fotografía aérea que muestra el uso que hacemos del suelo, haciendo alusion a las huellas de carbono que vamos dejando fotografía aérea que muestra el uso que hacemos del suelo, haciendo alusion a las huellas de carbono que vamos dejando
  • Revista Nº 156
  • Por Sebastían Vicuña

Especial

Es tiempo de decisiones: mis huellas de carbono en la tierra

Si ando en auto o en bicicleta. Si uso bolsas plásticas o reciclables. Si como carne o soy vegetariano. Si cuido el agua o la desperdicio. Son pequeñas elecciones que tienen grandes consecuencias. El momento global en el que nos encontramos, con el cambio climático en pleno desarrollo, nos obliga a enfrentarlo por dos vías: a través de medidas de mitigación y de adaptación. Chile no puede quedarse al margen y debe adecuar su infraestructura y comportamiento general de acuerdo a esta realidad.

Cada vez que debo irme en auto al campus San Joaquín (ida y vuelta), donde trabajo como profesor de la Escuela de Ingeniería, emito aproximadamente 3,3 kg de dióxido de carbono (CO2) hacia la atmósfera (Cifuentes, L. y Pica-Téllez, A., 2019). Considerando que el promedio de generación de residuos sólidos (esos que van al relleno sanitario) es del orden de 2,2 kg por habitante al día (ese es el promedio para países OCDE; Valdés, J.M., Cabrera, C., 2019)  pareciera que mi emisión de CO2 es, en términos de masa, la principal basura que le estoy dejando a este planeta.

Cada uno de esos kilogramos de CO2 que produzco rápidamente, en menos de un año se van a distribuir en la atmósfera y llegarán a cualquier lugar del mundo. Es decir, aproximadamente en doce meses lo que emití la última vez que fui a San Joaquín en auto podría estar en Beijing o de vuelta en Santiago. Más o menos la mitad de lo que genero en este viaje será capturado por los océanos (produciendo el efecto de acidificación) y por la vegetación de la superficie terrestre (a través de un proceso llamado fertilización). El resto se va a juntar con las otras 3.300 gigatoneladas de CO2 que hoy están en la atmósfera (Vicuña S., 2019), que resultan de lo que emitimos nosotros constantemente y lo que han producido las últimas generaciones del planeta (especialmente en el mundo desarrollado) desde el inicio de la revolución industrial.

Una alteración energética

La presencia del CO2  y otros gases de efecto invernadero en  la atmósfera han alterado el balance de energía en la Tierra, aumentando la temperatura del orden de 1° Celsius y generando una serie de cambios en el sistema climático del planeta (IPCC, 2018).

La zona central de Chile es un buen ejemplo de estos cambios. Por una parte, tenemos una reducción en los niveles de precipitaciones, que nos llevan a estar en el undécimo año seguido en sequía, adelantándonos a los pronósticos más negativos, y generando impactos en ecosistemas, comunidades y actividades productivas que dependen de estos recursos (el nivel de precipitaciones en la Estación Quinta Normal, durante el periodo  2009-2019,  nunca  ha  superado el valor de 320 mm que es el promedio histórico entre 1932  y 2008).

Por otra parte, tenemos la ocurrencia de eventos extremos cuya frecuencia e intensidad pareciera modificarse en el tiempo, provocando impactos de distinta índole. Frente a este hecho, no tenemos claro cómo será el futuro, ni por ende cuáles son las decisiones que tenemos que tomar para prepararnos (decisiones de adaptación al cambio climático).

Ícono de la sequía

Ícono de la sequía

En la imagen, la NASA muestra el antes (26 de febrero de 2014) y el después (12 de marzo de 2019) de la laguna Aculeo, ubicada en la RM. Esta se ha convertido en un triste símbolo de la escasez hídrica que afecta, especialmente, a la zona centro-sur del país. Fotografía Global Climate Change, Nasa.

Un ejemplo de adaptación

El caso de los aluviones y su efecto en el suministro de agua potable para Santiago es un buen ejemplo de la complejidad de decisiones que hay que tomar. El río Maipo es la principal fuente de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Santiago. El agua proveniente de esta fuente es tratada en dos plantas potabilizadoras que opera la empresa Aguas Andinas: Complejo Las Vizcachas y La Florida.

