• Por Silvia Pellegrini Ripamonti
  • Fotografías por Titi Santos Segovia

Especial

Tres miradas clave sobre la UC

Los ex rectores Juan de Dios Vial y Pedro Rosso y el actual rector Ignacio Sánchez conversan juntos por primera vez sobre la universidad, su pasado y su futuro. Su reunión es en sí una situación histórica que se produce a raíz de otro hecho histórico: los 100 años de la Revista Universitaria. De manera inédita comparten experiencias y su profundo conocimiento sobre esta institución, lo que permitirá comprender mejor los últimos treinta años y los alcances de esta obra que ha sido acompañada durante un siglo por esta publicación.

Los rectores conversan animadamente entre sí, esperando los preparativos de la entrevista que se grabará también para televisión.

Es la primera vez que hablan en conjunto sobre la universidad que han dirigido. Los rectores Vial, Rosso y Sánchez comparten, además, no solo la experiencia o el hecho de ser los tres médicos, sino el haber sido discípulos en la Facultad de Medicina, con lo cual el encuentro se entremezcla con simpáticas anécdotas de sus encuentros previos a la rectoría.

Ser entrevistados en conjunto es una experiencia nueva que, a poco andar, pierde la rigidez inicial para dar paso a un diálogo ameno entre los tres. Las preguntas de inicio se refieren a la historia. ¿Cómo no, en una situación que es histórica en sí misma?

Los fundadores de la UC pensaron en crear una entidad pública que equilibrara el rol del Estado en la educación terciaria. ¿Sienten ustedes que esa misión ha sido cumplida en estos años? ¿Qué creen ustedes que pensarían ellos si nos vieran hoy?
—Rector Vial (R.V.): Creo que sin la Universidad Católica, Chile no sería lo que es.
Esto cambió la forma de convivir de los chilenos. El hecho de que no estuviera bajo la dependencia del Estado, sino que fuera de la Iglesia, representó un cambio de mentalidad profundo y eso se siente en los primeros discursos de instalación de la institución. Lo que se quería era una universidad católica libre. Y en el andar del tiempo lo que fue una entidad pequeñita, insignificante físicamente, con unas pocas personas,
ha cambiado de manera radical y hoy es de grandes dimensiones y de un enorme tonelaje espiritual e intelectual. Entonces, quiérase o no, se la mira para cualquier cosa importante que se decida sobre la convivencia chilena.

Los tres rectores

Los tres rectores

El primero de los tres en ocupar la rectoría en 1984, Juan de Dios Vial, fue quien abrió las puertas de su departamento -frente al Parque Forestal– para realizar la primera entrevista en simultáneo de los últimos dirigentes de la UC.

—¿Y estarían contentos?
—R.V.: Tendrían que conocer la época. No me imagino a don Joaquín Larraín o don Abdón Cifuentes contentos con lo que sucede en la calle de hoy día en Santiago. A lo mejor tenían mejor criterio (risas).

—Rector Rosso (R.R.): Es difícil pensar en la historia de Chile en el siglo XX sin la presencia de nuestra universidad. Tanto a nivel de los egresados que se ubican en un arco grande de actividades, como en la institución corporativamente, se han hecho enormes contribuciones, no solo en cuanto a la generación de conocimiento sino también en crear corrientes de pensamiento, algunas de ellas plasmadas incluso en movimientos políticos. Si nuestros fundadores pudieran mirarnos hoy, considerarían que en muchos aspectos hemos sobrepasado lo que en ese momento ellos soñaron.

—Rector Sánchez (R.S.): El rector fundador en sus discursos inaugurales habla de la necesidad de formar el corazón de los jóvenes y creo que, en estos casi 130 años, la formación integral ha sido un elemento crucial del desarrollo de la universidad y por lo tanto, hemos sido fieles a ese mandato. En los discursos fundacionales se ve el compromiso con el desarrollo del país y, en toda esta trayectoria, ese ha sido el norte que ha guiado a nuestra institución. Me parece, además, que el rol de la UC ha tenido mucho que ver con un estímulo bidireccional positivo con la Universidad de Chile: el sistema universitario necesita tener pares, una sana comparación, exigirse con otros modelos universitarios y, en ese sentido, los polos de desarrollo de la Universidad de Chile y de la Universidad Católica le han hecho un bien enorme al país.

Pedro Pablo Rosso: “Tanto a nivel de los egresados que se ubican en un arco grande de actividades, como en la institución corporativamente, se han hecho enormes contribuciones, no solo en cuanto a la generación de conocimiento sino también en crear corrientes de pensamiento, algunas de ellas plasmadas incluso en movimientos políticos”.

