• Revista Nº 168
  • Por Paula Brown
  • Fotografías Karina Fuenzalida

Especial

La travesía de los migrantes para encontrar trabajo

La ilusión de una vida mejor supera cualquier frontera para quien decide dejar su país de origen. Ni el miedo al desarraigo y el partir de cero son obstáculos para soñar con una nueva vida. Es el caso de cuatro entrevistados de Colombia, Venezuela y Haití que, a diferencia de otras historias, encontraron en Chile un lugar donde obtener el sustento y desarrollarse. Tras la pandemia y la explosión de las plataformas online las oportunidades han aumentado, no así el cumplimiento de los derechos laborales de los migrantes, donde todavía existe una gran deuda.

Desde la antigüedad el ser humano ha estado en constante movimiento, por distintas razones. No obstante, según lo detallan los organismos y tratados internacionales, gran parte de la controversia del fenómeno de la migración se encuentra asociada a la falta de información sobre ella, así como a la falsa creencia de que es algo negativo, aspecto que desmienten grandes economías como las del Reino Unido, Australia, Canadá, Estados Unidos o España, que han crecido gracias a estos flujos migratorios.

En Chile son muchos los extranjeros que llegan en busca de empleo y mejores perspectivas económicas. Sin embargo, después de las cuarentenas asociadas a la pandemia se produjo un escenario laboral insospechado. A fines del año pasado para las empresas y negocios de las más diversas áreas se volvió una tarea compleja conseguir trabajadores para llenar los puestos vacantes que poseen. Ahí estuvieron los migrantes como mano de obra disponible. En efecto, tanto los datos de la Encuesta de Empleo UC como los datos del INE indican que los migrantes no solo recuperaron tempranamente el nivel de empleo prepandemia, sino que este se expandió en más de un 10%, en fuerte contraste con los niveles de ocupación de los trabajadores nacionales.

Para el director del Centro de Encuestas y Estudios Longitudinales de la Universidad Católica, David Bravo, se trata de un fenómeno inédito del mercado laboral. “A diferencia de todas las otras crisis que hemos tenido, esta es la primera vez que una caída muy fuerte en el empleo no está acompañada de una búsqueda masiva de trabajo. Tiene que ver con la naturaleza de la crisis, porque todavía tenemos un virus circulando y hay temor al contagio”, asevera y recalca que esta realidad hay que mirarla en perspectiva, pues no es exclusiva de Chile, sino que es un fenómeno global que se vive también en Estados Unidos y Europa.

UNA MANICURE A LA VENEZOLANA

“Hasta ahora Chile ha cumplido en un 200% con mis expectativas. Hay trabajo de sobra y si te esfuerzas, vas logrando lo que te propones”, afirma Beatriz Rivero (42). La venezolana, establecida en Lima desde 2018, optó por venir a Chile en septiembre de 2021 en busca de una mejor calidad de vida, pese al costo humano que implicaba la decisión: cruzar la frontera por un paso no habilitado y entrar al país de manera irregular.

Con la ayuda de un sobrino, Beatriz logró arrendar un departamento de un ambiente en la comuna de San Miguel y trabaja como manicurista en un emprendimiento de estética femenina en la comuna de Providencia.

Siguió el consejo de un abogado y a los pocos días de arribar al país se autodenunció, con la esperanza de normalizar su estadía. Dice que sueña con ser legal para poder iniciar los trámites para una visa temporal y luego postular a la definitiva. Así podría tener cédula de identidad, abrir una cuenta bancaria y entrar al sistema de salud pública. Sin certezas de que su plan fluya, solo la anima pensar que hoy está mejor que antes y que no se arrepiente de la decisión tomada.

Según datos recolectados por el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, la principal razón que motiva a los extranjeros a abandonar su país es la económica. Esto es coherente con las causas para escoger específicamente a este país: la estabilidad económica y la búsqueda de calidad son las más mencionadas.

El informe agrega que Chile sigue siendo percibido como un lugar de oportunidades y de altos ingresos económicos, especialmente en una región golpeada por la pandemia.

