• Revista Nº 142
  • Por Pablo Márquez Farfán

Especial

Violeta Parra presente

Un ícono para los cantautores nacionales. La influencia de Violeta Parra trasciende los años y al cumplirse un centenario de su nacimiento se enciende más que nunca. Gepe, Francisca Valenzuela, Manuel García, Camila Moreno, Nano Stern y tantos otros, reflejan en sus melodías la pasión y actitud de esta mujer completa. La que inició una revolución cultural que perdura en el siglo XXI, en las voces de poetas y cantantes que nunca la vieron, pero que vuelven a ella para transmitir la valentía de su mensaje.

El legado de Violeta Parra en la música popular chilena ameritaría, al menos, un par de semestres intensivos. Una cátedra iluminada que busque no solo detectar su influencia vital en el nacimiento de la  Nueva Canción Chilena, allá por los años 60, sino que siga el rastro que han dejado sus canciones en los jóvenes cantautores nacionales del momento que la tributan, con toda razón, como la más grande. Como un símbolo de la agudeza social que puede alcanzar un par de estrofas. Como un referente de la contracultura al ir de frente y al choque. Como una cantautora que, solo armada de una guitarra de palo, supo organizar una entrañable revolución.

Autodidacta como muchos de los artistas de su generación, Violeta Parra comenzó a sacarle sonidos a sus instrumentos sin tener noción de los aspectos técnicos de escritura y lectura de partituras. Solo con ganas e instinto –una herencia que, felizmente, vemos en muchos de los artistas locales que hoy escuchamos en las radios– se convirtió en la figura más reconocida del arte popular chileno con una gran premisa de trabajo: “Todos podemos hacer canciones”, dijo, y vaya que las hizo.

Ángel Parra, exintegrante de Los Tres y ahora solo concentrado en su proyecto Ángel Parra Trío, se ha dedicado el último tiempo a explorar esa facilidad abrumadora que tenía su abuela para abordar cada uno de los desafíos que emprendía. “Ella, por ejemplo, nunca estudió el cuatro o el charango. No los tocaba como una virtuosa del instrumento, sino que simplemente los usaba como un vehículo para que funcionaran en cada una de las canciones”, comenta el músico.

Junto a su padre –el cantautor Ángel Parra– y a su hermana Javiera –líder de Javiera y Los Imposibles–, Ángel Parra nieto ha tenido la responsabilidad de encabezar el tributo oficial por los 100 años de su natalicio desde el seno más íntimo de la familia. Para eso ha organizado el show “Los Parra le cantan a Violeta”, en el cual algunas de sus composiciones han sido adaptadas por un grupo de músicos más cercanos al swing y al jazz, pero donde no se pierde la intensidad de esas letras de mirada ácida y desencantada que, a ratos, aflora en sus métricas.

“Descubrí que cada frase tiene un guiño, un pequeño sentido del humor, una sensualidad, detalles… Muchas veces se le critica a mi abuela que no era buena cantante, que cantaba feo, pero la intención con la que aborda cada una de las canciones es notable”, dice Ángel. “Conocerla es una verdadera investigación, un trabajo personal de crecimiento, un deber, pero también es un honor y una responsabilidad”, afirma el músico que se ha propuesto, para los próximos meses, editar su versión del disco más complejo y perfecto de la artista, Las Últimas Composiciones de Violeta Parra, grabado originalmente en 1966. “Yo quiero que vuelva a sonar en las casas de Chile. Porque no se escucha tanto y todos quieren oírla. Y si puedo colaborar un poquito, misión cumplida”.

Los Parra en el escenario

Los Parra en el escenario

Ángel Parra padre y su hijo, junto a Javiera, ya iniciaron el tributo oficial por el centenario de la autora de “Volver a los Diecisiete”. En octubre se presentaron con el espectáculo “Los Parra le cantan a Violeta”. En la imagen los vemos en una presentación realizada en el Museo Violeta Parra, en diciembre pasado.


Letras finales

Como si estuviera anunciando su suicidio que tendría lugar meses después, Violeta Parra lanzó en noviembre de 1966 su álbum Las Últimas Composiciones de Violeta Parra, que contiene muchas de sus canciones más conocidas como “Volver a los 17”, “Gracias a la vida”, “El Albertío” y “Run Run se fue pa’l norte”.

Varias de las letras del disco, producido junto a sus hijos después de un largo tiempo viviendo en Europa, hoy son versionadas por artistas contemporáneos.

