• Revista Nº 142
  • Por Gastón Soublette

Especial

Violeta Parra: viaje al alma del pueblo

El recorrido y la investigación que realizó Violeta Parra por los lugares más recónditos del país, conociendo a los cantores y sabios olvidados, forman un patrimonio único e inigualable para la cultura nacional. Gastón Soublette conoció a esta figura en esa época, momento en el que colaboró con ella al traspasar las obras recolectadas a la escritura musical. “En ese esfuerzo a veces desesperado por salvar los tesoros de la tradición popular, ella le estaba entregando al Chile de hoy la sabiduría de sus ancestros”, afirma.

Supe de la existencia de Violeta Parra por una grabación que hizo de un disco de 45 revoluciones en la empresa Emi Odeón, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado. Era uno de esos discos pequeños en cuyas dos caras cabían solo unos seis temas.  Entiendo que fue la primera grabación sonora con que el público chileno conoció a Violeta Parra.
Debo confesar que ese registro, que incluía unas dos composiciones de ella y unos cuatro ejemplares del folclore tradicional, me llamó mucho la atención. Hasta entonces el folclore poético musical de mi país, para mí, no pasaba más allá de los que cantaban esos característicos conjuntos de tres o cuatro señores vestidos de huasos. En esos temas había uno de canto a lo poeta, por fin del mundo, cuya entonación era algo arcaica. Y yo ignoraba que existía este género.
Las composiciones que Violeta incluyó en esta grabación, si mal no recuerdo, eran el célebre “Casamiento de Negros” y la tonada “El Hijo Arrepentido”, las cuales con el correr de los años se folclorizaron y pasaron a integrar el gran repertorio de cantos de ese género del país. Y la razón es el hecho de que ambas canciones son versiones originales de Violeta, pero pertenecientes a un patrón formal preexistente en nuestro folclore. En efecto, hay varios otros temas del hijo arrepentido, aquel que abandona su hogar y deja a sus padres, ya ancianos, sin importarle lo que les ocurra.

 

Aquí me pongo a cantar. Tonada que Violeta recuperó de la cantora popular, Mercedes Guzmán. Su encuentro con ella se produjo en San Bernardo, comuna que antiguamente era parte de la periferia rural de la capital. El pentagrama, como todo los del libro Cantos Folklóricos Chilenos, fue elaborado por Gastón Soublette.

LAS OTRAS VIOLETAS

Mi encuentro con Violeta Parra ocurrió porque en esos años, yo era director de programas de la emisora Radio Chilena CB 66. Por el solo hecho de tener ese nombre, Violeta nos visitó en la emisora sin anunciarse, acompañada de su hermana Hilda, para ofrecernos un ciclo de programas amenizado con anécdotas sobre el trabajo de recolección del folclore regional que ella ya estaba realizando.

Desde entonces nos hicimos grandes amigos y pronto pasé a ser el colaborador de su trabajo, pues ella necesitaba poner por escrito la gran cantidad de temas recogidos en sus viajes por todo el territorio. Ella había anotado las “letras” de esas canciones, y conservaba en su memoria las entonaciones, pero eran tantas, que temía que llegaran a confundírsele o a olvidarlas. Así fue como entré en su vida y conocí todo su entorno familiar.

Era la época en que la influencia que ejercía el folclore tradicional sobre ella determinaba en sus composiciones un estilo plenamente reconocible para cualquier habitante de este país. De esa primera época datan tonadas tales como la ya mencionada “El Hijo Arrepentido”, hasta culminar en “La Jardinera”, la cual ha pasado a ser la tonada por excelencia de nuestro repertorio popular.

Tras ella se alzan obras antiguas y anónimas, concebidas por cantoras inspiradas, pero que trabajaron humildemente en sus ranchos de adobe, o bajo sus pequeños parrones, o en ramadas y chinganas del siglo XIX. Otras Violetas que no necesitaban esforzarse por salvar la cultura de un pueblo talentoso y hábil, porque esa cultura estaba viva en todos nuestros campos.

Entiendo que la influencia de su hermano Nicanor fue importante en la formación de su estilo y de sus preferencias estéticas a la hora de escoger en el vasto muestrario que sus informantes populares le ofrecían. En este muestrario se destacaba el canto a lo poeta, que Violeta conoció especialmente por su amistad con los cantores poetas de Puente Alto y Pirque. Y aunque era tradicionalmente un estilo solo para varones, Violeta fue la única cantora que se atrevió a desafiar al gremio de estos meistersinger (maestros cantores), al tomar el guitarrón y hacerlo sonar como lo hacían los maestros que aprobaron su osadía. Entre ellos el inmortal Isaías Angulo, apodado el “profeta”, quien le donó uno de esos instrumentos.

