Fondo submarino en aguas internacionales: Un patrimonio a la deriva
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos ha sido desafiada en sus bases, por lo que es necesario que este organismo se convierta en un cuerpo oficial de la ONU para garantizar su remodelación y agilizar sus funciones reguladoras, sin presiones geopolíticas de Estados Unidos. Para salvaguardar la biodiversidad marina, esta entidad requiere enfoques innovadores que le permitan monitorear operaciones mineras largas y altamente complejas, que ocurren a miles de millas de la costa y miles de metros de profundidad.
La narrativa de la extracción de minerales del fondo del mar comenzó con una iniciativa bélica. Un buque de Estados Unidos llamado “Challenger” navegó hasta el centro del océano Pacífico Norte en busca de un submarino nuclear soviético siniestrado en marzo de 1968, el K-129. Lo encontraron unos meses después de su naufragio y también una alta concentración de nódulos de manganeso en el fondo del océano. La zona geográfica donde esto ocurrió hoy se conoce como Clarion-Clipperton Zone, lugar definido por fallas geológicas transformantes que corren perpendicularmente a Baja California y México, desde la dorsal del Océano Pacífico Norte: Clarion por el norte y Clipperton por el sur. Estas dos geoestructuras delimitan una zona abisal de más de 1,4 millones de kilómetros cuadrados con las más altas concentraciones de nódulos de manganeso que se conocen.
Un año antes, en 1967, el diplomático maltés Arvid Pardo propuso en una asamblea de la ONU un concepto que declaraba a los fondos oceánicos en aguas internacionales –más allá de las 200 millas– como patrimonio común de la humanidad, iniciativa que fue aceptada por una mayoría. Así se gestó el tratado tnternacional más importante a la fecha sobre este tema: la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (Convemar). Su objetivo es regular los derechos y la jurisdicción de los Estados sobre los espacios marítimos, la navegación, los recursos marinos, la conservación del medioambiente y la investigación científica; buscando el uso pacífico, la cooperación y la distribución equitativa de los beneficios oceánicos.
Así, mientras en 1982 cuajaba en Jamaica la primera versión de la Convemar, la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA,según su sigla en inglés) ya otorgaba licencias a cinco compañías para explorar y explotar los recursos minerales existentes en esa misma zona de Clarión y Clipperton. Como habitualmente sucede, la fuerza y el poder predominaron y la Convemar se frenó hasta 1994, cuando en virtud de este tratado nació la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (AIFM).
La AIFM fue establecida y confirmada por el Acuerdo de 1994 relativo a la aplicación de la Parte
XI de la Convemar. Esta última define a los fondos marinos y oceánicos y sus recursos como “patrimonio común de la humanidad”.
A la fecha, estos dos sistemas paralelos –Convemar (ONU) y NOAA (Estados Unidos)– han coexistido a sabiendas de todos y aún quedan dos zonas en el área de Clarion-Clipperton que están solamente bajo la gobernanza de NOAA.
Lo que ha cambiado es que este sistema unilateral de gobernanza ya está otorgando licencias para
minería a empresas privadas con asiento en suelo norteamericano, es decir, con fines de extracción
comercial. Lo que sucederá entonces es que serán explotadas para el beneficio exclusivo de Estados Unidos. Parece un plan urdido cuidadosamente por el gobierno norteamericano, en una narrativa nacionalista hegemónica y sin ningún propósito universal. Una abierta apropiación de bienes comunes en manos privadas para un autobeneficio.
El legado para las futuras generaciones
Frente a esta realidad: ¿cuál será el legado de la explotación de los fondos marinos en aguas internacionales para las futuras generaciones? Desde la perspectiva del multilateralismo, se ha producido un fracaso rotundo de la voz social de todos los países que ingenuamente creen en organizaciones de naciones. Esto es, más de 169 países en el caso de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (AIFMA), que nunca imaginaron esta competencia mientras financiaban estas organizaciones multinacionales.
Desde un punto de vista ambiental, es un desastre sin precedentes empíricos ni teóricos. La zona
más en riesgo es la zona de Clarion-Clipperton. Después de más de 30 años de muestreos ambientales mal ejecutados, la presencia de nódulos de manganeso (ver recuadro) por área es menor a una muestra por cada 600 kilómetros cuadrados, en promedio.
Por otra parte, es imposible poder determinar estadísticamente el grado de daño ambiental. Más del 50% de la superficie de los nódulos de manganeso está habitada por especies abisales –muchas aún no clasificadas por la ciencia– que no pueden vivir sobre los sedimentos y necesitan sustratos duros secundarios. Todas estas especies desaparecerán para siempre. ¡Un nódulo de manganeso crece solo unos pocos milímetros por millón de años!
LA APROPIACIÓN DEL PATRIMONIO COMÚN DE LA HUMANIDAD
Desde el punto de vista económico y comercial, la minería submarina presenta una gran oportunidad
para quienes tienen la tecnología y el financiamiento, como son los países del hemisferio norte desde la postguerra de 1940. El sistema de gobernanza paralelo y unilateral –NOAA– promueve la apropiación del patrimonio común de la humanidad para el beneficio de un solo país: Estados Unidos, el cual no pagará royalties y recolectará todos los impuestos de producción y venta. Para evitar lo anterior es que se negoció durante 12 años. Se pensaba que el acuerdo de 1994, fuertemente
influenciado por Estados Unidos, evitaría la apropiación del patrimonio común de la humanidad. Evidentemente no ha sido así.
Existen 17 licencias otorgadas por la AIFM en la zona Clarion-Clipperton. De ellas, seis están bajo la responsabilidad de Cook Islands, Nauru, Tonga, Kiribati y Reino Unido (que tiene dos). Además, hay dos sitios que han sido solicitados a NOAA por The Metals Company (TMC) de Canadá y de Estados
Unidos. Y otras dos áreas que, históricamente, están bajo la licencia del propio NOAA, otorgadas a Lockheed Martin (empresa aeroespacial estadounidense), desde los años 80.
