• Revista Nº 179
  • Por Denisse Cerda y Álvaro Saavedra
  • Corporación Ciudades

Especial

Enfrentar la desigualdad climática desde el vecindario

En un contexto global donde las olas de calor y los fenómenos climáticos extremos son cada vez más frecuentes, es esencial que las ciudades adopten medidas concretas y colaborativas para mitigar sus efectos. Lo más preocupante es que hay zonas identificadas, las cuales, además de registrar las temperaturas más altas, se caracterizan por su baja cobertura vegetal, alta urbanización y menores recursos para enfrentar los efectos del calor. En este escenario, la iniciativa “Barrios por el Clima” emerge como una respuesta estratégica que crea un modelo replicable y escalable para futuras intervenciones urbanas.

Un estudio realizado por la Corporación Ciudades sobre altas temperaturas de los últimos diez años en el Gran Santiago evidenció que el verano de 2019-2020 fue el periodo con la mayor cantidad de olas de calor, registrando seis episodios críticos. Dentro de ese verano, el 26 de enero de 2020 se destacó como el día con la temperatura más alta del registro histórico. Este fenómeno afecta con mayor intensidad al sector norponiente de la ciudad, donde comunas como Quilicura, Renca y Cerrillos enfrentan temperaturas extremas.

Lo más preocupante es que estas zonas, además de registrar las temperaturas más elevadas, se caracterizan por su baja cobertura vegetal, alta urbanización y menores recursos para enfrentar los efectos del calor. Esta combinación de factores refleja una desigualdad climática, donde las áreas más vulnerables son, a la vez, las más expuestas y con menos herramientas para mitigar el impacto de estas condiciones extremas.

En respuesta a lo anterior, la iniciativa “Barrios por el Clima” busca ejecutar intervenciones en estos lugares. Para lograrlo se basa en directrices claras que permiten crear refugios climáticos efectivos. Estas intervenciones combinan la selección de especies vegetales adaptadas al cambio climático con un manejo eficiente del agua, asegurando resistencia al estrés hídrico y regeneración del entorno.

El origen y la fuerza de “Barrios por el Clima” es la colaboración entre diversos actores: organizaciones no gubernamentales, universidades, empresas privadas y entidades públicas. Este enfoque colaborativo es esencial no solo para compartir conocimientos y experiencias, sino también para maximizar el impacto de las intervenciones. La alianza entre Corporación Ciudades, Fundación Mi Parque, Fundación Reforestemos, Fundación Bosko, Fundación Patio Vivo, Fundación Ibáñez Atkinson y el Magíster en Arquitectura Sustentable de la Universidad Católica ha permitido avanzar en el diseño de soluciones urbanas ante el fenómeno e impacto del aumento de la temperatura en la ciudad.

Mientras los aliados aportan conocimientos técnicos y recursos para el diseño e implementación de soluciones urbanas adaptativas, la comunidad desempeña un rol central como protagonista en la identificación de necesidades, el diseño participativo, la mantención de los espacios y, sobre todo, en la educación y sensibilización frente al cambio climático, sus causas y efectos. Este trabajo conjunto asegura que las intervenciones sean sostenibles y efectivas a largo plazo, combinando la experiencia de las instituciones aliadas con el compromiso activo de los mismos residentes de los barrios, quienes se apropian de los espacios y fortalecen sus capacidades para enfrentar los desafíos climáticos presentes y futuros.


La iniciativa se basa en directrices claras que permiten crear refugios climáticos efectivos. Estas intervenciones combinan la selección de especies vegetales adaptadas al cambio climático con un manejo eficiente del agua, asegurando resistencia al estrés hídrico y regeneración del entorno.

La atemporalidad

Aunque el foco inicial ha estado en las olas de calor, “Barrios por el Clima” se proyecta como una estrategia atemporal capaz de abordar diferentes fenómenos climáticos. La identificación y clasificación de los riesgos climatológicos y ambientales pueden analizarse desde dos enfoques: atemporal y regional, lo que permite abordar sus características y ocurrencias con mayor precisión.

El enfoque atemporal considera fenómenos que no se limitan a una zona geográfica específica y que pueden presentarse en distintas áreas del territorio. Además, ciertos riesgos están ligados a estaciones particulares, como el verano y el invierno. Durante el verano, predominan las sequías y las olas de calor extremo, fenómenos exacerbados por las altas temperaturas. En el invierno, en tanto, las inundaciones y el frío extremo se intensifican debido a las lluvias intensas y las bajas temperaturas. Independientemente de la época del año, existen amenazas como los deslizamientos de tierra y los incendios forestales, cuya ocurrencia está determinada por las condiciones del suelo y el clima inmediato.

Notable diferencia de temperatura en una jornada de calor

Notable diferencia de temperatura en una jornada de calor

En el estudio se identificó el verano de 2019 y el de 2020 como el periodo con la mayor cantidad de olas de calor (6) en esta área. Dentro de este lapso, el 26 de enero de 2020 fue el día que registró la más alta temperatura. A continuación, se presentan las temperaturas promedio de este día en las diferentes comunas del Gran Santiago. Fuente: Corporación Ciudades en base a NASA/USGS

Por otra parte, La diversidad climática y geográfica de Chile convierte al país en un espacio ideal para la implementación de “Barrios por el Clima” a nivel nacional. Desde las zonas desérticas del norte hasta las regiones australes, las intervenciones urbanas desarrolladas en el Gran Santiago pueden adaptarse a los contextos específicos de cada territorio. El objetivo no es solo transformar los espacios, sino también establecer criterios mínimos que garanticen la efectividad y sostenibilidad de las intervenciones.

