vista aérea nocturna se observa la contaminación lumínica vista aérea nocturna se observa la contaminación lumínica
  • Revista Nº 154
  • Por Manuela Zoccali

Especial

El cielo estrellado y la contaminación lumínica

Nos estamos privando de un placer: mirar el cielo y observar el firmamento. Algo tan simple ahora resulta ser un privilegio de pocos. La falta de información y una deficiente normativa permiten que la contaminación lumínica avance por nuestro territorio como una epidemia. Es necesario un trabajo de concientización transversal y, para ello, hay que aclarar que los astrónomos no priorizamos la investigación científica en desmedro de la seguridad ciudadana. Los dos ámbitos pueden convivir sin afectarse mutuamente.

Entre febrero y octubre de 2016, un equipo de expertos examinó las características de siete de los mejores sitios astronómicos en el mundo, en búsqueda de posibles alternativas para ubicar el  Thirty Meter Telescope (Telescopio de Treinta Metros o TMT, por sus siglas en inglés), un telescopio norteamericano de última generación. La primera opción para su instalación es Hawái, pero las protestas de la comunidad indígena local han puesto algunas trabas a que esto se concrete.

Producto de esta disyuntiva se desarrolló el estudio comparativo de potenciales sitios para la observación astronómica más reciente (“Alternate site selection”, TMT) cuyo reporte final establece: “Según el análisis realizado por el TMT Project y su Science Advisory Committee, si se considerara únicamente la productividad científica, el cerro Hónar, de la región de Antofagasta en Chile, sería sobresaliente”. Las ventajas de una complementariedad con un instrumento equivalente de los europeos, actualmente en construcción en el cerro Armazones (a 100 km de Hónar), inclinó la decisión final hacia un sitio en Canarias, que se convirtió en la segunda alternativa.

Este hecho nos invita a reflexionar sobre dos cosas que reflejan los datos duros recientes: Chile destaca como el mejor sitio del mundo para la observación astronómica. Sin embargo, a la hora de invertir varios miles de millones de dólares  en la construcción de un nuevo observatorio, existen otros múltiples factores que influyen en la decisión final.

Uno de gran relevancia es el crecimiento de la urbanización en el área cercana al sitio de observación, y el compromiso real del Gobierno por proteger la buena calidad del cielo en la región. La construcción de un observatorio de última generación demora más de cinco años, y se espera que funcione por unos 30 a 50 años. Claramente se necesitan garantías concretas de que la calidad del cielo se mantenga excelente durante todo ese tiempo. Mientras las principales características geográficas y meteorológicas de la región se mantienen inmutadas espontáneamente, la contaminación lumínica producida por el hombre es una amenaza muy preocupante.

 

mapa iluminacion nocturna

Mapa comparativo. Evolución de la iluminación nocturna en la zona norte de Chile, entre 2014 y 2018. Algunos de los principales observatorios internacionales están marcados a modo de referencia. Es notorio el aumento de iluminación de la Ruta 5 Norte, precisamente en esa zona. * Steradian es una unidad que equivale a una porción de cielo. Fuente: “World atlas of artificial night sky brightness”, www.lightpollution.it

LA PRECIADA OSCURIDAD

En Chile, el primer esfuerzo por proteger la oscuridad de los cielos del norte fue el Decreto Supremo 686, promulgado en 1998 por el Ministerio de Economía, que regula el uso de luminarias en las tres regiones de Antofagasta, Atacama y Coquimbo. En paralelo se creó la Oficina para la Protección de los Cielos Chilenos (OPCC), que opera bajo un acuerdo entre el gobierno, una asociación de observatorios internacionales instalados en Chile y la Sociedad Chilena de Astronomía (Sochias). Esta oficina veló por el cumplimiento del D.S. Nº 686, logrando mitigar los efectos de la creciente urbanización hasta unos diez años después, cuando la enorme difusión de los LED azules, de bajo costo y alta eficiencia, llamó a una revisión de la regulación. Eso se concretó en 2014, con la promulgación por parte del Ministerio de Medio Ambiente del D.S. Nº 43, más estricto en términos de emisiones luminosas dirigidas hacia el cielo.

El decreto existe al menos para las regiones del norte y es muy bueno, pero en la práctica no siempre es respetado. Por ejemplo, un mapa comparativo del centro-norte de Chile (ver mapa) en el “World atlas of artificial night sky brightness” (entre los años 2014 y 2018) muestra que, en general, la iluminación artificial nocturna visible desde satélites (que apunta hacia el cielo) ha crecido levemente en todas las regiones. Pero lo más alarmante es que el tramo de la Autopista Panamericana (Ruta 5 Norte), entre La Serena y Copiapó, precisamente el que pasa muy cerca de algunos de los principales observatorios internacionales, ha sido iluminado descontroladamente, en abierta violación del D.S. Nº 43.

El observatorio norteamericano de Las Campanas, que alberga algunos de los telescopios más importantes del planeta, y donde se está construyendo el Giant Magellan Telescope, de última generación, es el que más sufre los efectos negativos de las nuevas instalaciones en la carretera.

¿A qué se deben los incumplimientos? Principalmente a una enorme falta de información. La OPCC ha hecho un excelente trabajo de acercamiento con las autoridades, pero la reflexión sobre los daños de un uso excesivo e impropio de las luminarias no está incorporada en el bagaje cultural de toda la ciudadanía. Por lo tanto, ocurre a menudo que cuando cambian las autoridades, la información se pierde. Es necesario un trabajo de concientización transversal. Primero que nada, hay que aclarar que lo que los astrónomos exigimos no es privilegiar la investigación científica en desmedro de la seguridad ciudadana.

