
Papa Francisco y su legado: el clamor de la Tierra y sus habitantes
En el complejo contexto actual, es admirable la actividad y magisterio del muy querido Papa Francisco, así como su legado ante las crisis medioambiental y humanitaria y sus convocatorias a la paz con justicia. Respaldó una ecología integral y utilizó el amplio concepto de nuestra casa común, a través de la potente encíclica Laudato si’, que reanima a la humanidad.
A pesar de la existencia de tantas distancias y demarcaciones en el mundo, se aprecian actitudes, enseñanzas y espacios sin barreras. Al llegar a lugares lejanos, es maravilloso ser saludado: “Es tu casa, toma asiento y un refresco”. En regiones rurales y urbanas, existen locales de carácter comunitario. También abundan enrejados y obstáculos migratorios. Arrecian descalabros de narcotráfico, guerra y discriminación. En arduas circunstancias, ha sido admirable la actividad y magisterio del muy querido Papa Francisco, sus aportes ante la crisis medioambiental y humanitaria, y sus convocatorias a la paz con justicia. Él respaldó una ecología integral y utilizó el amplio concepto de nuestra casa común que reanima a la humanidad.
Francisco ha propuesto al mundo “un verdadero planteo ecológico que se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente para escuchar tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). También, con respecto al desarrollo (para que sea integral) ha preguntado: “¿Para qué, por qué, dónde, cuándo?” (LS 185). “La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común” (LS 164). Todas son enseñanzas y cuestiones básicas. La casa es común, es generada históricamente y requiere discernimiento ético y programación local y mundial.
“La interdependencia nos obliga a pensar en un solo mundo, en un proyecto común” (LS 164). Todas son enseñanzas y cuestiones básicas. La casa es común, es generada históricamente y requiere discernimiento ético y programación local y mundial.
Ética primordial
Vivir bien es lo fundamental. El accionar ético confronta maldades y gestiona amabilidades. Por eso encaramos la generalizada degradación. “El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social que afecta a los más débiles del planeta” (LS 48).
La ética ecológica integral tiene varias dimensiones: ambiental, económica, social, cultural y de vida cotidiana; y su principio es el bien común (LS 137 162). “La opción preferencial por los pobres ‘hoy es una exigencia fundamental para la realización efectiva del bien común’” (LS 158). Este es el mejor modo de dejar un mundo sostenible a las nuevas generaciones, a través de un compromiso de atención hacia los pobres de hoy, como había subrayado Benedicto XVI: “Junto a la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional” (LS 162).
La encíclica contrasta paradigmas. El tecnocrático (LS 101, 104, 106, 109) y el antropocéntrico (LS 115 a 121) son criticados muy a fondo. También es delineado el paradigma del cuidado: “El amor lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que pretenden construir un mundo mejor … una cultura del cuidado que impregna toda la sociedad” (LS 231). La ecología presupone una antropología humana que sea humilde, eficaz, cogestionada y verificable mediante responsabilidades. Lo más humano es responder al gratuito misterio de creación, de encarnación, de pascua, de pentecostés. Nos transmiten esperanza, y fundamentan la ética y la espiritualidad alimentadas por el Evangelio.
En su Evangelii Gaudium (2013), el Papa Francisco habla de la Virgen María, quien reconoció “las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles; ella es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos” (EG 288). Esto ilumina labores actuales. En el complejísimo mundo donde habitamos, somos conducidos por el Espíritu de Dios, fuente de esperanza concreta y universal.
El acontecer contemporáneo
La encíclica expone dramas socioambientales: “Los efectos laborales de algunas innovaciones tecnológicas, exclusión social, inequidad en la disponibilidad y el consumo de energía y de otros servicios, fragmentación social, crecimiento de la violencia, surgimiento de nuevas formas de agresividad social, narcotráfico y el consumo creciente de drogas entre los más jóvenes, la pérdida de identidad, silenciosa ruptura de los lazos de integración y de comunión social” (LS 46). “Es urgente el desarrollo de políticas para que en los próximos años la emisión de anhídrido carbónico y de otros gases altamente contaminantes sea reducida drásticamente” (LS 26). “El acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, y universal” (LS 30). Hay “lugares que requieren un cuidado particular por su importancia para el ecosistema mundial y aseguran otras formas de vida” (LS 37). “Hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales y los hitos urbanos, que acrecientan nuestro sentido de pertenencia, nuestro sentimiento de estar en casa dentro de la ciudad” (LS 151).
