fotografia de Suzi Kerr, experta en cambio climático fotografia de Suzi Kerr, experta en cambio climático
  • Revista Nº 156
  • Por Eliana Rozas
  • Fotografía Karina Fuenzalida

Especial

Suzi Kerr: enfrentar el cambio climático

Suzi Kerr, economista jefe de Environmental Defense Fund, se refiere en esta entrevista a los cambios que, desde ya, deben impulsarse a nivel global, nacional y hasta personal, para alcanzar el objetivo de cero emisiones. “Esto no tiene por qué ser una tragedia”, afirma optimista.

Este año debió trasladarse desde su Nueva Zelanda natal a Nueva York, para asumir como economista jefe del  Environmental Defense Fund (EDF), una organización sin fines de lucro que promueve soluciones eficaces a los problemas medioambientales. Durante mucho tiempo se desempeñó en Motu, un instituto dedicado a la investigación en políticas públicas de su país. Y desde 2018 es miembro de Interim Climate Change Committee, un consejo asesor del gobierno neozelandés para impulsar una economía cero emisiones, que es su foco de trabajo. Sus movimientos son una demostración palpable de que los desafíos del cambio climático no reconocen fronteras; y por eso, a fines de año Suzi Kerr se moverá una vez más: estará en Chile durante la COP 25. Con la experiencia que la transforma en un referente, antes de iniciar ese viaje, responde nuestras preguntas.

—¿Cuáles son los principales desafíos, en términos económicos y políticos, que la lucha por la mitigación del calentamiento y el cambio climático trae consigo?

—La tecnología ya no es el mayor obstáculo: podemos reducir las emisiones con la tecnología existente. Las innovaciones continuas bajarán los costos y ayudarán a llegar a emisiones bajas, nulas o negativas, pero, respecto de la escala global y el largo plazo del problema, los humanos no hemos evolucionado para pensar en esos términos, encontramos difícil imaginar soluciones, y eso puede llevar a una parálisis, a sentirnos impotentes.

Lo cierto es que detener el cambio climático no tiene que involucrar grandes costos económicos, aunque es cierto que toda transformación significativa implica ganadores y perdedores, y que el miedo a perder de la gente es desproporcionado respecto de la realidad. Allí donde habrá pérdidas que afecten a grupos particulares, en especial si ya son vulnerables, necesitamos encontrar soluciones. Muy a menudo, aquellos que son más sensibles a las transformaciones son los más afectados por el cambio climático mismo, por lo que ellos quieren detenerlo. Por otra parte, algunos actores poderosos que se enfrentan a grandes pérdidas en el corto plazo pueden tener una influencia política desproporcionada, pero no se les puede permitir bloquear las soluciones.

—¿El problema de las emisiones y sus efectos en el calentamiento es una manifestación de lo que Hardin describió como “la tragedia de los comunes”, donde el interés individual y la actuación racional son capaces de afectar un recurso compartido, aunque a nadie conviene su destrucción?

—Sí, esta es la naturaleza básica del problema. Sin embargo, esto no tiene que ser una “tragedia”. Nos enfrentamos al mismo desafío en muchos aspectos de nuestras vidas y nos las arreglamos para cooperar a través de lazos de confianza, de políticas y de instituciones. Por eso, es importante que entendamos por qué la gente rehúsa actuar. Situar el problema en la moralidad no siempre es útil, porque las buenas personas pueden tener toda la intención, pero aun así tener dificultades para marcar una diferencia.

Suzi Kerr está convencida de que una institucionalidad robusta para lograr una correcta administración de los recursos comunes (la atmósfera en este caso), al modo en que lo concibe la premio Nobel de Economía Elinor Ostrom, puede contribuir a detener el avance del problema: “Las personas pueden cooperar y sabemos acerca de las situaciones en que facilitan y sostienen la cooperación. Estas son las condiciones que debemos crear a un nivel global, nacional y entre sectores e individuos. Necesitamos distinguir entre acciones buenas y malas, para premiarlas o castigarlas”.

Nuevos líderes

Nuevos líderes

“Necesitamos que provean liderazgo y respondan a las demandas de los jóvenes y de otros en ese mismo sentido, lo cual requiere pensar más allá de las encuestas y de los ciclos electorales”, opina Suzi Kerr. Fotografía Motu Economic and Public Politic Research.

Un liderazgo que mire más allá de las encuestas

—¿Qué clase de “virtud” exige el desafío del cambio climático a los gobiernos y a los parlamentos?

