extracto de splash mattascopio de Roberto Matta extracto de splash mattascopio de Roberto Matta
  • Revista Nº 154
  • Por Marilú Ortiz de Rozas
  • Periodista
  • Universidad de Chile

Especial

Mattascopio: un eco del cielo

El libro Mattascopio aborda la relación del pintor Roberto Matta con la astronomía, de cuando los telescopios electrónicos “descubrieron el Universo”. Aquí presentamos un fragmento de la introducción, que relata cómo el artista nos deslumbra explorando este terreno, antes desconocido para el arte, y donde ciencia, verso y vértigo se dan la mano.

En ese infinitesimal instante de la aurora de la existencia, todos los seres, entidades y sustancias tienen un origen elemental común: son astillas del mismo palo. “La materia atómica de la que estamos hechos es la misma que la de las estrellas y las flores. Todos estamos hechos de lo mismo” (Ojo con el arte, TVN, 1990) señala el artista  Roberto Matta que, a lo largo de todo su recorrido, entonces, ha buscado al hombre. Sujeto de su obra y pensamientos, lo concibe en su totalidad, desde su posición en el Universo hasta su composición orgánica.

En este contexto, no percibe al hombre como alguien que está solo, sino inmerso en una red de relaciones sociales, políticas, económicas y culturales, que interactúan unas con otras, a imagen de lo que sucede en el universo entre los diversos cuerpos gravitantes interconectados. Una cartografía del ser es lo que quiere aprender y aprehender Matta, que afirma una y otra vez, con cierto afán provocativo, que lo que le interesa a él no es pintar, “sino representar la sociedad” (Carrasco E., Matta Conversaciones).

Matta nos recuerda que la palabra “revolución” proviene de la astronomía, tal vez por eso conjuga a ambas, una y otra vez, en su obra pictórica, como metáfora de las misiones y vicisitudes del ser humano; también del insondable misterio que las hermana.

Le Dernier Cercle

Le Dernier Cercle

En NoteBook, cuaderno del artista, 1943. SometimeStudio.

Marcel Duchamp, uno de los intelectuales y artistas más respetados de su tiempo, lo diría muy claramente: “Su primera contribución a la pintura surrealista, y la más importante, fue el descubrimiento de las regiones del espacio, desconocidas hasta entonces, en el campo del arte. Matta siguió a los físicos modernos en la búsqueda de su nuevo espacio.

A pesar de ser muy joven, Matta es el pintor más profundo de su generación” (Duchamp M., Catálogo Mavi). Ciertamente, Matta transporta al espectador/lector a otra dimensión, al proponer esas imágenes que remiten al Universo: esos fondos oscuros donde sobresalen figuras incandescentes, cual planetas, y una diversidad de trayectorias estelares, como en las dos obras de 1946 nunca bautizadas, amasijo de astros aún no nombrado, en un estado que antecede al de la propia vida.

Sin embargo, él no pinta teoremas, respuestas, ni verdades, sino simplemente viajes y preguntas, de los cuales nos hace partícipes. Nos invita a observar los registros de sus periplos en busca del hombre, desde la inmensidad del cosmos, el enmarañado tejido social de las diversas culturas, hasta los intersticios biomoleculares escondidos bajo la piel, y más allá; siempre empujando más allá de su interrogante, su exploración del ser. Porque incluso cuando el hombre viaja a la Luna, Matta afirma que lo que quería ver el hombre no era la Luna, sino la Tierra; ya que en el fondo el hombre quiere verse como un “eco del cielo” (Carrasco, E., Matta Conversaciones).

 

En NoteBook, cuaderno del artista, 1943 de Roberto Matta SometimeStudio.

VERBO “VER”

A veces cree Matta que hubiera preferido ser filósofo que pintor, pero el lenguaje no le alcanza para expresar lo que quiere decir (Carrasco E., Autorretrato. Nuevas Conversaciones con Matta), porque no hay palabras tan veloces como para seguir o representar el curso de su mente, que se nutre del insondable pozo de su imaginación, así como de un sinnúmero de investigaciones en diversos campos, entre ellos el de la ciencia. Su propósito, con esto, según André Breton, es el de ampliar su mirada (André Breton, La perle est gâtée a mes yeux, 1944) y renovar la gramática de las artes visuales con elementos que en ese momento hacían noticia en diversas áreas, como la astrofísica, que le interesa particularmente, tal vez porque otorga una macrovisión que abarca, desde la inmensidad, todas las demás disciplinas asociadas a la existencia.

“Creo que busco una morfología de la materia en todas sus historias particulares (rana, hoja de olivo, piedra, etcétera), y en su dialéctica general, la tierra que copia las estrellas”, escribiría Matta (Carta a Alain Joffroy, catálogo Mavi). Sus imágenes, entonces, no partirían del silencio original, de la Nada dispuesta en el blanco de la tela, sino que se configurarían a partir de figuras que emanan de teorías, elementos y experimentos identificados por especialistas, que los han llevado a la academia para analizarlos, como sus representaciones de  células  eucariotas,  del aparato de Golgi o de la singularidad  de  Schwarzshild  (Flahutez F., La peinture de Roberto Matta entre cellule eucaryote et singularité de Schwarzschild).

