• Por Alejandra Araya González

Especial

Escuchar el pasado en el presente

El boom de los podcasts sobre temas históricos llegó para quedarse. De pronto, camino al trabajo o al estudio nos descubrimos escuchando Revolutions para aprender cómo ocurrió la Revolución Francesa. Por la tarde, cuando llegamos a casa, tomamos once y nos preguntamos: “¿Por qué los chilenos tomamos té a las siete u ocho de la tarde, como hacen los ingleses? ¿Será que nos creemos los ingleses de América Latina?”. Y bueno, le damos play al episodio “Breve historia del té”, de los amigos de La ContraHistoria. Es cierto: llevamos a cabo cualquier noble labor cotidiana escuchando un podcast. Si es uno sobre temas históricos, tanto mejor.

En los últimos cinco años, el fenómeno de los podcasts sobre historia se ha expandido rápidamente. ¿Las razones? Posiblemente se debe a un germen creativo fruto del recogimiento que significó la pandemia por covid-19, así como a la necesidad actual de hacer dos cosas a la vez, más conocida como el multitasking. Sin embargo, me gusta pensar que hay una razón más generosa: la ciencia abierta ha ido ganando terreno en los espacios del entretenimiento, en el sentido de que los científicos se han aventurado al podcasting para comunicar la ciencia a la sociedad contemporánea, obra que me parece un esfuerzo democratizador admirable.

Estos tres motivos tienen ventajas y desventajas. Aunque los podcasts son más antiguos, el esfuerzo creativo que cultivaron los podcasters durante la pandemia es, claramente, una cuestión positiva. El lugar informativo y complementario que ocupa el podcast en la multitarea me parece prudente. Por último, considero que la divulgación del conocimiento histórico en formato de podcast es una gran contribución para los científicos, la ciencia y la sociedad.


Considero que hay una cuestión todavía más importante: evaluar la veracidad del conocimiento histórico difundido por el podcasting, sobre todo en un contexto global amenazado.

Si los podcasts sobre temas históricos se han expandido raudamente es porque existen voluntades compartidas. En este sentido, tenemos una sociedad que quiere consumir historia, que es curiosa y que quiere escuchar sobre el pasado en el presente. Así, en los últimos cinco años se ha abierto un nuevo espacio de aprendizaje y entretenimiento que supera a la televisión, a la radio y a la web.

Artículos críticos sobre el boom de los podcasts asociados al multitasking abundan en medios importantes, como El País y The New York Times. Un estudio realizado por la Universidad de Sussex concluyó que, al intentar realizar dos o más tareas al mismo tiempo, nuestro rendimiento y eficiencia disminuyen, afectando nuestra estructura cerebral y la densidad de la materia gris. Al respecto, Cerebrum, un destacado centro de neurociencia, señala que el mundo actual nos induce a ser supertaskers y que, frente a ello, debemos estar atentos a nuestra autoconciencia y autorregulación para no caer en el refrán según el cual “quien mucho abarca, poco aprieta”. Aunque no es un fenómeno asociado específicamente a los podcasts históricos, me pregunto: ¿será una buena idea juzgar el podcast histórico como un inductor de la multitarea? ¿El consumo del podcast histórico busca ser una tarea única? Tal vez no, y no habría mal en ello.


Nuestra misión, estimados podcasters, es trabajar para que el contenido que comunicamos sea fruto del saber, de la veracidad y de la entretención.

Más allá del multitasking y su vínculo con el podcast histórico, considero que hay una cuestión todavía más importante: evaluar la veracidad del conocimiento histórico difundido por el podcasting, sobre todo en un contexto global amenazado por la propaganda política, los populismos y la charlatanería. Considero urgente juzgar los podcasts históricos por su grado de solvencia y responsabilidad social. El medio The Atlantic publicó un artículo muy lúcido acerca de esto. En él, el periodista e historiador Arash Azizi planteó que, si los eruditos en historia no atraen al público, los charlatanes y los negacionistas lo harán en su lugar.

Tras siete años de experiencia conduciendo el podcast Café con historia junto a mi colega Eduardo Gutiérrez, hemos aprendido que la veracidad es el factor más importante cuando se divulga la ciencia. Luego vienen la claridad del mensaje y la entretención. Nuestros invitados son especialistas en los temas históricos de los cuales hablan, y no caemos en sensacionalismos para lograr mensajes fáciles o popularidad. En este sentido, consideramos que es un gran desafío enfrentar el contenido sensacionalista o negacionista que se difunde en podcasts o redes sociales.

La ciencia abierta está avanzando. Si nos consideramos eruditos responsables socialmente, debemos modernizar las formas en que difundimos el saber. Por ello, nuestra misión, estimados podcasters, es trabajar para que el contenido que comunicamos sea fruto del saber, de la veracidad y de la entretención.