Privilegio

Privilegio

Al observar la bóveda celeste, recibimos un mensaje que nos emociona y nos conecta con lo que somos, solo unos pequeños seres en un Universo infinito.

La regulación establece básicamente dos cosas: que no se ilumine el cielo y que no se usen lámparas como los LED azules o blancos, que emiten una cantidad importante de energía en la región ultravioleta del espectro, donde nuestros ojos no pueden ver (pero los instrumentos científicos sí). Por absurdo que parezca, iluminar el cielo, en vez del suelo, es algo que hacemos de manera muy frecuente. Por ejemplo, todas las luminarias urbanas en forma de globo, que son bastante comunes por un criterio únicamente estético, envían solo la mitad de la energía luminosa hacia el suelo, mientras el resto se dirige al cielo. Este hecho no solo es dinero que se va directo a la basura, sino además es algo culturalmente dañino, porque impide la visión del cielo nocturno.

Recientemente la Municipalidad de Providencia ha reemplazado muchas de sus viejas luminarias por globos. Avenida Pocuro, en particular, tiene tres corridas de postes, muy cercanos entre sí, con estas características. La mitad del gasto en energía eléctrica, necesario para mantenerlos encendidos toda la noche, es dinero público que podría ser destinado a otra causa, sin pérdida alguna para la seguridad ciudadana.

Otras instalaciones muy difusas y absurdamente dañinas son los letreros publicitarios gigantes, iluminados desde abajo con focos levemente angulados. Estos iluminan en parte el letrero, pero el resto va directamente o por reflexión al cielo. Sería suficiente poner las luces en la parte superior del letrero, para obtener un idéntico efecto publicitario, iluminando además la calle, en vez del cielo.

Con respecto al uso de los LED blancos o azules, el argumento es similar. Si bien en general estos permiten una mayor eficiencia, a menor costo, el uso de ellos en vez de los naranjos implica perder una buena cantidad de la energía luminosa en radiación ultravioleta invisible.

Estoy segura de que nadie quiere, conscientemente, gastar dinero para provocar este daño. Si lo hace, es por falta de información, lo que resulta perjudicial no solo para los astrónomos y para el presupuesto de las municipalidades, sino para nuestra cultura y para la conservación de la biodiversidad. Debido a una mala y excesiva iluminación, en nuestras ciudades ya es imposible ver más de tres o cuatro estrellas en  la noche. En Chile el 40% de la población vive en una gran ciudad, donde es imposible ver más que un par de astros en el cielo nocturno (Falchi F. et al., 2016).

En consecuencia, nuestros hijos han perdido la costumbre de mirar el firmamento, de asombrarse con su belleza. No conocen la emoción de levantar la cabeza e instantáneamente recordar que habitan un planeta alrededor de una entre cien millones de estrellas, en una de cien mil millones de galaxias. No es necesario ser astrónomos y poder estimar estos números, es suficiente observar para percibir ese mensaje. Estamos perdiendo algo importante: una emoción. Una de aquellas que nos impulsan a explorar lo desconocido, solo por el placer del conocimiento. Y lo peor es que estamos pagando mucho para perderla.

Iluminar el suelo

Iluminar el suelo

Las luminarias urbanas con forma de globo envían solo la mitad de la energía que utilizan hacia el suelo. El resto se pierde en el cielo, contaminando la visión de manera totalmente innecesaria e ineficiente. Fotografía César Cortés.

LAS GOLONDRINAS NO PUEDEN LLEGAR AL MAR

Un problema adicional es el efecto de la contaminación lumínica sobre la conservación de la biodiversidad. Los animales no tienen la posibilidad de cerrar las cortinas cuando el reloj de su celular indica que ya es de noche. Necesitan la alternancia natural entre la luz y la oscuridad para regular su fisiología. Los seres nocturnos, en particular, no logran cazar, reproducirse o migrar sin la oscuridad, tanto como nosotros no podríamos sobrevivir sin luz. Un ejemplo emblemático en Chile son las golondrinas de mar negras, aves endémicas que habitan en el norte del país, entre Coquimbo y la región de Arica   y Parinacota.

Los polluelos que nacen en el desierto, cuando están listos para vivir en altamar, migran hacia el océano guiados por las estrellas. Sin embargo, la fuerte iluminación de las ciudades costeras y de las minas los desorientan, y se estima que cada año aproximadamente veinte mil golondrinas mueren cerca de la costa, antes de llegar a su destino. Frente a semejante desastre ambiental, en los últimos años el SAG ha entregado folletos informativos para sensibilizar a la ciudadanía e ir al rescate de las golondrinas aturdidas y exhaustas tras volar durante horas alrededor de las luminarias.

Recientemente, el Instituto Milenio de Astrofísica ha producido una animación, en colaboración con el destacado dibujante nacional Guillo, que se propone informar a la ciudadanía, en pocos minutos, y a través de un medio ameno.

En síntesis, si existiera una mayor conciencia del fenómeno, bastaría con aplicar el D.S. Nº 43 del Ministerio del Medio Ambiente, con los municipios velando por su cumplimiento en luminarias y letreros –con ahorro energético incluido–, para que tanto los observatorios como los habitantes de las ciudades y la fauna relacionada alcancen un nuevo estatus, más saludable y adecuado al país que alberga los principales centros astronómicos del mundo.

Concientizar

Concientizar

Una captura de la animación de Guillo sobre contaminación lumínica, realizada por el Instituto Milenio de Astrofísica (MAS), disponible en YouTube.