Ignacio Sánchez: el rector en “tiempos interesantes”
La maldición china reza “te deseo que vivas tiempos interesantes”. No es claro que este concepto conviva bien con la ortodoxia católica, a la que el rector Ignacio Sánchez adscribe completamente. Mal que mal, en su calidad de máxima autoridad de una institución pontificia, no le cabe otro papel, uno que parece asumir con gusto y decidida vocación. Pero de lo que no cabe duda es que ha tenido que vivir, igual que todo el mundo, tiempos muy interesantes.
En esta entrevista el rector Sánchez vuelve a recorrer algunas partes de este laberinto de los tiempos actuales y rescata lecciones para el futuro de la universidad y del país.
—Este 2021 está marcado por el proceso constituyente. En su opinión, ¿cuáles serían las claves para que sea exitoso?
—Bueno, lo primero es que la elección de los constituyentes se realice con buena participación, con propuestas amplias a la ciudadanía, con constituyentes que vengan tanto de partidos políticos como de independientes. Como universidad hemos dado las facilidades para que quienes se sientan llamados a postular puedan hacerlo y los que resulten electos, tengan permiso por el tiempo que dure la convención y con posibilidades de hacer docencia, si el reglamento de la convención así se los permite. Después, ya electos, creo que una de las cosas más importantes es hacer un adecuado reglamento de cómo va a funcionar, que se relaciona con qué espacio tendrá la participación ciudadana, con la seguridad, la transparencia, qué grado de diálogo se va a dar, cómo va a ser el respeto al interior de la asamblea. Aquí cada constituyente va a llegar con su idea de trabajo, pero ojalá que llegue también con la mente y el corazón bastante abiertos para escuchar y acercar posiciones.
La experiencia que hemos tenido en este diálogo ciudadano “Tenemos que Hablar de Chile”, donde han participado cerca de doce o trece mil personas en coloquios y más de cien mil en encuestas, muestra algo que es distinto a lo que sugieren los diarios y las redes sociales: hay bastante necesidad y voluntad de llegar a consenso. Eso abre una buena esperanza de que la asamblea constituyente tome ese estilo.
Por eso, vamos a presentar una propuesta de reglamento y queremos poner a disposición, durante todo el proceso, los espacios universitarios.
—A propósito de los miembros de la UC que se postularon a la Constituyente, ¿usted los ve a ellos como representantes de la universidad en esa instancia?
—Claramente ellos no son representantes de la universidad; son ciudadanos que trabajan, hacen docencia y sienten un llamado muy potente a participar. Ahora, no podrían ser representantes de la universidad porque varios de ellos tienen propuestas bastantes distintas. Eso es muy bueno, habla de una pluralidad y diversidad que la universidad favorece fuertemente.
Independiente de que nuestros profesores salgan electos o no, creo que corresponde a la Universidad Católica desarrollar debates en donde dejemos claras las propuestas que nos parecen importantes. Me parece esencial que haya constituyentes que tomen cuatro o cinco planteamientos, y si no lo hacen, desde la universidad debemos desarrollar foros y debates para que esas ideas se evalúen, porque son clave: el respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural; en segundo lugar, la libertad religiosa independiente de cuál sea la fe que se profese; en tercer lugar, la diversidad de propuestas educativas, la libertad de enseñanza y que haya un apoyo a los distintos proyectos educativos. También he puesto dos temas que son transversales y muy importantes: el de la sustentabilidad o cuidado de la casa común, y desde el punto de vista no solamente medioambiental, sino también sociológico, de las interrelaciones humanas. Y también nos parece clave el tema de los pueblos originarios que han estado en el centro del debate.
—Es interesante eso, porque yo estudié en una Universidad Católica en la que efectivamente había algunas posturas que eran vedadas y eso ocurría en materias valóricas y políticas, porque era la época de la dictadura. ¿Usted da garantías, como rector, de que no hay posturas vedadas en la UC?
—Doy absoluta garantía de eso, no hay ninguna postura vedada, las personas tienen que dar las opiniones con mucha responsabilidad y, por supuesto, con respeto a la dignidad de todos y con un sentido de bien común, pero nosotros lo que queremos es que todas las posturas, sean opuestas a las nuestras o no, puedan estar representadas. Por otra parte, nuestra universidad cada vez es más diversa en su composición, por lo tanto, tenemos que aprovechar esa variedad de opiniones que existe al interior. Eso no es impedimento para que en los aspectos valóricos la institución tenga una mirada y una propuesta bastante clara.
—Hablemos de uno de esos temas controvertidos: la eutanasia. Para mucha gente tiene sentido, incluso para algunos católicos, que una persona pueda decidir terminar con su vida para evitarse el sufrimiento extremo de una enfermedad terminal. ¿Por qué usted se opone a esa idea?