—¿Cuál fue el secreto que hizo cambiar una institución que, como decía el rector Vial, era chiquitita en sus principios, para que llegara incluso a alcanzar reconocimiento mundial?

R.V.: La universidad tenía una cosa; … no, mejor no uso la tercera persona. Teníamos una cosa: la conciencia de una misión, de estar aquí en este mundo para algo, el objetivo irrenunciable de la preservación del pensamiento cristiano en el país. Era un tiempo en que eso era combatido y difícil de defender, incluso. Este era un impulso bastante fuerte, que sentíamos como una misión y, aquí hablo en primera persona: éramos profesores jóvenes, de veinte y pocos años, los que vivíamos esto como una
especie de encargo irrenunciable, de sentido de nuestras vidas.

—¿Cómo se ha ido adaptando ese encargo inicial en los contextos históricos de hoy día?
—R.S.: Hay dos elementos que me hacen sentido. El primero es que en la comunidad universitaria hay un sentimiento mayoritario de que esta no es solo una obra terrenal. Tenemos la convicción de que hay que hacer todo lo humanamente posible, pero que hay aspectos que sobrepasan lo humano. Y el segundo es que, si uno revisa con detención la historia de estos 130 años, nada nos ha sido fácil. Sabemos que esto hay
que trabajarlo día a día y nunca dejarse estar. Y esa situación de continua alerta, de continuo trabajo y de sensación de trabajo bien hecho, ha sido muy positiva. Que estemos acostumbrados a la adversidad. Por un sentido de comunidad, de trabajo, de responsabilidad y misión.

—R.R.: Pienso que ese sentido de misión se ha traducido, en las distintas épocas y contextos, en una manera distinta de enfrentar la realidad. Eso, acompañado por el hecho de haber tenido rectores realmente visionarios. Rescato, por ejemplo, circunstancias como las que vivió don Carlos Casanueva, quien, al iniciar Chile su proceso de industrialización, a fines de la década de los cuarenta, imaginó la necesidad de contar con un programa universidad-empresa. De don Alfredo Silva Santiago rescato su visión de que solos nos íbamos a demorar demasiado tiempo en completar el ciclo de tener profesores con capacidad para investigar y, por lo tanto, que iniciara la época que permitió contar con un contingente importante de profesores doctorados. De Fernando Castillo Velasco, que en medio de todas las turbulencias de la reforma universitaria, nunca perdió el norte respecto de lo que la UC era en su esencia y supo mantener el curso e incorporar algunas de las innovaciones que en ese momento le hacían mucho bien, más allá de las contingencias y de los debates que se produjeron. El rector Vial marca un antes y un después muy importante en la forma de sacar adelante a la Universidad Católica en un contexto desfavorable. Y echó las bases de una institución que es capaz de enfrentar grandes adversidades y circunstancias difíciles, con
fuerza, convicción y con las herramientas para hacerlo. Y llego hasta ahí.

—Me ha tocado conocer a seis rectores, con orientaciones diversas, pero que representaban profundamente ese sentido de universidad, que es lo que ha hecho la línea de continuidad. ¿Cuáles son los atributos que se necesitan para ser un buen rector de la Universidad Católica?
La pregunta provoca risas –y más aún la acotación de que hay un rasgo que comparten que es el ser médico– y entre bromas se comenta si es o no una condición necesaria…

—R.V.: Tiene que ser un hombre objetivo, o una mujer objetiva, que entienda que no sabe de casi ninguna cosa de lo que saben sus colegas y sus profesores. Eso es una especie de llamado de alerta constante. No puede creerse el cuento de que –por ser rector– él tiene mejor información o punto de vista. Por eso mismo, debe buscar a sus colaboradores como fuentes de su propia gestión. El rector vive de encontrar gente que sabe más que él sobre más cosas y que puede más que él acerca de diversos aspectos. Entonces, su demonio es la envidia. Y eso se ve en todas partes, dignidades universitarias que tratan de echar a un
lado o bajar a la gente que les hace sombra, cuando el rector que quiere serlo según la voluntad de Dios y la paciencia de Cristo, tiene que desear el contacto con esa gente, debe promoverlo.

Ante la historia

Ante la historia

Silvia Pellegrini, decana de la Facultad de Comunicaciones UC, asumió el desafío de entrevistar a quienes han dirigido la universidad los últimos treinta y un años, desde 1984.

