• Por Nicolás Lazo Jerez

Especial

Viaje a un cerebro arrasado por el fentanilo

Tras copar los titulares durante meses, el opioide más mortífero de la historia reciente ha abandonado la primera línea noticiosa, en parte debido a un decenso, por ahora bajo, en los fallecimientos por sobredosis. La droga, coinciden los expertos, representa un peligro grave para la salud pública. Esto es lo que hay que saber sobre sus efectos.

Una sensación de bienestar intenso. El alivio casi automático de cualquier dolor físico. Un acceso de euforia que, poco después, derivará en somnolencia. Esos son, según han reportado consumidores y expertos, algunos efectos inmediatos del uso sin supervisión de fentanilo, una droga que ha irrumpido con una fuerza inusitada en el mundo a contar de 2013, aproximadamente, y en particular desde la pandemia.

Sin embargo, hay algo más. Tras consumirla, las personas a menudo padecen confusión, mareos y náuseas, además de presentar constricción de las pupilas, retención urinaria y trastornos en la circulación. Lo peor, eso sí, es el impacto de esta sustancia en el sistema respiratorio: dada su acción depresora, las probabilidades de morir por un déficit de oxígeno son altísimas.

Las cifras que ha dejado la presencia global del fentanilo son apabullantes. Solo en Estados Unidos, el país con más registros, las muertes por sobredosis se cuentan por cientos de miles en el curso de la última década, de acuerdo con el Centro Nacional de Estadísticas de Salud y la Prevención de Enfermedades norteamericano. El peak tuvo lugar en 2023, cuando los decesos llegaron a 80.000, seguido de un decenso relativo.

Lo peor es el impacto de esta sustancia en el sistema respiratorio: dada su acción depresora, las probabilidades de morir por un déficit de oxígeno son altísimas.

Latinoamérica no está al margen del problema. La Administración de Control de Drogas estadounidense señala a México como un punto clave en la recepción, procesamiento y contrabando de fentanilo ilícito, presuntamente enviado desde China. Una serie de incautaciones se ha producido en el resto del continente. El Ministerio Público chileno ha encargado decomisos de cientos de ampollas farmacéuticas en circulación.

Esta droga se puede aspirar, fumar e inyectar, entre otros modos de consumo. Sus usuarios experimentan relajación muscular y alteración de la coordinación y el equilibrio, por lo que, con frecuencia, no pueden mantenerse erguidos, como consignan numerosos videos difundidos por los medios de comunicación y las redes sociales. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de fentanilo?

La "droga zombie"

La sustancia, llamada “droga zombie” por sus efectos sedantes, es un opioide sintético, vale decir, un producto derivado del opio. Su uso, restringido al contexto hospitalario, es analgésico y anestésico. Lo anterior implica que, en las zonas metropolitanas donde no se detecta la existencia de fábricas clandestinas, el flujo de la droga se debe al robo en laboratorios o bien a la venta ilegal por parte de funcionarios del sistema de salud.

Descrito como un facilitador en la liberación de dopamina, el fentanilo es 50 veces más potente que la heroína y 100 veces más que la morfina. ¿Qué quiere decir esto? “La potencia es un término farmacológico que se relaciona con que, a más bajas dosis, se logra el mismo efecto analgésico”, explica el académico José Fuentealba, director de la Escuela de Química y Farmacia UC.

Un estudio del Hospital General de Massachusetts reveló en 2022 que la droga empieza a generar un deterioro en la respiración unos cuatro minutos antes de que lo adviertan los sistemas de alerta del organismo. En otras palabras, las personas dejan de respirar antes de darse cuenta. Hasta ahora, en Chile no hay antecedentes de muertes por abuso de fentanilo. Pero podría ocurrir de un momento a otro.

Déficit de oxígeno

Déficit de oxígeno

Según un estudio de 2022 del Hospital General de Massachusetts, la droga empieza a generar un deterioro en la respiración unos cuatro minutos antes de que lo adviertan los sistemas de alerta del organismo. Fotografía: Drug Enforcement Administration (DEA)

¿Qué experimenta un cerebro bajo sus efectos?

Tal como ocurre con la heroína y la morfina, el fentanilo interactúa con los receptores de opioides, unas proteínas fundamentales en el control del dolor y de las emociones ubicadas en la superficie de las células nerviosas. Normalmente, esos receptores responden a sustancias químicas que libera nuestro popio cuerpo como respuesta a actividades satisfactorias, entre las que se cuentan el deporte y las relaciones sexuales.