El enfoque regional clasifica los riesgos según las características climáticas y geográficas de cada área del país. En el norte grande, las principales amenazas son las remociones en masa y las inundaciones, muchas veces vinculadas a lluvias inusuales y eventos de corto plazo. En el norte chico, el impacto de las olas de calor y la prolongada sequía afecta gravemente la disponibilidad de recursos hídricos. La zona central enfrenta una combinación de amenazas recurrentes, como sequías, olas de calor, incendios forestales y frío extremo, especialmente en los meses de invierno. En la zona sur, las lluvias abundantes y los climas más húmedos aumentan el riesgo de inundaciones y deslizamientos de tierra, mientras que el frío extremo predomina durante gran parte del año. Por último, en la zona austral, el frío extremo y los terrenos inestables generan un mayor riesgo de remociones en masa y precipitaciones significativas.


La diversidad climática y geográfica de Chile convierte al país en un espacio ideal para la implementación de “Barrios por el Clima” a nivel nacional. Desde las zonas desérticas del norte hasta las regiones australes, las intervenciones urbanas desarrolladas en el Gran Santiago pueden adaptarse a los contextos específicos de cada territorio.

La naturaleza como aliada: Integrando soluciones verdes

El cambio climático no es una amenaza lejana; sus efectos, como las olas de calor extremo, ya impactan en nuestros sectores más vulnerables. “Barrios por el Clima” apuesta por soluciones basadas en la naturaleza para refrescar la ciudad. La creación de refugios climáticos y la implementación de áreas verdes accesibles no solo disminuyen las temperaturas urbanas, sino que también ofrecen espacios de encuentro, esparcimiento y conexión entre la ciudadanía y el entorno.

Estas intervenciones no son solo funcionales: son oportunidades para mejorar la salud urbana, por ejemplo, a través de parques y plazas que protejan del calor, fomenten la actividad física y el bienestar mental, diseñados para ser disfrutados por todas las personas, sin distinciones. El diseño de las mencionadas intervenciones urbanas considera la selección de vegetación resistente y adaptada, evitando el césped y priorizando árboles de amplio follaje que generen sombra y mejoren las condiciones climáticas del entorno. El manejo eficiente del agua se planifica en colaboración con municipalidades y comunidades, mientras que la gestión del suelo busca equilibrar áreas pavimentadas y zonas vegetadas. Además, se promueve el uso de materiales reflectantes en el mobiliario y la reutilización de la infraestructura existente.

El manejo de riesgos incluye planes de gestión de vegetación y residuos para la prevención de incendios forestales, como desmalezado y poda. La participación comunitaria es fundamental en este proceso, incentivando el involucramiento activo de niñas, niños y adolescentes en la planificación y ejecución de las intervenciones. A su vez, el seguimiento y monitoreo en “Barrios por el Clima” es fundamental para evaluar el impacto y garantizar la sostenibilidad de las intervenciones. El Magíster en Arquitectura Sustentable y Energía (MASE) de la Pontificia Universidad Católica de Chile se enfoca en la medición de temperaturas superficiales y del entorno, antes, durante y después de las intervenciones, verificando así su efectividad en la reducción del calor extremo.

Paralelamente, una antropóloga lidera la construcción de procesos participativos y educativos, trabajando directamente con las comunidades locales, muchas veces vulnerables y ubicadas en sectores donde existen asentamientos no formales, como campamentos. Este enfoque busca asegurar que las intervenciones respondan a las necesidades reales de los residentes, fomentando la apropiación de los espacios, fortaleciendo la cohesión social y generando conocimiento local frente a los desafíos climáticos.

Una mirada hacia el futuro: Integración en las políticas públicas

La consolidación de “Barrios por el Clima” como un referente para enfrentar el cambio climático depende del fortalecimiento de alianzas estratégicas y de la generación de nuevas oportunidades, especialmente a través de su integración en políticas públicas a nivel nacional y local. A medida que la iniciativa avanza, es fundamental que las lecciones aprendidas y los resultados obtenidos se traduzcan en directrices concretas para la formulación de políticas urbanas y climáticas. Esto incluye la incorporación de criterios específicos para enfrentar las olas de calor, tales como la implementación de soluciones basadas en la naturaleza en el diseño de espacios públicos, la gestión eficiente del agua y la creación de áreas verdes resilientes.

El impacto del proyecto se amplifica al alinearse con las agendas nacionales como la Política Nacional de Desarrollo Urbano y los planes de adaptación al cambio climático. Además, la evidencia técnica y social generada a partir del monitoreo permite fundamentar políticas públicas que respondan a los desafíos específicos de cada territorio. La iniciativa puede servir como un modelo de referencia para gobiernos locales y regionales, incentivando la inversión en intervenciones sostenibles y replicables en barrios vulnerables a lo largo del país.