Juan de Dios Vial: “El rector vive de encontrar gente que sabe más que él sobre más cosas y que puede más que él acerca de diversos aspectos. Entonces, su demonio es la envidia. Y eso se ve en todas partes, dignidades universitarias que tratan de echar a un lado o bajar a la gente que les hace sombra, cuando el rector que quiere serlo según la voluntad de Dios y la paciencia de Cristo, tiene que desear el contacto con esa gente, debe promoverlo”.

—R.R.: Creo que, en nuestra universidad por lo menos, no son esenciales atributos como tener un carisma de líder, una gran elocuencia o ser un caudillo político, porque no hay candidatos ni hay elecciones para rector, sino un proceso de búsqueda. Creo que interpreto bien en lo que voy a decir los sentimientos del rector Vial y del rector Sánchez: que inesperadamente caímos en este cargo sin buscarlo. Desde la perspectiva de la fe uno lo ve como un designio misterioso de Dios, algo que surge en el camino de la vida y que le plantea una perspectiva de servicio, de apertura al diálogo, de preguntarse si las ideas que uno tiene son lo que la universidad necesita o lo que su comunidad desea, pero nunca lo que la institución quisiera escuchar desde el punto de vista de la conveniencia política. Creo que todos hemos vivido la experiencia de estar seguros de que por el bien de la UC es importante tomar una medida aunque resulte impopular, pero hacerlo con la convicción de que es lo mejor y, por supuesto, no actuando en manera autócrata sino dialogando lo suficiente como para escuchar razones que a uno le indican que es el camino que le conviene. Por lo tanto, diría que entre los atributos debe existir vocación de servicio, disposición a la escucha activa y, lo que es difícil también, estar dispuesto a asumir con humildad los errores que uno pueda cometer, sabiendo que, inevitablemente, mientras más cosas uno trata de hacer las posibilidades de equivocarse van
aumentando.

—R.S.: Quiero agregar algunos aspectos. El primero es la convicción de que uno es otro par más dentro de una universidad grande, diversa y amplia; eso va con una sensación de transversalidad, de ejercer un liderazgo de par, de diálogo, con un sentido de comunidad. El segundo aspecto es demostrar confianza a las personas con las cuales uno trabaja. Y el tercero es saber decir las cosas. El rector tiene que tomar decisiones que muchas veces son duras, debe ser fiel a lo que cree que le hace bien a la institución, pero también tiene que saber decir las cosas a las personas apropiadas y de la forma adecuada para cuidar a la comunidad y a sus integrantes. La UC está hecha de personas que son su principal activo, su valor fundamental y el lenguaje y la manera de tomar las decisiones e informarlas tiene que ver con el resultado final.

—Se dice que una universidad de talla mundial, como aspira a ser la Universidad Católica, no solo tiene como rol el generar el conocimiento, sino traspasarlo a otras instancias sociales para contribuir al desarrollo. ¿Cuáles son los puntos que ustedes dirían que han sido cruciales en ese traspaso de conocimiento para el desarrollo del país y en qué les gustaría haberla visto influir más?

—R.V.: Su rol insustituible, que la gente no menciona porque es tan obvio, es enseñar. Y el enseñar significa moldear a una generación, ayudarla a cambiar muchos de sus puntos de vista, que las personas que están en la institución se enriquezcan espiritualmente, sean mejores y puedan, por lo tanto, devolver más. Eso, unido con formar a la gente en un espíritu de investigación, de perfeccionamiento intelectual. Es una misión que cambia a una sociedad y tenemos que transpirar para estar a la altura de lo que se espera de nosotros. Pero esa tarea de formación del espíritu humano, en toda su variedad, desde la disposición espiritual hasta las disposiciones técnicas o utilitarias, eso es lo que hace el ser de la universidad y su riqueza. Y es por eso que, a pesar de todos los defectos que tiene, es tan inmensamente atrayente.

—R.R.: Tengo la inquietud, y no sé si es lograble en el futuro cercano, de ofrecer una educación universitaria más integral. Por desgracia estamos en un contexto nacional e internacional latinoamericano que nos obliga a tener programas de formación especializados, largos, con pocas oportunidades para que los estudiantes se abran a otras realidades. Veo en eso el peligro que proféticamente anunciaba Ortega y Gasset en Misión de la universidad, cuando decía (refiriéndose a la universidad española) que vamos a formar a los nuevos bárbaros: personas solventes en cuanto a los conocimientos de un área bastante específica pero que no tienen una comprensión cabal del mundo y, por lo tanto, no son capaces de plantearse ante la realidad con ideas propias. En el audaz plan del bachillerato que impulsó el rector Vial se buscaba eso, la formación integral. Y traté a su vez de estimularla a través de un plan de formación general que está activo y de la creación de un college. A su vez, el rector Sánchez ha seguido en la misma línea. Pero creo que esa es una tarea aún pendiente.

