., 2015) o “diseño especulativo” (Dunne, A., & Raby, F., 2013), el campo de esta disciplina está adoptando un rol determinante en la creación de futuros, con diferentes iniciativas que están probando las condiciones para un modelo social más sostenible.

El objetivo de muchos de los proyectos que se inscriben en estas perspectivas no es producir un objeto o producto delimitado, sino hacernos reflexionar sobre los sesgos culturales dominantes y proporcionar escenarios que permitan rediseñar los modos de coexistencia. Surge un interés por desarrollar proyectos –basados en estrategias de codiseño “con” las comunidades, creación y visualización de escenarios, prototipos, etcétera– que se despliegan a partir de la idea de diseños-con-sentido, esto es, que favorezcan y potencien las condiciones para colaboraciones y vidas más sostenibles en entornos crecientemente individualizados y robotizados.

Por ejemplo, uno de los principales promotores de esta perspectiva, Ezio Manzini, ha buscado conceptualizar e implementar la idea de diseño colaborativo para la sustentabilidad, por medio de intervenciones locales accesibles para diversos públicos. La idea es reconocer las capacidades de las propias personas involucradas, con el fin de “activar, mantener y orientar los procesos de cambio social que llevan a la sostenibilidad” (Manzini, E., 2015). Se trata de diseños menos interesados en la resolución de problemas puntuales que en la activación y creación de capacidades para futuros más conscientes y colaborativos.

Vidrios eternos

Vidrios eternos

Aprender a involucrarnos con los objetos con los que vivimos y adquirir habilidades para cuidarlos. Hoy más que nunca la reparación y mantención aparece como un gesto de responsabilidad frente a la crisis ambiental que estamos experimentando. Es lo que ocurre con iniciativas como Green Glass, quienes trabajan con los recolectores de botellas de vidrio, las cuales transforman en vasos que son comercializados para su reutilización. Fotografía Green Glass.

Diseño para la coexistencia

Uno de los ámbitos más provocativos en el diseño para las transiciones es el vinculado a proyectos que buscan sacarlo de un enfoque excesivamente antropocéntrico. Estos intentan proyectar diseños que permitan incluir entidades más-que-humanas y fomentar nuevas formas de relación humanidad-medioambiente.

Estos trabajos hacen una invitación a reconocer los límites de los modelos del diseño, centrados en los humanos, para explorar formas de descentramiento a través de operaciones de codiseño para la inclusión de otras entidades invisibilizadas en la construcción de lo común, como pueden ser animales, plantas, ríos, tecnologías, etcétera (Binder, T., et al., 2015; Smith, R.C., et al., 2016). Al buscar darle voz a esos “otros” generalmente excluidos, el objetivo de estos proyectos es generar conexiones todavía inimaginables con esos seres, reconociendo la capacidad de hacer mundos (worldmaking) habitables que despliegan esos agentes no humanos, como, por ejemplo, los hongos (Tsing, A.l., 2015).

Repensar esta relación ha implicado salirse de la zona de confort de diseños informados con destinatarios humanos, para indagar en las condiciones para componer mundos en sus máximas potencialidades, donde todos los seres, sean humanos o más-que-humanos, tengan la posibilidad de habitar y cuidar un mundo en común.

PARA LEER MÁS

  • Binder, T., Brandt, E., Ehn, P., & Halse, J. (2015). “Democratic design experiments: between parliament and laboratory”. CoDesign, 11(3-4), 152-165.
  • Dant, T. (2019). “Inside the bicycle: repair knowledge for all”. in I. Strebel,; A. Bovet & P. Sormani (eds.), Repair Work Ethnographies (pp. 283-312). Singapore: Palgrave Macmillan.
  • De la Bellacasa, M.P., (2012). “Nothing comes without its world: thinking with care”. The Sociological Review, 60(2), 197-216.
  • Descola, P. (2015). Par-delà nature et culture. Paris: Gallimard.
  • Dunne, A., & Raby, F. (2013). Speculative everything: design, fiction, and social dreaming. Cambridge, Ma: Mit Press.
  • Escobar, A., (2018). Designs for the pluriverse: Radical interdependence, autonomy, and the making of worlds. Durham, NC: Duke university Press.
  • Fry, T., (2009). Design futuring: Sustainability, ethics and new practice. Oxford /New York: Berg.
  • Haraway, D. J., (2016). Staying with the trouble: Making kin in the Chthulucene. Durham, NC: Duke university Press.
  • Hermansen, P., & Tironi, M., (2018). “Impugnaciones pedagógicas: prototipado interespecies y encuentros cosmopolíticos”. Diseña, 12, 197-227.
  • Ingold, T., (2013). Making: Anthropology, archaeology, art and architecture. London /New York: routledge.
  • Irwin, T., (2015). “Transition design: a proposal for a new area of design practice, study, and research”. Design and Culture, 7(2), 229-246.
  • Latour, B., (2017). Facing Gaia: Eight lectures on the new climatic regime. John Wiley & sons.
  • Smith, R. C., Cangkilde, K.T., Kjærsgaard, M. G., Otto, T., Halse, J., & Binder, T. (eds.). (2016). Design anthropological futures. London: Bloomsbury Publishing.
  • Tironi, M., (2017). “Repensando la política desde el diseño (y el diseño desde la política)”. Diseña, 11, 37-45.
  • Tironi, M., (2019). “Inquiring and experimenting with urban ecology: pragmatist lessons from public bicycle repair”. In Repair Work Ethnographies (pp. 187-219). Singapore: Palgrave Macmillan.
  • Tironi, M., & Hermansen, P. (2018). “Cosmopolitical encounters: Prototyping at the national Zoo in Santiago, Chile”. Journal of Cultural Economy, 11(4), 330-347.
  • Tsing, A. L., (2015). The mushroom at the end of the world: On the possibility of life in capitalist ruins. Princeton, NJ: Princeton University Press.