—Necesitamos que provean liderazgo y respondan a las demandas de los jóvenes y de otros en ese mismo sentido, lo cual requiere pensar más allá de las encuestas y de los ciclos electorales. También, que trabajen con aquellos del sector privado que están interesados y dispuestos a avanzar, para, en conjunto, encontrar soluciones, identificar barreras para la inversión en bajas emisiones que solo pueden ser eliminadas por el gobierno y apoyar políticas para mayores cambios. Es necesario que cuenten con una buena asesoría acerca de los reales efectos económicos de las políticas medioambientales y resistan a la presión de los intereses poderosos que se oponen al cambio por razones egoístas.

—¿Y qué rol corresponde a los consumidores?

—Los individuos pueden cambiar sus patrones de consumo. Viajar menos, caminar, andar en bicicleta o en transporte público, usar vehículos eléctricos; comer menos carne roja; usar menos electricidad; instalar paneles solares en los techos. Elegir estilos de vida con menos consumo: ¡más música, arte, familia, comunidad y amistad; menos viajes y cosas! Para avanzar hay que enfocarse en visiones de un futuro positivo, donde la gente prospere en un clima estable, en lugar de motivar a través del miedo.

—¿Pueden las tendencias nacionalistas que emergen en distintos países ser un obstáculo para abordar este problema?

—Es difícil saberlo, pero ciertamente son una distracción. Debemos dejar de plantear la acción como enfocada en conservar modos de vivir. Hay que evitar pedirles a distintas personas que usen las mismas soluciones y hay que permitir la flexibilidad. Si la solución está presentada de forma positiva y no como un costo, sino con un foco en la búsqueda de un mejor futuro local, puede ser congruente con el nacionalismo.

¡Yo siempre soy optimista!

No queda tiempo

No queda tiempo

La experta afirma que el daño que ocurrirá durante nuestras vidas, como resultado del cambio climático, y que afectará a los niños, es suficiente justificación de los costos de acciones agresivas de corto plazo.

Descarbonizar rápido

—¿Qué es posible esperar respecto del desafío climático sin el compromiso de actores como China y Estados Unidos?

—Necesitamos que los gobiernos chino y norteamericano apoyen la descarbonización rápida, como todos los demás. Requerimos hacer progresos donde podamos, mientras paralelamente rechazamos acciones negativas y nos preparamos para futuras oportunidades.

—¿Los distintos niveles de desarrollo obstaculizan el logro de las metas internacionalmente propuestas para evitar el incremento de las temperaturas, dado que se suele ver la demanda por la disminución de las emisiones como una imposición de los países desarrollados?

—Personalmente creo que la gente más pobre del mundo no debería cargar con la responsabilidad del cambio climático causado por otros, ni con el costo de detenerlo. Tampoco creo que necesiten hacerlo. Las oportunidades más significativas para mitigarlo entregan cobeneficios significativos, particularmente los relativos a la salud a consecuencia de un aire más limpio.

—A su juicio, ¿la limitación del crecimiento es un camino para la sostenibilidad y, sobre todo, para enfrentar el cambio climático?

—Limitar el crecimiento material entre aquellos que ya son ricos, sí, pero no limitando nuestra habilidad para cumplir con las necesidades de todos los seres humanos para vivir una vida digna y gratificante. La mayoría de la investigación actual muestra que la satisfacción humana está relacionada solo en parte con el crecimiento económico. Las relaciones y la conexión con el mundo natural aportan mucho a esa satisfacción. Los pueblos originarios tienen mucho que ofrecernos en encontrar maneras de pensar acerca de qué nos puede llevar a vivir vidas satisfactorias.

—Su país aparece como un gran ejemplo en cuanto a políticas públicas indígenas. ¿Qué pueden aportar los pueblos originarios a la consideración del capital natural?

—En Nueva Zelanda, la cultura maorí ha permeado la forma en que muchos neozelandeses piensan y en el modo en que funcionan nuestras instituciones. Sobre todo, desde la segunda mitad del siglo pasado, cuando el renacimiento maorí empezó y, especialmente, con la creación del tribunal Waitangi. En mi opinión, esto ha sido un aspecto crítico en guiar nuestros enfoques sobre la valoración del capital natural. Los maoríes han tenido roles cada vez más importantes en el gobierno de los bienes naturales y están aprendiendo gradualmente cómo usar esa creciente influencia de manera eficiente. Pero todavía tenemos mucho camino por recorrer.

— La valoración económica del capital natural es un tema sobre el que usted ha escrito. ¿Qué paradigmas propios de la economía de libre mercado deben, a su juicio, ser revisados en el contexto de la cuestión medioambiental, respecto de la toma de decisiones?

—No confiarse en las cuantificaciones; mirar varios indicadores; conseguir un equilibrio en la manera en que son considerados. La distribución importa, no se trata solo de sumar beneficios. El proceso también importa, por sí mismo y como una manera de lidiar con temas complejos que requieren un juicio balanceado. Deberíamos tomar en cuenta todas las consideraciones que sean relevantes al tomar decisiones: sociales, culturales, medioambientales y económicas. Queremos que la economía sea fuerte para sostener el bienestar de las personas, pero no tiene valor por sí misma.