—R.S.: Hay un tema que es complementario: nuestra presencia en investigación, innovación y transferencia al país, en todas las áreas; esto no es ciencia y tecnología solo, también es humanidades, arte, cultura. Ese camino se inicia hace treinta, cuarenta años y se va perfeccionando: la presencia de profesores doctorados en el extranjero, de programas doctorales que comienzan con los rectores Vial y Rosso, tienen un impacto importante, y hoy, la investigación básica en todas sus áreas es la hoguera que alimenta el nuevo conocimiento; pero de ahí hay que ir hacia la innovación, la transferencia y las universidades tienen que entender su rol como agentes clave en el desarrollo del país. La ciencia en Chile se realiza en más del noventa por ciento en las universidades y es por eso que duele el apoyo que se le da a la ciencia: cómo, en vez de ir aumentando el porcentaje de inversión, en realidad va disminuyendo a pesar de los discursos en que se destaca el rol de la creación de nuevo conocimiento. El Estado tiene una deuda en este ámbito. Nuestros investigadores, en todas las áreas, destacan en la región y tienen una presencia muy importante a nivel mundial y ese es un potencial que el país está desaprovechando. Porque tenemos fuentes de pobreza y muchas necesidades es que tenemos que invertir en ciencia y desarrollo.

Tiempos de cambio

Tiempos de cambio

El rector Vial Correa encabezó la UC durante tres periodos consecutivos, entre 1984 y 2000, en medio de la histórica transición a la democracia que vivió el país a comienzos de los noventa.

Pedro Pablo Rosso: “Todos hemos vivido la experiencia de estar seguros de que por el bien de la UC es importante tomar una medida aunque resulte impopular, pero hacerlo con la convicción de que es lo mejor y, por supuesto, no actuando en manera autócrata sino dialogando lo suficiente como para escuchar razones que a uno le indican que es el camino que le conviene”

—Universidad y sociedad se influyen mutuamente y, en este momento, el entorno está acentuando al menos cuatro ámbitos que apuntan a los aspectos básicos de lo que estructura una casa de estudios: la admisión, la calidad, el financiamiento y el gobierno universitario. ¿Cómo evalúan esto, con respecto al desarrollo del proyecto de la UC?

—R.S.: Lo pondría en la línea de la autonomía universitaria. Que al progresar hacia un determinado destino se reflexione libremente al interior de la universidad. La forma de gobierno universitario tiene que ser elegida por su propia comunidad. Los controles de la calidad y el énfasis en asegurarla son razonamientos que tienen que nacer de la propia comunidad universitaria y el Estado y el entorno tienen que permitir que se avance hacia la excelencia en los distintos ámbitos e indicadores que esta requiere. Lo mismo con la equidad: en qué medida esta no lesiona la calidad sino que la incrementa, si es que uno piensa que el estímulo de la diversidad va a mejorar la reflexión y el aporte a la comunidad. Y por último, el tema del financiamiento, el cual es un instrumento, un medio para realizar una misión de aporte al país. Por eso hemos sido enfáticos en decir que las discusiones de financiamiento tienen que venir después de un análisis de qué es lo que queremos hacer, cuál es el proyecto universitario, cuáles son las metas de calidad, cuál es el sentido que le queremos dar a la comunidad universitaria. Por eso es que me gusta enmarcar la pregunta en lo que es autonomía universitaria.

—R.V.: ¿Me permites? Completamente de acuerdo. Recordaba hace un rato una frase inaugural de nuestra institución: una universidad católica libre. O sea, servidora de un ideal que la trasciende por entero y dotada de plena libertad, autonomía, que se maneja a sí misma. Eso en Chile no se entiende mucho. Hay que defenderlo y hay que defenderlo todo el tiempo.

—R.R.: Creo que el de hoy es un entorno interesante y desafiante. Por una parte alabo el esfuerzo de que la UC se abra más a la posibilidad de que los grupos que tradicionalmente no han participado en ella, las familias de baja escolaridad, o menor capital cultural y social como se llama ahora, puedan acceder a ella. Ahora, cuando a partir de esos conceptos se empiezan a analizar las políticas, es ahí donde las cosas aparecen menos claras. ¿Es la gratuidad el camino por el cual esos grupos pueden acceder a la educación superior? En lo personal, creo que es importante pero no es lo esencial. Es algo bastante más complejo que el mero facilitar el acceso. Sin entrar en detalle respecto de todas las amenazas que vislumbro respecto a la gratuidad universal y temas de autonomía, creo que se ha impuesto en nuestro país una incomprensión radical de lo que es una universidad. Y lo ejemplarizo con el hecho de que las tomas se han transformado en parte del folclor académico, o sea, en algo que sucede y que hay que aceptarlo y que los jóvenes son así; cuando, si uno lo piensa, es una violencia contra el concepto de comunidad universitaria, de una institución dialogante donde debe prevalecer por sobre toda consideración, la razón. Y por eso celebro las pocas casas de estudio que no aceptan que eso ocurra, que insisten en el diálogo. Habiendo dicho eso, creo que estamos en un contexto bastante complejo; en la reforma veo más amenazas que oportunidades.