—En primer término, lo que me ha parecido inadecuado es discutir este tema antes de poner sobre la mesa las distintas opciones anteriores. Yo creo que no es justo, particularmente con las personas de menores ingresos, que se plantee esta discusión hoy día, porque tienen menos capacidad de optar por cuidados paliativos que sean integrales. La muerte digna nunca ha sido sinónimo de eutanasia. Muerte digna es lo que todos queremos tener: con tranquilidad, sin dolor, con acompañamiento familiar y espiritual. Es un proyecto de ley que se llama “muerte digna y cuidados paliativos” y la verdad es que no amplía los cuidados paliativos, que están restringidos solamente a las enfermedades oncológicas, por lo tanto, queda fuera una gran mayoría de diagnósticos. Ahora, la eutanasia nunca ha sido un acto médico, eso también hay que dejarlo bien en claro. El médico está para prevenir, para curar, para consolar, pero no para adelantar la muerte y en eso también me parece que los conceptos son importantes de determinar.
—Sin embargo, hay médicos que la practican, médicos que, supongo, no están traicionando su propia vocación, digamos…
—Bueno, la practican, pero están fuera de lo que uno se compromete. Pero independiente de eso, en este momento lo que debiera hacer el país es tomar muy en serio una cobertura amplia de cuidados paliativos, y cuando eso esté presente, volver a tocar la discusión. Lamentablemente, no se ha hecho así y los temas se han interrelacionado y se pone énfasis en esto de que la eutanasia sería algo muy liberal y yo he dicho que me parece algo retrógrado y no liberal. Porque lo liberal es tomar todas las decisiones con todos los elementos de juicio y de opciones en la mano, pero cuando usted a un grupo importante de la población le quita la capacidad de elegir muchas opciones, no me parece que eso sea liberal.
—Ya, pero es que eso nos lleva a que, si teóricamente el Estado garantizara los cuidados paliativos de buena calidad para todo el mundo, universalmente, ¿todos seríamos libres entonces de tomar una elección?
—Claro, si el Estado diera todas las opciones y para todos, yo no descarto que haya personas que quieran elegir. En ese caso, yo no podría estar de acuerdo porque la muerte tiene que ser algo natural desde la concepción hasta el final, pero bueno, estamos en una democracia y si el país va por el lado de la eutanasia, lo que nosotros tenemos que decir es: tiene que haber una objeción personal, de todo equipo de salud, lo mismo que en el aborto, nadie puede estar obligado a hacer un procedimiento que adelante la muerte de una persona. También vamos a insistir en el ideario institucional y la red de salud de la Universidad Católica, por supuesto, no va a estar disponible para hacer procedimientos de eutanasia. Si llegáramos a esa situación en donde todos tienen la posibilidad de tener cuidados paliativos amplios, buscaremos la posibilidad de que tanto las personas que no estén dispuestas como los lugares en donde no estén acordes a esta resolución, sean una especie de oasis para la población que quiera estar segura de que, en esta institución no van a adelantar su muerte.
—En ese sentido, ¿usted cree que se acabó lo que vivimos en el mundo en los ochenta y en los noventa donde la Iglesia Católica intentaba que su marco valórico fuera también el de la legislación civil? No sé si después del aborto en tres causales hay una especie como de resignación a que, en rigor, no puede ser así.
—Ha habido un cambio en la mirada parlamentaria sobre bastantes de estos temas valóricos, muy relacionado a lo que la población está opinando. Hay una relación entre las encuestas sobre estos temas y lo que legislan los parlamentarios, eso no es una sorpresa. Nosotros tenemos que aceptar que esa es la realidad, que es muy distinta a lo que usted dice en los años ochenta, noventa.
—Y usted como intelectual católico y como testigo de toda esta historia, ¿considera que se equivocó el mundo católico en poner esas barreras o fue bueno que consiguiera retrasar esos debates?
—No creo que la discusión se haya equivocado, me parece que es perfectamente legítimo que el mundo católico tenga una mirada sobre distintos temas, aunque dar la opinión, contribuir al debate, no significa oponerse, rechazar o boicotear estos cambios. A lo mejor hace veinte o treinta años la situación era muy distinta a la de hoy. Lo que nos corresponde es ser coherentes con lo que pensamos y ser suficientemente valientes para poder manifestarlo a la sociedad. Pero los católicos tenemos que dar el ejemplo de respeto a otras opiniones y de diálogo civilizado y propositivo.
—Hablemos un poco de la UC este año 2021. ¿Qué le corresponde y cómo se adecua su vida a las condiciones objetivas que está imponiendo la realidad?
