El escritor orejón: José Donoso y el New Journalism
Chile tuvo en el autor de El lugar sin límites a un precursor del Nuevo Periodismo, una corriente iniciada en Estados Unidos durante los años 60 y reconocida por incorporar técnicas literarias a los textos de no ficción. Mientras Tom Wolfe, Truman Capote y compañía deslumbraban al mundo con la riqueza de su estilo periodístico, un joven Donoso hacía lo propio con piezas que, paralelamente, pueden leerse como el reverso de algunas de sus narraciones más destacadas.
El catálogo de las letras latinoamericanas, colmado de escritores excepcionales, cuenta con un grupo selecto de hombres y mujeres que han cultivado de modo simultáneo la ficción y la no ficción. Sin embargo, los perfiles de quienes habitan esa frontera porosa entre la literatura y el periodismo son tan diversos como la geografía del continente. La de José Donoso fue, por lo tanto, una encarnación más, entre otras posibles, de la mente creativa en la que conviven el vuelo de la imaginación con el rigor de los hechos.
En México, Elena Poniatowska y Juan Villoro representan dos ejemplos insoslayables de lo anterior, entre muchos nombres que podrían citarse. Por un lado, la firma detrás de Hasta no verte, Jesús mío y La noche de Tlatelolco ha desplegado con éxito la denominada “polifonía testimonial”, un recurso que se emparenta con el trabajo de la Premio Nobel bielorrusa Svetlana Aleksiévich. Por otro, el autor de Dios es redondo y La tierra de la gran promesa exhibe un mérito muy bienvenido en medio de la solemnidad que, en general, caracteriza la escritura de la región: identifica en la liturgia del fútbol, así como en una serie de manifestaciones populares, un correlato de la cultura complejo y digno de diseccionarse, tal como hizo Carlos Monsiváis, uno de sus maestros.
Colombia, por su parte, vio nacer al que es, quizás, el primus inter pares en esta genealogía: Gabriel García Márquez. Escritor total, García Márquez no solo recreó en sus novelas un mundo cerrado y autosuficiente con una génesis y un apocalipsis propios, sino, además, recorrió y reporteó prácticamente todas las materias humanas de interés para el público, desde el convulsionado devenir político de su patria hasta la trastienda del Festival de Cannes, del que fue jurado en 1982.
Gabriela Wiener, Martín Caparrós, Leila Guerriero y Juan Pablo Meneses son apenas un puñado de casos notables que podrían añadirse a la lista.
En tanto, Chile tuvo en José Donoso a un precursor —poco reconocido como tal— del New Journalism, una corriente iniciada en Estados Unidos durante los años 60 y reconocida por incorporar técnicas literarias a los textos de no ficción. Mientras Tom Wolfe, Truman Capote y compañía deslumbraban al mundo con la riqueza de su estilo periodístico, un joven Donoso hacía lo propio en la revista Ercilla, pese al recelo de Lenka Franulic, quien entonces dirigía la publicación. Ni tan “etnográfico” como Poniatowska ni tan outdoor como García Márquez, Donoso compuso piezas de una originalidad notable que, paralelamente, pueden leerse como el reverso perfecto de su obra ficcional.
LA CURIOSIDAD INFINITA
“José Donoso aconsejaba desarrollar al máximo el oído. Según él, quien quisiera escribir debía ser una especie de orejón dispuesto a escuchar con detenimiento cualquier conversación cercana en un café, la parada de bus o una plaza”. En la introducción a El escribidor intruso (Ediciones UDP, 2004), una antología de artículos, crónicas y entrevistas de Donoso, la académica y editora Cecilia García–Huidobro subraya la sensibilidad frente al entorno como un rasgo clave en la metodología de escritura donosiana, sin el cual, probablemente, resultaría imposible su cuidada construcción de diálogos y escenas, tan característica del Nuevo Periodismo.
“Donoso anticipa y desarrolla casi en forma paralela un estilo que luego se constituirá en algo así como la gran renovación del periodismo del siglo XX”, agrega García–Huidobro. En efecto, esa anticipación y paralelismo se advierte en textos como “La entrevista imposible con Ezra Pound”, un accidentado perfil sobre el poeta estadounidense cuyas dificultades de acceso a la fuente principal nos recuerdan el célebre artículo “Frank Sinatra está resfriado”, del también estadounidense Gay Talese. Al igual que Talese, José Donoso transformó el problema en una oportunidad y, mediante la captación del ambiente y de los personajes circundantes, propuso una descripción de inmensa riqueza sobre el personaje de su interés.
En el volumen Periodismo narrativo. Cómo contar la realidad con las armas de la literatura, el periodista Roberto Herrscher afirma: “Cuando de los grandes líderes de hoy no quede ni el recuerdo, la señora con delantal del Zócalo seguirá vendiendo sus tortillitas. Y la pluma de Ryszard Kapuscinski, desde donde esté, nos seguirá contando su historia”. La observación sobre el maestro polaco también aplica al escritor chileno: la curiosidad infinita que exhibe, así como la necesidad de sumergirse en los sueños y los afanes de sus compatriotas “de a pie”, son a la vez el modus operandi profesional y una actitud vital característica de Donoso. Crónicas como “Música condenada a morir”, “El circo: mundo triste bajo la carpa” y “Arte y magia del vidrio” constituyen ejemplos elocuentes.
MOSTRAR, NO DECIR
Sin embargo, con esto último no debería pensarse que la de José Donoso fue una aproximación exotista –“abajista”, diríamos hoy– hacia los fenómenos sociales de su tiempo. Antes bien: la materia de su observación con frecuencia lo afecta, lo interpela e, incluso, pasa a convivir con sus inquietudes y obsesiones, las que, posteriormente, llegarán a cristalizarse en su narrativa de ficción: la imagen de un niño adinerado y deforme a bordo de una limusina, en pleno centro de la capital, lo acompañará por mucho tiempo hasta materializarse en el personaje de Boy de El obsceno pájaro de la noche (1970).