Ignacio Sánchez: “Y esa situación de continua alerta, de continuo trabajo y de sensación de trabajo bien hecho, ha sido muy positiva. Que estemos acostumbrados a la adversidad. Por un sentido de comunidad, de trabajo, de responsabilidad y misión”.

Amplia y diversa

Amplia y diversa

El rector Sánchez, elegido el año 2010 y reelegido en 2015, recibe a participantes del programa Talento e inclusión, creado para potenciar el ingreso de estudiantes talentosos de contextos socio-económicamente desfavorecidos.

—¿Sería posible que resumieran en tres características clave lo que es para ustedes la UC hoy día y qué les gustaría potenciar o modificar, de cara a una universidad potente del siglo XXI?

—R.S.: Para mí la universidad es una comunidad activa en la que cada uno de sus miembros se siente parte y puede influir para que progrese. El segundo aspecto es que hemos constituido un lugar de reflexión entre la fe y la cultura. Y en tercer lugar, pienso que la UC se ha establecido como un centro innovador. Una institución en que el cambio siempre cuenta. Creo que en los últimos veinticinco o treinta años, nos hemos dado cuenta de que puede haber una realidad mejor en términos de cómo un profesor evalúa su clase, de cómo un investigador lidera su línea de investigación, cómo los administrativos y funcionarios de la universidad de forma creativa plantean cambios para hacer su tarea mejor.

—R.V.: Suscribo.

—R.R.: Escuché una vez en un debate en la Escuela de Medicina decir a don Joaquín Luco, Premio Nacional de Ciencias, que la universidad es la comunidad de los que aman la verdad. Eso suena muy lírico o poético, pero es así. Los profesores universitarios se caracterizan por ser unos locos enamorados de lo que están haciendo en busca de preguntas que los mueven a investigar, a reflexionar, a crear artísticamente. Y eso se
vive de manera intensa en nuestra comunidad universitaria. Hay un espíritu de búsqueda sincera de la verdad, de diálogo, de apertura al otro, que nos enriquece, que le da a la UC su fibra, su alma. Eso no se logra en otras casas de estudio; uno lo constata conversando con profesores que llegan con una experiencia larga de vida en otra universidad y se sorprenden de la calidez con que son recibidos, la transparencia de los discursos, los afectos que existen. Y a propósito de eso, diría que esta conversación entre tres rectores va bastante más allá de la amistad cívica. Hay relaciones de maestro a discípulo, de historias compartidas, de cariño, de sentirse hermano en la fe, de alguna forma haber tenido la responsabilidad y el placer de liderar una comunidad universitaria y haber hecho lo mejor que uno ha podido para que vaya adelantándose a su misión. Este es un momento histórico, agradezco a quien tuvo la iniciativa de juntarnos porque también nos da la oportunidad de dar un testimonio de lo que esta institución es, de la misión que tiene, de la continuidad absoluta en los grandes ejes y al mismo tiempo la innovación constante, como decía el rector Sánchez, de preguntarnos siempre cómo podemos hacer mejor las cosas. Creo que ahí radica la fuerza de esta querida Pontificia Universidad Católica de Chile.

—R.V.: Yo, por lo menos, no haría más que a echar a perder lo que acabamos de oír.

—R.S.: Quiero destacar lo que dice el rector Rosso, en el sentido de la colegialidad. El rector Vial alguna vez me dijo, para que una universidad comience a madurar se necesitan entre cincuenta y sesenta años, y encontré que era como mucho, entonces le pregunté ¿por qué tanto? Y me dijo algo que es bastante cierto: porque en una universidad, entre los maestros y los discípulos tiene que haber un continuo diálogo bidireccional; solo así empieza a existir algo que se llama la cultura universitaria de cada institución. En nuestra casa de estudio esa cultura se relaciona con este trabajo intergeneracional que hoy día se representa acá, pero que está ampliamente distribuido en la UC y que es un valor muy distintivo.