—¿Es suficiente la herramienta de la compensación, como se ha hecho tradicionalmente, respecto de los proyectos que afectan un patrimonio natural?

—Parte del daño no es reversible y el valor de lo que se ha perdido no es reemplazable. Si el daño es inevitable, o evitarlo es extremadamente caro, la “compensación” a través de restauración o protección de recursos similares ayuda, pero nunca es un reemplazo perfecto en estos casos. Evitar los daños debería ser considerado en primer lugar.

—Concretamente, desde un punto de vista económico ¿cómo opera en la toma de decisiones presentes la consideración del valor del patrimonio natural respecto del futuro?

—En mi opinión, el daño que ocurrirá durante nuestras vidas como resultado del cambio climático, y que afectará a los niños que amamos, es suficiente justificación de los costos de acciones agresivas de corto plazo. Mientras antes actuemos, más eficientes en cuanto al costo serán nuestras acciones. Llegar a cero emisiones (o a emisiones negativas) es difícil en la actualidad, pero probablemente se volverá más factible en las próximas décadas. Esto no debería detenernos para actuar ahora.

Pero no creo que este sea el mayor obstáculo para la acción. De hecho, nuestra preocupación por nuestros descendientes es muy fuerte en relación con la preocupación por otros seres humanos que viven hoy, pero lejos de nosotros. Yo sí creo que no actuamos de manera racional como individuos y sociedades si enfrentamos los problemas que producen miedo o incluso aparecen como amenazas existenciales como si no estuviéramos obligados a responder

mascara maori

Conectarse con la naturaleza. “Los pueblos originarios tienen mucho que ofrecernos en encontrar maneras de pensar acerca de qué nos puede llevar a vivir vidas satisfactorias”, asegura Suzi Kerr. Fotografía pxhere.com

Un modelo de cooperación climática: ¿también para chile?

Hace años Suzi Kerr trabaja en un modelo para la cooperación climática que ha sido bautizado como climate team y que surge de la conciencia de que las emisiones son acumulativas y de que para detener el calentamiento es necesario reducirlas globalmente a cero. Consiste en un acuerdo entre un pequeño grupo de gobiernos cooperativos. “Algunos países, los ‘anfitriones’ –explica–, tienen oportunidades significativas para reducir sus emisiones netas en el corto plazo, pero no los recursos para hacer esas reducciones rápidamente; otros, los ‘asociados’, tienen recursos, pero sus oportunidades a corto plazo son más limitadas. Si los unimos, podemos acelerar la disminución de emisiones”. Aunque reconoce que no es un sistema apto para todos los países, está segura de que puede funcionar para un número significativo de ellos.

—Si un país con la capacidad de generar una disminución superior al NDC (Contribución Nacional Determinada, por sus siglas en inglés) puede “vender” a otros que son parte del grupo, a cambio de un pago garantizado contra entrega, ¿cómo evitar que el sistema no constituya un desincentivo a la mitigación de aquellos que “compran”?

—Chile no debería vender su mitigación adicional a un precio bajo. Cuando negocie, debería asegurarse de que  el acuerdo beneficie a Chile y saber cuánto está dispuesto a pagar el país comprador. Si el costo de financiar mitigación adicional en Chile está cotizado realistamente, no será atractivo para otros países comprar toda su mitigación en lugar de tomar acciones domésticas. Solo comprarán mitigación cuando esta se vuelva realmente cara internamente. Quienes pagan impuestos se preguntarán por qué el país está enviando todo el dinero hacia afuera, en lugar de invertirlo en el interior. Esto es así particularmente cuando los ciudadanos son conscientes de que cada país necesita descarbonizar su economía.

—Colombia cuenta con un programa nacional para la transacción de cuotas de emisión de gases de efecto invernadero, y entiendo que usted ha trabajado con equipos de ese país para el desarrollo de un climate team, en el que teóricamente podría participar Chile. ¿Por qué Chile podría ser un actor?

—Sí, hemos estado hablando con Colombia acerca de la idea de un climate team. En el corto plazo no creemos que Chile será parte de él. Cada team tiene solo un país anfitrión que vende mitigación adicional, pero también varios países asociados que trabajan con él y compran esta mitigación.

En el corto plazo, estamos pensando que Chile podría ser un país anfitrión en su propio climate team y que Nueva Zelanda y otros tendrían que trabajar con Chile. Dentro de una década o algo así, mientras Chile continúe desarrollándose, podría estar en posición para apoyar la transición de Colombia de una manera más firme, siendo un socio en un team colombiano.