—Déjeme contarle primero cómo nos adecuamos en el 2020, porque hay que pensar que a mediados de febrero de 2020 nosotros mirábamos la situación del coronavirus en China y cómo iba llegando a Europa. Entonces dijimos: “Bueno, ¿qué se necesita?”. Siento que la universidad detectó rápidamente las necesidades hacia afuera y se puso a trabajar de manera colaborativa. Ahora, eso se hizo combinando la mirada hacia adentro que es lo que necesita nuestra comunidad de la UC, que son cerca de cuarenta mil personas.
—¿Cuáles serían los principales aprendizajes de haber participado de una cosa tan importante como la relación con Sinovac?
—Uno de los aprendizajes es el valor de la ciencia. Nosotros llevamos años tratando de que Chile invierta más en ciencia, en desarrollo de conocimiento y nos damos cuenta de que a través del contacto de dos profesores, uno de la universidad y otro de China, parte un proceso que termina en un convenio y en que Chile tenga muchísimas más posibilidades de acceder a una vacunación masiva que otras naciones. Eso se da porque antes del coronavirus en nuestro país había investigadores trabajando en otros virus respiratorios con científicos chinos. Los investigadores chinos rápidamente convierten su investigación al conocer esta epidemia del covid-19 y miran hacia Latinoamérica y dicen: “Nosotros conocemos a estos investigadores de Chile, de la Universidad Católica, llamémoslos a ellos”. Entonces aquí hay una semilla que parte por la ciencia y el conocimiento académico. Es muy importante tenerlo claro, esto no se inicia por una comunicación comercial de un laboratorio que quiere vender, sino que por una colaboración científica.
La otra lección que yo tomo en este tema es la colaboración. La UC lidera un consorcio de ocho centros en el país para poder desarrollar esto. Ninguna universidad podría hacerlo en solitario, porque para problemas grandes y profundos se necesitan respuestas muy globales, muy amplias y de una masa crítica de académicos muy grande. Y otro aprendizaje que uno tiene en este tema es el valor del territorio que tiene que ver con los municipios, los alcaldes, de las comunidades de base. Es decir, cuando uno quiere implementar políticas no saca nada con hacerlo desde el punto de vista central, tiene que distribuirlo en el territorio y, por eso, creo que uno de los aspectos clave en una reestructuración del funcionamiento del país es darle mayor importancia a los municipios.
—En un aspecto, quizás anecdótico, aunque ahora anda todo el mundo aplaudiendo la vacuna Sinovac, igual les costó juntar la plata…
—Claro, desde China nos decían que financiáramos el protocolo de estos tres mil voluntarios, que cuesta 6 millones de dólares, y a cambio nos aseguraban 20 millones de dosis anuales, por 3 años, y además de eso, nos daban un 25% de descuento en el costo, que oscila entre los 6 y 12 dólares por dosis, aproximadamente ocho. Entonces, cuando tú compras 20 millones de vacunas por 8 dólares cada dosis, son 160 millones de dólares. Y si tienes un descuento de un 25% ya imagínate que los 6 millones de dólares iniciales se pagaron… Así, el tema era ¿le creemos a la ciencia que había detrás o no? Y en eso nosotros teníamos mucha claridad de que los investigadores contaban con una base científica muy fuerte, por eso estábamos convencidos de que la apuesta era bastante segura. Además, yo siempre he dicho que la capacidad de decisión de Juan Sutil, de la CPC, fue absolutamente clave. Yo tuve una conversación telefónica de 20 minutos con él y me dijo: “Me convenciste, cuenta con 2 millones de dólares, yo lo chequeo con mi consejo mañana y te doy la confirmación en la tarde, pero inicialmente voy a jugármela porque sí”. Y con esos recursos yo pude cerrar el aporte con los otros 4 millones de dólares del Estado. Ahora, si no los hubiera conseguido, no sé si habríamos alcanzado el total. No sé en qué estaríamos hoy día, porque el hecho de que nosotros confiáramos y propusiéramos hacer una fase clínica tres acá era absolutamente crucial para seguir avanzando en el convenio comercial con Sinovac.
—La universidad vendió la participación que en un momento tuvo en radio y televisión y se había salido de la propiedad de medios de comunicación y en 2020 volvió sorpresivamente, comprando una frecuencia y rescatando una marca importante como Beethoven. ¿Qué es lo profundo en esa decisión, por qué una universidad debe tener un medio de comunicación abierto en estos tiempos? Y, además, un medio de comunicación, en un cierto sentido, tan elitista como una radio de música clásica.
