
Juan Carlos de la Llera: creador perseverante
El exdecano de la Facultad de Ingeniería, y recién nombrado rector de la UC para el período 2025-2030, jugó por muchos años tenis en forma profesional, deporte que, asegura, le enseñó a tomar decisiones. En este Canon Personal de archivo, el experto en tecnología antisísmica revela a Revista Universitaria algunos hitos de su formación, así como su interés por el cine y la escritura. Y declara: “El que no toma riesgos, pierde”.
Soy bastante imaginativo. Tengo muchas ideas. Por supuesto, no todas son buenas. Me encanta crear. No solo en ingeniería, sino también en otros ámbitos, como la pintura y el tenis profesional. Si lo analizo un poco, es algo que siempre ha estado presente.
Al entrar a estudiar, me encontré con una escuela extraordinariamente estructurada y rígida, con cero espacio para la creación. Ahora, como decano, creo que existe una oportunidad de abrirse a la invención. Está todo por hacerse, por mejorar, por colaborar con la universidad, con los proyectos, con los alumnos. Veo también mi empresa Sirve –dedicada a la elaboración de tecnología de protección antisísmica y conectada con el desarrollo de la UC–, donde hay jóvenes que están haciendo investigación básica, que el día de mañana estará presente en algún edificio en altura de Santiago o del mundo.
Las decisiones
Mucho más que un deporte, para mí el tenis fue una escuela. Cuando niño, tenía dos mundos: el colegio Verbo Divino y el tenis, al que dedicaba seis horas diarias. Una de las cosas que esta práctica enseña es a tomar decisiones: un partido de tenis es un conjunto de elecciones, es pura estrategia. Creo que eso le dio forma a mi carácter.
Entre las determinaciones más difíciles que he tomado en mi vida está haber dejado el tenis. Cuando entré a estudiar Ingeniería, la escuela no me dio ninguna flexibilidad. Tenía que optar. Durante un campeonato en Brasil, llamé a mi casa para avisar que me iba a dedicar a esta disciplina y que partía a Europa a jugar. Mi mamá me respondió: “Te vienes inmediatamente a Chile”. Así que volví y colgué la raqueta. Me sentí frustrado, pero no es un tema que me pese. Puse mi esfuerzo en la universidad y me fue muy bien. Si hubiera elegido el deporte, a lo mejor estaría entrenando en un club y mi mente no estaría desarrollada como lo está hoy.
Otra decisión importante surgió cuando me titulé y mi papá me dijo: “Por ningún motivo te dediques a la universidad. Aprovecha de salir, de formar algo. Vas a ganar más plata”. Pero yo insistí en trabajar en la academia. Era lo que quería hacer. Mi vocación también era emprender, y para eso había que tomar riesgos. El que no toma riesgos, pierde.
Las expectativas
Tengo muchos defectos, pero soy muy perseverante y me es fácil olvidar lo que me desagrada y me molesta para enfocarme en lo que me gusta y tratar de disfrutar eso. No me frustro ni me arrepiento de lo que hago. Creo que en esto el tenis también me ayudó: si tú tienes que poner la pelota en un lugar de la cancha 50 veces seguidas y eso te tarda seis meses, aprendes a perseverar. Estoy muy acostumbrado a los procesos. Sé que tardan y no me desespero.
Soy muy crítico, pero conmigo mismo, no tanto con los demás. Creo que el sentido de satisfacción depende de cuáles son las expectativas que uno se pone. Mis expectativas conmigo mismo son terriblemente altas. Si me pongo metas elevadas, sé que tal vez no las voy a alcanzar, pero voy a llegar un poco más abajo. Es así como proyectos que pensé el año ’92, cuando estudiaba en Berkeley, Estados Unidos, están ocurriendo ahora. Haber tenido ese horizonte es lo que permite que en este momento se estén haciendo realidad.

El cinéfilo
Me gusta escribir. Creo tener ideas interesantes para libros sobre ingeniería, cuentos y novelas. También me agrada la música. Mi papá era español, así que disfruto del flamenco. En música popular, mis preferidos son Genesis y Supertramp.
Pero lo que me fascina es el cine. Si pudiera tener otra vida, me habría encantado elaborar guiones. Disfruto con todo tipo de géneros. Me emociono con las películas. Me captura la sensación de olvidarme del mundo real e introducirme en uno virtual.
El premio
Fue muy emocionante recibir el premio de Endeavor porque, más que la capacidad de generar dinero, este galardón reconoce la habilidad para mejorar la vida de las personas.
“Fue muy emocionante recibir el premio de Endeavor porque, más que la capacidad de generar dinero, este galardón reconoce la habilidad para mejorar la vida de las personas”.
Me sentí súper orgulloso. Por la Universidad Católica; por Chile, porque los emprendimientos chilenos que están en Endeavor son muy pocos; y por la ingeniería en Chile, porque esta no solo es una distinción que recibí yo, sino que, de alguna manera, representa que la disciplina hizo un buen trabajo tras el terremoto de 2010.
La arista que más contento me pone es que, siendo decano, y a la vez innovador y emprendedor, creo que puedo ayudar a que los alumnos y otras personas se contagien y se den cuenta de que, con un buen desarrollo y conocimiento, se puede producir un avance que la sociedad reconoce y que mejora la seguridad y la vida de las personas.