Cualquier actividad realizada en la zona gobernada por la AIFM, sin la autorización de esta, se considera fuera de la ley internacional. Eso es lo que ha ocurrido en casos como el de TMC (empresa de Estados Unidos y de Canadá), las cuales han solicitado la intervención de Estados Unidos para la explotación en áreas bajo la jurisdicción de la AIFM, eludiendo la potestad de esta última, por lo que, al no estar bajo ningún acuerdo de lo pactado en la Convemar, son ilegales.
Evidentemente, el artículo 137 de este acuerdo será usado en litigaciones en la Cámara de Disputas
del Tribunal Internacional de la Convención del Mar, en La Haya. Cabe hacer notar que Nauru,
Tonga y Kiribati, que tienen una deuda de muchos años con AIFM por no pago de contribuciones, están dispuestos a destruir los fondos oceánicos de toda la humanidad a cambio de dinero. Ahora, si es a través de NOAA (Estados Unidos) no recibirán nada y serán, de todos modos, responsables de la destrucción de los fondos oceánicos.
Los nódulos de manganeso y su importancia para la biodiversidad marina
Los nódulos de manganeso se encuentran en todo el mundo, en el fondo marino, principalmente a profundidades de entre 3.000 y 6.000 metros. Están compuestos por metales que son transportados a los océanos por la erosión o se originan en respiraderos hidrotermales en zonas volcánicamente activas. Su tasa de crecimiento es de tan solo unos pocos milímetros por millón de años. Presentan diversas formas y tamaños y pueden estar compuestos por fragmentos de roca, restos de concha o dientes de tiburón. Con el tiempo, se forman capas concéntricas alrededor del núcleo. En el siglo XIX aún se creía que la vida era imposible por debajo de los mil metros de profundidad. Sin embargo, como descubrieron los investigadores del proyecto europeo MiningImpact, la diversidad ecológica allí abajo es enorme, especialmente donde numerosos nódulos de manganeso cubren el fondo marino, de ahí su relevancia para la biodiversidad.
Fuente: Centro Helmholtz de Investigación Oceánica de Kiel, Alemania, GEOMAR.
El avance de la minería submarina
¿Qué posibilidades de éxito tiene iniciar litigios en el Tribunal Internacional de la Convención del Mar? La respuesta es difícil de predecir, pero teniendo en cuenta las veces en que se han violado las leyes internacionales en los últimos 50 años, nada va a detener los avances de la minería submarina. Además, Estados Unidos no es firmante de la Convemar, ni es miembro de la AIFM.
La mayor dificultad es que la AIFM deberá navegar en un marco legal muy vago, que oscilará entre las leyes internacionales y las nacionales para definir responsabilidades y ver de qué manera frenar la ilegalidad de la minería submarina, no ceñida a la Convemar en aguas internacionales.
Además, Chile y los miembros del Grupo C del consejo de la AIFM (Australia, Canadá y África del
Sur y otros productores de minerales de tierra miembros de la AIFM) deberían generar una estrategia común para enfrentar esta nueva industria, que competirá fuertemente en el mercado internacional con la minería terrestre.
Es posible que la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos, ante el tangible régimen unilateral
impuesto por Estados Unidos, proponga una nueva versión de la AIFM con cambios profundos en estructura, legalidad y estatus jerárquico bajo las Naciones Unidas.
La AIFM debe reconfigurarse y pasar desde una convocatoria de reuniones costosas (dos millones de dólares por sesión anual) en Jamaica (un país aislado y no adaptado a este tipo de organizaciones), a un regulador ágil y experto, con recursos y capacidades suficientes, y con separación de poderes entre funciones e intereses en competencia. En términos legales, este organismo tiene que inspeccionar las operaciones mineras y establecer responsabilidades.
Además, la membresía a la AIFM requiere que los Estados miembro puedan ser garantes de solicitudes de exploración y explotación en aguas internacionales. Lo anterior implica depositar en la AIFM las reglas y regulaciones de cada nación que la integra para litigios futuros en minería submarina. En la práctica, se requerirán enfoques innovadores para monitorear operaciones mineras largas y altamente complejas, que ocurren a miles de millas de la costa y miles de metros debajo de la superficie.
Teniendo en cuenta las veces en que se han violado las leyes internacionales en los últimos 50 años, nada va a detener los avances de la minería submarina. Además, Estados Unidos no es firmante de la Convemar, ni es miembro de la AIFM.
ORIGEN Y FIN BÉLICO
El fortuito descubrimiento de los nódulos de manganeso en la zona de Clarion y Clipperton ocurrió
por razones bélicas. Hoy, la explotación de estos minerales es, por las mismas razones, parte de la seguridad nacional de Estados Unidos y de la producción de armas. Un avión de guerra consume más de una tonelada de cobre y más de 400 kg de tierras raras. La transición de combustibles fósiles para transporte y construcción, y la del petróleo a gas natural no ocurrió para reducir la producción de CO2 per cápita por país en la atmósfera, sino que fue pensando en la guerra y la industria bélica.
La AIFM es solo un instrumento internacional para operativizar la Convemar, por lo que no es un cuerpo de Naciones Unidas. Ahora que ha sido desafiada en sus bases, debería convertirse en un cuerpo oficial de la ONU, para garantizar así su remodelación y la agilidad de respuesta a sus funciones reguladoras, sin presiones geopolíticas de Estados Unidos. Solo entonces, podríamos comenzar una nueva era para la protección del patrimonio común de la humanidad.