Ignacio Eissmann, director de Incidencia y Estudios del Servicio Jesuita a Migrantes (SJM), organización que promueve y protege la dignidad y los derechos de las personas que migran a este país, explica que fue en la década de los 90 cuando comenzaron a llegar a Chile distintas oleadas de migrantes, de diferentes nacionalidades, en busca de trabajo, estabilidad y seguridad.

“Chile no está en la ruta para llegar a otros países, es destino final. En general, quienes deciden migrar vienen acá para mejorar sus condiciones de vida”, dice y aclara que si bien hay distinciones entre quienes entran de forma regular o irregular, las personas se encuentran con una nación poco acostumbrada a acogerlas.

 

Beatriz Rivero. La venezolana trabaja como manicurista en un emprendimiento de estética femenina, en la comuna de Providencia.

UN PUENTE CULTURAL

El haitiano Erick Lundy (40) lleva casi una década en Chile. “Vine en 2013 a probar cómo era la vida aquí. Luego encontré trabajo y me quedé”, dice en perfecto español quien cuenta con permanencia definitiva hace seis años. Con su esposa Elda y su hijo Saúl (3), nacido en Chile, la familia vive en Estación Central y participa activamente en la Parroquia Santa Cruz. “Soy el coordinador del grupo migrante. Formamos una comunidad, compartimos la cultura religiosa. Aquí tenemos un espacio seguro y brindamos todo el apoyo a la gente”, explica.

Al comienzo trabajó en una fábrica de gomas. “Necesitaban capacitar a alguien en el área de operación química. Era una labor peligrosa, con manipulación de materiales muy tóxicos, pero yo no tenía muchas opciones laborales. Debía hacer las cosas muy concentradamente para que no ocurriera una desgracia. Ahí trabajé tres años”, explica.

La empresa fue un buen lugar al que pudo entrar sin necesidad de presentar papeles. “Luego, ellos me ayudaron a tramitar la visa. En ese sentido fue muy conveniente. Partí ganando el sueldo mínimo y con el tiempo lo fueron subiendo. Pero nunca llegué a ganar más de $400.000”, dice.

Cuenta también que siempre se sintió acogido por sus compañeros de trabajo, no así por su jefe. “Me hacía sentir mal, como si yo fuera distinto al resto. Un día se lo hice ver y se puso muy tenso conmigo. A tal punto que decidí renunciar”.

A los dos meses Erick entró como mediador intercultural en la Universidad Alberto Hurtado. “Desde entonces trabajo en el proyecto Zanmi –que significa amigo/amiga en creol– como puente entre la comunidad universitaria y los migrantes. Siento pasión por lo que hago, por la oportunidad de ayudar a mis compatriotas”, explica.

 

Erick Lundy. El haitiano es mediador intercultural en la Universidad Alberto Hurtado.

PROYECTO DE VIDA

Respecto de las labores que desarrollan los migrantes en Chile, según cifras de la Encuesta Voces Migrantes 2021, del Servicio Jesuita Migrante y Ekhos, un 36,1% es trabajador de servicios o vendedor, un 4,2% corresponde a técnicos o profesionales de nivel medio y solo un 3,6% se dedica a su profesión.

La mayoría de las personas que llegan en busca de empleo han cursado educación media completa (36,3%), mientras que, en segundo lugar, un 15,8% de los encuestados afirma tener educación superior completa. Es el caso de la profesora de Bioquímica Margarita Velásquez (33), quien quiso probar suerte fuera de Colombia cuando quedó sin trabajo en 2018. Con una maestría y años de experiencia haciendo clases a alumnos de pregrado, vio que en Chile podría tener una oportunidad.

 

 

El país cumplía con todas las condiciones, no había que hacer tantos trámites y Margarita lo tomó como una aventura. “Me informé bien de la documentación que necesitaba y traje mi título para encontrar trabajo. Pero al poco andar me di cuenta de que aquí mi profesión se enfoca más en el área de la salud, por lo que tenía que trabajar en hospitales, así que decidí buscar otros caminos”. “Durante la cuarentena encontré una plataforma en internet que me permitía hacer clases particulares online a estudiantes de bioquímica”, explica. “Inicialmente la página estaba dirigida a chilenos, pero al poco tiempo me empezaron a contactar personas de otros países –Perú, Paraguay, Costa Rica, España, Ecuador y Estados Unidos– motivadas con los comentarios que iban dejando mis alumnos. Solo ahí dimensioné la gran demanda por este apoyo”, cuenta.