Este contacto de la artista con la forma de folclore poético musical más antigua de Chile, fue una influencia muy provechosa para variar su estilo de composición. Eso determinó un período fecundo de creación melódica como es el caso de su “Verso por Desengaño” y de otras composiciones semejantes que ella hizo sobre poemas de amor de Pablo Neruda. Mientras, su trabajo de recolección continuaba y se extendía hasta Chiloé. Aunque cabe explicar que las entonaciones del canto a lo poeta que influyeron más en su creación melódica no fueron las de Puente Alto y Pirque, por ser estas de estilo declamatorio sin pie rítmico, sino las del Norte Chico, especialmente las de cantores que ella conoció en Salamanca, pues esas sí tienen pie rítmico.

 

Cantores tradicionales. La sabiduría popular estaba contenida en estos hombres y mujeres que, con guitarras o guitarrones en mano, le abrieron a Violeta Parra lo más prístino del folclore poético musical de Chile.

LA MISIÓN DE CREAR

La tercera época creativa de Violeta Parra corresponde a lo que se ha grabado como sus últimas composiciones, entre las que se cuentan “Gracias a la Vida”, “Volver a los Diecisiete” y “Run Run se fue p’al Norte”. Las entonaciones de estas canciones se puede decir que están libres de una influencia directa del folclore musical tradicional. Son creaciones exclusivamente suyas como cantautora, por eso se inscriben dentro de un ámbito que abarca el mundo entero.

El hecho de que Violeta haya estado siempre con la actitud de quien no tiene más misión en la vida que crear y ofrecer al mundo sus creaciones, la convierte en un ser emblemático, casi un arquetipo. Arquetipo encarnado en una mujer menuda, de aspecto humilde, pero de quien se proyecta constantemente una energía vital de vibración muy alta, de una presencia muy poderosa. Se diría que ella, en ese sentido, reivindicaba en su ser altivo e indoblegable, el señorío de todo un pueblo, después de muchas décadas de dominio de la cultura moderna en este país, con su macroeconomía y su tecnología arrasadora.

Sus viajes por los campos de Chile, recogiendo versos, entonaciones, anécdotas, cuentos, refranes y secretos de naturaleza, representan un recorrido al alma misma de nuestro pueblo. Violeta se apresuraba por llegar a tiempo a las humildes moradas de nuestros cantores y cantoras en su mayoría ya ancianos, para hacerle justicia a una cultura que la modernidad estaba aboliendo de hecho. En ese esfuerzo a veces desesperado por salvar los tesoros de la tradición popular, ella le estaba entregando al Chile de hoy la sabiduría de sus ancestros. Aquella que hizo de nuestras comunidades campesinas, agrupaciones de vecinos que constituían un verdadero pueblo, antes que pasaran a integrar la masa amorfa de las ciudades para habitar en suburbios desoladores, desarraigados de la tierra y del saber de sus abuelos. Porque los pueblos tienen sabiduría, virtud, identidad y creatividad. En tanto que las masas urbanas están despojadas de todo eso.

 

Dónde estás prenda querida. Tonada de la cantora del Maule, Berta Gajardo. La canción fue grabada por Violeta Parra tiempo después y luego por sus hijos Ángel e Isabel, en una versión más corta.

EN BUSCA DE LA SABIDURÍA

Los que hoy en las universidades trabajamos el tema de nuestra cultura tradicional popular, le debemos a Violeta la revalorización de ese tesoro de la humanidad, el cual, en la evolución de la cultura chilena, ha logrado alcanzar el ámbito mayor de la educación superior.

Los alumnos que se inscriben en los cursos que tratan este tema, reaccionan primero con sorpresa y, después, con regocijo y complacencia al saber que la sabiduría que ellos buscaban, estaba más cerca de lo que creían. Porque nuestros sabios populares anónimos, algunos de los cuales cantaban a lo divino y a lo humano, enseñaron mediante sus dichos, refranes, sentencias, versos, cuentos, leyendas y anécdotas, una auténtica sabiduría. Y todo eso, que hoy es una realidad, por el alto grado de aceptación de nuestra juventud en todo el territorio, en gran medida se lo debemos al trabajo de Violeta. Ella le enseñó a este país que su pueblo poseyó una verdadera cultura; la que hoy necesitamos para humanizarnos por el efecto disociador que ha creado en el país una mentalidad utilitaria, inmediatista, que ha esterilizado psicológicamente a nuestra sociedad.

Con el paso de los años la figura de Violeta se irá agigantando. Ya ha causado gran sorpresa la edición completa de su poesía, en su mayor parte cantada. Poesía reconocida por nuestros grandes poetas de hoy como superior a la de ellos mismos, asignándole así un valor que, por su raigambre popular, posee un rasgo de autenticidad e inocencia que la cultura ilustrada parece haber perdido.