—Bueno, invertimos recursos en un patrimonio cultural que busca ser amplio. Queríamos tener una señal cultural de aporte a la música que no pudo caer en un mejor momento, en un tiempo de confinamiento. En este año hemos visto cómo los segmentos más jóvenes han crecido fuertemente, hay más de 130.000 personas que diariamente escuchan radio Beethoven, y también los grupos socioeconómicos más desfavorecidos han ido aumentando su audición en forma considerable. Creemos que para una universidad es muy importante poder entregar cultura y nos da gran alegría el interés que esta radio ha ido teniendo, con un manejo y un presupuesto que no corre riesgos mayores.
—¿El proyecto de la radio ya se está pagando, se financia a sí mismo? ¿Y está previsto en el largo plazo que le devuelva el capital inicial a la universidad?
dato que se le puso a la radio es que se autofinanciara y eso ya lo está logrando. No tiene la obligación de devolver ese capital a la universidad, lo que queremos como plan para la radio es crecer a lo largo del país, ahora en abril comenzamos a llegar a Villarrica, donde tenemos un campus universitario.
También en materia de cultura hicimos un acuerdo para que el Museo de Artes Visuales, que es de la Fundación de las familias Yaconi Santa Cruz, le entregue a la universidad la administración, los bienes de la Plaza Mulato Gil, etcétera, formando una Fundación MaviUC. Eso tiene que ver también con lo que estábamos hablando de la Beethoven, en el sentido de que creemos que la universidad tiene que estar cada vez más enfocada al aporte cultural del país.
—La realidad puso en pausa algunas cosas que estaban ocurriendo en el mundo universitario, como por ejemplo la cultura de la cancelación. ¿Cómo se concilia el espíritu universitario, que usted en esta entrevista ha defendido en términos tan amplios, con ese germen intolerante que subyace en este fenómeno?
—Nosotros hemos vivido situaciones en donde hemos tenido posturas bien claras en los últimos años con esa cultura. No podemos claudicar en eso, creo que es extremadamente peligroso ceder a esas presiones. Debemos privilegiar la libre exposición de las ideas y evitar a toda costa que grupos traten de dirigir, como catones de moral, lo que se puede decir o lo que no se puede decir. Eso en la UC no lo vamos a permitir y haremos todo lo posible para combatir esa tendencia que encuentro que es extremadamente dañina.
Plan de Desarrollo UC 2020-2025.
En línea con un nuevo periodo del rector, y recogiendo opiniones de toda la comunidad universitaria, se establecieron diez ejes temáticos que marcarán el rumbo de los próximos cinco años en la Universidad Católica. “Este plan ha sido construido con gran participación de la comunidad UC. Se inició al analizar en detalle el informe del comité de búsqueda del rector, en el que más de 1.500 personas entregaron sus aportes y sugerencias”, comenta el rector Ignacio Sánchez.
El plan incluye la revisión de la declaración de principios de 1979 y los estatutos generales de 1982. También se revisará la composición del Consejo Superior. Las áreas de acción escogidas son: identidad católica, comunidad UC, gobierno universitario, desafíos e innovaciones académicas, investigación y creación, incremento de la internacionalización, inclusión y ampliar oportunidades, transformación digital, rol público y compromiso con la sociedad, y gestión institucional.
Sin descartar los ámbitos acordados en planes anteriores –algunas son parte de la misión de la UC–, el plan marca sus énfasis en aquellas áreas que, en el momento actual del país y la universidad, se quiere priorizar. Ellas corresponden al ser de una comunidad universitaria de identidad católica, inclusiva y acogedora –abierta a creyentes y no creyentes–, enraizada y comprometida con una sociedad a la que aspira a entregar un aporte sustantivo y original en la esfera científica, social, cultural, económica y artística, entre otros ámbitos.
Transversal es el compromiso con la sustentabilidad de la universidad y sus propuestas respectivas al país, lo que incluye el objetivo de alcanzar la carbononeutralidad al año 2038, cuando se celebren los 150 años de la institución.
El plan está atravesado por nuevas políticas de equidad de género, la voluntad de potenciar la carrera académica, la profesionalización de la formación doctoral en líneas de investigación orientadas a la realidad del país y su aplicación en nuevas políticas públicas.
En aspectos de inclusión, se aspira a seguir implementando medidas para aumentar la presencia de estudiantes de todos los sectores educacionales, con necesidades educativas especiales, estimulando todas las vías de acceso inclusivo. “El seguimiento de este plan es clave y será realizado de manera muy cercana por las autoridades del Honorable Consejo Superior. Quiero destacar muy especialmente las ‘iniciativas de integración’ que buscan hacer sinergia entre el trabajo académico y administrativo de la UC, ya que en la medida que trabajemos integrados y en conjunto nuestra tarea será de mayor impacto y profundidad”, concluye el rector Sánchez.
DESCARGAR PLAN DE DESARROLLO UC 2020-2025