punta de una pluma para escribir punta de una pluma para escribir
  • Revista Nº 158
  • Por Bernardo Guerrero

Columnas

Cohesión social ¡Todos juntos!

 En la condición humana, desarrollar la capacidad de juntarse “en torno a…” es un imperativo categórico de la existencia. Sin esa vocación y necesidad, la sobrevivencia se nos vuelve frágil. De todos los seres vivos, somos los que más dependemos de los otros. La cohesión social, el estar y soñar en forma conjunta, es la que nos distingue de los animales.

En la cultura popular es posible encontrar un nosotros que se activa, ya sea a través de la religiosidad popular o del deporte. Prácticas que remiten a una sociabilidad de larga data y que se cruzan con una historia vinculada con el movimiento obrero. El Norte Grande de Chile es un buen ejemplo de lo anterior.

Este nosotros se impulsa a través de la fiesta. Este es el lugar del encuentro, la realización del nosotros, la puesta en valor de una ética social en la que la solidaridad, el baile colectivo, la comida en común y el don son ritos fundamentales. En La Tirana o en el aniversario de un club deportivo se encadenan en forma festiva el pasado, el presente y el futuro. Ese nosotros se simboliza en el estandarte y en el himno, ambos escritos y entonados en tercera persona plural. Cantan los peregrinos: “venimos a saludarte…”.

En las fiestas, valores tales como la reciprocidad alcanzan una dimensión estelar. El campesino aymara que le cuelga al alférez un billete en su traje está contribuyendo a financiar el encuentro de la comunidad. A las 12 de la noche del 16 de julio, cuando la virgen del Carmen está de cumpleaños, cada baile en su sede social la saluda e invita a los presentes, muchos de ellos desconocidos, a una taza de chocolate caliente.

El 10 de agosto, para san Lorenzo, se reparten helados, recuerdos y naranjas en honor al santo. Manos desconocidas te las entregan y te indican que el año que viene debes llevar algún obsequio.

El plato único en el club deportivo es el modo de juntarse en torno a la larga mesa con gente con la que tal vez uno nunca haya interactuado. Vivir en sociedad implica devolver a otro parte de lo que se ha ganado.

La racionalidad popular, la lógica festiva se nutre de lo colectivo.

Pertenecer a una cofradía religiosa o a un club deportivo es una manera de construir un nosotros que nuestros abuelos formaron para agradecer y devolver.

Esta idea se construye donde dos o más personas deciden llevar a cabo un proyecto colectivo y es la base de lo público. Macro y microutopías que le dan sentido a las decenas de vidas cotidianas que desean dejar un legado a las nuevas generaciones.

Pensar y actuar en función del bienestar común, tal como se hace en el complejo y vital mundo de la religiosidad popular y de los clubes deportivos de barrio, es la única manera que tenemos para sacudirnos del sentido común neoliberal que se edifica sobre la primacía del yo.