Fabrice Flahutez,  el  autor de dichas investigaciones, precisa que Matta nunca cejará en su interés por las ciencias, y se inspirará “tanto en  sus conceptos como en sus imágenes, que observa en obras de divulgación científica, para componer las figuras de su modernidad”.

Burn Baby Burn

Burn Baby Burn

De 1965-67, óleo sobre tela. En Los Ángeles County Museum of Art.

Sin embargo, al verlo pintar (en películas y documentales), Matta parece simplemente irse entregando a un juego visual que sonsaca de manchas y chorreos en un poderoso y azaroso ímpetu cosmogónico, con la fuerza del ergonauta-creador en la refundación del Big Bang. Él, en cuyo tratamiento del espacio aflora su formación de arquitecto, afirma que no hay azar sino transparencias, y que ve en las manchas un cosmos: “Como la gente ve vacas en las nubes, yo veo mundos en las manchas” (Carrasco, E., Matta Conversaciones).

Su función, su rol, no es otro que el mostrar esta conjunción, hacer visible lo que no es, crear conciencia de las zonas transparentes (Ortega-Márquez I., Matta Centenario) que va descubriendo, y permitir que los otros también lo vean. Porque para él, el arte lo que hace es potenciar el verbo “ver”, en su más amplio sentido, uno que va más allá del ojo humano, de la cámara fotográfica o el microscopio (Carrasco, E., Conversaciones).

De hecho, según sus colegas pintores fueron transmitiendo la leyenda, en aquella época de sus primeros años en Francia, cuando es acogido en el grupo surrealista, a mediados-fines de los años treinta, Matta pasaba horas observando estructuras en un microscopio (Gordon Oslow-Ford, citado por Flahutez F.). Y  también soñaba, desde siempre,  y hablaba, de un gran telescopio, aquel instrumento que sería el que le aportaría las respuestas o las imágenes de lo que quería saber, o simplemente “ver” y hacer “ver”.

Sin título

Sin título

De 1946, óleo sobre tela. En Colección privada París.

En la mirada estaba para él la madre de todas las ciencias, “ver” era su verbo favorito y lo conjugaba en todas sus obras, en todos los tiempos y personas posibles, y casi siempre en varias direcciones y dimensiones a la vez; para invitar a ver más allá de la primera mirada, con profundidad de campo y hondura intelectual, científica, social, cultural y espiritual. Sostiene que “el ojo es pobre, pero desde que se inventó el telescopio electrónico, eso está cambiando todo…” (Ojo con el arte, TVN, 1990).

Roberto Matta es quien brinda una mirada “mattascópica” sobre las cosas, como le contaba a su amigo André Breton (Carta a Breton, en Flahutez F., La peinture de Roberto Matta entre cellule eucaryote et singularité de Schwarzschild). El “mattascopio” aporta la visión que el artista posa sobre el hombre y el Universo apoyado en la ciencia, pero desde una hipótesis abierta, que no busca una demostración empírica, sino una confabulación para maravillarnos en la búsqueda de nuevas preguntas, para hacernos cómplices de su verbo “ver”, de ver al ser en su totalidad.

Una mirada que se sigue alimentando de la utopía de ese gran observatorio telescópico que periódicamente va siendo perfeccionado en algún rincón de la Tierra, conforme el progreso de las ciencias, y que va aportando nuevos avances en la comprensión del Universo.

A cuatrocientos años del telescopio de Galilei, y a un poco más de una década de cerrado ese ojo “mattascópico” (el año 2002 falleció el pintor) que vislumbraba enriquecerse con poderosos aparatos que le permitieran escudriñar mejor el firmamento, esta quimera está tomando nuevamente cuerpo en la tierra natal del pintor-investigador. Las últimas noticias del campo astronómico mundial no hablan sino del Atacama Large Millimeter/submillimiter Array, ALMA, que se yergue en el Llano de Chajnantor, en las afueras de San Pedro de Atacama, donde un conjunto de 66 antenas instaladas a más de cinco mil metros de altura, el radiotelescopio más poderoso del mundo, aportará, entre otras cosas, un inédito relato sobre el nacimiento de los planetas y las estrellas.

Mural Verbo América

Mural Verbo América

De 1996, técnica mixta sobre cerámica. En Metro de Santiago.

Para leer más

  • Carrasco E., Matta Conversaciones, Ediciones Cesoc, Santiago, 1987. Duchamp M., “Catálogo Mavi” 11.11.11, 1946.
  • Carrasco E., Autorretrato. Nuevas Conversaciones con Matta, LOM Ediciones, Santiago, 2002.
  • Flahutez F., La peinture de Roberto Matta entre cellule eucaryote et singularité de Schwarzschild, Éditions L’Age d’Homme, marzo 2007.
  • Carta a Alain Joffroy, “Catálogo Mavi” 11.11.11, 1952.
  • Ortega-Márquez I., “Matta Centenario” 11.11.11, Centro Cultural Palacio de La Moneda, 2011.
  • Matta R. y Ortiz de Rozas M., Mattascopio, Roberto Matta y el Universo, Ediciones UC, 2013.
  • Breton A., La perle est gâtée à mes yeux, 1944, reproducido en catálogo Centro Cultural Borges, op. cit., p 24.