En 2008, la revista Rolling Stone ubicó a este trabajo como el mejor en la historia de Chile, sobre Alturas de Macchu Picchu, de Los Jaivas y La voz de los 80, de los Prisioneros.

LOS HEREDEROS

No cuesta mucho encontrar a los músicos de hoy que han llevado la marca Parra en sus propios trabajos. Por estilo, por onda o por haber citado su repertorio, la respuesta más obvia parece ir por el lado de Manuel García y su afinidad con la Nueva Canción Chilena como referente de su cancionero. O por Camila Moreno, que desde la intensidad de sus letras y el dolor de algunos de sus pasajes recuerda a la Violeta más sufriente.

Si se trata de buscar, se puede encontrar algo de ella en casi todos los jóvenes talentos de estos días, pero no solo porque hayan grabado covers o estén dentro de la lista de homenajes que se están organizando para la conmemoración de los 100 años de su natalicio. La herencia, creo, va más por la mirada que tienen del arte, por la forma en que se han abierto camino en la música siguiendo en parte sus pasos, por la sinceridad de sus propuestas y por la determinación de seguir adelante aunque la corriente esté empujando hacia otro lado.

Como se ve y se escucha en Gepe, en Francisca Valenzuela, en Ana Tijoux y en Nano Stern, entre muchos otros, para ser artista hoy ya no basta solo con el talento. La actitud, el punto de vista, el coraje y la perseverancia son factores comunes entre las nuevas generaciones. Todos estos músicos aprendieron de la autora de “Gracias a la Vida” que la autogestión es la única estrategia posible, precisamente en tiempos en que la industria musical y los medios ya no apuestan por talentos nuevos.

La tristemente famosa ley del 20%, que obliga a las radios a destinar un quinto de su programación diaria a músicos locales, es un muy buen ejemplo de cómo la fuerza mal aplicada tiene el efecto contrario. Los buenos artistas nunca necesitaron, ni necesitarán, una publicación en el Diario Oficial para que sus canciones suenen y gusten en la radio. En ellos lo que se aplaude es la conquista propia, la porfía, el no bajar los brazos, no eso de ganar difusión por secretaría.

Es imposible saberlo, pero tengo la sensación de que Violeta Parra no hubiera estado de acuerdo con obligar a escuchar música chilena porque sí. Más bien, como sus discípulos de hoy, se habría concentrado en hacer cada vez mejores discos, en trabajar cuidadosamente la puesta en escena y en conquistar mercados más amplios para su propuesta. La cosa chica no era lo suyo y no lo es para los que siguen, de alguna forma, sus pasos. Como ella, los nuevos chilenos no tienen límites y ya vemos a muchos de ellos encumbrados en el podio de los mercados más importantes del continente.

Eran otros tiempos y se respiraban otros aires, es cierto, pero esta artista nunca necesitó de managers ni de encargados de prensa para hacerse escuchar. Es más, en los tiempos en que en su carpa de La Reina penaban las ánimas, era ella misma la que se encargaba de mantener la fiesta viva, aunque fuera tocando para un puñado de parroquianos.

Y si bien todos sus discos se editaron y promocionaron bajo etiqueta EMI-Odeón, una disquera sólida por entonces, no tuvo ningún empacho en romper con los moldes de la industria al cambiar de sello unilateralmente, sin previo aviso, para editar el que fue su trabajo definitivo, Las Últimas Composiciones de Violeta Parra.

Hoy, la vida sin el paraguas de una compañía discográfica no solo es posible sino deseable. La promoción está ahí, en las redes sociales, en el boca a boca, en los bares que se las arreglan para tener funcionando un escenario, pero no en las oficinas de los ejecutivos de la música que apenas respiran en el mundo del streaming. Editar discos ya no es un fin de ventas, sino el único medio para crear audiencias. Y el que baja los brazos, lo sabemos, simplemente se queda sin público.

Son las lecciones que dejó Violeta, que a 50 años de su muerte sigue siendo una influencia muy viva en una camada de artistas, que sabe bien que todos pueden hacer canciones, pero que son pocos, muy pocos, los que pueden escribir la historia.


SIGUE SONANDO FUERTE.

Medio siglo después de su muerte, la pasión creativa de la cantautora se oye con fuerza en Chile y también en el mundo del streaming. Las siguientes son las canciones más escuchadas en Spotify (al 21 de diciembre 2016):

  1. “Gracias a la Vida” (716.972 escuchas)
  2. “Volver a los Diecisiete” (545.159)
  3. “La Jardinera” (296.980)
  4. “El Sacristán” (227.205)
  5. “Parabienes al revés” (186.616)