En la eucaristía, agradecemos el misterio de la Encarnación. “El Señor, en el misterio de la Encarnación, quiso llegar a nuestra intimidad a través de un pedazo de materia… para que en nuestro propio mundo pudiéramos encontrarlo” (LS 236). Una comunidad canta: Dios está aquí, en esta Tierra que debemos cuidar.
La fidelidad de los pueblos andinos con Cristo
Las diferentes realidades (cosmopolita, rural, urbana, amazónica) tienen sus rasgos. En regiones andinas, es redimensionado lo ecológico. Durante décadas, el Papa Francisco compartió temáticas con Vicenta Mamani, Dietmar Müsig, Sofía Chipana, Víctor Bascope, Domingo Llanque y María José Caram. Domingo Llanque a menudo decía: “Somos un pueblo ligado en amor con la Tierra y con Dios”; “El encuentro con Dios se realiza en una vivencia integral porque abarca toda la existencia: trabajo, comunidad, salud, lucha, fiesta, fecundidad. Se descubre a Dios en su múltiple respuesta a la problemática del ser humano. Dios es invocado sin contradecir las responsabilidades humanas” (Llanque, D.; 2004). Vale decir, andamos con Dios.
Se han desentrañado modos andinos del convivir con y en Cristo, su crucifixión y su resurrección, presentes a lo largo de la historia. Vicenta Mamani entiende en positivo la ritualidad andina y la capacidad humana para ser fieles a Cristo (Mamani, V.; 2002). La importancia dada a lo ritual se debe a que expresa la corporeidad andina en el cosmos y la historia, vividas de modo espiritual. La población no hace ceremonias, simplemente: expresa a través de ellas modos de ser humano y creyente. Reconocemos en ritos andinos maneras de vivir el misterio cristiano. Ello implica apreciar formas de celebrar la fe en Cristo mediante ritos, símbolos, sensibilidades y responsabilidades por la vida.
En la gente común no hay una disyuntiva artificial: o creer en Pachamama o fe en Dios. Tampoco se trata de una adhesión panteísta a una diosa autóctona. Más bien, estamos ante el misterio de vivir. La Madre Tierra no es una entidad omnipotente. Cabe recordar que la Trinidad y el contenido de nuestra fe son eminentemente relacionales. La Trinidad significa un Dios relacional. Una teóloga europea nos decía que las personas creyentes somos agentes activos de la comunión relacional que nos constituye como personas abiertas a la trascendencia una y plural.
Existen varias maneras de apreciar a la Madre Tierra. Un agricultor me decía: “Gracias a Pachamama, estoy vivo. Cuando tengo problemas, siempre levanto el nombre de la Virgen María como protectora”. Un habitante urbano añadió: “La energía divina es como una corriente que fluye y hace brotar, crecer y nutrir no solo la vida de las personas, sino de todos los ecosistemas”. A su modo, personas tanto en ambientes campesinos como en los mestizajes urbanos manifiestan vínculos con Pachamama y fe en Dios. Es emocional y místico (“Vivo gracias a Pachamama”), es ritual y sacramental (mediante “challas” cotidianas y otras clases de ofrendas y ceremonias). Lo económico, político, cultural familiar y comunitario hace referencia a Pachamama y al cristianismo. También se constata cómo estos vínculos disminuyen y son resignificados por sectores urbanos y juveniles.
Otras actitudes van ganando terreno. La mercantilización de símbolos favorece el resignificado de elementos andinos: bastante gente hace negocios con sus costumbres religiosas y con lo étnico. También existen modas frívolas y desfiguración de planteamientos ecológicos.
