• Revista Nº 174
  • Por Miguel Laborde Duronea
  • Fotografía César Cortés

Especial

Gianni La Bella: “La Iglesia siempre ha tenido en cuenta la política”

Coautor del libro Una historia contemporánea de América Latina, el pensador Gianni La Bella, profesor de la especialidad en universidades italianas, recorre el escenario regional de las últimas décadas.

Interesado en el devenir de la humanidad, en sus variadas culturas repartidas por el planeta, Chile no ha escapado a sus estudios y, justamente, por las interacciones entre política y religión, tan presentes en nuestro país en la segunda mitad del siglo XX.

De alguna manera, le parecemos un símbolo del fenómeno: “La historia del catolicismo está imbricada con la política. No se puede hacer historia sin el pensamiento cristiano, lo que también sucede en Chile durante los gobiernos de Jorge Alessandri y Frei Montalva”, dice.

—A su juicio, ¿quiénes fueron los que construyeron ese puente? ¿Los obispos latinoamericanos, con una Iglesia que se acerca a los pobres y que saca lo religioso del ámbito privado, o los pensadores católicos belgas, que buscaron frenar el avance comunista ateo?

—En Chile comenzó antes de todo eso, con el Padre Hurtado, una figura que se adelanta incluso a los pensadores cristianos franceses al cuestionar a su sociedad, pensamiento que luego lleva a ese libro tan provocador, ¿Es Chile un país católico? Es muy claro en él que la religión no debía ser solo vertical. Él había estado en Lovaina, donde comparte y se contagia con ciertas inquietudes, pero la visión principal es de él –es un pensamiento chileno, eso hay que decirlo claramente–, esa manera de entender la pobreza ligada al Evangelio, sin separarlos, dándole otra dimensión a la fe, una fe que es de allá pero también de aquí. Hay algo muy chileno en ello, que no se ve en otros países de la región, tal como no se entiende la cultura peruana sin la riqueza de su religiosidad popular.

—Una tendencia que es muy fuerte, y es posible que Salvador Allende, que llegó al poder por escaso margen, no lo habría logrado sin los socialistas católicos… ¿Por qué, cree usted, se generó esta cultura, con una Democracia Cristiana fuerte además?

—El contexto es de América Latina. A nivel general, el Evangelio habla de los pobres, Jesús habla de los pobres, y como América Latina se transforma en un continente de mucha pobreza, es en ese mundo, en esa agua, donde la Iglesia encuentra su lugar; frente a la esclavitud, frente a las costumbres indígenas, surgirá una mayor sensibilidad social –y un magisterio también–, que será muy propio de América Latina.

Pero es algo central en la cultura cristiana, que no es de salvación personal, que tiene una dimensión colectiva, es por eso que la Iglesia siempre ha tenido en cuenta la política. El mismo Paulo VI lo dice, que ella es la forma más alta de la caridad, un servicio desinteresado, en aras de algo que tiene una raíz muy cristiana, el Bien Común.

SOCIEDADES POLARIZADAS

—¿Cómo ve las estrategias políticas de la Iglesia, para intervenir, pero también para mantener esa distancia de la contingencia?

—El Concilio logra –Medellín un poco antes–, cambiar la postura de los católicos por un camino menos fundamentalista, con una relación menos directa con ciertos políticos, y así se abrió a algo pluralista que reconoce que existen todas esas opciones que mencionaba. En todo caso, ahora hay una crisis total de representación, un desprestigio de la política muy preocupante, reflejada en esa frase que se ha visto en carteles de Lima: “Que se vayan todos”.

—¿Y cómo calza la Iglesia en este escenario?

—Hay una polarización mortal que, finalmente, como en Brasil, atenta contra toda democracia, contra las reglas democráticas, que de pronto ya no funcionan, y eso no solo destruye la idea de futuro, de colaborar para construir un futuro, sino también de la convivencia. Esa polarización socava la idea de poder ser distintos pero viviendo juntos, en paz, con diálogo, aceptando las reglas de la democracia, y ahí vuelvo a la importancia de la política del Bien Común que siempre estuvo como horizonte y misión en el pensamiento católico.

—¿Qué es, a su juicio, lo medular, lo más urgente, para romper este círculo negativo de la política regional?

—Faltan líderes para este tiempo. El Papa Francisco es hoy la única gran fuente para mirar el futuro, y hasta los izquierdistas europeos lo citan hoy por sus visiones, sobre las relaciones Norte-Sur, la ecología, la economía que mata, los migrantes. Sus encíclicas, en especial Fratelli Tutti –sobre la fraternidad y la amistad social– y Laudato si’, son llamados directos a todas las personas de buena voluntad, no solo a los católicos, lo que ha sido muy bien recibido por ser muy necesario en este tiempo.

—¿Incluso en América Latina?

—Es muy grande la crisis de América Latina, es muy posible que ella siga estando al margen de la historia.

CONTINENTE EN PAUSA

Gianni La Bella ha circulado por el mundo, incluso en conferencias internacionales –FAO, Unesco, Unicef, ACNUR–, lo que hace de él un testigo privilegiado de la época.

—¿Cómo se refleja este descrédito de la política en la religiosidad de la región? ¿O son crisis diferentes, en cada ámbito?

—Es un tema profundo que afecta directamente a la Iglesia en su tarea de avanzar hacia una sociedad que rechace toda violencia, hacia una sociedad de paz. Son los desafíos más importantes en la América Latina de hoy, desafíos continentales, además, que exigen cooperación, porque el narcotráfico no se resuelve por los países aislados, ni el problema de los migrantes.

—Pero faltan líderes, dice usted, para lograr esa cooperación.

—Necesitamos líderes, y también creatividad para lograr la participación de los jóvenes que hoy están desenamorados de la política. La relación del pueblo con las instituciones es fundamental, pero con una visión más amplia que la nacionalista de los países, necesita ser intercontinental.

—Parece difícil ser optimista en estos momentos…

—No es fácil ser optimista ahora. Recuerdo un film cubano, donde todo sucede en una fila que está esperando un bus, gente de diferentes edades, hombres y mujeres que conversan mientras esperan. América Latina es el continente de la espera, hace mucho tiempo, aunque hoy existe algo más; apareció algo como un muro que no deja ver ningún futuro, que no deja tomar opciones a los jóvenes en cuanto a qué vida quieren. Ese muro ahora ya no resulta aceptable y eso está generando una reacción continental.

Es una lástima que no haya líderes católicos en el continente más católico, con propuestas significativas. Es un problema para la Iglesia actual, porque así no puede contribuir al cambio de estructuras, a superar este momento de polarización.

—¿Hay un vacío cultural, una carencia al respecto?

—En parte, porque América Latina carece de fuerza colectiva. Todavía no se puede hablar del “hombre latinoamericano”, tal como se habla del “hombre europeo”.

—Gracias a la Unión Europea, decía usted…

—Es que es muy valioso lo que hicieron esos tres católicos notables: el francés Schumann, el alemán Adenauer y el italiano De Gaspieri, quienes providencialmente hablando el mismo idioma (alemán) dieron inicio a esa gran obra que es la Unión Europea. Aquí, ni siquiera hay barreras idiomáticas para crear una Unión Latinoamericana.

Giani La Bella tiene una fe profunda en que la paz es el camino contra la polarización y la violencia. La que se desata en las sociedades que no logran sellar sus acuerdos.