A propósito de esta novela clave, una muestra ilustrativa sobre el puente entre ficción y no ficción en Donoso se halla en la crónica “En el infierno de la locura”, cuyo comienzo, donde se describe el Hospital Psiquiátrico de Santiago, bien podría referirse a la Casa de la Encarnación de la Chimba, habitada por los protagonistas de El obsceno pájaro de la noche: “La puerta de la calle Olivos está tapiada. Por esa manzana, a lo largo de avenida La Paz, se alzan algunos pabellones nuevos y letreros de arquitectos que prometen más. Pero detrás de los viejos muros descascarados que cierran la mayor parte de la manzana, aún se alzan secciones de ruinosos edificios construidos en el siglo pasado, por cuyas ventanas, balcones o boquetes se asoman rostros de alienados que lanzan a la calle carcajadas escalofriantes, alaridos o exclamaciones procaces.
Así, queda de manifiesto que José Donoso se inscribía en esa estirpe de autores que, como el mencionado Kapuscinski, se desplazaban por el mundo bajo el influjo de dos miradas simultáneas: una para hacer periodismo y otra para producir literatura, vale decir, una para registrar la realidad y otra para deformarla.
Lo anterior exige una observación entrenada. “Junto al oído, José Donoso cultiva el ojo”, sostiene García–Huidobro. En efecto, cuesta imaginar un retrato tan fiel de las clases media y alta chilenas –como el que leemos en Coronación (1957), Tres novelitas burguesas (1973) o Casa de campo (1978)– sin la mirada aguda y cierta devoción por los detalles de sus narradores. De este modo, la máxima show, don’t tell, fundamental para la escritura de no ficción contemporánea, no solo tiene lugar en los textos periodísticos de José Donoso, sino también en su narrativa, en la cual los lectores experimentan la inmersión en un universo completo, con todos los pormenores profusos de su materialidad, por un lado, y sus matices y complejidades psicológicas, por otro.
Cabe recordar el hecho de que Donoso fue, ante todo, un escritor de ficción, de manera que esa perspectiva, la de considerar lo observado ahora un componente del artificio futuro, suele predominar por sobre la mirada que ejerce un registro documental del entorno. Esto se expresa en un factor característico de su forma de practicar el realismo: la narrativa donosiana asigna a los espacios un rol que trasciende la idea de un mero escenario para la acción; de ahí que, a propósito de Casa de campo, el académico UC Sebastián Schoennenbeck plantee que, en Donoso, “el paisaje es también un recurso de composición a través del cual se establece una distancia entre el mundo ficticio y el mundo real”.
PERIODISMO SIN FRONTERAS
Durante los últimos años, el recambio llegó de la mano de los denominados “nuevos-nuevos periodistas”, una generación que, en las palabras del académico y editor Robert S. Boynton, goza de una libertad inusitada, por cuanto sus miembros no son “ni novelistas frustrados ni reporteros díscolos de periódicos”, sino habitantes de un territorio particular, comprometido con el periodismo riguroso, en que los criterios principales consisten en la flexibilidad retórica y la diversidad temática.
Los exponentes latinoamericanos de esa generación emergente se han erguido sobre los hombros de autores como Rodolfo Walsh, el precursor de la novela de no ficción gracias a Operación masacre (1957), y como el propio José Donoso, que junto a otros inauguró la posibilidad, al menos en la forma que conocemos hoy, de contar la realidad latinoamericana con las armas de la literatura universal. Lo dice Boynton: el nuevo Nuevo Periodismo “se ha beneficiado enormemente tanto de la legitimidad que el legado de Wolfe dio a la no ficción como de la coincidente destitución de la novela como la forma más prestigiosa de la expresión literaria”.
En principio, los soportes digitales favorecen notablemente esa ausencia de fronteras, sobre todo si se tiene en cuenta la pluralidad de recursos disponibles, muchos de ellos gratuitos, para desarrollar el periodismo narrativo latinoamericano en el ámbito virtual. Sitios web como El Faro, Gatopardo y Anfibia, ejemplos de lo mejor del género en la región, ofrecen una muestra de esa potencia creativa contenida en el universo multimedial. Al mismo tiempo, la dinámica polarizadora de las redes sociales y la capacidad falsificadora de la Inteligencia Artificial, así como el cebo de clics que campea en el ciberespacio, representan riesgos para la calidad del periodismo escrito que no conviene subestimar.
Todo el ecosistema mediático tiene ante sí la tarea apasionante de honrar el legado del periodismo narrativo latinoamericano y conducirlo a las zonas todavía inexploradas de una realidad siempre huidiza. Se trata de actualizar la que es, acaso, la característica básica del arte de contar historias verdaderas: ser un lugar sin límites.
PARA LEER MÁS:
• Boynton, R. (2009). El nuevo Nuevo Periodismo. Santiago: El Mercurio/Aguilar.
• Donoso, J. (1998). Artículos de incierta necesidad. Santiago: Alfaguara.
•Donoso, J. (2004). El escribidor intruso. Artículos, crónicas y entrevistas. Santiago: Ediciones UDP.
• Herrscher, R. (2016). Periodismo narrativo. Cómo contar la realidad con las armas de la literatura. Santiago: Ediciones Universidad FinisTerrae.
• Schoennenbeck, S. (2015). José Donoso. Paisajes, rutas y fugas. Santiago: Orjikh.
• Wolfe, T. (2006). El nuevo periodismo. Barcelona: Anagrama.