“El ambiente humano y el ambiente natural se degradan juntos, y no podemos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social que afecta a los más débiles del planeta” (LS 48).
Algunas voces eruditas reivindican a “la diosa andina” y la contraponen al Dios cristiano. Todo esto no corresponde con la sacralización andina policéntrica y con la calidad ética. La espiritualidad andina es intercultural, multiforme y cálida. Ella suscita reciprocidad, infunde sabiduría, ofrece señales, hace advertencias y hasta se irrita. Ella sostiene un “buen vivir” dialogando entre seres humanos con el entorno natural y con seres espirituales. La presencia benéfica es invocada y pensada, es matriz de labores socioeconómicas. Sobre todo es agradecida y celebrada. No es palabrería. Es vida.
“El saber andino ha sido y tiende hoy a ser policéntrico, mítico y ritual, holístico y cambiante” (Llanque, D.; 2004). La cosmovisión es, pues, inseparable del rito espiritual y de la ética solidaria. La bondad divina es apreciada al orar y realizar ceremonias, y al actuar recíprocamente. La acción cotidiana y la ética se entrelazan. La Madre Tierra es profanada cuando es cosificada o cuando es malinterpretada. Más bien, con ella cabe interactuar, agradeciendo lo que vivimos y transformando lo que deshumaniza. Esto nos lo enseñan personas y agrupaciones mestizas que interactúan con tradiciones cristianas y con entidades autóctonas, de modo respetuoso y espiritual.
Las cosas no son divinas. Por eso, el progreso es resignificado como un medio, entre tantos, para lograr necesidades básicas y reciprocidad. Además, la adhesión a lo genuinamente sagrado sobrepasa lo esotérico y lo fantasioso. El buen convivir es afianzado. Se anhela un mundo donde haya “paz con justicia”, donde “caben todos y todas” y donde es visualizado “otro mundo posible”, como se dice en congresos de representantes de regiones del mundo.
Las creencias y ritos tienen potencialidades y ambivalencias. Ellas pueden sustentar la acción que transforma y promover el consenso para disminuir violencias e inequidades. En diversos ámbitos andinos, se redescubre lo espiritual y el cuidado del medioambiente natural y social. Las convocatorias del Papa Francisco en Laudato si’ y en Fratelli tutti invitan a colaborar y a celebrar en nuestra casa común, porque es parte del sentir y de la enseñanza cristiana. Ella incluye dimensiones éticas, ecológicas, amables y de carácter integral y radical.
La encíclica papal Laudato si’ contiene un anhelo universal al concluir: “Dios omnipotente, enséñanos a descubrir el valor en cada cosa, a contemplar admirados, a reconocer que estamos profundamente unidos con todas las criaturas… Aliéntanos, por favor, en nuestra lucha por la justicia, el amor y la paz” (LS 246).
Para leer más
• Boff, L. (2000). La dignidad de la tierra. Ecología, mundialización, espiritualidad. La emergencia de un nuevo paradigma. Trotta, Madrid, España.
• Céspedes, G. (2021). Ecofeminismo, teología saludable para la tierra y sus habitantes. Editorial PPC. Madrid, España.
• Chipana, S.; León, I.; Müsig, D. (2011). Ecoteología. Espiritualidades y prácticas. ISEAT, La Paz, Bolivia.
• Guridi, R. (2018). Ecoteología: nuevo estilo de vida. Ediciones U. Alberto Hurtado, Santiago, Chile.
• Irarrázaval, D. (2013). Itinerarios en la fe andina. Verbo Divino, Cochabamba, Bolivia.
• Llanque, D. (2004). Vida y teología andina. CBC, Cuzco, Perú.
• Mamani, V. (2002). Ritos espirituales, prácticas comunitarias del aymara. Editorial CREART, La Paz, Bolivia.
• Noemi, J. (1996). El mundo, creación y promesa de Dios. Editorial San Pablo, Santiago, Chile.