punta de una pluma para escribir punta de una pluma para escribir
  • Revista Nº 171
  • Por Cristóbal Rovira

Columnas

La elite económica: reactiva antes que proactiva frente al nuevo Chile

Chile cambió. Esta frase es de sentido común hoy. Desde el estallido social de fines de 2019 o incluso antes, existe consenso en que el país no es el mismo. El profundo malestar de la ciudadanía quedó en absoluta evidencia, incluso para quienes no querían o no podían ver este descontento social. Gran parte de este ha sido dirigido en contra de las elites, ya que estas últimas han tenido muy poca capacidad para anticiparse a las demandas sociales y proponer una agenda de cambios que sintonice con el parecer de la ciudadanía. Esto es particularmente cierto en el caso de la elite económica, compuesta por un reducido círculo de personas que tiene poco o nada de contacto con quienes piensan de manera diferente y que provienen de otros contextos sociales.

Para analizar cuán grande es, efectivamente, la brecha entre la elite económica y la ciudadanía, así como entre la elite económica y la elite cultural y política en el Chile actual, junto a Jorge Atria realizamos un estudio, financiando por el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES). Se trata de una investigación que nos permitió llevar a cabo encuestas presenciales (y luego por Zoom producto de la pandemia) a alrededor de 140 gerentes y miembros de directorios de las empresas más relevantes del país. Por azares de la vida, el levantamiento de datos se inició un par de meses antes del estallido social de octubre del año 2019 y logramos obtener un número prácticamente igual de entrevistas antes y después de este hito histórico. En consecuencia, cabe preguntarse en qué aspectos uno puede apreciar cambios de opinión entre las encuestas realizadas antes y después del estallido social. ¿La respuesta? Prácticamente no hay diferencia alguna. Pese a que el país experimentó un momento de alta tensión, que puso al desnudo no solo un profundo malestar ciudadano con el modelo de desarrollo imperante, sino que también serias falencias del Estado, la elite económica parece haber mantenido su diagnóstico sobre el país.

¿Cómo explicar esto? Luego de revisar los datos con detenimiento y de haber tenido la oportunidad de presentarlos a miembros del empresariado, mi impresión es que la elite económica tiene escasa información y capacidad analítica para entender el país que habita.

Aun cuando se trata de personas muy instruidas y que se manejan sin grandes problemas en la economía global, no parecen tener vasos comunicantes que les permitan comprender la sociedad en la cual actúan. Una de las consecuencias más graves de esta ceguera es que se trata de una elite que es reactiva ante las demandas de transformación social y, por tanto, tiene escasa capacidad de asumir un rol proactivo frente al ciclo histórico en marcha. Así como la mayoría de los convencionales han tenido escasa autocrítica respecto de cómo su desempeño terminó afectando negativamente la aprobación del plebiscito constitucional, muy pocos miembros de la elite económica han reconocido sus errores (el listado de escándalos es bastante extenso) y menos aún han promovido una agenda de cambios en serio.

Justo ahora que el país vuelve a mostrar que es primordial avanzar en reformas estructurales con el apoyo transversal del establishment, queda por ver si esta vez la elite económica estará a la altura. La evidencia empírica disponible y el comportamiento pasado no permite ser muy optimista. Espero equivocarme. Mal que mal, la posibilidad de recomponer el contrato social y encontrar una solución democrática a la crisis de representación pasa por contar con una elite económica que logre anticiparse a los acontecimientos y apueste por realizar reformas que, en el corto plazo, puedan ser dolorosas para sus propios intereses. Sin embargo, esta es la única fórmula para allanar el camino para un futuro estable y, por tanto, provechoso para el gran empresariado y el país.