Arte, mujeres y compromiso público en el Museo Nacional de Bellas Artes
¿Para qué se exhibe la Colección del MNBA? Se declara que se busca crear conocimientos, abriéndose a interrogantes y controversias colectivas que reclaman la actualización de sus relatos. En el marco de los 50 años del golpe militar, se proponen tres curatorías: “Luchas por el Arte. Mapa de relaciones y disputas por la hegemonía del arte (1843-1933)”, de Gloria Cortés y Eva Cancino; “Miradas sobre el Wallmapu. Territorios, afueras y disputas”, de Cristián Vargas y Eva Cancino; y “La Mujer en el Arte, 1975”, de Gloria Cortés y equipo. Estos cuestionan, entre otras, las ideas hegemónicas de mujer, mapuche y artista, demostrando que el museo es un espacio institucional “otro”, contradictorio, inestable y crítico.
En un tránsito, “Wallmapu” devela relatos visuales que hacen distancia racional, para advertir, entre otros, estereotipos colonialistas de la “mujer mapuche”. Cuerpos, vestimenta, arte y territorio en un diálogo humano-más que humano, con Paula Baeza Pailamilla y Paula Cañopean.
Una rotonda hace de bisagra y detención. Al centro, una silla blanca sobre un reticulado; una cámara en el techo y nuestra voz toma resonancia. Nadie se atreve a sentarse. Al frente, una grilla cuyo centro es la imagen de una “mujer mapuche”. En tiempos diacrónicos, memorias textileras como “Diásporas” y “Archivos Textiles” han intervenido el espacio. No quedan vestigios. Y la silla panóptica sigue vigilando obediencia o disidencia, comprensión o desconcierto.
Relevamos la curatoría museal como una acción que toma una postura sin neutralidad.
Sentipensando (Escobar, 2014) se cruza a “La Mujer”, un ámbito de fricciones entre cinco investigadoras de afanes similares en contextos distintos: Abarca y Garafulic, en 1975; Cortés, González y Flores, en 2023. La sala entreteje imágenes anacrónicas que nos miran y miramos, a riesgo de no comprendernos. Destacamos el estudio de Rosa Abarca, educadora e investigadora del museo, quien trabaja con la directora Lily Garafulic en el fundamento histórico de la exposición homónima de 1975. La edición-censura que se hace de Abarca en exhibición y catálogo revela en ella un activismo resistente. Inquieta el no-lugar de las obras ausentes que aparecen como fantasmas en papeles adheridos al muro; una precariedad que insiste en su falta o cuestiona el rol de la mujer, cooptado por el discurso dictatorial de “reconstrucción nacional”. Gloria toma el relevo, mostrando fragmentos de prensa y destacando artistas que, otrora invisibles, pusieron el cuerpo. Relevamos la curatoría museal como una acción que toma posición sin neutralidad; donde el tiempo marca ritmos inusuales, con la intensidad de diferencias e incomodidades. El museo no es una bodega, sino un espacio de nuevos pensamientos.
Las líneas de fuga logran el despliegue de un “nosotros” que exige-desea que la institución nos represente. Se encienden alertas y en su dimensión micropolítica no tiene pretensión de estabilidad ni universalidad. En tanto “arqueóloga visual”, la curadora, artista, investigadora y maestra se hace y deshace reimaginando qué se necesita en una vida común. ¿Agentes partícipes en el ágora museal? Bienvenida la extrañeza cuando se convierte en pliegue de un saber crítico, encarnado y situado. Arte, mujeres, compromiso público: el museo cautela pasados en el presente, sentipensando futuros.