Estas plantas son incapaces de tratar agua que tenga altos niveles de turbiedad –presencia de partículas– (Vicuña S., et al., 2018). Posiblemente, producto del alza del nivel de la isoterma cero (asociada al aumento de temperatura que provoca que caiga agua en estado líquido) el número de eventos en que el umbral de operación de estas plantas se ve superado se ha incrementado en el tiempo (por arrastre de sedimentos desde los cerros, entre otros fenómenos). Analizando los registros existentes, se observa que en el período 1990-2007, es decir en 18 años, hubo seis eventos de los cuales solo uno significó un corte de suministro.

En el período 2008-2012, vale decir en los 5 años siguientes, el número de episodios aumentó a ocho, uno de los cuales significó un corte de servicio. Finalmente, en el último período, entre los años 2013 y 2017, vale decir, los siguientes cinco años, se presentaron 29 eventos, que significaron cinco cortes de suministro. El último de estos cortes, ocurrido el 21 de abril de 2017, afectó a 733.488 clientes, aproximadamente tres millones de personas (Undurraga, R., et al., 2019).

En reacción a los impactos de estos cortes, la infraestructura de suministro de agua potable ha tenido que adaptarse. Esto se ha hecho principalmente elevando la resiliencia de su sistema de producción, a través del aumento del número de horas que este puede operar de manera autónoma a las condiciones en el río Maipo.

Con anterioridad al año 2008 (primer evento importante reciente), la autonomía del sistema era de cuatro horas. Después de la construcción de las obras conocidas como Fase I –conducción desde embalse El Yeso a acueducto Laguna Negra, estanques con capacidad de 225.000 m3 y pozos con capacidad de producción de 300 litros por segundo–, la autonomía se elevó a nueve horas, correspondiente al peor escenario registrado.

Esta autonomía no fue suficiente para hacer frente a cortes ocurridos el año 2013 (dos veces) lo que motivó la definición de nueva infraestructura que se ha denominado Fase II –es la construcción de 6 estanques de agua cruda con capacidad de 1,5 mm3–, con lo cual la autonomía en el suministro creció a 32 horas. Se espera la entrada en operación de estas obras a finales del año 2019.

Por el momento, es improbable la existencia de eventos que requieran una mayor autonomía. Sin embargo, producto del cambio climático es posible que estos sucesos aumenten en intensidad en los próximos años y, por lo tanto, se deben contemplar nuevas construcciones.

Ya existe, por ejemplo, una serie de obras que podrían lograr una autonomía total de 46 horas (Aguas Andinas, 2017). ¿Pero, incluso será esa infraestructura suficiente? ¿Serán los impactos del cambio climático muy superiores a lo que hemos observado en los últimos años? ¿O tal vez van a ser similares a los que ya han ocurrido? Responder estas dudas es clave para definir importantes decisiones, como, por ejemplo, los niveles de inversión en esta materia, que son pagados por todos los habitantes de la ciudad a través de nuestra cuenta del agua potable.

Lamentablemente, siempre va a existir un nivel de incertidumbre que no vamos a poder reducir (conocida como la deep uncertainty). Y, por lo tanto, vamos a tener que plantearnos, en algún momento, la posibilidad de que no podremos resolver (a un costo razonable) cualquier nivel de amenaza. Tal vez vamos a preferir, en algunas circunstancias, tener algunos cortes de agua en vez de incurrir en los costos asociados a la construcción de este tipo de infraestructura.

Principal fuente de agua.

Principal fuente de agua.

El caso de los aluviones y su efecto en el suministro de agua potable para Santiago es un buen ejemplo de la complejidad de las decisiones que hay que tomar. La infraestructura ha tenido que adaptarse incrementando su resiliencia. En la imagen, el río Maipo, que es el recurso hídrico principal que alimenta a la RM. Fotografia Juan Cristóbal Hurtado.