“Este efecto eufórico, de sentirse más enérgico y más fuerte, dura muy poco”, dice Juan Carlos Ríos, director del Centro de Información Toxicológica de la Universidad Católica (Cituc). “Por lo tanto, quieres probar de nuevo. Y mientras más lo necesitas, las dosis son más altas, porque genera dependencia y tolerancia. Es decir, cada vez lo necesito más y cada vez necesito una dosis mayor”.

¿Qué nos hace vulnerables a esta droga?

No existe algo así como una personalidad adictiva. Eso afirma Carmen Gloria Betancur, psiquiatra y experta en drogodependencia de la Universidad de Concepción. Sin embargo, “existen rasgos de personalidad y factores genéticos que predisponen, así como condiciones ambientales y, por supuesto, el potencial adictivo de la droga”. Entre las variables externas, destaca “una baja percepción del riesgo y una alta disponibilidad” de la sustancia.

“La población aún considera que el fentanilo es de alto riesgo. Pero sí empieza a aumentar la disponibilidad, porque ha habido más tráfico”, agrega Betancur. A su juicio, también habría que considerar dos características de la cultura contemporánea: el hedonismo y el narcisismo, en virtud de los cuales las personas persiguen el placer bajo una “fantasía de control” permanente.

No existe algo así como una personalidad adictiva. Sin embargo, “existen rasgos de personalidad y factores genéticos que predisponen, así como condiciones ambientales y, por supuesto, el potencial adictivo de la droga”, explica Carmen Gloria Betancur, psiquiatra y experta en drogodependencia.

José Fuentealba, de la Facultad de Química y de Farmacia UC, define la adicción como “el consumo de algo que hace mal, pese a los efectos adversos”. Al respecto, distingue entre el deseo y el gusto por una droga, dos fenómenos que los investigadores Berridge y Robinson abordaron exhaustivamente. “Durante el desarrollo de una adicción, eso se va separando: te empiezas a motivar por algo que cada vez te gusta menos”.

“Hay evidencia preclínica con animales de laboratorio, la mayoría de ellos machos, de que algunos sujetos revierten los cambios iniciales que se producen con la droga en ciertos núcleos del cerebro relacionados con los procesos motivacionales”, dice. “¿Cómo lo hacen? Todavía no sabemos. Pero se ha visto”. Por otra parte, “cuando un sujeto es impulsivo, es más fácil que después desarrolle consumos compulsivos”.

¿Hay algo peor que el fentanilo?

Quienes monitorean el tráfico de drogas lo saben: en el mercado actual de las sustancias ilícitas, ya circulan productos como el carfentanilo, un opioide con una potencia diez mil veces superior a la de la morfina usado para anestesiar a elefantes y osos. “No es un medicamento, sino una droga de síntesis”, precisa Juan Carlos Ríos. “En proporción, ha producido muchas más muertes, porque es mucho más potente”.

“Todo el tiempo están apareciendo derivados para saltarse las normas. Si los incautan, no pueden meter presos a los responsables, porque esos derivados no han sido reconocidos como sustancias oficialmente adictivas”, afirma Carmen Gloria Betancur en alusión a las drogas emergentes, sustancias ya conocidas que “presentan cambios en los patrones de consumo o en su composición química habitual”.


Romper el círculo

Tenía poco menos de 30 años. Tras dos meses de terapia de rehabilitación en el Centro Servicios Especializados en Psiquiatría y Adicciones (Sepya), en Concepción, el paciente abandonó el tratamiento. Llevaba años consumiendo fentanilo y no contaba con redes comunitarias sólidas. La doctora Betancur, quien dirige el centro, no lo volvió a ver.

Para que un proceso de rehabilitación sea exitoso, es clave consultar temprano”, dice la especialista. “Tanto la persona como su entorno deben tomar conciencia de la magnitud del problema. Pero, a veces, llegan a pedir ayuda médica cuando las consecuencias ya son devastadoras”.

Juan Carlos Ríos, del Cituc, suscribe la idea de que se puede salir de todas las adicciones. Sin embargo, dice, resulta fundamental reforzar el sistema de salud y, ante un caso de consumo problemático, profundizar el acompañamiento familiar: “Por ejemplo, los cambios de actitud bruscos en los adolescentes son las primeras señales. Esas conversaciones se tienen que dar en el momento oportuno. No años después”.