Margarita no solo encontró la manera de retomar su carrera en Chile, sino que descubrió una buena forma de vivir y de seguir creciendo. Hoy, a la espera de obtener la segunda visa laboral, registró su emprendimiento en el Servicio de Impuestos Internos y está preparando cápsulas digitales –que podrá vender como paquetes de contenido– para seguir enseñando por internet.

 

Margarita Velásquez. La migrante colombiana dicta clases particulares a través de una plataforma en Internet.

LA EXPLOSIÓN DE LAS PLATAFORMAS ONLINE

Gabriel Romero (32), venezolano, inició su trayectoria laboral en una plataforma digital dedicada al transporte. “Cuando llegué no había minuto que perder, tenía una deuda que pagar”, dice al recordar esos primeros meses en Santiago. “Un conocido me hizo un contrato para iniciar el proceso de regularización de mis papeles. Trabajé duro ese tiempo, de lunes a sábado, con horarios muy cansadores, muy estresado por andar siempre en la calle. Y aunque ganaba bastante bien, sentía que estaba perdiendo el tiempo. Así que me mantuve firme buscando alguna oferta de empleo en lo mío”.

En su país de origen Gabriel estudió Ingeniería en Geofísica en la Universidad Simón Bolívar. Y si bien tuvo la oportunidad de ingresar a la empresa estatal Petróleos de Venezuela, decidió no hacerlo. “Ya se vivía en Venezuela una situación hostil. El ambiente estaba pesado y muy politizado”, recuerda hoy en Chile, cuatro años después de su decisión de migrar. Al poco tiempo pudo arrendar un departamento y le pagó el pasaje a Chile a su novia Hilda. A pesar de la crisis, comenzó a recibir trabajos por encargo para la minería. “Ya podía hacer boletas, me asocié con un amigo y nos fue increíble. Tan bien que incluso pude comprar un auto”. Pero después vino la pandemia y nuevamente se acabó el trabajo. Gabriel logró salir adelante gracias a Cornershop, con su auto.

Según la última Encuesta Nacional Bicentenario 2021, en el país se redujo la idea de que los inmigrantes limitan las posibilidades de los chilenos de encontrar trabajo. Gracias al contexto generado por la pandemia y la explosión del delivery, ellos han encauzado en las plataformas digitales su necesidad de tener un sustento (según la encuesta de empleo UC, un 40% de los trabajadores de plataformas en el país son migrantes). Sin embargo, el mismo estudio señala que aumentó en los chilenos la noción de que los inmigrantes no deberían contar con los mismos derechos de todos los ciudadanos.

 

 

En este último punto, el informe adelantado por el Servicio Nacional de Migraciones en febrero pasado cataloga como preocupante las condiciones laborales de quienes trabajan en aplicaciones móviles, ya que en su mayoría son personas que han ingresado al país de manera irregular. En ese sentido, ratificando la relevancia de contar con una regulación adecuada, el 11 de marzo recién pasado se publicó la Ley Nº 21.431 que modificó el Código del Trabajo para regular el contrato de trabajadores de empresas de plataformas digitales de servicios. Por su parte, Gabriel ya ha dado varios pasos adelante. Se encuentra contratado y trabajando en su profesión en una empresa líder en servicios y soluciones en el ámbito de las geociencias. “El sueldo me alcanza para vivir bien y el sistema me permite disfrutar de mi tiempo libre. Con mi novia estamos pensando en cambiarnos de casa, casarnos y tener hijos”, dice contento por alcanzar al fin la estabilidad que no encontró en Venezuela. “Uno no elige irse de su país. Pero bueno, si quieres surgir, hay que hacer sacrificios. Y en Chile me han tratado muy bien”.

 

Gabriel Romero. Llegó de Venezuela y trabaja en una empresa líder en servicios y soluciones en el ámbito de las geociencias.