Un ejemplo de mitigación

Una de las razones por la que existe deep uncertainty es que no sabemos cuál va a ser el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero en el futuro. El dilema es de tal magnitud, que podríamos terminar aumentando, en un futuro posible, solamente del orden de 800 gigatoneladas de CO2 la presencia de estos gases en la atmósfera, si aspiramos a que la temperatura no aumente de 1,5 °C. Pero, en el peor escenario, tenderíamos a incrementar del orden de las 6.000 gigatoneladas de CO2 la presencia de estos gases en la atmósfera, si continuamos con los mismos patrones de consumo y uso de energía y otros recursos en el planeta (Vicuña, S., et al., 2019).

En este sentido, quisiera volver al ejemplo de las emisiones de CO2 que genero cada vez que voy en auto a San Joaquín. Afortunadamente vivo cerca de mi trabajo, por lo cual, puedo irme en bicicleta un par de días a la semana u optar por varias opciones de transporte público. No todos los habitantes de esta ciudad pueden tomar este tipo de decisiones (decisiones de mitigación del cambio climático) y están forzados a usar un solo tipo de medio de transporte.

Independiente de lo anterior podemos encontrar muchas pequeñas decisiones y acciones que están al alcance de nuestras manos. Si apagamos la luz cuando salimos de la casa, el tipo de alimentos que consumimos, los lugares donde vamos de vacaciones, entre otras. Cada una de esas elecciones implica un patrón diferente de emisiones de CO2 o una distinta “huella de carbono”.

Y, claramente, no tenemos internalizado en nuestras decisiones el costo que tienen nuestras acciones (Montero, J.P., 2019). En parte no se es consciente de estos costos porque el impacto de estas acciones se diluye espacial y temporalmente. En otras palabras: cuando me subo a la bicicleta puedo estar ayudando de la misma manera a algún ciudadano que ahora esté viviendo en Santiago o a uno que aún no haya nacido en Beijing. Esta es una dificultad importante para promover la acción hacia una reducción en la emisión de estos gases. Distinto es el caso, por ejemplo, de las decisiones que hacemos para reducir los contaminantes locales (smog), que producen impactos en la salud de los mismos que emiten esos contaminantes.

Por eso, es importante que otros tomen algunas decisiones por nosotros. Por ejemplo, los incentivos de políticas públicas enfocadas hacia el desarrollo de proyectos de generación eléctrica, sobre la base de recursos renovables o el uso de electricidad en el transporte público (electromovilidad) ayudan a reducir nuestra huella de carbono en casi todas las elecciones que tomamos. Estas políticas e innovaciones se nutren de desarrollo científico y tecnológico y acuerdos entre países que permiten generar las condiciones habilitantes para que estos existan.

Pero no podemos confiar solo en que se lleven a cabo esas grandes decisiones y acuerdos a nivel internacional. Necesariamente son nuestras elecciones las que van a lograr los cambios necesarios. Especialmente cuando nos demos cuenta de que, independiente de lo que definan algunos, existe la posibilidad de que estemos sacrificando el futuro de nuestros hijos.

PARA LEER MÁS

  • Castilla, J. C.; Meza, F.; Vicuña, S.; Marquet, P. A..; Montero, J.P. (editores). Cambio Climático en Chile: ciencia, mitigación y adaptación. Ediciones UC, Santiago, Chile, 2019.
  • Global Warming of 1.5 °C. an iPCC special report on the impacts of global warming of 1.5°C above preindustrial levels and related global greenhouse gas emission pathways, in the context of strengthening the global response to the threat of climate change, sustainable development, and efforts to eradicate poverty. In press.
  • Vicuña, S., Gil, M., Melo, O., Donoso, G., & Merino, P. (2018). Water option contracts for climate change adaptation in Santiago, Chile. Water international, 43(2), 237-256.
  • Undurraga, R., “Compensación por interrupciones del servicio de agua para el diseño de medidas de adaptación al cambio climático en santiago, Chile”. Tesis Magíster en Ciencias de la ingeniería, UC, 2019.
  • Aguas Andinas s.a. (2017). Memoria anual 2017. Visitado en junio 2019